jueves, 31 de julio de 2008

Alice Notley


Nacida en Bisbee, Arizona, 1945. Vive en Needles, California, estudia en Barnard College y la Universidad de Iowa, graduándose en 1969. Conoce al poeta Ted Berrigan; se casan en 1972 y con él tendrá a sus dos hijos Anselm y Edmund (ambos también poetas, escritores y editores). Tras breve estancia en Chicago, se instalan en el Lower East Side de Nueva York, su residencia desde mediados de los 70 hasta la muerte de Berrigan en 1983. Más tarde se traslada al East Village donde educa a sus hijos y reanudará con mayor ambición su propia carrera poética. En 1992 se casa con el poeta británico Douglas Oliver y con él se traslada a París, donde reside. Douglas Oliver falleció el año 2000. Alice Notley viaja con cierta frecuencia a Los Estados Unidos aunque mantiene su habitual residencia parisina. Autora, sobre todo en su primera época, de una larga serie de plaquettes y efímeras publicaciones en el entorno editorial de su primer marido, es a partir de los años 80 cuando aparecen algunos de sus libros centrales: desde 165 Meeting House Lane en 1971, When I was alive, 1980, o Waltzing Matilda, 1981, hasta At night the States, 1986, The Scarlet Cabinet, 1992, y, sobre todo el poema narrativo The Descent of Alette, 1996, Misteries of Small Houses, 1998, Disobedience, 2001(Premio Griffin),... y la amplia antología Grave of Light de 2006.

YO EL PUEBLO

Yo el pueblo
a las cosas que son fueron y
llegan a ser.
Fuimos una vez lo que sabemos
cuando
hacemos el amor Cuando nos alejamos
uno del otro porque
hemos sido creados
en el número 10 letra A, en invierno y
de árboles y de la historia de casas
esperamos ser
notas de la escala musical del
cielo --Yo el
pueblo tan reiterativo, y mi
visión de
mantener a los vecinos vaga-
mente aquí a la
luz de la brillantina, mi brillantina, mi visión
sal de
mis ojos para mantenerte rode-
arte de
oro y que no lo sepas
nunca. Todos
nosotros el pueblo que tiene nuestras
visiones de
oro y plata y sedosa luz
líquida derramada
de nuestros ojos y todo lo acaricia
por todas las
paredes. Soy una última Pre-
en este amanecer de
Nosotros el pueblo
a las cosas que son y fueron
y llegan a ser
Una vez lo que supimos fue tan sólo
y números resultaron
Es números y oro y en el número 10
letra A tú no
tienes que saberlo siempre. Palabras
iniciales que muestran
palabras iniciales que muestran que
fuimos una vez
los primeros en reconocer
la inmortalidad de cuerpos
numerados. Y somos los maestros
de escucha y habla
en el doble borde de cuerpo y
aliento
Somos los amantes y los ojos
derramados, dentro de ella
cuando la boda
termina, y el Parque "yace frío y
sin vida"
Yo el pueblo, dígase lo que se diga
por el primero
en llegar, Ángel-Ágata. Me pongo
tus colores
escucho lo que decimos...(y yo
el pueblo estoy quieta partida en
dos y quisiera llorar)
[1986]

MADRE MÁSCARA

Madre Máscara tiene zarcillos en el cabello
es toda ojos que a veces cierra herméticos
estrellas en sus párpados, abiertos como océanos
abiertos como películas históricas, cerrados están
cielos azules, abiertos están pena dolor iris claridad sucesos
olvidé si cerrada y abierta en algo se distinguen
una o la otra, la una es la otra, Madre
Máscara tiene rostro de mujer, mira siempre
al espejo --tiene ojos castaños azules, y tiene
finas cejas espesas, recta nariz redonda, es una chata
nariz afilada, y y una roja boca de piñón rosa
de gruesos labios torcidos dientes rectos
tiene blanca piel marrón oscura verde
tiene una cara de palo pintada por los hombres
ojos hundidos boca prominente y pelo
de rafia rojo verde blanco negro y pájaros
pájaros por todo alrededor de la cara y del cabello
y dentro de ella las alas y ella vuela la
máscara toda ella vuela lejos con la mujer
Vamos madre máscara echa a volar ahora
Un hombre puede posarse en madre máscara
y yo también, Madre Máscara
acércame aquí, principio final
Madre Máscara instílate en mí y únete a mi yo
y ambos cambiad la divinidad de diosa y de dios
Cambiad el mismo yo la divinidad que debe ser
el mundo, Madre Máscara, debes
cambiarnos, al pronunciar nuestros viejos yo
Madre Máscara abre tu ritual boca de palo
Por favor abre tu tallada prominente
muerta viva boca y que tu verde
broncínea oscura pálida piel relumbre con
vida muerte, cierra abre tus ojos y cierra abre
tu boca y enmudece háblanos
calla cántanos, cuéntanos una vieja vieja nueva
una vieja nueva historia verdad mentira de nuestras nuevas vida muertes
nuestras paz guerras, cuéntanos nuestra propia vieja historia que no
conocemos en absoluto, no hemos tenido
Madre, una Madre Máscara, una auténtica
madre de madera por siempre.
[1988]

