martes, 31 de julio de 2007

Joseph Ceravolo

Nacido en 1934 en Astoria Queens (Nueva York), hijo de padres inmigrantes italianos de Calabria que trabajaban como sastre y modista para los almacenes Saks de la Quinta Avenida. Estudia ingeniería civil en el City College. Empieza a escribir en 1957, en los Alpes, para ocupar las largas guardias nocturnas durante su servicio militar en Alemania. En 1959 conoce a Kenneth Koch en el Taller de Poesía que éste impartía en la New School for Social Research de Manhattan.
Publica en ediciones de difusión minoritaria casi toda su obra (Fits of Dawn, 1965, Wild Flowers Out of Gas, 1967, Spring in this World of Poor Mutts, 1968, Transmigration Solo, 1979, Millenium Dust, 1982). Collected poems, editado por Rosemary Ceravolo and Parker Smathers, introducción de David Lehman, Wesleyan University Press, 2013.
Fallece en 1988 de un cáncer de vesícula no detectado a tiempo.



MOSCA

Las luces encendidas;
carne junto al cuerpo.
Beber del vaso
y la marea
te mece en mis brazos.
Una membrana de sabiduría
en los labios. Escupo.
Nada cambia.
Las luces encendidas.
El ruido de las olas
en medio del tráfico. Froto tu cuerpo.
Me sostienen: las olas.
Una mosca se posa
en el vaso.
Canta una canción
con nervio.
Y la marea
sentida por
los pájaros -- comestibles
regresa en
el sueño de una metropoli.
Las moscas plenas de
energía, plenas de luz, se posan.


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Joseph Ceravolo, The Green Lake is Awake. Selected poems by JC. Introduction by Kenneth Koch; editors: Larry Fagin, Kenneth Koch, Charles North, Ron Padgget, David Shapiro and Paul Violi, Cofee House, Minneapolis, 1994, p. 58.


FLY

The lights are on;
flesh is next to the body.
Drinking out of the glass
and the tide sways
you in my arms.
A membrane of wisdom
on the lips. I spit.
Nothing is changed.
The lights are on.
The sound of the waves
through the traffic. I rub your body.
Hold me: the waves.
A fly alights
on the glass.
It sings a song
with a nerve impulse.
And the tide
noticed by
the birds---fit to eat
comes back in
the dream of a metropolis.
The flies full of
energy, full of light, alight.

sábado, 28 de julio de 2007

Trakl y las "larvae argenteae"

Mi amigo Harry, desde su blog, me incitaba el otro día a buscar rastros de ese juguete o amuleto romano de plata que en figura de esqueleto articulado coloca un esclavo sobre la mesa durante la cena de Trimalción del Satiricón de Petronio (cap. 34). La "larva argentea" debía ser un objeto decorativo y lujoso en las mansiones opulentas. Varios manuales las mencionan e incluso reproducen alguna. No he logrado verlas, aunque al principio, y paramnésicamente, la confundí con alguna representación del mismo motivo en mosaicos.

Así estaba la cosa, cuando esta mañana casualmente doy con el asunto en un verso de un poeta austríaco que me es muy querido: Georg Trakl.

El poema que reproduzco (en la única versión española que de ese poema tengo a mano: la de José Luis Reina Palazón):



ALMA DE NOCHE
Tercera versión

Silencioso descendió del bosque negro un venado azul,
el alma,
pues era noche, sobre escalones musgosos una nívea fuente.

Sangre y tumulto de armas de tiempos pasados
murmuran en el valle de pinos.
La luna brilla suave en estancias derruidas,

ebria de oscuros venenos, máscara argéntea
sobre el sueño de los pastores inclinada;
cabeza que abandonaron sus sagas en silencio.

Oh, entonces abre aquél las lentas manos
que se pudren en sueño-purpúreo
y argénteas florecen las flores del invierno.

En la linde del bosque irradian los lúgubres caminos
a la pétrea ciudad;
a menudo llama desde la negra melancolía la lechuza al ebrio.

