lunes, 9 de junio de 2008

Paseos. 2.

Aprovechando la vacación del Día de La Rioja, doy un paseo mañanero. Hace buen tiempo. Yo llamo "buen tiempo" no al día soleado (que casi nunca me gusta) sino al día luminoso entreverado de nubes blancas, a la clase de día que hace después de una noche de tormenta, por ejemplo; un día fresco y nítido. Ese día era el de esta mañana. Bajo, como casi siempre que doy estas caminatas, por el Riojaforum, en cuyos aledaños pulula desde hará unos días un ostentoso olor a heces perrunas (civilización y barbarie se dan la mano) en el descampado aledaño que, además de cascotes, acumula esa clase de desechos en abundancia y a los que, por intensa huella en la memoria, asocio con antiguas salidas a la caza de lagartijas (de la que en algún lugar de este blog se habla) y me pasa que, por ello tan solo, semejante olor pareciera verse perdonado de su evidente repugnancia. El Ebro baja raudo este mes y cumplido de caudal. Hubo días de crecida en que tomaba un aire de impetuosa torrentera y el salto de agua próximo al puente de piedra burbujeaba como un pequeño Niágara local.
La gente discurre por el paseo de la orilla y se dicen sus cosas, sus palabrejas pegadizas: "Te da un pampurri y ¿cómo llamas al ciento doce?" entona uno que va en chandal reglamentario con su amigo al lado y pasa a otros temas y dice: "Si me quisiera no me hubiera hecho lo que me ha hecho" (yo, en cambio, hubiera usado "habría" en la apódosis, pienso al escucharle). Se me acercan otra vez: "...Últimamente, lleva unos años..." que supongo tiene de sujeto al mismo referente del sujeto de la anterior.
Una pareja cruza junto al arco del puente donde se instalan los pescadores. En la orilla un pescador tiene a sus pies, en el agua, un barbo liberado y boqueante, agonizando a lo que se ve, pero el pescador se agacha y le da un papirotazo milagroso: el pez espabila y se hunde en el agua cenagosa. "A mí que no se vistiera el alcalde me parece bien". Le doy vueltas a la frase de la chica de la pareja que todavía está cruzando a mi espalda y me supongo que no se tratará de una declaración de entusiasmo nudista en la persona de la máxima autoridad municipal sino que el término "vistiera" (que creo haber oído bien) alude al empleo posible de un atuendo o "casual dress" no precisamente ceremonioso en alguno de los actos conmemorativos del día de hoy.
Me paro a contemplar otra vez la faena piscatoria del sujeto con las dos cañas en la orilla de la junquera bajo el puente de piedra. No le pican ya; aunque a veces se hunde el corcho naranja (¡qué bonito corcho en dos secciones; antes no se veían esas filigranas!) no le entran. Bueno, habrá que volver.
Voy hacia arriba otra vez, por la parte trasera del Hospital, de regreso porque se hace tarde. Son calles que no había paseado antes. Me gusta el barrio. Esas casas viejas de la posguerra, con balconcillos saledizos, se mezclan con otras más modernas, algo más feas, pero todas las calles de esta zona próxima al río tienen un aire agradable de vida de barrio que me gusta mucho. El otro día presencié una chuletada en plena calle, en una placita interior de un grupo de casas: los vecinos en torno a la brasas churruscantes, el olor, entre pan y pan las chuletillas, y trasegando porrones y botas de vino. Qué delicia y qué envidia. Por aquí se aglomeran los comercios, las pequeñas tiendas y los locales de todo tipo: servicios técnicos, talleres, lonjas y locales abandonados o cerrados, chamizos. "Peña de los Brincos", y al lado "Confitería La Exquisita"; ésta ultima abandonada. Me fijo mientras un subsahariano se mete en el portal y me mira sospechoso porque tomo nota de los nombres. Otra pareja de amigos pasa a mi lado, uno de ellos tiene aire de operado de laringe y hace señales mudas a su compañía (acompañante) de algo como la conveniencia de ametrallar las ventanas de la casa de enfrente. ¿Reproduce una escena guerrera o dibuja en el aire una figuración de sus deseos íntimos? Sigo hasta el final de la calle y paso el "Colegio Nacional de Gonzalo de Berceo" (como ostenta en una cartela el frontispicio grabado con caligrafía escolar. ¿Se referirá con ese "de" a que Gonzalo de Berceo estudió allí o fue su director en tiempos o algo así?). Parsimonia andantesca de un anciano. Abundan los ancianos paseando en el trayecto de esta mañana. Algunos, cansados, se sientan. Hay que agradecerle al ayuntamiento la abundante presencia de bancos en las aceras. Es un detalle. Uno, muy rubio, casi albino de tez (que yo suelo atribuir, sin mayor prueba, al celtismo de la región), quiere toser y hace esfuerzos y le sale una especie de silbido metálico que me deja helado y que atribuyo a un pulmón artificial o de titanio o yo qué sé de qué...Paso a la otra acera y unas niñas salen del comercio de chucherías y dice la una: "...Es que echaban programas que a mí me gustan..."
Descubro entonces que me acerco a casa. Buen paseo.