__________________

I THE PEOPLE

I the people
to the things that are were &
come to be.
We were once what we know
when we
make love When we go away
from each other because
we have been created
at 10th & A, in winter &
of trees & of the history of houses
we hope we are
notes of the musical scale of
heaven—I the
people so repetitious, & my
vision of
to hold the neighbors loose-
ly here in
light of gel, my gel, my vision
come out of
my eyes to hold you sur-
round you in
gold & you don't know it
ever. Everyone
we the people having our
visions of
gold & silver & silken liquid
light flowed
from our eyes & caressing
all around all the
walls. I am a late Pre-
in this dawn of
We the people
to the things that are & were
& come to be
Once what we knew was only
and numbers became
It is numbers & gold & at 10th
& A you don't
have to know it ever. Opening
words that show
Opening words that show that we
were once
the first to recognize
the immortality of numbered
bodies. And we are the masters
of hearing & saying
at the double edge of body &
breath
We the lovers & the eyes
All over, inside her
when the wedding
is over, & the Park "lies cold &
lifeless"
I the people, whatever is said
by the first
one along, Angel-Agate. I wear
your colors
I hear what we say & what
we say ... (and I
the people am still parted in
two & would cry)

Parts of a Wedding, New York, 1986.

MOTHER MASK

Mother Mask has twigs in her hair
she is all eye that sometimes closes shut
stars en her eyelids, open are oceans
open are history movies, closed are
blue skies, open are sorrow pain iris clarity events
I forget if closed & open make any difference
one or the other, one is the other, Mother
Mask has a woman's face, she always looks
in the mirror-she has brown blue eyes, & has
thin thick eyebrows, a straight round nose, it's a flat
pointy nose, & a red pink full-lipped
rosebud mouth straight crooked teeth
she has white black brown green skin
she has a wooden face painted by men
sunken eyes protruding mouth & raffia
hair red green white black & birds
birds all around her face & in her hair
& into her the wings & she flies the
whole mask flies away with the woman
Put on mother mask & fly right now
A man can fly in mother mask
so can I, Mother Mask
take me to here, beginning ending
Mother Mask seep into myself & meet my
self & both of you change the goddesshead godhead
Change the very self godhead which must be
the world, Mother Mask, you must
change us, by speaking our old new selves
Mother Mask open your set wooden mouth
Please open your carved wooden protruding
live dead mouth & let your green
bronze dark light skin shimmer with
life death, close open your eyes & close open
your mouth & be dumb speak to us
be still sing to us, tell us an old old new one
an old new story truth lie of our own life deaths
our peace wars, tell us our own old story we don't
know it any more, haven't had a
Mother, a Mask Mother, a wood real
mother for forever
[1988]

Homer's Art, Canton, New York, 1990
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Alice Notley, Grave of Light, New and Selected poems, 1970-2005, Wesleyan University Press, 2006, pp. 171-172, 188-190.

miércoles, 30 de julio de 2008

Ser idiota, ¿es tan malo?

El abundante uso entre nosotros del término "idiota" como insulto nos hace a veces olvidar que contiene, en su origen griego, valores semánticos positivos a los que podemos adherirnos sin mayor menoscabo.

ἰδιώτης ("Idiótes") tiene el sentido de persona particular, privada, es decir, la que no posee títulos especializados o desempeña cargo de autoridad o no es más que un ciudadano dedicado a sus intereses personales y que, cuando opina, no lo hace porque posea ninguna titulación especializada sino, como se suele decir, que habla desde su leal saber y entender, sin más, o incluso desde su capricho; también tiene el valor de plebeyo o persona común sin distinción de nobleza o rango. Además de esos, están los valores negativos de persona lega, ajena a saberes técnicos especializados, es decir, detentados por los expertos y, a partir de ahí, claro, el de simple ignorante.

