lunes, 31 de mayo de 2010

Apunte de lecturas


[Copio una página de mi cuaderno de citas y apuntaciones, ése que frecuento]

Inevitable antipatía casi física (ese tipo de ganas de partirle la cara a alguien que, a veces te brota directamente, y cuyo gesto reflejo procuras reprimir sonriendo) es lo que me noto de inmediato cuando me enfrento, en un fin de semana sin pausa, al elaborado "listismo" de Jaime Gil de Biedma, desde una lectura larga y continua de la recopilación del Círculo de Lectores-Galaxia.

Debo aislar, sin embargo, como muy valiosa su afilada sensibilidad (y dejar, claro, muy aparte su poesía, incluso muchos aspectos de su crítica). Aquel rápido saludo en las escaleras del Instituto Sagasta, yo algo incómodo porque Ramón Irigoyen me lo presentaba a la mitad misma del ascenso de aquellas escalinatas decimonónicas y en una posición casi de escorzo, como de lado o al bies: una sonrisa y un "encantado; hasta ahora" y subí, con prisa artificial, a la sala donde todavía tardaría un rato en comenzar la charla o mesa redonda: García Calvo, Ramón, él y algunos otros. Creo que después hubo una cena y no sé si estuvieron Alfonso y Pedro y tengo la vaga idea de que se repentizaron, como noticias frescas, últimas novedades de la llegada de Paul Lafargue a España o barruntos de alguna rebelión de tipógrafos en Alcoy y otros sucesos del momento social. Ahora que me vuelvo a fijar en la torpeza de aquel saludo demasiado tímido casi me lo perdono, sobre todo después de leerle ahora ya con cierta extensión (sólo tenía la breve Colección Particular, aquel cuco librito de Barral con su foto de la calva romana en la portada). Leo sus memorias segovianas y filipinas, los artículos, ese su estilo tan condescendiente y como si de lo odiosa que se me hace, según avanzo, su manera de decir, su desganada dejación perdonavidas, algo en ella hubiera que casi me estuviera personalmente dedicado (fino y todo, cualquiera diría que el reverendo Eliot mismo, en la oficina de la Faber, le hubiera enseñado maneras). Ese saberse en lo cierto. La intolerancia.


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Leo los Diarios de Gombrowicz y siento directa simpatía hacia el tipo de persona que me imagino (y que supongo que no sería).

Las novelas, esas fábulas volátiles, no adquieren consistencia hasta que el mundo que nos revelan no se torna para nosotros algo real. Dostoiewsky seguirá siendo una fábula para aquel que no sepa asirlo en su realidad desnuda. Kafka, Valèry, Dante, el surrealismo, el dadaísmo, todo en arte tiene razón de ser sólo si guarda relación con la realidad, con cualquier realidad, nueva, a veces sorprendente, a la que convierte en asequible, viva, tangible. 
W.G. Diarios, Barral, p. 788.

El desgarramiento más profundo del hombre, su herida sangrante, es justamente esto: subjetivismo-objetivismo. Lo desesperante. Lo relación sujeto-objeto, es decir, la conciencia y el objeto de la conciencia(...).
W.G. Diarios, p. 853.

En poco tiempo nos daremos cuenta de que lo más importante no es morir por ideas, estilos, tesis, consignas o creencias, ni tampoco afianzarse o encerrarse en ellos, sino algo muy diferente: dar un paso adelante para ponernos a distancia de todo lo que nos ocurre sin cesar.
W.G. Ferdydurke, Círculo, p. 135.


¿Es la realidad por su esencia obsesiva? Puesto que construimos nuestros mundos asociando fenómenos, no me sorprendería que en el origen de los tiempos hubiera habido una doble asociación. Fue ella la que fijó una dirección en el caos e instauró un orden. 

