lunes, 22 de noviembre de 2010

Reírse de un gato joven...


«(...)¿Qué ocurrirá con esta humanidad antes de que desaparezca? El mundo aún puede rodar un millón de años más como lo ha hecho hasta ahora, y cinco mil años serían exactamente un trimestre en la vida de un hombre de cincuenta años, apenas una duodécima parte de lo que duran nuestros estudios universitarios. ¿Qué he hecho yo este último trimestre? He comido, bebido, experimentado con la electricidad y redactado el calendario, me he reído de un gato joven y he jugado con varias niñitas, y así han transcurrido cinco mil años de este pequeño mundo que soy yo mismo.» [F541].

Lichtenberg, Aforismos, Trad. Juan José del Solar, Edhasa, Barcelona, 1990, p. 119.

(Experimentar con la electricidad, redactar el calendario..., bueno; incluso «jugar con unas niñitas»...;pero «reírse de un gato joven»..,ése sí que es un encuentro que no sucede en todas las encrucijadas).

sábado, 13 de noviembre de 2010

Kafka no sabe contar

«Heaven will protect/ the lay reader», E.P. Cantos, XX
(Nota añadida a la entrada anterior y que se reproduce aquí por si alguien dejara de leer esa misma entrada anterior una y otra vez y todos los días).

(...)
(2) Pero tampoco creo que hiciera falta «decorar» la promoción de la novela con las declaraciones sobre Kafka. Ningunearle como mal escritor parece un tanto fuera de lugar si hay que tomárselo en serio. O al menos proyecta una idea tan «totalitaria» de la lectura y la escritura como para que la misma imagen entusiasta del «estilista del humor» que había pretendido sugerir en mi entrada se me resquebraje, y deba olvidarme de ella y tenga que verme obligado, según el autor, a aceptar que la suya es, ante todo, una profesión de mero novelista o «narrador entretenido» tal y como el propio responsable de los títulos de Mendoza (debo suponer) se empeña en hacerme asumir en correspondencia con lo que en otro lugar llamaba «lectura inocente» y, por supuesto, la única y verdadera. Pero la dificultad, en mi caso, está que a mí no me apetece seguir el dictado de ningún credo que me predisponga el tipo de lectura que debiera hacer del libro que tengo entre manos. Si Kafka es un mal narrador desde la particular perspectiva del «Stendhal» de Mendoza, pues muy bien, de acuerdo: así entiende Mendoza la literatura  y el oficio de escribir. Debo deducir que habla entonces desde su «taller». Y que trabaja en él para que la gente le lea tal como él pretende que hay que leerle. Por mi parte, y en ese caso, siento decirle que yo NO le leo (ni a él ni a Kafka) como un hábil narrador de tramas entretenidas (ni es ese aspecto el que me importa de sus libros...ni tampoco de los de Kafka). 
Alegar, por otra parte, como prueba de su interpretación y condena el sentido de fracaso del autor (sea éste Kafka o quien fuera...) resulta algo tan fácil, tan a mano...

 Dicho todo esto, sigo manteniendo en el mismo estado saludable la admiración que dije sentir por el estilo y la prosa del autor de La verdad sobre el caso Savolta  y El Misterio de la Cripta Embrujada antes de conocer sus declaraciones  sobre Kafka.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Everibodi cabrones

Por favor, sólo estilo; sólo quiero estilo. «¿A qué te refieres?». A libros como el último de Mendoza, la Riña de gatos(1) que ando leyendo (por la mitad). A veces Azúa, cuando hila fino en lo oscuro y sólo entonces, es también el mejor, en artículos como ése de Ensor de hoy mismo. Cosas así.

Una perla, una viñeta cualquiera. ¿Que qué es delicia? Pues cosas como ésta:


-Soy inglés -dijo respondiendo a la pregunta del parroquiano-. Y he de apresurarme si no quiero perder el expreso de Madrid. Si no es molestia, dejaré aquí la maleta mientras voy al estanco para ir más ligero.