El elitismo, si tiene algún sentido, aparte del estricto carácter de la defensa propia, tendrá que ver con esa situación que se produce en el ámbito cultural cuando la masa (término despreciativo que alude a la multitud aglomerada y anónima que actúa desordenada y casi animalmente, por debajo del nivel de los comportamientos de los individuos que la forman) debe ser obviada, repelida o rehuida en defensa de intereses superiores y valores que coyunturalmente es necesario salvaguardar frente a ella; e incluso contra ella, contra su ceguera, habrá que defender la excelencia que detente una minoría. Se entiende que esa misma minoría no se contentará con permanecer en ese estadio cultural defensivo, como si fuera el natural y por ello permanente, sino que lo adopta como un mal en su provisionalidad, pero mal necesario, mientras no se desarolle alguna sociedad en la que tales valores que la minoría defiende logren por sus méritos la extensión e integración debida, tras más o menos largo periodo de aculturación o educación de aquella antigua masa, al fin ya transformada en sociedad culta.

A veces la masa convive con una población flotante de ciudadanos "idiotas" en el buen sentido, es decir, no absolutamente desprovistos de cierto tono de luz discernible (no sé si también homologable, pero atendible al menos), y que, pese a su condición lega, no sería oportuno despreciar del todo pues quizá fueran útiles para integrarlos en la necesaria amalgama como miembros no absolutamente masificados, híbridos, que la torpe masa ("idiota" en el mal sentido) precisaría para, con el tiempo, llegar a devenir en sociedad culta o, como se decía antes, en verdadero "pueblo". Estos "idiotas" no saben (no, por Dios, pobres de ellos) de verdad, sino sólo débilmente y como de oídas, pero debería tenérseles alguna mínima consideración pues cabría la teórica posibilidad de que nos hicieran falta a la larga para que este tinglado en que malvivimos no se nos fuera definitivamente al infierno, al que parece destinado, de una buena vez y con la ayuda de todos.

Sin embargo, y por el contrario, lo que vemos cada vez más, por desgracia, es el progreso (en proporción con una atonía social también creciente) de la posición despectiva en la minoría culta en ejercicio que quizá, al no sentirse lo bastante considerada y atendida en cuanto a los valores jerárquicos para ella naturales de persona, obra y doctrina, da en mostrar actitudes de creciente prepotencia y menosprecio; pontifican y, si no, insultan o ningunean al por mayor (o en cierta nada sutil combinación de ambas), y adoptan las actitudes chulescas del perdonavidas o matón cultural en los medios de difusión y opinión (ahora también esta red), posturas que tanto recuerdan, por cierto, a las peores y más definitorias que solemos atribuir indebidamente como exclusivas a esa misma y despreciada masa de la que tanto pretenden huir y, a pesar de todo, necesitan.

sábado, 26 de julio de 2008

Barcelona, ayer


Viaje relámpago bajo un sol de justicia (catalana, por supuesto).

Trámites académicos de un hijo. Autobuses del Norte. ¿Por dónde se va a Bellaterra? No lo sabe nadie. Un guardia de seguridad con uniforme mostaza y prusiano bigote me aconseja que "no me ponga nervioso". Sonrío antes de que saque la maquinita de electrocutar y me voy. Pregunto a una ancianita renqueante en medio de unos desmontes de obras de las inmediaciones de la estación (la ciudad entera está patas arriba de obras) y me da toda clase de explicaciones con la precisión de un guía turístico (el metro que tengo que coger, dónde está, a quién preguntar...¡Estos son los catalanes que yo quiero!).
Arco de Triunfo (no lo sabía pero a lo largo de la jornada será centro de mis andadas y desandadas por la ciudad). Metro. Encantadora empleada colombiana (intuyo) de Renfe nos da todas las explicaciones. Cerdanyola. Bellaterra. Vila Universitaria. Esperar la hora de la cita. Solventamos trámites con rápidez gracias a listísima y desenvueltísima jefa de negociado (¡Qué meneo, qué ringorrango, qué espabile, qué manejo del público, qué gracia y qué guasa catalanas; quizá me nota cómo la miro embobado de admiración y me ayuda con el papeleo).
Bueno. A Barcelona a comer, ¿no? Me pierdo por los vericuetos de las facultades y las puertas y las escaleras. Salgo por lugar desconocido. Sigo a una pareja que desaparece por una puerta que también desaparece. Escalera estrambótica que no da a ninguna parte. Se me reconviene mi afición a perderme. Parada de autobús bajo un puente. Llega un autobús que resulta gratuito y nos deja en "la otra parada" de Renfe. Sin pretenderlo acierto. Respiro aliviado. Barcelona.
El hijo se queda a comer con sus amistades de la ciudad. Nos espera en el Arco de Triunfo a última hora. Vale.