viernes, 6 de junio de 2008

Caballo


Al caballo que espera.

Para una fotografía de caballo mirando.


¡Vamos a alimentar a ese caballo con un ramo de alfalfa!
Con un ramo de avena madruguemos para cantar al alba la canción prometida, la esperanza de que vuelva a salir el sol de nuevo, que tan vieja costumbre no se pierda, que el día empuje al día, consecuente, y entre todos aupemos el fenómeno: vamos a alimentar al sol que nace, a la vaca que ríe, vamos todos en unión, defendiendo esa bandera, a alimentarnos juntos para siempre.

¡Vamos a alimentar a ese caballo con un ramo de alfalfa!
Porque pide y pide algo y no se cansa: démosle su ración a ese caballo tan serio que tenemos siempre al lado, que no nos abandone el pobre nunca, el caballo apaleado de las granjas que madrugan a ver si sale el día: vamos a alimentar, todos, sí, todos, con un ramo de alfalfa al miserable y serio caballo que nos mira.
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Gracias, Harry, por el detalle.
Esta nota, como se indica, aprovecha un despertar tempranero.

lunes, 2 de junio de 2008

Otro ángulo (más viejo)

[de un cuaderno de los 90, hacia abril del 93, aprox.]


[...]¿Qué es lo difícil? No se trata de la complejidad tan solo: esa forma de lo difícil aburrida, integrada por interminables suposiciones concatenadas a la manera de la caja china, es en realidad trivial. La dificultad interesante sería, más bien, aquella que rompe con las suposiciones convencionales, que ofrece diferentes caras, ángulos, posibilidades todas ellas válidas pero insuficientes cada una de por sí -independiente de las demás- de ser el único instrumento de comprensión. La multilateralidad (mehrseitig) es el carácter fecundo de la dificultad y, en ese sentido, todo participa de la dificultad. No suele haber lo fácil en el sentido de lo reducible a fórmula única. La suspensión de lo definitivo es el punto de partida para acceder a cualquier comprensión, pero no por escepticismo ni prudencia sino por un modo diverso de comprensión. Un modo distinto de acercamiento a las cosas. Si admitimos que las cosas son potencialmente incomprensibles, opacas, y que tan solo se nos ofrecen vislumbres y que las vislumbres son indicios de posibilidades de significación iremos explorando cada una de tales rutas y así construiremos los diferentes itinerarios de acercamiento, la red de los accesos, no para perdernos sin más en el laberinto sino para "fijar" el mapa siempre provisional del encuentro. ¿Existe una ley en la diversidad de los encuentros? Probablemente exista, pero modificada no solo por los datos diversos sino en su misma formulación y reglas por la propia situación creada y su grado de inverosimilitud real, su desajuste con lo esperado. Es el desajuste el criterio de su formulación reglada. La regla depende de lo nuevo, no de lo sabido, de su regularidad. Tendemos a construir reglas sobre regularidades y establecemos excepciones. Lo nuevo se define por su irregularidad y ése debería ser el fiel de su sentido. Punto de apoyo de la búsqueda: la explicación inestable de los desvíos. El camino nuevo de la anomalía. El desequilibrio. [...]

