martes, 7 de diciembre de 2010

Más albas. Sobin



Angélico monstruoso

el alba     se disuelve en rocas    venas
  de trigo    mientras el    sueño
todavía se yergue
  esparce una suavidad monstruosa      que

se aúpa al viento con sus
                                            rasguños blancos.



MONSTRUOUS ANGELIC

dawn     dissolves into rocks     veins
  of wheat    while the    dream
still juts,
  effuses a monstruous softness   that

crawls in the wind     with its
                                             white scratches.


De Wind Chrysalids Rattle (1980), en GS, Collected Poems, Talisman, 2010, pág. 46.


 Gustaf  Sobin

(Boston, 1935-Provenza, Francia, 2005). Formado en la Universidad de Brown, conoce en París a René Char y, siguiendo su consejo, se instala en un viejo y abandonado criadero de gusanos de seda que, con ayuda de su hermano arquitecto, remodelará como hogar. Vivirá en Provenza hasta su fallecimiento en 2005, víctima de un cáncer pancreático. Empieza a escribir tarde y a publicar bastante más tarde aún en la revista Montemora de Eliot Weinberger, primero, y en ediciones de corta tirada y después ya en editoriales como New Directions o Talisman en sus años últimos.
Libros principales Wind Chrysalids Rattle (1980), Celebration of Sound Through (1982), The Earth as Air (1984), Breath Burials (1995), Toward the Blanched Alphabets (1998), In the Name of the Neither (2002), The Places as Preludes (2005). Colllected Poems (2010) recoge, entre otros, los libros citados.


(Los «vagos ángeles malvas» juanramonianos resurgen, de pronto aquí, como una blanca suavidad monstruosa... En fin: ha sido esta tarde, en medio de muy otras labores, tal y como suelen pasar estas cosas. Ya daré cuenta de Sobin cuando lo tenga algo más claro.)

Por ahora, esto...

3 comentarios:

  1. Le tengo que confesar una cosa que me pasa desde hace años, Javier. Desde mucho antes de que leyera el poema que puso aquí de Juan Ramón, que creo que no conocía, creo que no, pero no lo puedo asegurar. Creo que alguna otra vez ya le he contado que sufro de sinestesias, entre otros males. Pues que me pasa que cuando veo algo de color malva (y no lila, ni violeta, malva), un jersey, un recipiente, una blusa, en mi cabeza oigo un coro, como de niños cantores, que dicen «malva, malva, malva, malva, malva» sin parar, con voz gritona y aguda, pero afinada. Tanto es así, que a puro de escucharlo y luego de intentar reproducir la cantinela con mi voz, se lo he pegado a mi señora. Ya somos dos. Digo que igual a Juan Ramón le pasaba algo parecido. Seguro que mejor, que Juan Ramón era refino el jodío, pero que algo hay con la cosa del malva y lo angélico, sí. A saber. Seguro que si pasara por aquí Jung diría «pues es por esto o aquello, por el poema de la paloma va a ser». Que dirá usted «esto se lo acaba de sacar de la manga a colación del asunto malva». Pues no, que se lo digo de todo corazón, que me pasa de toda la vida. Vivo con ello sin mucho problema, eso también, pero mi deseo contándoselo en un foro público es contagiar este mal, para así convertirnos en legión, que las manías compartidas parecen menores.

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  2. De esas rarezas y de lo que algunos hacen con ella precisamente trata este blog, don Harry. En este momento corrijo exámenes y Vd. está trabajando en un encargo. Trabajamos. No hay otra. Esa es la condena. Aparte de la necesidad que nos impone la circunstancia, está la rareza, sea con explicación o sin ella, con la de Jung o sin ella o con la de otro o sin ella, con la petulancia de tener experiencias escogidas o sin ella, con la cursilería o sin ella, con el gato repetido que te sale como acudiendo a una cita o sin gato, con la nada absurda que se reparte a manos llenas o sin ella, con esto que nos ha ocurrido ahora o prescindiendo de ello porque usted no me pone su comentario a las tantas de la noche (a las tres veo) o que va y me lo pone. Y yo que se lo contesto ahora como estoy haciendo porque tengo mi insomnio ya fijo, clavado y de fábrica y estaba, claro, corrigiendo este churro de papeles a estas hora de antes de poner los desayunos y me está saliendo esta tontería especial de las de decir que la gente pone tonterías, o rarezas (como ver malva y oír o no oír un bonito coro wagneriano), o no las pone porque es gente seria, y ya está viendo lo que en este momento pongo, esto que pongo igual que el gato aquel que se le aparecía a Lichtenberg sin comérselo ni bebérselo, o no se te aparece porque no eres Lichtenberg y no estabas en el lugar y el momento en que hay que estar para eso, y ése era el momento en que Juanra veía malva y era ángel o lo veía Rilke y era terrible o era como para partirse de la risa y adivine quién fuera o no lo ves y ves un basurero gris de latón todas las mañanas cuando acudes a por el desayuno. O trabajas porque al menos puedes. Y ves o no ves. Y son las cinco y media. Don Harry. Seguramente no le estoy contestando.

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  3. Ojo, Javier, todo eso y más, Y qué bueno todo. Trabajamos, y que no falte.

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Cariñosas las observaciones