Barrio gótico.

Dando un paseo desde el Arco inopinadamente nos encontramos en el barrio gótico. "!Dios mío, esto era civilización!", pienso: callejas estrechísimas, recovecos, rincones increíbles, esquinas imposibles, recodos con un árbol y sillas para sentarse a mirar. Dios santo. Qué delicia. Esto era vida. Qué casas. Qué portales y portaladas. Entraban con los caballos. "Museo Picasso". Nube de turistas. Japonesas, alemanes, guiris a granel. Muy movidos y eso, con el calor que hace. Pero qué casa la del Museo. En el siglo XV me metía por este patio (sin japoneses, claro; mentalmente los borro), venía a casa con mi caballo y entraba por este patio, quizá bajando levemente la cabeza, me apeaba y bebía un cazo de agua del pozo de la derecha, Dios, qué delicia de pozo, quizá mi mujer me saludara desde las escaleras (¡qué escalinata lateral!). Sabían vivir. Lo sabían bien. Y lo hemos perdido todo, malvendido...¿Quién tiene la culpa? En fin. Olvido las meditaciones sobre el tiempo que no vuelve y seguimos el paseo. Pum, la alta fachada de una mole con sus piedras perfectamente juntas. La Catedral. Pero nos desviamos. Busco la tienda de antigüedades de mi abuelo en la calle de la Paja, recuerdo algo así, pero no aparece ningún nombre catalán de calle que lo traduzca o no la encuentro (habrán renombrado las calles, los carreres..., me digo. Ahí tenía su tienda, cerca de la Catedral, a veces, según me contaba, pasaba Dalí y compraba algo y le dejó aquella dedicatoria con dibujos de hormiguitas y uno de esos horizontes suyos. ¿Qué habrá sido de aquel dibujo dedicado que me enseñó?).

El italiano de los gestos

Terminamos, claro, agotados. Calor insoportable. Las turistas van ligeritas de ropa y eso acentúa los perfiles y es agradable a la vista. Nos sentamos, agobiados de sed, frente a la fachada de la basílica de Santa María del Mar. Contemplo la fachada. Simétrica. ¿Simétrica del todo? No: hay dos vanos más a este lado. Los quitarían o lo harían así para evitar geometrismo monótono. Niño inglés rubísimo juguetea, algo pelmazo, con un familiar que le sigue la gracia. Las turistas (y los, pero me fijo más en ellas) hacen fotos con móviles o minicámaras de la fachada y en ese momento adoptan una postura estática, estatuaria (como las estatuas que hacían frente al tren las niñas del cuento de Cortázar). Algunas estatuas, claro, son mejores que otras. Algunas son muy, muy buenas (¿lo sabrán ellas cuando confeccionan o se les confecciona la estatua? No sé). Mira ésa, por ejemplo. Qué potencia y qué elegancia. El río, esa torrentera de miembros culebreantes. Bueno, hay sed.
Un granizado de limón. Con pajita. Casi de un trago (es el ritual, en estos casos de necesidad) o de dos. Empieza por entrar el frío puro y la cabeza o el cerebelo literalmente se te parte en dos como una sandía y la sensación se concentra, como un taladro en la frente, en el ojo pineal. La cosa entonces es que, además de frío, haya limón. Sólo en ese caso se puede decir que estamos ante un granizado de calidad. "¿Qué te pasa? ¿Por qué pones esa cara? Claro, te lo bebes de un trago..." Placer. Calor. Frío. Limón. Estatuas. Barrio Gótico. Maravillosa Barcelona.


