jueves, 30 de noviembre de 2006

Selva de lecturas 2.



Para Marijose, que la tiene en su mesilla.


Les leía esta mañana a mis alumnos un par de capítulos (lo que da de sí una clase de 50 minutos) de esa extraña novela o reportaje poético sobre la caza de ballenas: Moby Dick de Herman Melville. Leía los capítulos 41 y 42 que describen a su protagonista, el cachalote blanco; caracterizan el móvil de su antagonista, la locura de Ahab (41) y pintan sobre negro lienzo la blancura del monstruo, la música del poema (42). El caso y su categoría. Poco más hacía falta. Sí, ya sé que mucha gente razonable opina que se trata de una novela absurda, un monstruo ella misma, inflada y desmesurada como ninguna. Que podía haberse resuelto como un relato breve, con unas dimensiones similares al Bartleby, the scrivener, no mucho más y quizá menos. Todo antes que permitir que tan magra historia (habría cabido en no mayor número de páginas que las que ocupan los capítulos que esta mañana les leía a mis alumnos ¿O tan solo a mi alumna Laura o a los doce que asistían y preparaban sus exámenes? No sé) llegara a alcanzar las 600 páginas de la edición inglesa de Penguin o las 765 de la magnífica versión española de Enrique Pezzoni acompañada por los igualmente admirables grabados de Rockwell Kent. Poco más hubiera bastado.

Aunque en esos capítulos se concentra la sustancia esencial del relato, nunca he sentido, en las tres lecturas completas que he hecho de la novela (e infinitos picoteos de detalle), que sobrara nada, que hubiera capítulos prescindibles (no, ni los enciclopédicos, nada me sobra de esa balumba de materia curiosa que Melville acumulaba infinitamente en torno a las labores de pesca, a la elaboración de la grasa y el esperma y asuntos similares ¿De qué trata ese enigmático capítulo 97 en que se describe primero la cama o "nicho" en el que duerme el marinero de guardia y después su lámpara y el aceite de ballena de su lámpara? Una página escasa, y, de pasada, al describir el tal "nicho", ahora ya "cripta" nos implica como auditorio y nos dice que "por un instante se habrían sentido ustedes en una cripta iluminada de reyes o consejeros canonizados". ¿Quiénes son esos "reyes o consejeros canonizados"? La semana pasada les leía a esos mismos alumnos, o sea, a Laura, Bartleby, the scrivener y, al terminar la historia del pobre Bartleby en el patio de la cárcel, aparentemente dormido según el celador que al tocarlo, "Está dormido", dice, y replica el abogado: "Sí, con los reyes y consejeros", concluyendo así el relato. ¿Por qué esa imagen obsesiva que, claro, supone un lector lo suficientemente calvinista o familiarizado con la Biblia como para recordar de inmediato el Libro de Job, en su capítulo tercero, versículos 13 y 14: "[Mejor haber nacido muerto y así] ahora yaciera y reposara, durmiera y entonces tuviera reposo con los reyes y consejeros de la tierra, que edifican para sí los desiertos, o con los príncipes que poseen el oro, que hinchen sus casas de plata" según traduce Casiodoro de Reina en nuestra clásica Biblia del Oso?
No. No sobra nada.
Les leía esta mañana los dos capítulos y la falta de tiempo me hacía entonar, fuera de mi costumbre y por efecto de la sensación de que ya iba a tocar la campana, algo altivamente esa blancura fantasmagórica:
"el universo paralizado surge ante nosotros como un leproso;(...) La ballena [albina] era símbolo de todas estas cosas. ¿Cómo puede asombrate, lector, la ferocidad de la caza?"

Inquietante pirámide egipcia.
______________
Herman Melville, Moby Dick or The Whale, Introduction and commentary by Harold Beaver, Penguin, 1972.
Herman Melville, Moby Dick o la ballena blanca, traducción de Enrique Pezzoni, Ilustraciones de Rockwell Kent, Debate, Madrid, 2001.

domingo, 26 de noviembre de 2006

Selva de lecturas 1.