incluye lo que en la versión de Reina Palazón es "máscara argéntea" y en la inglesa "silver larva" y que reproduce el original "silberne Larve". ¿Es intención del poeta que, a modo de símil lunar, veamos el esqueleto articulado romano o no? En alemán la palabra "larve" parece tener los sentidos de "larva" de insecto y de "máscara". La versión inglesa, al decir "larva", parece apuntar hacia el argénteo esqueleto pues "larva", en inglés, aparte de su sentido entomológico, tiene también el mismo valor de "espectro" o "fantasma" que en latín.
___________
El poema citado en Georg Trakl, Obras Completas, edición y traducción de José Luis Reina Palazón,Trotta, Madrid, 1994, p 162. En pág, 161 se traduce como "plateada máscara" la "primera versión" del mismo, aunque en este verso el poema no sufre modificación alguna en sus tres versiones sucesivas. Creo que hay nuevas traducciones españolas de la obra íntegra de Trakl a las que en este momento no tengo acceso; sólo dispongo de las selecciones de Aldo Pellegrini, José Miguel Míguez y Angélica Becker que no incluyen el poema en cuestión.
En las direcciones
http://www.literaturnische.de/Trakl/index-trakl.htm
http://www.literaturnische.de/Trakl/english/index-trakl-e.htm
se puede encontrar texto original y versión inglesa de su obra a cargo de Jim Doss y Werner Schmitt.

Añado el original alemán y la versión inglesa del poema:

Nachtseele3

Schweigsam stieg vom schwarzen Wald ein blaues Wild
Die Seele nieder,
Da es Nacht war, über moosige Stufen ein schneeiger Quell.

Blut und Waffengetümmel vergangner Zeiten
Rauscht im Föhrengrund.
Der Mond scheint leise in verfallene Zimmer,

Trunken von dunklen Giften, silberne Larve
Über den Schlummer der Hirten geneigt;
Haupt, das schweigend seine Sagen verlassen.

O, dann öffnet jener die langsamen Hände
Verwesend in purpurnem Schlaf
Und silbern erblühen die Blumen des Winters

Am Waldsaum, erstrahlen die finstern Wege
In die steinerne Stadt;
Öfter ruft aus schwarzer Schwermut das Käuzchen den Trunkenen.

(En http://www.literaturnische.de/Trakl/texte.htm#brenner)

Night Soul3

Taciturnly a blue deer descended from the black forest,
The soul,
When it was night, a snowy wellspring over mossy stages.

Blood and weapon-turmoil from bygone times
Murmur in the pine ground.
The moon shines quietly in decayed rooms;

Drunk with dark poisons, silver larva
Inclined over the slumber of the shepherds;
Head, which silently abandons its legends.

O, then the other one rotting in purple sleep
Opens the slow hands
And silverly the flowers of winter bloom

At the forest’s edge, the sinister ways
Into the stony city glisten;
Oftener out of black gloom the screech owl calls the drunkard.

(http://www.literaturnische.de/Trakl/english/sonst-e.htm#nightsoul3)

sábado, 21 de julio de 2007

Talleres de promisión

Detesto al hombre que sabe que sabe, nos recuerda Louis Menand(1) que dijo Oliver Wendell Holmes, el Juez de Jueces de América. Un hombre escéptico por experiencia negativa de las grandes certezas. Sin embargo, la tradición puritana en los Estados Unidos, la condición cuasirreligiosa de su democracia, parece que siguen pesando en sus instituciones y, sobre todo, en la mentalidad general. ¿Quizá ya no es así? No lo sé.

De vez en cuando te encuentras simultáneamente con dos cosas que te producen sentimientos contradictorios y no sabes muy bien cómo responder a ellas: la primera es la extensión casi universal en los Estados Unidos de los Talleres de Escritura Creativa (Workshops of Creative Writing) en la Universidad (¿En otros tramos del sistema educativo también y de manera similar? No lo sé). Cosa interesante quizá en principio: pues ha dado de comer a muchos poetas y escritores de valía que, de no ser así, se las hubieran visto y deseado. Supongo que su influencia y la eficacia sociales de su labor serán discutibles e irregulares: en un país como ese tiene que haber infinitas variantes de la eficacia y el provecho en el ejercicio de una actividad académica que se ha generalizado a todo el complejo educativo universitario. La segunda de las cosas era que, en esa propuesta concreta de Taller de Escritura Creativa se presentaba como novedad una variable "ética" del habitual concepto de escritura, y se relegaba, en cambio, a un papel secundario cualquier consideración estética. Quizá el planteamiento de esas contraposiciones ("estética" versus "ética") tan artificiales (siempre terminan estas cosas con la exaltación de los grandes conceptos por vía divinal y sus correspondientes convicciones igualmente ostentosas: los unos de la una y los otros de la otra) fuera lo más antipático del asunto. En este caso la nueva deidad era la ética, que hallaría inusitadas oportunidades en la actividad de los talleres para potenciar eficazmente el crecimiento moral de sus practicantes si sabían distanciarse de entorpecedoras y secundarias preocupaciones estéticas.

