miércoles, 7 de mayo de 2008

Voces

Dietro i rossi vetri, voci rauche gridavano:
--Midolla e sangue per lunghe sorsate d'oblio!
Il prezzo è questo dei sogni più belli!--
Entrai allora coi miei Peccati nella bettola
della mia carne!...
Bettola araba? taverna indiana?... Chi sa?
Certo è che la foia affocava quell'antro
e il rimorso ne scrollava le mura!...

FT. Marinetti, Distruzione. Poema Futurista. 2

Esta mañana me escapé de mis casillas, me salí de las madres. Había enfocado el día con la mejor intención. La de aguantar el peso de la jornada más correosa de la semana: la del miércoles. Pasar por toda la serie de las horcas horarias sin hacer ruido, desapercibido, cataléptico, normal, "como lo de siempre". Pero debía tenerla jurada en alguna de las zonas; algún diabólico decano me había asignado la casilla mala y a la primera de cambio tropecé y caí. Alguien preguntó (pero ¿es que no se puede preguntar, es que la pregunta -seña de libertad- va a estar prohibida?) mal, la pregunta en mal momento salió desviada, peraltó y me crismó en la paciencia, me desencuadernó a resultas y las partes se me fueron solas por sus esquinas y un haz de luces rojas y latidos cerebelosos (bum, bum) aconteció y dije cosas, sí, las dije, alcé tonos, casi musiqué, me deslicé...

Deslizarse no está mal si la pista es la prevista. Pero yo me deslicé por un aire torvo y malsano, en el que la pasta blanda de las paredes hacía eco sordo, ensordecido, barato, enguatado, a cámara lenta chapoteando en el barro. Me oía desbarrar yo mismo como si estuviera desprendido y levitara. La pregunta tan solo había sido torpe y a trasmano. En otras épocas uno se podía sentir insultado por menos. Pero ahora ya no. No se lleva. Ahora suelen acorcharse muy oportunamente las entendederas para tales emisiones y longitudes de onda. No se oyen. Pero el ruido, la atención escasa... El texto lorquiano que se comentaba ya estaba preformado, precocinado y predigerido. Un sobreempuje, algo más allá de lo consabido (¡error!). ¿Por qué no? En medio de las reconvenciones dirigidas ya por hábito a un sector lateral, donde la pandilla de siempre trapicheaba noticias frescas de la víspera en poderoso bajo ostinato, y de los siempre vanos intentos por hacerse oír, tanteé una interpretación del fragmento (aquel de la madre de Adelaida y sus oscuros orígenes) que los apuntes al uso no recogían (era una posibilidad, una variación), pero entonces el puñetazo me alcanzó el mentón acústico con el pie cambiado; escuché algo sobre la utilidad de inventar explicaciones que a nadie interesan ni si al cuento que nos trae vienen o van ni a otro cuento cualesquiera... (¿Era ésa la pregunta? ¿La del a cuento de qué o para qué? ¿La pregunta utilitarista?).
No debí entender bien. Metí la marcha y dejé correr el vehículo (ὄχημα) con la velocidad famosa de Samotracia y...

¡Qué lento e inútil es todo eso de arrepentirse...!

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Cariñosas las observaciones