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La distancia me vuelve ese fragmento extraño y familiar a la vez. A mí tampoco me gusta el tono. Son cosas muy sabidas que uno se recuerda y que pueden aportar contexto a lo dicho estos días. Recuerdo que entonces tenía muy reciente la lectura de Proceso y realidad de A.N. Whitehead. Y quizá se note. Lo copio porque, al leerlo esta tarde, se me pega a los ángulos de ayer domingo.

domingo, 1 de junio de 2008

Ángulos on the road


O un punto de vista, un simple vector para empezar, para llevar adelante lo que en el momento tengas a mano. Un ángulo. La postura de arranque. Como punto de partida, al menos. Lo segundo, quizá, la red de posibilidades, las rutas, es decir, la estrella y el bus: 1. El modelo de estrella conectado radialmente -como decía esta mañana el comentarista de informática por la radio- para el empuje inicial -cuantos más componentes estén bailando a la vez la danza común, tanto mejor, a la manera del juglar trasechador o del volatinero (pues éste último, cuando la cosa falla, cae él mismo y con él cae todo su equipo, y no tan solo las bolas o las espadas que bailan sobre su cabeza, que también). Pero igual mejora en 2., o el modelo bus, que debería integrar a la estrella en una cadena ferroviaria sin fin, en una serie de estaciones o de jalones conectados hasta su conclusión (y eventual descarte) o su nuevo comienzo (in my end is my beginning) de otra serie más (y otra y otra) por nueva recomposición de elementos. Exclusas enchufadas las unas a las otras como la escalera en el aire del trapecista (pero no el simple rosario que vuelve a empezar sino las etapas consecutivas de un camino). Interesante el que, a su vez, 1 y 2 no sean tan sólo fases (que lo son) sino partes ellos también del mismo todo: Estrella y bus fundidos, una sola danza en "movimiento continuo".
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Fuentes:
Radio 5 Todo Noticias (serie de cuñas sobre informática, no recuerdo a cargo de quién).
Ramón Menéndez Pidal, Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas, Instituto de Estudios políticos, Madrid, 1957, pág. 21, sección sobre el "juglar de cuchillos; trasechador" e ilustración.
Franz Kafka, Obras Completas II. Diarios. Carta al padre, Galaxia Gutenberg, Círculo de lectores, Barcelona, 2000, p. 44 ("sin duda hay individuos capaces de hacerlo, por ejemplo esos equilibristas japoneses que trepan por una escalera que no está posada en el suelo, sino en las plantas de los pies alzadas de otro acróbata que está medio tumbado en el suelo, etc." y dibujo del autor). Me entero por casualidad en el Diccionario de Carlos Seco que a ese acróbata particular se le llama antipodista.

(Para la imagen inicial del ángulo): Sin duda que se debe al triángulo perfecto de este sábado pasado, un delicado isósceles alpino que define la fachada trasera de la "country house" de mi amigo Pedro (el de Seguro azar), contemplada desde su magnífico horno para asar chuletillas al sarmiento y mientras desempeñábamos (ellos más que yo) la tarea delicada de invocar al fuego. Que acudió por fin. La posterior degustación fue regada por finos caldos y exigió la horizontal de quien suscribe. Gracias, Pedro, por tan delicioso sábado. Para ti este "ángulo".



Ahora (30/06/2012) lo encuentro magníficamente resumido aquí:
Su vida era como un ejercicio de equilibristas japoneses, que trepan por una escalera que no está posada en el suelo, sino en las plantas de los pies alzadas de un compañero que está tumbado, y que no se apoya en la pared sino que sólo se alza derecha en el aire. ¿Qué podía hacer entonces sino imitar a esos equilibristas de la nada, que siguen siendo el símbolo más fiel de su arte? ¿Y subir también él sobre la escalera sin raíces? Así aprendió poco a poco sus ejercicios. Andaba por encima de la viga que lo conducía sobre el abismo del agua sin tener ninguna viga debajo de sus pies. No veía más que su propia imagen reflejada en el agua, y esta proyección se convertía en el suelo en el que se movía. Su ego irreal era a veces tan fuerte que se parecía a uno de los cinco continentes conocidos, y le permitía mantener unido al mundo bajo sus pies. Caminaba y caminaba, y sus brazos en alto hacían las veces del balancín del equilibrista.

Pietro Citati, Kafka, Acantilado, Barcelona, 2012, p. 21.