Hay algo en la conciencia que la convierte en una trampa para sí misma.
W.G. Diarios, p. 782

viernes, 28 de mayo de 2010

Una grieta

Un niño de dos o tres años (en el sobre del negativo identificado como F.J.) juega en el patio de la casa con un perrillo de edad pareja a la del  crío. No tengo, cuando escribo esto, la foto delante: intento recordarla. Es una imagen mental que podría no corresponder a foto alguna, y estar yo ahora inventándomela y esa escena no haberse producido jamás. Es la sensación que tengo cuando trato de sacar algún partido de lo que queda de la escena como vieja fotografía que casi se deshace cuando intento revelarla. El negativo estaba algo pasado de luz y me cuesta perfilarlo con el escáner y el programa de retocado. Hago una prueba tras otra, porque me gusta la foto, no quiero perder la escena y pretendo enviársela a Eduardo para que la reconozca quizá, con mucha suerte, y no a ese niño, sino su nombre quizá, si es que vive (¿y tenía 2 años en, pongamos, 1934, y que ahora podemos suponer ronde los 76?). El niño juega con el perro y le dirige los brazos, que interpreto como unos brazos de ganas de algo. ¿Pretende cogerlo o jugar con él o las dos cosas? Ahora veo que le ofrece de comer. El perrillo se alza hacia él. Polvo del patio y dos puertas de enfrente, las de la entrada de la casa (ahora veo que es puerta y ventana). El niño pudiera ser rubio y tiene el pelo rizado. La escena quieta, los brazos queriendo coger, el perro alzándose. Ese segundo. El polvo parece que brilla al sol de un mediodía. ¿Qué existencia tienen en estos segundos en que me empeño en revelar las fotos, en perfilar una imagen distinguible y que alguien identifique quizá o no lo haga nadie? ¿Quién, qué figura hubo que se llamó F. J., y vivió ese instante hace 76 años fuera de este acto mío de construirla? Cuando intento reconstruir la foto y manejo estos restos, esas sombras, el dibujo de sus perfiles, y la figura que se va haciendo por contrastes, por blancos y negros y grises, que estoy queriendo definir, ¿de quién es? 

sábado, 15 de mayo de 2010

Graham Paige


Nada sé de coches antiguos (ni de los modernos). Por algún lado encuentro la indicación de que el automóvil familiar, en cierto momento, fue un Graham Paige. Busco por ahí y ninguno de los modelos de los 30 que veo se aproxima al que pongo abajo excepto en el tamaño (el traslado a Onteruela de una nutrida familia lo exigía). Éste, en cambio, se parece algo más a los GP de esos años y es distinto del que aparece en la foto anterior. (Sí, ya sé que la calidad de la foto es mala, pero no había otra del coche).



Adiós a Onteruela


A falta de piscina la poza del arroyo Valbuena servía muy bien.Concluido el veraneo, a casa en el Graham Paige (¿o es otro el coche? ¿Será un Ford T?). Las dos mujeres que se disponen a montar parece que van de celebración o de fiesta...


Más Onteruela



A la entrada de la casa. Sólo reconozco al señor de traje y con el sombrero del fondo, bajo la puerta. Es mi abuelo. En la inferior izquierda, unas señoritas en la viña prueban la uva (la más elevada creo que es mi tía Julia). En la foto inferior de la derecha se ve a un anciano que encabeza la Procesión quizá de Semana Santa en alguno de los pueblos próximos a Onteruela: Villamelendro, Villasila, Vega de doña Olimpa. A saber. (¿Será la del 34?).

Fotos de Onteruela para Eduardo




Aitor me dice que Eduardo Cófreces podría tener interés en ver y quizá reconocer algunas de las fotos del caserío de Onteruela y sus habitantes en los años 30. Ahí van unas cuantas de entre las que logro revelar con mi escáner. En la primera hay unas gentes tomando la fresca en la solana, bajo el toldo. Parece, por alguna otra, que montaban un discreto merendero junto a un pozo de agua, frente o junto a la casa. En esa segunda se nota por los atuendos que es domingo o día festivo porque los niños van de punta en blanco y de comunión (reconozco, sin dudarlo, a uno de ellos). En la última se celebra una corrrida. ¿Dónde? Supongo que será Saldaña o algún pueblo grande parecido por el tipo de casas y el tinglado taurino.

He escogido las fotos en que aparecen niños, por si Eduardo fuera alguno de ellos.