martes, 4 de agosto de 2009

Orillas


Para encontrar a los tritones ahí abajo dormidos entre los juncos hay que introducir los pies en el agua muy despacio, procurando no enturbiarla. No lo conseguirás a la primera y casi seguro que el color marrón sucio del café con leche cargado con vetas negras será durante un tiempo el del líquido predominante y así no habrá nada que hacer con la charca. Se habrán despertado y se habrán ido. Pero, si entras despacio y, una vez depositado el limo en el fondo y cuando el agua se aclara, existe la posibilidad de verlo, si se tiene buen ojo y se mira con cuidado, ahí, como flotando entre dos aguas, dejándose llevar un momento, con sus manitas colgando o disimulado (¿dormido?) junto a esa hoja o bajo aquel fragmento de rama, con sus barbas ostentosas como gorgueras, en ese único segundo en que el tritón está quieto y disponible si lo ves.

6 comentarios:

  1. ¿Has probado con otra marca de café?

    Todos los días no tenemos otra que cruzar la distancia que separa a ver de mirar.

    Me alegra que solucionaras lo de los tritones volviendo a mirar; el café ayuda a ver, pero no a mirar, y te lo dice alguien que podría considerarse una coffeeholic...

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  2. La culpa es de un paseo mañanero por la orilla del Ebro y el Iregua. Y, sobre todo, de que llevaba la máquina de fotos y había que usarla. Y entonces...surgió el tritón de los fondos más arcaicos. Está visto que hay cosas que no se buscan, se encuentran, pero resulta que sólo aparecen cuando vas de caza. De pequeño era más criminal: iba a estas cosas con carabina de aire comprimido. Mejor lo de las fotos, creo.
    Leo, por tu instigación, En busca de lo ordinario de Cavell (en floja versión del tal Ribes), y espero recibir pronto Claim of Reason. A ver qué tal. Lo que llevo leído es interesante. Me llega otro británico: Lee Harwood. A ver si pongo traducciones, que ya me vale.
    Un abrazo.

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  3. Vaya...Yo me había montado una historia completamente distinta...Como aparecía la palabra café...

    Quiero decir, que por como leí tu entrada, me había imaginado a alguien sentado en una cafetería tomándose el primer café de la mañana. Alguien apesadumbrado que confía en las propiedades de la cafeína para despertarle de su letargo y de paso sacarse de encima un poco de nostalgia. Una nostalgia que le hace preferir dormir en los recuerdos a fijarse en lo que tiene delante de sus ojos. Alguien que, pese a la somnolencia que siente en esos momentos, se esfuerza por encontrar los tritones dentro de su taza de café, y que, al fin, los encuentra. Después de todo, alguién que vuelve la vista atrás no para embarrarse en aquello de: cualquier tiempo pasado fue mejor, sino para retomar fuerzas y hacer posible desde su ahora que el tiempo es una ilusión.


    Y, por cierto, me parece un tanto heavy que digas de mí que yo te he instigado a leer a Cavell, si acaso alentado o animado, nada más.
    Otra cosa, ¿qué Harwood es? Cuál es su nombre.

    Un saludo.

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  4. Tan sólo se trataba de un agua orillera y fácilmente enfangable cuando metías los pies y revolvías un poco con vaga intención cinegético-indagativa: se parecía al momento ese del café soluble al mezclarse con la leche, y los grumos negros que había que deshacer. En el caso del agua, ese grumo venía a ser un limo negro del fondo,creo.
    Acabo de conectarme después de unos días de ausencia. Lo siento.
    Lee Harwood, nacido en Leicester en 1939, vive en Brighton, aunque por lo que leo de su poesía ha viajado bastante a USA y cultivado amistades poéticas norteamericanas, quizá más por afición que por oficio como Middleton. Pondré algo suyo, aunque me cueste dar con poemas aislados: tiende a las series. Pero, bueno, algo he visto...

    Cf. Ezra Pound, Instigations, 1920 (colección de ensayos que sugieren lecturas esenciales).

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  5. Me voy unos días a Bilbao. Cuando vuelva espero dedicarle la prometida entrada a Lee Harwood. Mientras tanto, podéis leer un adelanto en el blog de Carmen
    http://al-mirall.blogspot.com/2009/08/per-que-al-mirall_16.html

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  6. He seguido tú recomendación y he leído por primera vez a Lee Harwood hace escasos cinco minutos. He escogido al azar uno de los varios poemas que he encontrado en una web. El poema se llama Central Park Zoo.

    Mientras lo leía tenía puesto en el spotify música, concretamente de la india, pero la de toda la vida; no esa que aparece en las pelis de bollywood entre techno y tradicional.

    Resumo como ha sido mi lectura. Central empieza con grandes dosis de humor, en buena parte debidas a las prosopopeyas, para después ir ganando fuerza en lo espiritual, pero sin perder de vista los paisajes exteriores -me gusta, estoy un poco cansada de tanta introspección -soliloquio- de alcoba abandonada y desordenada-.

    Lo que más me ha gustado: la naturalidad con la que el poeta describe sus sentimientos. Middleton también me gustó, pero este me ha sorprendido mucho más.

    Buen viaje; yo también me marcho, de nuevo, unos días.

    Gracias. Y, por cierto, mejor lo de la cámara de fotos.

    Un saludo.

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Cariñosas las observaciones