martes, 13 de octubre de 2009

Segundo momento absurdo, la cariñada.

Me ha sucedido otra vez, esta tarde. Despierto de la siesta. Sensación intensa de extrañeza (como la que ya comentaba el otro día Citrine). La extrañeza de habitar algún mundo inidentificable, falto de alguna póliza o documento imprescindible y que tampoco se alcanzara a concretar. Estoy solo en casa. Han salido todos.
Tanteo a efectos de constatación habitaciones y pasillos. Toco las paredes. Sonambulismo vago. Voy cayendo en la cuenta de que estoy despierto muy, muy despacio. Me acerco a la ventana que da a la calle.
Miro:
Un automóvil aparcado ahí enfrente y al volante una chica morena espera a su amiga. La amiga, también morena, gordita y con gafas oscuras y la chaqueta de punto al brazo, se monta. Siento una primera oleada intensamente cariñosa hacia la amiga morena de la chaqueta de punto que se monta, pero no como una persona concreta sino como tipo o alguna muestra sobresaliente de cierta «cualidad maravillosa» que no se precisa.
En la acera de enfrente y cerca del automóvil anterior que ya sale, aparece un matrimonio paseando, de vuelta a casa, tras recoger a sus hijos del cole. El pequeño llama la atención de su madre con insistencia gritona de «mama, mama» (sin acento, llana) que distingo a oír desde el balcón. Se detienen un segundo. Todos visten algún género de prendas de vaquero marrón, más oscuras las de la madre que luce asimismo unas ostentosas gafas negras redondas de tamaño desproporcionado. Todos, sin estar gordos, muestran un aspecto llenito y saludable. Otra vez, como una oleada arrasadora, surge la sensación de cariño desproporcionado, absoluto,irreprimible, pero ahora en la forma de una gana desordenada de «comérmelos» a besos y abrazos a todos juntos, al bloque familiar entero, sensación que se transmuta en un instinto casi caníbal ya sin comillas. Sólo entonces vuelvo de verdad en mí y me despierto algo inquieto a la realidad convencional y de toda la vida.
Apunto esto rápido, no sé, en lo primero que pillo: un papel en el que esta misma mañana había impreso un artículo de internet titulado Vaya ganado y qué caro sale el zoo y que de primeras leo como «Vaya ganando y qué caro...etc.» y en el que había subrayado por su sonoridad la frase:

«Diputados católicos que dilapidan una fortuna (la nuestra) en una casa de putos».
Cosas de lo cotidiano. En fin.

2 comentarios:

  1. Genial. Uno también se despierta -un poco- al leer un texto como éste.
    Un gran saludo

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  2. Gracias. A veces temo que si despierto veré a la Medusa sin intermediario y ahí se acabará todo. Por eso sigo un tanto cataléptico como el chaval de la foto.
    Un fuerte abrazo.
    (...¡Qué bueno es Musil, ¡verdad? Lo he descubierto hace poco. Más vale tarde...)

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Cariñosas las observaciones