¿Por qué lees? Pues porque lo paso bien leyendo. ¿Qué quieres decir con que "lo pasas bien"? Pues que me divierto. ¿Cuándo te diviertes leyendo? Pues cuando lo que leo me atrae, me intriga, me emociona o me enseña algo. ¿Te pasa eso siempre que lees? Pues no. La mayor parte de las veces leo con la esperanza de encontrar algo que cumpla esas condiciones y no siempre acierto a dar con ello; a veces es por mi culpa, otras porque no se produce ese encuentro en esa ocasión y quizá en otra lo haga, etc., etc. ¿Lees un libro hasta el final o lees fragmentariamente haciendo calas de lectura? Las dos cosas. Depende de la ocasión y del libro. Por ejemplo, te voy a contar mis lecturas de este fin de semana y así te harás una idea.

Cuando cumplo con mi periódica expedición al supermercado suelo pasar a la vuelta, con el carrito de la compra repleto, por una librería-papelería que además de los consabidos libros de texto y de literatura infantil y demás arreos escolares en que parece especializada, muy de tarde en tarde deja ver algunas novedades, un pot-pourri de libros de éxito (execrables en su mayoría) y en raros casos alguno de interés que inopinadamente se ha colado en el montón. Por si acaso echo un ojo al escaparate según cruzo y casi siempre entro para hacer un alto en el trayecto y que éste así se vea compensado por la azarosa posibilidad de alguna sorpresa. La mayor parte de las veces no hay sorpresa alguna, pero cuando se renuevan los estantes y las distribuidoras cambian los expositores siempre aparece algo. Eso me pasó el otro día cuando, entre otros libros de Alfaguara, vi los dos tomos de memorias de José Manuel Caballero Bonald (ya viejos, pues el primero es de 1995 y el segundo de 2001, pero que por algún casual los habían dejado caer como restos de edición en el lote de novedades). Me los llevé y en un fin de semana y medio los he leído. A diferencia de las novelas que en general me cuesta leer bastante, los libros de memorias -uno de mis géneros literarios favoritos- los leo de un tirón, por pequeño que sea su atractivo. Y éstos lo tenían sobrado.
Conocía la obra poética de Caballero Bonald por la publicación reciente de su obra completa de poesía en Barral. Me agrada su poesía, incluso ese empaque elocutivo tan suyo, algo discurseante y campanudo, pero preciso a la vez y eficaz formalmente. Bien escrito, vamos. No he leído ninguna de sus novelas aunque espero corregirme. Y estas memorias me han interesado mucho. El personaje resulta atractivo, en ocasiones me identifico con él y comparto sus manías y hasta envidio su capacidad para el exceso festivo. Si el exceso lo es de carácter da la impresión de que a veces le cegara cierta inquina atrabiliaria, pero la muestra sin tapujos y no la explica demasiado. Y eso está muy bien. Cuando la lectura de unas memorias nos revela (no siempre) una personalidad íntegra nos vemos reflejados en ella, nos confrontamos y eso es aleccionador e interesante.

En otras ocasiones la lectura lo es de tanteos, de calas esporádicas, de mínimos detalles que se van despaciosamente acumulando. Estaba leyendo de esa manera dos libros de historia (uno romano y bizantino el otro): Las Res Gestae de Amiano Marcelino y la Alexíada de Ana Comneno. Busqué una versión de Amiano porque en algún ensayo de Juan Benet, creo, encontré una convincente formulación de su habitual nostalgia del "Grand Style" y mencionaba, como modelos de prosa, algunos historiadores romanos, Amiano entre ellos (ya no sé si se trataba de Benet o de Sánchez Ferlosio, que se acordaba de Benet y a su vez lamentaba que la literatura española careciera de su debido Henry James o su Thomas Mann etc.).
Una escena de Amiano me fascinó. Durante la segunda campaña del rey parto (así los llama Amiano) o sasánida Sapor II contra Roma (hacia los años 359-360 d. C.), el asedio de las fortalezas fronterizas de Amida, Nísibis, Bezabde, Virta, etc. está contado con tal inmediatez y tan notable economía de recursos que contradice el supuesto exceso de retórica que la crítica tradicionalmente observaba en Amiano (lo será en otros pasajes). En un episodio de la campaña, en el que las virtudes militares del general (comes) Ursicino, jefe del propio Amiano y a todas luces su héroe, se ven coartadas por los celos del emperador (exactamente el Augusto) Constancio II, representados por su delegado imperial Sabiniano, superior de Ursicino e inferior en arrojo y capacidad militar y rémora permanente de este último. Pues bien, en ese episodio o en sus inmediaciones se incluía una escena en la que, al replegarse las tropas romanas tras la conquista de Amida, una sección del ejército en que se hallaba el propio Amiano habría recogido en su trayecto a unas monjas o vestales cristianas, librándolas así de las sevicias que la tropas bárbaras de Sapor a buen seguro les hubieran hecho sufrir de haber quedado a su merced (lo que se condice, además, con las persecuciones que Sapor ordenó contra los cristianos en su territorio, según tenía entendido). Al releer los pasajes del asedio traté de localizar el episodio de las "monjas", ya que me parecía chocante de veras la imagen del destacamento de legionarios romanos dando escolta a un convento de monjas en las soledades de Diyarbakir (sureste de Turquía, casi limítrofe con el norte de Siria). Pues resulta que no apareció. ¿Me lo había inventado? Tenía la completa seguridad de haberlo leído (y aún no estoy seguro de no haberlo hecho). En cambio, me encontré con el pasaje siguiente (18.10.4) en el que leo cómo el propio Sapor, en su marcha hacia Amida, es quien:

"encontró también otras doncellas que se habían consagrado a la vida religiosa, según el rito cristiano y que se mantenían vírgenes, a las cuales les permitió, sin que nadie se lo impidiera, que sirvieran a su religión, de acuerdo con su costumbre".

táctica de benevolencia que le permitiría asegurarse el beneplácito de la población en zona de operaciones. ¿Me había inventado yo la escena de Amiano y Ursicino como protectores de monjas desvalidas y, en mi inconsciente prejuicio antiparto o antisasánida, le había arrebatado a Sapor su mérito humanitario? Quizá.

[Dejo lo de Ana Comneno para otro día. No abusemos]
________________
(1) José Manuel Caballero Bonald, Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir, Alfaguara, Madrid, 1995 y 2001
(2) Amiano Marcelino, Historias, Edición y traducción de Mª Luisa Harto Trujillo, Akal-clásica, Madrid, 2002. El pasaje misterioso creí leerlo en algún lugar de los libros 19 y 20, págs. 329-406. El texto que cito en la pág. 328.

martes, 21 de noviembre de 2006

Cierre por obras. ¿Despedida?

Necesidades del oficio (inicio de la temporada de exámenes) aconsejan al indolente un cierre temporal de esta página al menos hasta las vacaciones navideñas. Quizá lo aproveche para meditar sobre la oportunidad de insistir en su mantenimiento pues siente que las peculiares exigencias de continuidad de la misma han hecho que, casi sin darse cuenta, no haya acertado a impedir el que acabara derivando hacia unos derroteros del confesionalismo que ni Berryman se permitiera. No tiene costumbre de caer en tales excesos.

Tampoco le hace excesiva gracia sostener un blog con probaturas de traducción y reseñas o comentarios de lecturas. En definitiva, que no lo ve claro y momentáneamente se despide. Es inconstante y puede arrepentirse pero a esta hora tempranera ve así las cosas.

Saluda agradecido a sus pacientes lectores.

domingo, 12 de noviembre de 2006

Americana 7. John Ashbery




John Ashbery, nacido en Rochester, New York, en 1927, formado en las universidades de Harvard y Columbia. Reside en Francia entre 1955 y 1957 gracias a una beca Fullbright y regresa a Nueva York en 1958. Crítico de arte para revistas como Art News y la edición europea del New York Herald Tribune, desde 1972 comparte su dedicación a la crítica y la poesía con la enseñanza en el Brooklyn College de la universidad de New York.

Vinculado a la llamada escuela de Nueva York (junto a poetas como Frank O'Hara, Kenneth Koch, James Schuyler y Ted Berrigan), Ashbery es considerado un poeta experimental, creador de una obra difícil, dominada por un estilo impersonal, inteligente y a menudo abstruso y opaco. Escribe con un estilo conversacional, aunque en una dicción alejada de lo coloquial. Su obra se caracteriza por los cambios de registro y tono, bordeándose a menudo los límites entre poesía y prosa.