Me pregunto, más allá de cualquier otra cuestión: ¿si esos talleres se ocuparan quizá tan solo de enseñar a escribir decorosamente a sus alumnos (y se dejaran de cualquier otro tipo de canciones) no tendrían ya la misión bastante cumplida? Pues, si bien lo consideramos, y se diese ese fruto de su labor, ya habrían alcanzado muy notables metas éticas.

N.B. Respecto al problema de la relegación de las prioridades estéticas. Francamente yo no sé si quien se propone escribir ese tipo de producto que llaman Una Obra Maestra de la Literatura tiene la mano en el pomo de la Puerta de Cuerno o en el de la Puerta de Marfil de su Torre en la Calle Ebúrnea. Y tampoco me importa mucho. Tan solo más tarde te diré, claro, si me interesa leer la tal obra y si ese interés es persistente. Te lo diré después. Todo lo demás (la teoría de las posibles relaciones o independencias de la ética y la estética en la creación literaria o la contraria o ninguna de entrambas) la verdad es que tienen para conmigo la misma fuerza de convicción que la metafísica (es decir, la de una obra artística).
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(1) Louis Menand, El Club de los Metafísicos. Historia de las ideas en América [The Metaphysical Club: A Story of Ideas in America, Farrar, Straus, and Giroux, New York, 2001] , Destino, Barcelona, 2002, pág. 74 y ss. No acaba de gustarme la versión española de la frase de Holmes ("que sabe lo que sabe"). Entonces me doy cuenta de que don Antonio Machado ya había dado en su momento con la frase exacta: "el hombre al uso que sabe su doctrina".

viernes, 20 de julio de 2007

Se siente



¿Qué se siente?

La sensación que se siente después de haber cometido una torpeza debe ser parecida o la misma a la que se siente cuando se siente una notable pérdida de suelo: casi todas las tarimas (o baldosas, si es el caso) desaparecen y se acaba por ver algo muy parecido a lo que dibuja Escher en alguno de sus famosos trampantojos: estás pisando un suelo blando y lo que hay detrás de esa huella con agua de lluvia no es agua de lluvia reflejando el cielo, sino el cielo mismo, o mejor en este caso, el mismo infierno al que ya te estás cayendo. Ay, que me caigo. Y antes del "qué" ya estás abajo. Cuesta decirlo y caerse casi lo mismo que cuesta cometer la torpeza bienintencionada (más torpe, por lo general, aún si cabe que la malintencionada, pues que esa al menos se agarra de la potencia de la mala intención y se medio aguanta, y casi se sostiene; la primera, no: cae redonda y sin pasamanos ni bastón, y parece vestida incluso de hipocresía). Mejor te hubieras callado. No. No lo has hecho, aunque no puedes decir que no pensaste durante una mínima fracción de segundo antes de cometerla que pudieras estar a punto de pisar la famosa huella de la condenación. Sé sincero: lo pensaste o lo barruntaste al menos. Y justo en el instante en que el pensamiento parecía adoptar la posición de prudencia, sin llegar al "no lo hagas", antes del "hagas" ya habías dado el paso, mientras tu huella, en lo alto, te veía caer.