Dejó la copa sobre el mostrador y salió por una puerta lateral que comunicaba con el vestíbulo de la estación. Dio varias vueltas sin dar con el estanco hasta que un factor le señaló una ventanilla cerrada. Llamó con los nudillos y al cabo de un rato se abrió la ventanilla y asomó la cabeza un hombre calvo con expresión alelada. Al explicarle el inglés su propósito, cerró los ojos y movió los labios como si estuviera rezando. Luego se agachó y al volver a incorporarse puso en la repisa de la ventanilla un libro enorme. Lo estuvo hojeando con detenimiento, se fue y regresó con una pequeña balanza. El inglés le entregó la carta y el funcionario de correos la pesó cuidadosamente. Volvió a consultar el libro y calculó el monto del franqueo. El inglés pagó y regresó corriendo a la cantina. El mozo miraba el techo con un trapo sucio en la mano. A la pregunta del inglés respondió que su consumición había sido pagada por el otro cliente, conforme a lo convenido. La maleta seguía en el suelo. El inglés la recogió, dio las gracias y salió corriendo.  


Riña, págs. 12-13


-Yo no hablo inglés, ¿sabe usted? -prosiguió diciendo ante la aparente aquiescencia del inglés a su pregunta inicial-. No Inglis. Yo, espanis. Usted inglis, yo espanis. España muy diferente de Inglaterra. Different. España, sol, toros, guitarras, vino. Everibodi olé. Inglaterra, no sol, no toros, no alegría. Everibodi kaput.

Guardó silencio durante un rato para dar tiempo al inglés a asimilar su teoría sociológica y añadió:

-En Inglaterra, rey. En España, no rey. Antes, rey. Alfonso. Ahora no más rey. Se acabó. Ahora República. Presidente: Niceto Alcalá Zamora. Elecciones. Mandaba Lerroux, ahora Azaña. Partidos políticos, tantos como quiera, todos malos. Políticos sinvergüenzas. Everibodi cabrones.

 Riña, pág. 9

Me pregunto si habrá leído cosas como los relatos españoles del Wild Body [1909-1917] de Wyndham Lewis. Eso explicaría algunos detalles. Pero quizá no. No le hace falta. Agujas en cada ojo, bien clavadas sin faltar una.
Algún enterado decía por ahí en la red que la novela le sonaba a «lo de siempre». Si lo de siempre es como lo que llevo leído sobran todas las posibles novedades(2).



___________
(1). Eduardo Mendoza, Riña de gatos. Madrid 1936, Círculo de Lectores, Barcelona, 2010, págs. 9, 12-13.


(2) Pero tampoco creo que hiciera falta «decorar» la promoción de la novela con las declaraciones sobre Kafka. Ningunearle como mal escritor parece un tanto fuera de lugar si hemos de aceptarlo en serio. O al menos proyecta una idea tan «totalitaria» de la lectura y la escritura como para que la misma imagen entusiasta del «estilista del humor» que había pretendido sugerir en mi entrada se me resquebraje, y deba olvidarme de ella y tenga que verme obligado, según el autor, a aceptar que la suya es, ante todo, una profesión de mero novelista o «narrador entretenido» tal y como el propio responsable de los títulos de Mendoza (debo suponer) se empeña en hacerme asumir en correspondencia con lo que en otro lugar llamaba «lectura inocente» y, por supuesto, la única y verdadera. Pero la dificultad, en mi caso, está que a mí no me apetece seguir el dictado de ningún credo que me predisponga el tipo de lectura que debiera hacer del libro que tengo entre manos. Si Kafka es un mal narrador desde la particular perspectiva del «Stendhal» de Mendoza, pues muy bien, de acuerdo: así entiende Mendoza la literatura  y el oficio de escribir. Debo deducir que habla entonces desde su «taller». Y que trabaja en él para que la gente le lea tal como él pretende que hay que leerle. Por mi parte, y en ese  caso, siento decirle que yo NO le leo (ni a él ni a Kafka) como un hábil narrador de tramas entretenidas (n i es ese aspecto el que que me importa de sus libros...ni tampoco de los de Kafka). 
Alegar, por otra parte, como prueba de su interpretación y condena el sentido de fracaso del autor (sea éste Kafka o quien fuera...) resulta algo tan fácil, tan a mano...

 Dicho todo esto, sigo manteniendo en el mismo estado saludable la admiración que dije sentir por el estilo y la prosa del autor de La verdad sobre el caso Savolta y El Misterio de la Cripta Embrujada antes de conocer sus declaraciones sobre Kafka.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Frontera americana





Sí, son las dos canciones
Mil veces las habréis escuchado. Creo que vienen de algún disco de canciones populares norteamericanas de mi padre, junto con otros recuerdos primitivos de la Petrouchka de Stravinsky y de aquellas otras canciones italianas de Carosone que ya os puse en su momento.
Tampoco pretendo dar a entender que esas dos canciones fundaran mi interés americano. No. Sólo que ahí están, inolvidables, en su prehistoria.