Libros principales: Some Trees (1956), The Tennis Court Oath(1962), Rivers and Mountains (1966), The Double Dream of Spring (1970), Three Poems (1972) [versión española de Julián Jiménez Heffernan, DVD poesía, Barcelona, 2004], Self-Portrait in a Convex Mirror(1975), Houseboat Days(1977), As We Know(1979) y A Wave (1985), de los que extrae el Selected Poems de 1985 que jalona la primera fase de su obra. Entre los libros posteriores destacan April Galleons (1987), Flow Chart (1991) [versión española de Alejandro Valero, Cátedra, Madrid, 1994], Hotel Lautreamont (1992)... hasta el reciente Chinese Whispers (2002).

Una buena introducción española a su obra se puede leer en el prólogo de Julián Jiménez Heffernan a su versión de Tres Poemas citada.


"POR CUÁNTO TIEMPO MÁS SERÉ CAPAZ DE HABITAR EL DIVINO SEPULCRO..."


¿Por cuánto tiempo más seré capaz de habitar el divino sepulcro
De la vida, mi gran amor? ¿Se zambullen en lo hondo los delfines
Para encontrar la luz? ¿O es la roca
Lo que se busca? ¿Sin piedad? ¿Eh? Y si más adelante

Hombres con palas naranja vienen a partir la roca
Que me encierra, ¿qué va a ser de la luz entonces?
¿Qué del olor de la luz?
¿Qué del musgo?

En tiempos de los peregrinos él me hirió
Desde entonces tan sólo yazgo
Mi cama de luz es un horno que me ahoga
Con el infierno (y a veces oigo el gotear del agua salada).

En serio --porque soy de los pocos
Que han aguantado el aliento debajo de la casa. Cambiaré
Una chuchería roja por dos azules. Me
Llaman Tom. La

Luz rebota de las rocas musgosas hasta alcanzarme
En esta vaguada (¡la elegante villa! que
cuando la tuviera quizá fuera mejor no haberla tenido
Y bromea bajo la punzada del aligustre

Que en las cálidas noches de primavera perfuma las habitaciones vacías
Con el olor del esperma derramado por los lavabos
En cálidas tardes de verano a la vista del mar.
Si profesor entonces supiste por qué) lee

A sus amigos: Brindad a mi salud tan solo con (1)
Y el lector resulta arrrebatado
por una gran sombra bajo el mar.
Tras el volante

El muchacho se levantó la propia frente.
La cabeza de su novia era una bolsa verde
De tallos de narciso. "Vale, tú ganas
Pero quedamos de todas formas en la tienda de Cohen

Dentro de 22 minutos". ¡Qué maravilla el hombre antiguo!
Bajo las raíces del tulipán ha calculado un método para ser animal religioso
Y sería matemático. Pero ¿en qué rincón de un cielo inverosímil
Conseguirá el calor que le haga crecer?

Pues necesita algo o seguirá siendo un enano siempre,
Aunque impecable, y dotado de cerebro de tamaño normal
Pero ha podido ser liberado por gigantes de las cosas.
Y la planta según crece se comprueba que nunca será árbol,

Siempre cabe que la domine una abeja
Y cultiva estúpidas impresiones
Para no incorporarse al cieno. El cieno
Se alza como un mar. Y nos despedimos

Dándonos la mano frente al embate de las olas
Lo que aporta desolación a nuestras palabras, y hace que estas manos flojas
Parezcan nuestras--
Manos que siempren están escribiendo algo
En espejos para gentes a quienes veremos después--

¿Quieres que ellas rieguen
Planten, arranquen indiferentes entre yedra intercambiable--
Llevándose comida a la boca, tocándose genitales--?
Pero no hay duda de que lo has entendido

Todo ya y yo hago el tonto. A mí me queda
Mejorar y entenderte
Como hombre a la altura de su papel. Botas
Se escuchaban en el piso superior. En el jardín la luz del sol aún era púrpura

Pero lo que allí zumbaba había cambiado algo
Pero no para siempre...sino que al arrojar su sombra
En los troncos, y andar buscando un hueco en el aire, era casi como si nunca
se hubiera negado a existir de otra manera. Unos tipos
En el patio manejaban la correa que el había fabricado

Estrellas
pintaron el techo del garaje carmesí y negro
No es hombre
Que pueda leer tales signos... sus huesos eran soportes...