Y en ese mismo momento aparece...
Viene con la bici y me ve (directamente, y hay mucha gente, los turistas ingleses del niño, pero no: viene a por mí porque sonrío). Empieza a hablar a gran velocidad (me doy cuenta, por fin: es italiano) y hace gestos. Directamente habla de algo así como la vida: "Ho dimenticato la vera strada", ¿dice eso? Entonces yo, como un idiota, le cito el primer verso de la Commedia. Error. Me engancha en ese mismo instante en un discurso velocísimo e interminable, algo así como napolitano, sobre el mismo tema de la vida al que respondo, o lo intento, en mi chapurreo italiano, como puedo; me empareja implícitamente con él en una especie de entente hispano-italiana contra los turistas (¿querrá dar a entender lo de que nos une la cosa mediterránea y latina frente a los anglos y nórdicos aquellos?). Me pide "sigarette" y le digo que no fumo "due anni fa", exagero, y pide perras, le doy. Y durante todo el discurso hace gestos: no son gestos normales, son contorsiones faciales, caras de Popeye, como la caras del concurso del hombre más feo del mundo, y entonces se pone amenazante, además de alcohólico, y habla de "gettare qualcuno nella pattumiera" (reconstruyo ahora, pero no fue "pattumiera" la palabra, dijo otra por "contenedor de basura") por si yo lo consideraba como un italiano de para poco, es decir, que podía ser expeditivo como un Tupra de la vida y llevarse por delante al más pintado ¿o qué es lo que me había creído? Entonces le vi una señal de escoriaciones en la cabeza. Y seguían los gestos... Por fin se aburrió y acabó por irse sólo después de dedicarle una muda muestra de todo su repertorio gestual al anciano británico de la familia del niño rubio.

Despedida

Comimos estupendamente en un restaurante "Donosti" de la calle o avenida Sant Joan o San Juan después de larga búsqueda ("¿Es que por aquí no les gusta comer bien?"). Por la tarde, con el bajón de la sobremesa, recorremos toda la zona y contemplamos todas las grandes tartas arquitectónicas, los grandes pastelones modernistas de la Expo barcelonesa de fines del XIX y primeros del XX con los monumentos a su alcalde, los pabellones de hierro con minaretes (hay minaretes de hierro, con volutas, Dios, con qué volutas, y cristal azul, azul, qué delicia maravilllosa). Hay que hacer tiempo hasta la hora del autobús. Busco una librería. Un poco de libros, por lo menos. Andamos por la avenida esa(1) que da a la Plaza de Cataluña y después a la de España, creo(2), y por fin, cruzando, la librería Catalonia. Vaya, la única en toda la zona y no es más que una librería de ésas con los libros por temas y por géneros y secciones. Igual que en Logroño. Quería, al menos, una que tuviera todo Pla en castellano y no está, tienen algo pero en catalán y para Wilkie Collins ya lo tengo en casa. Otra cerveza de La Estrella para combatir el calor en el bar junto a la editorial Norma: salen los trabajadores, bajan al bar, se divierten, me dan envidia, me veo como un trabajador de la editorial, supongo que conocerán a mi hermano, pienso, por las aficiones comunes pero no me atrevo a preguntarles. Llega Javi con su amiga, nos despedimos y nos encaminamos a la estación del Norte, que ya va a ser la hora.
_________
(1) Ronda de Sant Pere
(2) No. Plaza de Urquinaona y después la de Cataluña.

jueves, 24 de julio de 2008

Tu rostro mañana


Una prosa "envolvente" (dicen) que da en hablar de todo pero hilvana las divagaciones con los ritornellos de motivos o citas que, por su recurrencia, se reaplican al tema nuevo a manera de fuga. También, si como dicen, en la novela cabe todo, pues entonces el procedimiento no está nada mal, y aceptamos este discurrir divagatorio, y si, además, el personaje de Jacques Deza es un trasunto parece que intencionadamente plano del propio autor y en ese sentido el de un alguien cualquiera, un hombre educado medio, un Sweeney, un "homme moyen sensuel" (ya que todo lo que entre en la tourmix de la ficción se vuelve literatura, sea lo que fuere), y entonces el que la prosa, por tanto, naturalmente divagatoria, ensayística, monologante, ejemplificadora de lo representativo, de lo que hay, se acerque a una especie de dietario reflexivo, literario, intelectual, una muestra de lo que somos, una tranche de vie interior, pues todo ello son procedimientos tan perfectamente naturales que los consideramos irreprochables o incluso ejemplares (posmodernos), con la ventaja adquirida de poderlos usar con la máxima libertad, ya que el "personaje" o voz monologante, en tanto que fictiva, supone todo cuanto quepa, y cabe mucho, en ese inmenso abanico que abarca desde una reflexión personal digamos "responsable", es decir, autorial, a la emisión sin prejuicios de patochadas (explicables en el personaje, claro, pues a partir de los monólogos del Ulysses ya todo cabe en una cabeza) como, por ejemplo (entre muchas otras, y alguna otra graciosa y afortunada), la crítica de los sufridos y despreciados usuarios de sandalias (y ahora ya no me acuerdo si se refiere a sandalias con calcetines, que entonces igual sí, o sin ellos, que en tal caso pues no sé por qué le molesta tanto, —o, perdón, que no, que a quien le molestan es al personaje).

