jueves, 6 de julio de 2006

Luces














La canción del trovador provenzal Arnaut Daniel (...1180-1195...) "Doutz brais e critz", una de las más bellas de la poesía medieval, nos sitúa en un escenario de encuentro amoroso que permite suponer la condición de "drutz" o amante de pleno derecho en el personaje depositario de la primera persona en el poema, quien, tras entrar en el castillo y ser aceptado ("ben fui grazitz") como escudero ("e'm fetz escut"), e incluso discretamente protegido de los murmuradores bajo el "manto índigo" de la dama (queda la duda si el manto la cubriese a ella también), y acceder a su cámara,

Dieus lo chauzitz,
per cui foron asoutas
las fallidas que fetz Longis lo cecs,
voilla, s'il platz, qu'ieu e midonz jassam
en la chambra on amdui nos mandem
uns rics convens don tan gran joi atendi,
qe'l seu bel cors baisan rizen descobra
e qe'l remir contra'l lum de la lampa.

[El benigno Dios, por quien fueron absueltos los pecados que cometió el ciego Longinos, quiera, si le place, que yo y mi señora yazcamos en la cámara en la que ambos fijemos una preciosa cita, de la que espero tanto placer que descubra su hermoso cuerpo, besando y riendo, y que lo contemple contra la luz de la lámpara. (Traducción de Martín de Riquer)]

Nos olvidamos, nosotros, modernos y cinematográficos, de la historia del ciego centurión Longinos, alanceador de Cristo, detalle erudito y decorativo, y nos lanzamos hacia la cámara por si vemos algo y Daniel no nos defrauda. Pues no se trata de que veamos lo que esperamos ver, sino que vemos mucho más; vemos, como el amante ve, la belleza del cuerpo de la dama tan sólo en sus indicios (y por ello mismo más presente o en su "real presencia") de sombras y luces. El juego visual del "remir" o volver a mirar lo ya visto a nueva luz, al contraluz de la lámpara. La luz vacilante de las velas (un recuerdo a aquella maravillosa escena de las velas en el Barry Lindon de Kubrick) perfila, recrea, reinventa el cuerpo, sus miembros etéreos, sus múltiples tonos, que son y no son, vacilantes, como el vibrar del haz y el envés de la hoja del olivo, de una manera semejante (nos recuerda Ezra Pound, tras citar el poema en su The Spirit of Romance[1]) a la de aquel verso del Laberinto de Fortuna con el que el cordobés Juan de Mena nos presenta al ejército del Conde de Niebla disponiéndose, en medio de la noche, al asalto de Gibraltar en poder de la morisma:

e dar nueva lumbre las armas e fierros ["Laberinto", v. 1308]

También en el Laberinto las antorchas hacen brillar cuerpos...pero, a diferencia de la dama de Daniel, que participa en otra guerra, los brillos aquí son los de las armaduras y, perfectamente adaptados a su función dramatizadora de la tensión bélica, mezclan el doble reflejo de la luz de las hachas en el agua y sobre el acero de los coseletes: otra vez un efecto de intermitencia visual, de vacilación, de culebreo de llamas y agua contra los "fierros", imagen que, en el poema de Mena se incorpora a una sarta de signos funestos de raíz lucaniana ["con crines tendidas arder las cometas/(...) gridar sin ferida los canes e perros", etc.] que predisponen al lector para la ruina final del Conde y su empresa.

Amor y muerte temblando en un mismo contraluz.

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[1] Ezra Pound, The Spirit of Romance by E.P.[1910], New Directions, Nueva York, 1968, p. 34. Tras la versión literal y en prosa del poema de Daniel (más tarde publicará en una corta edición de 80 ejemplares la traducción poética de toda la obra del trovador: Arnaut Daniel, Clerk Press, Cleveland, 1917), P. precisa que: "el verso último de la cuarta estrofa [nuestro verso] podría servir para distinguir a Arnaut Daniel de todos los poetas provenzales". Y sin transición cita el verso de Juan de Mena que en nota atribuye a una Muerte del Conde de Niebla inexistente, en vez de a su fuente real, el Laberinto de Fortuna. Probablemente sólo tuviera a mano el verso anotado, quizá fruto de sus lecturas en la Biblioteca de Palacio y el Escorial durante la temporada de investigación de postgrado del verano de 1906 en Madrid. El verso de Daniel reaparece traducido o literal varias veces en los Cantos, y lo mismo sucede con el de Mena. No sé de ningún estudio que haya analizado su relación.

[2] Hallo casualmente en Aníbal Núñez un momento similar:


«(...) Pero no encuentro tregua ni en la noche:

quién sabe si vigilo para que
las adargas reluzcan con una luz bruñida
que merezca esta luna ya menguante (...)

en «Capitán Hölderlin», I, vv. 12-15 del libro Figura en un paisaje [1974], Poesía Reunida, Calambur, Madrid, 2015, pág. 343.

2 comentarios:

  1. Esta noche, entre sueños, me ha venido "la ciega lanzada de Longinos" que hace sombra a la cobla. Me pregunto ahora por su verdadera función: ¿meramente retórica, como digo en el post? Daniel no era un poeta "decorativo". Su "trobar clus" no admite fáciles perifollos. ¿Nos estará avisando Longinos ciegamente de la pronta llegada de alguna otra lanzada que no vemos? La mención subrepticia resguardaría, además, del peligro de blasfemia.

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  2. Ahora caigo que en la biblioteca de Pound se encontraba el "Parnaso Español", la antología en nueve tomos de poesía española elaborada por el bibliotecario riojano Juan José López de Sedano (1768). Incluso recuerdo haber leido que Pound le regaló un par de tomos a William Carlos Williams (quien incluye versiones de Lope, Argensola, etc. en varios de sus libros). Dado que la antología de Sedano se hizo sin criterios cuidadosos de clasificación y ordenación, no sería raro que el fragmento del "Laberinto" de Mena que contiene el verso apareciera bajo el rótulo de "Muerte del Conde de Niebla". Habría que confirmarlo.

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Cariñosas las observaciones