E incluso se negó a vivir
En un mundo y reembolsó los siseos
De todo cuanto existe tan de verdad a nuestro lado
Como tú, amor mío, y la luz

Pues ¿qué es obediencia sino el aire que nos rodea
Hasta la casa? ¿A por quién venían los federales
un instante después que el sendero
Te llevara a casa? ("Flor...Latina...")

Tras de lo que me acercaste al agua
Y exigiste que bebiera, y eso hice, y a tu bondad lo debo.
No me dejaste salir dos días y tres noches,
Me traías libros envueltos con tomillo silvestre y hierbas olorosas

Como si me interesara algo la lectura, tú...
Ahora te ríes.
La oscuridad interrumpe mi relato.
Enciende la luz.

¿Y mientras tanto qué es lo que voy a hacer?
Vuelvo a madurar, en la escuela, la crisis vendrá enseguida.
Y tú das vueltas a la oscuridad entre los dedos, tú
Que eres algo mayor...

¿Quién eres tú, en definitiva?
Y es del color de la arena,
La oscuridad, mientras se criba en tu mano
Porque ¿cuál es el sentido de cualquier cosa,

de la yedra y de la arena? ¿De esa barca
empujada a la orilla? ¿Tanto sorprendo,
estratégicamente, y a la luz
del largo sepulcro que oculta la muerte y me oculta?
___________
(1) "Drink to me only with [thine eyes]", "Brinda a mi salud tan solo con tus ojos", cita truncada de Ben Jonson, The Forest, 9: To Celia.

De El Juramento del Juego de la Pelota (1962)

____________________________________________
"HOW MUCH LONGER WILL I BE ABLE
TO INHABIT THE DIVINE SEPULCHER ... "


How much longer will I be able to inhabit the divine sepulcher
Of life, my great love? Do dolphins plunge bottomward
To find the light? Or is it rock
That is searched? Unrelentingly? Huh. And if some day

Men with orange shovels come to break open the rock
Which encases me, what about the light that comes in then?
What about the smell of the light?
What about the moss?

In pilgrim times he wounded me
Since then I only lie
My bed of light is a furnace choking me
With hell (and sometimes I hear salt water dripping).

I mean it-because I'm one of the few
To have held my breath under the house. I'll trade
One red sucker for two blue ones. I'm
Named Tom. The

Light bounces off mossy rocks down to me
In this glen (the neat villa! which
When he'd had he would not had he of
And jests under the smarting of privet

Which on hot spring nights perfumes the empty rooms
With the smell of sperm flushed down toilets
On hot summer afternoons within sight of the sea.
If you knew why then professor) reads

To his friends: Drink to me only with
And the reader is carried away
By a great shadow under the sea.
Behind the steering wheel

The boy took out his own forehead.
His girlfriend's head was a green bag
Of narcissus stems. "OK you win
But meet me anyway at Cohen's Drug Store

In 22 minutes." What a marvel is ancient man!
Under the tulip roots he has figured out a way to be a religious animal
And would be a mathematician. But where in unsuitable heaven
Can he get the heat that will make him grow?

For he needs something or will forever remain a dwarf,
Though a perfect one, and possessing a normal-sized brain
But he has got to be released by giants from things.
And as the plant grows older it realizes it will never be a tree,

Will probably always be haunted by a bee
And cultivates stupid impressions
So as not to become part of the dirt. The dirt
Is mounting like a sea. And we say goodbye

Shaking hands in front of the crashing of the waves
That give our words lonesomeness, and make these flabby hands
seem ours --­
Hands that are always writing things
On mirrors for people to see later--

Do you want them to water
Plant, tear listlessly among the exchangeable ivy­--
Carrying food to mouth, touching genitals--
But no doubt you have understood

It all now and I am a fool. It remains
For me to go better, and to understand you
Like a chair-sized man. Boots
Were heard on the floor above. In the garden the sunlight was still purple

But what buzzed in it had changed slightly
But not forever... but casting its shadow
On sticks, and looking around for an opening in the air, was quite as if it had
never refused to exist differently. Guys
In the yard handled the belt he had made

Stars
Painted the garage roof crimson and black
He is not a man
Who can read these signs... his bones were stays...