Tiene gracia que, en esas circunstancias, se permita pasajes como por ejemplo ése contra los autores de diarios (del que barrunto a Trapiello como más probable referente) a quienes considera "mezquinos" por no ser capaces de superar el estrecho marco de lo personal frente a la creadora distancia, amplitud de mundo y objetivación artística del verdadero escritor, y que copio: "Me sentía como esos vacuos escritores de diarios que registran sus mezquinas vidas con gran detalle y además las dan a la imprenta, para tedio de lectores incautos o muy mezquinos y vacuos a su vez" (Rostro, 3, 204). Uno, al leerlo, no puede evitar que le venga a la cabeza algo así como: "hay que ser cínico".

La novela tiene páginas interesantes en ese registro monologal o de dietario, perspicaces observaciones psicológicas y reflexiones morales (que particularmente a mí me interesan bastante menos) y, sobre todo, algunos momentos de humor sobresalientes, como la deliciosa estampa paródica o divertido pastiche pickwickiano de Francisco Rico en la Embajada Española en Londres cuando Deza pretende disculparse ante el impresentable De la Garza.

Debo de estar muy anticuado pero entendía que una novela de fuste descansaba en la densidad de los personajes y su correspondencia con cierta trama que traslade un peso en consonancia. Pero cuando el nudo narrativo de un bloque de 1300 páginas (cerca de 1600 en la edición de Alfaguara) viene a bascular sobre un paralelismo entre la brutalidad ejemplar o profesoral de Tupra, el espía resabiado, para con el pobre tonto De la Garza, haciendo uso ostentoso e intimidatorio de su inverosímil espada de lansquenete, y la correspondiente práctica de la lección aprendida por Deza, o el espía discipular, (quien, tras desechar el estoque de torero, se conforma con un vulgar revólver) sobre la persona de Custardoy, el sádico "novio" de Luisa, su ex-mujer, pues es que ya entonces me siento perplejo y no sé qué pensar. ¿Para ese viaje hacían falta semejantes alforjas?

¿O es que todo es muy simbólico, tanto que hay que entenderlo como una lección, la de Tupra, no solo dirigida a Deza sino a todos nosotros que, sin pensárnoslo más, without lingering and delay, deberíamos hacer algo radical con nuestras vidas, y vivirlas, digamos, como Dios manda, peligrosamente, no?

En esas circunstancias las citas y comentarios del Eclesiastés, de Shakespeare, de Heine, o los interesantes análisis de pintura italiana en el Prado, etc., quizá sobran bastante o podrían haberse publicado aparte como artículos o ensayos. Demasiado envoltorio para tan parco regalo.

Lo que alguien consideraría una desproporción entre la forma (despliegue monologal del inquisitivo Deza) y la trama (lecciones de espías sobre la verdad de la vida) quizá otros lo juzguen un "tour de force" conseguidísimo y la gracia suprema de la novela. Yo, no.
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Javier Marías, Tu rostro mañana, Círculo de Lectores, Barcelona, 2003 [1. Fiebre y lanza], 2005 [2. Baile y sueño] y 2008 [3. Veneno y sombra y adiós].

"Dixit insipiens in corde suo..."

El señor Javier Marías nos ilustra (le oigo por la radio, en alguna entrevista o promoción) sobre lo que debemos entender por "necio" para evitar caer en esa actitud, especialmente peligrosa en la sociedad actual. Lo hace a la manera de Unamuno cuando le explicaba al dictador, don Miguel Primo de Rivera, en los sabrosos comentarios de su libro De Fuerteventura a París (París, 1925, p. 13), lo que significa la palabra "tonto" ["tonto quiere decir tonto o sea defectivo de entendimiento(...)Tonto quiere decir que aunque de joven se hubiese dedicado al estudio, en vez de correrla como un señorito frívolo, nunca habría llegado a saber nada bien"]. Unamuno tiene gracia; el señor Marías no pretende tenerla, va en serio y hace un diagnóstico del mal de necedad en la sociedad española contemporánea, pues la define como "la ignorancia voluntaria". "Ya no se trata de que la gente no sepa, es algo mucho peor: ahora hay mucha gente que se jacta de ello". Y tiene razón porque está mal jactarse de esas nuestras ignorancias que, en principio, son infinitas y deberían dolernos infinitamente. Es verdad.
El problema está, sin embargo, y a mi manera de ver, en lo antipático de esa postura pontificante y acusadora. Yo, por ejemplo, no sé muchas cosas, innumerables, mi ignorancia se derrama incontenible en cuanto abro la boca, y me duele, sí, me duele mi ignorancia...pero reconozco que, llegado a una cierta altura de la vida, es algo que ya tiene mal remedio. ¿Qué más quisiera yo que saber griego antiguo como para leer a Platón y a Sófocles igual o casi igual que leo el periódico? O saber Física teórica y Matemáticas y Alemán y Chino y Ruso, por lo menos. O, como mínimo, lógica de predicados y filosofía de la ciencia, que tanta falta me hacen (o que yo creo que me la hacen...). No. Debo renunciar y resignarme a mis saberes escasos y mal seguros y, eso sí, ni conformarme con ellos, sin embargo, ni dejar de educarlos en la medida de mis mermadas posibilidades y de mis gustos. Qué se le va a hacer.