lunes, 16 de julio de 2007

Gibbon y Mor de Fuentes

Ya venía leyendo a Gibbon (La Decadencia y caída, 1776-1788) en los tres bloques ladrillaceos de la edición Penguin(1994) desde que los Reyes del 2002 me los pusieran aquel enero. Después me hice con la versión de Carmen Francí del compendio- florilegio que fabricara Saunders sobre el original (reducidas las 3300 págs. que ocupa en la edición Penguin a las 480 en la española editada en Alba-Círculo de Lectores, 2001). Nada sabía por entonces de la versión de don José Mor de Fuentes (Bergnes, Barcelona, 1842) no hace tanto reimpresa en facsímil (Turner, 1984, 8 vols.), hasta que ahora la veo "reeditada" por la misma Turner (Madrid, 2006, 4 vols.) o, digamos, "reconstruida" por cuatro traductores o "calafateadores" que la han purificado de las adherencias indeseables del casticismo de don José hasta volverla aceptable a los oídos modernos. ¡Que odiosas transfusiones todas ellas, sí, desde la resumidora del Saunders hasta esta de "repintado" o desbastado y modernización! Dice la señora Francí en un comentario que don José tenía ese defecto como traductor, el del exceso casticista, por lo que, según parece, con esta "depuración" se le ha querido librar ahora de semejantes "vejeces" (¡ay! la lengua moderna, sigue la señora Francí, ha prescindido de tales antiguallas idiomáticas y ha derivado hacia un cierto "galicismo"; ese mismo que procuraba evitar don José en su versión). Que haya lectores, como Gimferrer, que gusten de leer a Gibbon en el original y, a la vez, que se deleiten con la traducción "castiza" del ilustrado Mor de Fuentes, a la señora Francí se le antoja una "rareza" (precisamente en un libro así titulado, Los raros, cataloga Gimferrer a Mor de Fuentes). Cuando leía esas tan juiciosas apreciaciones (que serán las mismas que han llevado al "arreglo" actual de la nueva versión que motiva estas líneas) pensaba para mí: "pues entonces ya somos dos: yo también hubiera querido tener la traducción de Mor auténtica (y quizá me la procure) antes que esta reparada que, en definitiva no es ni de la genuina carne casticista y aragonesa de don José Mor ni del pescado de la correcta traducción normalizada y contemporánea". Un híbrido.
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Edward Gibbon, The History of the Decline and Fall of The Roman Empire, edited by David Womersley, Penguin Books, 1995, 3 vols. [I-CXI+1114; 1009; 1353]. E.G. Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, edición abreviada de Dero A. Saunders, Traducción de Carmen Francí Ventosa, Círculo de Lectores, Barcelona, 2001, 479 págs. E.G. Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, Traducción original de José Mor de Fuentes [adaptación de Gonzalo Blanco, Liliana Cosentino, Conrado Ferre y Verónica Zaccari], Turner, Madrid, 2006, 4 vols.

Mor de Fuentes en la red:
Sobre El Bosquejillo y otras obras

http://www.saltana.org/1/tsr/57.html
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12362749710145940987213/index.htm
http://www.ucm.es/BUCM/revistas/fll/02122952/articulos/DICE9090110113A.PDF
Comentario de Carmen Francí a la versión de Gibbon (incluye un resumen biográfico de Mor)

http://www.saltana.org/1/tsr/51.html
Sobre Gibbon

http://es.wikipedia.org/wiki/Edward_Gibbon


Una muestra

It is incumbent on us diligently to remember that the kingdom of heaven was promised to the poor in spirit, and that minds afflicted by calamity and the contempt of mankind cheerfully listen to the divine promise of future happiness; while, on the contrary, the fortunate are satisfied with the possession of this world; and the wise abuse in doubt and dispute their vain superiority of reason and knowledge.
We stand in need of such reflections to comfort us for the loss of some illustrious characters, which in our eyes might have seemed the most worthy of the heavenly present. The names of Seneca, of the elder and the younger Pliny, of Tacitus, of Plutarch, of Galen, of the slave Epictetus, and of the emperor Marcus Antoninus, adorn the age in which they flourished, and exalt the dignity of human natures. They filled with glory their respective stations, either in active or contemplative live; their excellent understandings were improved by study; philosophy had purified their minds from the prejudices of the popular superstition; and their days were spent in the pursuit of truth and the practice of virtue. Yet all these sages (it is no less an object of surprise than of concern) overlooked or rejected the perfection of the Christian system. Their language or their silence equally discover their contempt for the growing sect which in their time had diffused itself over the Roman empire. Those among the who condescend to mention the Christians consider them only as obstinate and perverse enthusiasts, who exacted an implicit submissin to their mysterious doctrines without being able to produce a single argument that could engage the attention of men of sense and learning.

(Texto original. Chap. XV, ed. Penguin, vol. I, 510)
Lo tomo de http://www.saltana.org/1/tsr/53.html donde, por error, se atribuye al capítulo XIV.
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No cabe prescindir del recuerdo sublime de que fue prometido el reino de los cielos al escaso de alcances, y que los ánimos acosados por la desdicha y el menosprecio de las gentes escuchan placenteramente la oferta divina de una bienaventuranza venidera, al paso que, por el contrario, los dichosos se dan por satisfechos con la posesión de este mundo, y allá los sabios devanean sin término con sus dudas y contiendas por sobresalir con su agudeza y sabiduría.
Tenemos que acudir a estas reflexiones para rehacernos un tanto de aquel descarrío de personajes esclarecidos que, en nuestro concepto, eran sumamente acreedores del regalo del empíreo. Los nombres de Séneca, de entrambos Plinios, de Tácito, Plutarco, Galeno, el esclavo Epicteto y el emperador Marco Antonino hermosean el tiempo en que vivieron y realzan la excelencia de la naturaleza humana. Desempeñaron esclarecidamente sus peculiares cargos, ya en la vida activa, ya en la contemplativa; perfeccionó el estudio sus grandiosos entendimientos; había acrisolado la filosofía sus pechos de las vulgaridades de la superstición popular, y dedicaron sus días a buscar la verdad y practicar la virtud. Mas todos estos sabios (no es menos doloroso que extraño) se desentendieron o se desviaron de las sublimidades de la religión cristiana. Silencio u habla al par están demostrando su menosprecio de aquella secta asomante, que en su tiempo se había derramado por todo el imperio romano. Los que se allanaron a nombrar a los Cristianos los conceptúan como entusiastas pertinaces y malvados que se empeñaban en requerir un rendimiento rastrero a sus doctrinas misteriosas, imposibilitados de alegar una sola razón que mereciese el aprecio de sujetos sensatos e instruidos.