And even refused to live
In a world and refunded the hiss
Of all that exists terribly near us
Like you, my love, and light.

For what is obedience but the air around us
To the house? For which the federal men carne
In a minute after the sidewalk
Had taken you home? (“Latin... blossom...”)

After which you led me to water
And bade me drink, which I did, owing to your kindness.
You would not let me out for two days and three nights,
Bringing me books bound in wild thyme and scented wild grasses

As if reading had any interest for me, you...
Now you are laughing.
Darkness interrupts my story.
Turn on the light.

Meanwhile what am I going to do?
I am growing up again, in school, the crisis will be very soon.
And you twist the darkness in your fingers, you
Who are slightly older...

Who are you, anyway?
And it is the color of sand,
the darkness, as it sifts through your hand
Because what does anything mean,

The ivy and the sand? That boat
Pulled up on the shore? Am I wonder,
Strategically, and in the light
Of the long sepulcher that hid death and hides me?

From J.A., The Tennis Court Oath (1962) en Selected Poems, Viking, New York, 1985, pp. 32-35.

viernes, 10 de noviembre de 2006

"Duerme en tu oscuridad".

No se puede. En la oscuridad no se descansa. ¿Pedimos oscuridad para no dormir? Quizá. Entonces la raíz de nuestra hambre está detrás de esa oscuridad, en otra, en algo previo (¿Y así en regresión infinita? No sé. Quizá). En lo que no se sabe. Lo que no se sabe tienta. Llama. Es la mayor tentación. Sí, es verdad que en alguna película (¿sueca?, ¿de Bergman?) se representaba una desesperada búsqueda de Dios y que al final este se dejaba ver y era una araña espantable. Pero ni siquiera hace falta eso. Por descontado que no hace falta concretar la búsqueda, que se trata de una búsqueda en el vacío, en la ausencia. Es el hueco el que llama. No hay abismo propiamente dicho, no hay "gouffre". Hay hueco, hay nada. Pura llamada, permamente convocación muda. Desespero,

ceñido el cuerpo de fuego
y de culebras cercado,
no doy la culpa a ninguno
de los tormentos que paso.
Sólo a mí me doy la culpa,
pues fui causa de mi daño. (...)
¡Y yo también sea maldito

pues que fui desconfïado!

dice con razón Paulo y sigue en sus trece.

(Buen amigo en la lejanía, quizá amigo inventado: He querido notar signos, runas en la piedra, palabras sueltas, algún fraterno "asuelan", algún "solipsismo", ¿Meros "sincronismos"? No lo sé. Los interpreté como guiños amistosos. Han sido anotados. Te seguí y lamenté tu defección. Te sigo siguiendo y te saludo desde esta orilla. Sospeché que cuando hablabas del laberinto lo estabas haciendo "desde dentro").

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Intermitentes horrores

El ánfora funesta del divino tesoro
que ha de hacer por la vida la tortura interior;
la conciencia espantable de nuestro humano cieno
y el horror de sentirse pasajero, el horror

de ir a tientas, en intermitentes espantos,
hacia lo inevitable desconocido, y la
pesadilla brutal de este dormir de llantos
¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará!

Rubén Darío, "Nocturno" de Cantos de Vida y Esperanza (1905)

La frase completa es: "...un laberinto tridimensional que recorremos haciendo estaciones horrorizadas". La tomo de un precioso artículo ("Divagación otoñal") , como muchos de los suyos, del blog de Félix de Azúa correspondiente al día de hoy. Al leer la frase me viene inmediatamente a la memoria el verso "de ir a tientas, en intermitentes espantos" que inicia la segunda de las estrofas que cito del "Nocturno". Magníficas estrofas. Un Rubén en lo mejor de su momento baudelairiano. Hay versos de Baudelaire, arranques de poema, sobre todo ("Voici venir le temps où vibrant sur sa tige,"etc.), para los que no encuentro paralelo en ninguna literatura. En fin, gustos. Pero, al menos por una vez, hay también en Rubén versos parangonables a los de Baudelaire en similar tono y música. Me refiero, sobre todo, a la transición de la primera estrofa a la segunda y a los tres primeros versos de esta última: el sonido del primer verso, el segundo y la transición, los encabalgamientos, las repeticiones encadenadas..., quizá no tanto el marco, algo teatral (decorativismo modernista) con la inevitable ánfora y sus volutas y esa "Ella" que tanto redondea.