Ahora, lo que ya no aguanto nada bien es la actitud contraria, la de los ilustrados pedagógicos (la que viene desde Ortega, en quien quizá era más explicable), la de los que predican ilustración y moral ilustrada y pontifican al respecto. No. Ya lo siento. Reconozco mi ignorancia, y en alguna medida también mi consciente frivolidad, pero por favor, que no me vengan predicando como fray gerundios. Que es un vicio español muy feo. Que lo reserven para sus alumnos, si no saben hacer algo mejor que eso para enseñarles, o, si es que no tienen alumnos a mano, que dejen el púlpito y escriban buena literatura o buena filosofía, si tal es su oficio, sin más requilorios.

(En fin, que despertarse con el señor Marías llamándole a uno "necio" en la misma oreja es un terrible despertar).

miércoles, 23 de julio de 2008

Lecturas de verano (revuelto de), 1.


Ojeo los dos tomos de la Obra poética de Aníbal Núñez (Salamanca 1944-1987) del que no había leído nada hasta ahora, y me llaman la atención sus primeros libros, desde las Fábulas domésticas hasta Taller del hechicero,  Alzado de la ruina o Estampas de Ultramar, sus libros de los 70. Con Cuarzo parece entrar por ese túnel de Mallarmé que nunca me ha hecho especial gracia en cultivadores españoles (Sánchez Robayna, etc.). Leerlo despacio. ¿De qué murió "repentinamente" en 1987? Tanteo por la internet y sólo saco ese adverbio.

Leyendo al desgaire se me aparece este


OH, NÁYADE, NEREIDA, NINFA, SIRENA, TÍA

Oh, náyade, nereida, ninfa, sirena, tía
buena reproducida
todo color tamaño
casi natural muslos
apetitosos anunciando
un producto, pongamos,
anticongelante, verbi gratia
gratia plena de ganas de comerte
poseerte en pleno escaparate

lo malo es que sabemos que nuestro atrevimiento
lo pagaría el seguro
y mucho peor saber que nuestro muerdo
no iba a encontrar una manzana viva
sino más bien sabor de cartonpiedra
y una falsa apariencia de relieve carnal
en la litografía
y acabamos comprando cualquier cosa
en desagravio, buenas tardes,
por nuestros malos pensamientos.

Fábulas domésticas, 1972

Consigo (agotadísima y también para el mismo paquete de cumpleaños que el anterior) la recopilación de Luis Feria, Obra poética y cuentos, prólogo de José Carlos Mainer y edición de José Eduardo Pinto, editorial Pre-textos, Madrid, 2000. El canario Luis Feria Hardison, Santa Cruz de Tenerife (1927-1998), es un poeta de la generación del 50-60 que, como Núñez en los 70, gozó de muy escaso reconocimiento en vida. El elegante volumen, coeditado por Pre-textos y el Gobierno de Canarias, recoge el conjunto de su producción en verso y prosa poética, desde los iniciales premios Adonais de 1961 (Conciencia, Madid, 1962) y Boscán del 1964 (Fábulas de Octubre, Barcelona, 1965) en su etapa madrileña, hasta la fase final, tras largo silencio y el regreso a Tenerife: la sarcástica y epigramática vena de libros como Calendas, 1981, Clepsidra, 1983... Cuchillo casi flor, 1989, Casa común, 1991, Arras, 1996 o las dos supremas evocaciones en prosa poética de infancia y adolescencia: Dinde (1983, 1993) y Más que el mar, 1986. La edición añade seis cuentos (¡ese increíble "Pupupidú"!) y una sección de inéditos.
Valga, como muestra, esto:

EL SILENCIO

Qué vivo está el silencio de las cosas.
Y es porque hablan, dicen
su amor a su manera cada una.
La piedra cuando calla está diciendo
la canción de la tierra que le brota
desde la entraña sorda donde quedó encerrada.
Devana su palabra la hoja de noviembre,
mínima flauta al viento trashumante.
La chispa que da al aire el leño rojo
dice que es ella la que va a la muerte
mejor que la que deja crepitando en la hoguera.
Y el silencio que nieva blandamente en los hombros
nos devuelve a un recuerdo que en la noche dormía.
Conciencia, 1962.
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Otras dos muestras:

una de Aníbal Núñez


ADVENIMIENTO

¡Cómo ha venido esta mañana
la luz! Menudo alarde: las montañas...
las hay azules, verdes, trasparentes
(¡pero qué trasparencia!)

¿De dónde habrá salido esta imposible
nitidez de horizontes y de frisos
(nada estorba el perfil de las arpías)
y ese violeta de los encinares?

Las cúpulas no brillan como siempre;
no sé si más: entre las torres
pasa un torrente rosa de luz fresca,
río en el que -seguro- me he bañado
alguna vez los ojos, ya hace muchos
años...
Y esa manera que las nubes
tienen hoy de juntarse... No sé; algo
va a ocurrir. ¿A qué santo
esta luz excesiva, trigo limpio,
para una ciudad que se merienda
todo lo que la echen?

Ha ocurrido
algo: quizá ya empiece
el sol a acicalarse para la clara fiesta
que algunos de nosotros esperamos.

Definición de savia [1974], 1991.

y otra de Feria

AGOSTO

Como una ronca ráfaga de azafrán y luciérnagas
era la vida. A1 fondo, las guitarras
espesaban la tarde, y en las sombras
abrían caminos por los que iba el sueño
sin querer llegar nunca...

Se adentraba la sangre por densos corredores,
una ardiente marea devoraba el contorno,
y los frutos vecinos, ya entera luz, ardían.
Amapolas salvajes derretían su lacre
al sol, sobre fosforescentes tierras sin dueño,
y un silencio colgado cegaba el horizonte.

Al fondo de los pozos el calor destellaba
como una piel de toro tatuada de tréboles.
Una mano posaba su pulpa bermellón
por los turbios refugios donde el amor hervía
mientras la luz de pólvora fermentaba en las costas.

Amar era partir el mar con una espada,
sentirlo de repente golpeando la boca
mientras iba la vida recorriendo sembrados
y a más amor en vuelo más violencia crecía.

Fábulas de Octubre, 1965


(y no puedo evitar acercaros el arranque de "Pupupidú")

Mazorral de las Moreras, 1 Dic. 1958
MADRE Galvana, mater amantísima que de un dulce mirar sois alabada, mamma ecuménica: ya sabes cuánto quisiera ser quiromántica, más alta que la luna, partera, lagartona, cantautora o toplessa; algo sonado. Pero qué le voy a hacer: con estas carnes aflanadas, estos ojines y estas greñas de bruja estropaja, ni soñando. Veremos después de la operación cicerón. Cosas más raras se han visto.
De momento voy saliendo adelante con cuatro cucas mal traídas para jabón de olor, pilules orientales, algún disco de Juana Reina y para de contar. Ya sé que Raquel saca mucho más que yo con su tienda de ultramarinos, pero es que cada una es cada una, y a ella siempre le tiró lo basto y lo de una vez, y a mí lo pichurri y lo filtiré. Aunque nunca hables de eso, yo sé que somos de distinto padre (anda y que no te iba a ti el fleje), y eso se nota cantidad. El suyo, marrullero, esquinado y muy hijo de la gran puta, con perdón, y el mío caballero, tronado, tiquismiquis y fogalero; vamos, un bataclán. Mami querida, compréndelo: detesto el alioli, la pescadilla en rosca y las alpargatas: una nació para lo machucambo. Trabajar en un taller de confecciones no es que sea muy alto, pero vienen y van, charlan, te enteras, alterno, voy conociendo mundo, y habla que te habla de los tés oclock, la Margarita de Inglaterra que se los zumba de tres en tres, y las fiestas fetenes, acabo por creerme que soy la que no soy; tú ya me entiendes. (...)

Tres Cuentos, 1994.

Espero que los amigos Alfonso y César (a quienes llegó el bonito tomo naranja del mismo envite localizador que a mí el mío) lo disfruten tanto como yo.