martes, 4 de julio de 2006

Diario de lecturas 1


Bufalino y lo irreal.


"Se escribe para hacer verosímil la realidad. No sé los demás, pero yo siempre me he sentido golpeado por la inverosimilitud de la vida, siempre me ha parecido que de un momento a otro cualquiera fuese a decirme: "Basta ya. Nada es verdad". Entonces pienso que hay que escribir con el propósito de llegar a creernos este imposible y conseguido golpe de dados; y que, si el universo es una metástasis desquiciada, debemos procurarnos un orden que nos engañe y nos salve. Me parece que ésta sería la tarea cívica y humanitaria del escritor: volverse copista y legislador del caos, guardián de la ley y a la vez inquietador de placideces, un ladrón del fuego que traiga a los hombres el secreto de las cenizas, un dios venido a morir por todos. ¿No equivale esto a decir que escritura y oración son iguales?"

Traduzco de: Gesualdo Bufalino, "Cere Perse", en Opere 1981-1988. Bompiani, 1992, p. 825 (en el ensayo "Le ragioni dello scrivere") [Ejemplar prestado y que, ay, tanto lamento haber tenido que devolver a su dueña y mi amiga Angelica Valentinetti].

Me quedo con la primera parte. Yo también he sentido lo mismo, me refiero a la sensación de "inverosimilitud de la realidad y de la propia existencia". Es muy posible que se haya notado algo así en la atmósfera o el tono de algunas de las entradas anteriores. Y recuerdo las risotadas de un (en cierta época) amigo cuando se lo dije al salir de comprar tabaco en el estanco. Me miró como sólo se mira a los deficientes mentales o algo peor, algo que, en su sufrido portador (es decir, servidor), revelaba un estado mental o vital del que había (primero) que compadecerse y (segundo) que precaverse. Fue curiosa su reacción. Su sobrerreacción.

Otra cosa es que el escritor deba tomárselo como un deber. No aguanto mucho esa actitud preocupada por fijarle los deberes, sean cívicos o no. No creo que deba tener otra preocupación más allá de aquella que libremente se imponga a sí mismo, pues con esa ya va listo. La segunda parte no me interesa y, menos aún, las contaminaciones metafóricas de cristianismo y actividad literaria, el modelo sacrificial o el prometeico. Ese tipo de metáforas altisonantes me evoca una retórica de italianos vestidos de toga, como Sénecas contemporáneos (sea su ideología la que fuere).

3 comentarios:

  1. Esa sensación... a lo mejor es porque fumamos :-)

    Debo confesarte que me acabo de incorporar (no podría usted escribir en más corto?), pero este post como que me ha verosimilizado bastante. Porque, claro, la de campañías con las que se encuentra una como tu amigo de la ex-época!

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  2. Pues igual es por el fumar que en este mismo momento "perpetro". No hago caso. Y eso que ando "dejándolo".
    Los posts "contemporáneos" casi todos serán cortos, te lo prometo, por pura necesidad (de no ser que traduzca un poco, si os parece, a los americanos). ¿O te refieres a "ser algo más campechano y natural"? Dependerá del humor. No sé lo que irá saliendo. Hoy por ejemplo no sale nada. A veces me pasan este tipo de cosas: le daba vueltas a varios temas; por ejemplo comentar un verso de Arnaut Daniel, el de un cuerpo de mujer visto, en una escena amorosa, "contra'l llum de la lampa"['al contraluz de la lámpara'] y su eco en Ezra Pound (algo que podía tener un interés, al menos erótico) pero entonces he leído un artículo de Azúa que saca conclusiones del párrafo 531 de la "Aurora" de Nietzsche y como "Aurora" es el único libro de Nietzsche que no tengo y no puedo sacar yo mis propias conclusiones pues ya me he chafado y no he puesto nada y sólo me he ocupado de las obras en mi cocina. Así somos. Así soy. Ay.

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  3. ¿Ser algo más campechano y natural?. No, era más bien una broma. Lo queremos todo rápido, leer una "cosa" a la velocidad con la que podemos percibir una imagen (lo poco o lo nada que pillemos de ella).

    Respecto a Aurora de Nietzsche yo tampoco lo tengo, pero es que yo tengo muchos menos.

    Encontré el artículo de Azúa que comentas por la red y encaja bastante con el recuerdo que yo tengo de cuando leía a Nietzsche (otra ex-época, digamos).

    Ya veo que las vueltas continuaron. Es lo mejor, si no no hay quien duerma.

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Cariñosas las observaciones