[Mor de Fuentes, 1842]
Copiado de http://www.saltana.org/1/tsr/53.html. Modernizo la grafía.
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Debemos recordar con diligencia que se prometió el reino de los cielos a los pobres de espíritu, y que los individuos afligidos por la desgracia y el desprecio de las gentes escuchan con alegría la promesa divina de felicidad futura; por el contrario, los afortunados quedan satisfechos con las posesiones que tienen en este mundo, y los sabios abusan de la duda y disputan por ser superiores en razón y conocimientos.
Estas reflexiones resultan necesarias para consolarnos por la pérdida de algunos personajes ilustres, que a nuestros ojos podrían haber parecido los más dignos de un regalo celestial. Los nombres de Séneca, de Plinio, tanto el Viejo como el Joven, de Tácito, de Plutarco, de Galeno, del esclavo Epicteto y del emperador Marco Antonino embellecen la época en que florecieron y exaltan la dignidad de la naturaleza humana. Cubrieron de gloria sus respectivos cargos, fuera en la vida activa o contemplativa; su excelente entendimiento mejoró con el estudio, y, después de que la filosofía purificara su mente de los prejuicios de la superstición popular, dedicaron sus días a la búsqueda de la verdad y a la práctica de la virtud. Sin embargo, todos estos sabios (cosa que resulta tan sorprendente como preocupante) despreciaron o rechazaron la perfección del sistema cristiano. Tanto su lenguaje como su silencio revelan el desprecio que sentían por aquella secta que en su época se había extendido ya por todo el Imperio Romano. Aquellos que se dignan a mencionar a los cristianos los consideran tan sólo unos entusiastas perversos y obstinados que exigían una sumisión implícita a sus misteriosas doctrinas sin ser capaces de producir un solo argumento que pudiera atraer la atención de los hombres sensatos y sabios.

[edición resumida de Saunders, versión de Carmen Francí, Círculo de Lectores,2001, p. 229]
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Nos incumbe recordar cuidadosamente que el Reino de los Cielos fue prometido a los pobres de espíritu, y que los ánimos acosados por la calamidad y el menosprecio de los hombres escuchan placenteramente la oferta divina de una bienaventuranza venidera; mientras que, por el contrario, los dichosos se dan por satisfechos con la posesión de este mundo, y los sabios devanean sin término con sus dudas y disputan su vana superioridad de razón y conocimiento.
Tenemos que acudir a estas reflexiones para rehacernos de la pérdida de algunos personajes ilustres que, en nuestro concepto, eran los más dignos a los dones celestiales. Los nombres de Séneca, de ambos Plinios, de Tácito, Plutarco, Galeno, del esclavo Epícteto y del emperador Marco Antonino adornaron la época en que florecieron y exaltaron la dignidad de la naturaleza humana. Llenaron de gloria sus respectivos cargos, tanto en la vida activa como contemplativa; el estudio perfeccionó sus excelentes entendimientos; la filosofía purificó sus almas de los prejuicios de la superstición popular, y dedicaron sus días a buscar la verdad y practicar la virtud. Pero todos estos sabios (no es menos doloroso que extraño) pasaron por alto o rechazaron la perfección de la religión cristiana. Su palabra o su silencio descubren igualmente su menosprecio hacia aquella secta creciente, que en su tiempo se había difundido por todo el Imperio Romano. Los que condescienden a nombrar a los cristianos los consideran como entusiastas obstinados y perversos que se empeñan en requerir una exacta e implícita sumisión a sus doctrinas misteriosas, sin ser capaces de alegar una sola razón que pueda llamar la atención de los hombres sensatos e instruidos.

[edición “reparada” sobre la versión de Mor de Fuentes, Turner, 2006, tomo I, p. 379]