miércoles, 30 de julio de 2008

Ser idiota, ¿es tan malo?

El abundante uso entre nosotros del término "idiota" como insulto nos hace a veces olvidar que contiene, en su origen griego, valores semánticos positivos a los que podemos adherirnos sin mayor menoscabo.

ἰδιώτης ("Idiótes") tiene el sentido de persona particular, privada, es decir, la que no posee títulos especializados o desempeña cargo de autoridad o no es más que un ciudadano dedicado a sus intereses personales y que, cuando opina, no lo hace porque posea ninguna titulación especializada sino, como se suele decir, que habla desde su leal saber y entender, sin más, o incluso desde su capricho; también tiene el valor de plebeyo o persona común sin distinción de nobleza o rango. Además de esos, están los valores negativos de persona lega, ajena a saberes técnicos especializados, es decir, detentados por los expertos y, a partir de ahí, claro, el de simple ignorante.

El elitismo, si tiene algún sentido, aparte del estricto carácter de la defensa propia, tendrá que ver con esa situación que se produce en el ámbito cultural cuando la masa (término despreciativo que alude a la multitud aglomerada y anónima que actúa desordenada y casi animalmente, por debajo del nivel de los comportamientos de los individuos que la forman) debe ser obviada, repelida o rehuida en defensa de intereses superiores y valores que coyunturalmente es necesario salvaguardar frente a ella; e incluso contra ella, contra su ceguera, habrá que defender la excelencia que detente una minoría. Se entiende que esa misma minoría no se contentará con permanecer en ese estadio cultural defensivo, como si fuera el natural y por ello permanente, sino que lo adopta como un mal en su provisionalidad, pero mal necesario, mientras no se desarolle alguna sociedad en la que tales valores que la minoría defiende logren por sus méritos la extensión e integración debida, tras más o menos largo periodo de aculturación o educación de aquella antigua masa, al fin ya transformada en sociedad culta.

A veces la masa convive con una población flotante de ciudadanos "idiotas" en el buen sentido, es decir, no absolutamente desprovistos de cierto tono de luz discernible (no sé si también homologable, pero atendible al menos), y que, pese a su condición lega, no sería oportuno despreciar del todo pues quizá fueran útiles para integrarlos en la necesaria amalgama como miembros no absolutamente masificados, híbridos, que la torpe masa ("idiota" en el mal sentido) precisaría para, con el tiempo, llegar a devenir en sociedad culta o, como se decía antes, en verdadero "pueblo". Estos "idiotas" no saben (no, por Dios, pobres de ellos) de verdad, sino sólo débilmente y como de oídas, pero debería tenérseles alguna mínima consideración pues cabría la teórica posibilidad de que nos hicieran falta a la larga para que este tinglado en que malvivimos no se nos fuera definitivamente al infierno, al que parece destinado, de una buena vez y con la ayuda de todos.

Sin embargo, y por el contrario, lo que vemos cada vez más, por desgracia, es el progreso (en proporción con una atonía social también creciente) de la posición despectiva en la minoría culta en ejercicio que quizá, al no sentirse lo bastante considerada y atendida en cuanto a los valores jerárquicos para ella naturales de persona, obra y doctrina, da en mostrar actitudes de creciente prepotencia y menosprecio; pontifican y, si no, insultan o ningunean al por mayor (o en cierta nada sutil combinación de ambas), y adoptan las actitudes chulescas del perdonavidas o matón cultural en los medios de difusión y opinión (ahora también esta red), posturas que tanto recuerdan, por cierto, a las peores y más definitorias que solemos atribuir indebidamente como exclusivas a esa misma y despreciada masa de la que tanto pretenden huir y, a pesar de todo, necesitan.

8 comentarios:

  1. Al menos, para mal también entonces, se habla del individuo.
    Equivocaciones, en la cancha se ven los pingos o algo así.
    Mucho exterior por aquí.

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  2. No sé si se entenderá un poco mejor esa entrada si digo que la provoca un comentario leído por ahí, de alguien que caracteriza la situación político-social del momento:

    "Es la hora de los pequeños resentidos. De los idealistas ignorantes. Del 'idiotés'. De los que a base de queja se acaban imponiendo cueste lo que cueste. El negocio está ahí. No les arriendo la ganancia".

    Es lo borde, lo chulesco de la actitud que muestra (aparte de si pudiera contener alguna verdad: siempre hay algo de cierto en todo).

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  3. Tu eres un idealista a tu manera y pesao.

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  4. Gracias por lo de "idealista a mi manera" y ya siento ser "pesao" (pero me pareció que el tema lo pedía).
    Saludos.

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  5. Supongo que lo conocerá :

    http://www.mollat.com/livres/le-reel-traite-idiotie-clement-rosset-9782707318640.aspx

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  6. Pues no lo conocía, Muchas gracias, Spanique. Lo pediré.
    En realidad esa entrada no fue más que un rebote provocado por una intolerancia personal (no lo puedo remediar) hacia los los pasados de listos, los condescendientes y los perdonavidas cultos, esa especie de neo-nietzscheanos de fabricación nacional (aunque supongo que no se limitará a nuestro patio) que últimamente parece que abundan por aquí.
    Abrazos de su amigo
    Javier

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  7. Bueno, tú a mi también me pareces la repanocha de culto. Claro, que yo llevo razón :)

    Un abrazo.

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  8. Hola, Delia. Otro abrazo,
    Javier.

    (igual porque soy profe y, con los años, todo se pega; pero procuro ejercer lo mínimo posible...)

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Cariñosas las observaciones