lunes, 6 de noviembre de 2006

Simpatía

"And you I find sympatisch, a good townee,
Neither a preacher, ninny, bore, nor Brownie".
W.H. Auden, Letter to Lord Byron, part III.


Parece un lenguaje de la simpatía, pero detrás está el lenguaje de la vida dando fuelle, así, sencillamente, sin más, presente, inventándose a sí mismo cada segundo, repentizándose. No depende de las palabras, del contenido, de lo que digan. El contenido de lo que dicen las palabras es independiente de esa corriente tumultuosa, reverberante, que las hace brillar cuando están tomadas, arrastradas, rasgadas por eso que llamo "simpatía" y es algo más (¿qué es?), y si lo llamo "vida" habría que precisarlo como una gana permanente de seguir estando vivo y de querer estarlo más a cada instante. En las palabras. Se nota en cómo se dicen las cosas. No, no es brillo, ¿qué es?, ¿cuál es su rasgo dintintivo? ¿El modo de saltar de una frase a otra? ¿Cierto toque manierista que deforma expresiones o giros o palabras, la manera de llevarlas, traerlas o dejarlas salir de la cocina en que parecen estar escritas y tostadas? ¿En qué, en dónde notas tú esa "vida"? ¿Cómo un escrito cualquiera, una carta, uno de estos posts, puede identificarse como "vivo" más que otro cualquiera? No lo sé. Cuento una sensación. No pretendo inventarme una categoría estilística que se pudiera incorporar a un catálogo después de adjudicados los correspondientes rasgos dintintivos y manufacturar así alguna tontería académica más (dele un nombre griego, por favor). No. Sólo hablo de una sensación que tengo al leer ciertas cosas y no la tengo en otras. Por ejemplo, en las mías no la tengo. Hablo, pues, de una admiración envidiosa. En cualquier caso, hay algo, un nervio, y detrás del nervio, una risa presentida que casi duele, una rabia vital que estuviera inventándose a sí misma cada segundo. Si dijera que a veces casi se oye el aliento, la potencia de pulmones, en cualquier detalle... me dirán que exagero, que me lo invento. Bueno, pues vale. ¿En dónde, en qué lo notas? Pues en los quiebros de una frase a otra, en errores de teclado, en transiciones, en lo que no se dice. Un ansia. Ansia a punto de estallar como un abrazo a las cosas, al aire, a la presencia intuida, en el saludo, en la adivinación del otro, en nada en concreto, una gana de abrazarlo todo por encima del sentido y la razón. Vida.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Se agradece



Como una lluvia que se agradece, o más el ácido que nos deja en los huesos; la lluvia bienvenida porque arrastra las excoriaciones de la piel. La piel misma prescindible, incluso la carne, tan blanda y menesterosa. Hasta el blanco del hueso.
Casi mejor así. Mejor antes que después.
Que estaremos siempre solos y que este detalle es parte de la maquinaria, de las bielas y engranajes que nos constituyen.
Se agradece la repulsa más incluso que la comprensión porque con mirada de entomólogo pone las cosas en su sitio, con experta ironía acierta siempre en sus definiciones.
Se agradecen la pérdida, el sinsentido, el dolor, porque forman parte del relato, tanto de los que se cuentan como de los que nunca pueden contarse.
¿Qué llevaríamos al mercado que no estuviera ya vendido? Deudas infinitas nos asedian y a la plaza vamos cada día con la estallada sonrisa de los potentados.
Haber llegado hasta aquí ya es premio bastante. ¿Pedir más? ¿A quién hacerlo?
Haber alcanzado la ignorancia, haberla dispuesto con cuidado, como un vestido de temporada y alimentarnos de ella. Mimarla para que dure, que no se nos aje cuando llueva, cuando el ácido caiga y nos deje en los huesos.