domingo, 25 de septiembre de 2011

Alejandra Pizarnik


Flora Alejandra Pizarnik nació el el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires, Argentina. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y pintura con Juan Battle Planas. Vivió en París desde 1960 hasta 1964, en donde trabajó para la revista Cuadernos y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesaire, e Yves Bonnefoy, y estudió Historia de la Religión y Literatura Francesa en la Sorbona. De regreso a Buenos Aires, publicó tres de sus principales libros: Los trabajos y las noches, Extracción de la piedra de locura y El infierno musical, así como su trabajo en prosa La condesa sangrienta. El 25 de septiembre de 1972, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica psiquiátrica donde estaba internada, murió de una sobredosis intencional de psicofármacos.



Fronteras inútiles

un lugar
no digo un espacio
hablo de
qué

hablo de lo que no es
hablo de lo que conozco


no el tiempo
sólo todos los instantes
no el amor
no

no

un lugar de ausencia
un hilo de miserable unión.

*
La mesa verde

El sol como un gran animal demasiado amarillo. Es una suerte que nadie me ayude. Nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda.
 
Pero a mi noche no la mata ningún sol.

¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra?

Me pruebo en el lenguaje en que compruebo el peso de mis muertos.

El mar esconde sus muertos. Porque lo de abajo tiene que quedar abajo.

*
La única herida

¿Qué bestia caída de pasmo
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?

He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra.

*

Mendiga voz

Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta,
el color del tiempo en un muro abandonado.

En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.

*

Solamente

ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida

*

Tiempo

                                              A Olga Orozco

Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.

Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.


*
CONTINUIDAD
   
 No nombrar las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa. Pero quién habla en la habitación llena de ojos. Quién dentellea con una boca de papel. Nombres que vienen, sombras con máscaras. Cúrame del vacío --dije. (La luz se amaba en mi oscuridad. Supe que ya no había cuando me encontré diciendo: soy yo.) Cúrame --dije.

La extracción de la piedra de la locura, 1968.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Ritualidad electrónica

(...esta mañana; me despierto temprano. Desayuno; hago tiempo para acudir al Mercadona mientras miro distraído la tele; sale uno de esos canales teletienda)

Es una bolita ovoide con lucecillas azules como las de mi controlador de la persiana o un mando de la tele. También se parece a un pequeño Huevo de Pascua. Se ve, en el anuncio de la tele, el parpadear azul de los leds. Rayitos dorados que parten de su centro lo decoran y hablan metafóricamente de su función. Una voz en off se deja oír y anuncia que otra voz salida de la bolita se dejará oír para la paz y edificación del orante. Se ve, a modo de ejemplo, a unos cuantos orantes que sostienen el aparato y hacen parpadear los leds azules. Es un modelo de rosario electrónico con la voz incorporada de la Autoridad Suprema.


martes, 20 de septiembre de 2011

Sin garantía

Ah, la perfección. Ah, el acierto seguro y confiable. Qué belleza congruente la de la certeza conseguida. Ese acorde puntual y riguroso. Llegar a esa satisfacción de ver cómo una fijeza confirma principios deletreadamente cumplimentados y nos vuelve merecedores de pública aquiescencia. Satisfecho todo.

A veces, sin embargo, es el «error», la absoluta ausencia de garantías, lo que se presenta con una inevitabilidad tan fulgurante que nunca podríamos ni queriendo abandonarla. ¿Será el demonio de la sinrazón el que nos visita con toda su parafernalia de tentaciones egoístas, esteticistas o fatalmente equívocas y quiméricas?
¿Egoístas? Lo dudo. Casi siempre esa otra realidad errada (y así tan repudiable y prescindible) suele tomar forma humana, la que deriva de la presencia de los otros, los otros seres, vivos y vibrantes, que la revelan, que la llevan consigo, que la arrastran como un viento suyo, que son ella sin serlo, que se la adueñan. No hacemos más que estar al lado y reconocerlo y aceptarlo porque reconocemos algo nuestro ahí, algo que nos visita, que nos conoce y en lo que nos reconocemos. ¿Esteticismo? Parece que tampoco. Sencilla realidad de lo que está siendo. Verdad de lo diario y cotidiano, tan excepcional y simple como ese momento de presencia y testimonio.

Nada cierto. Nada perfecto. Ni congruente. Ni razonable. Ni autosuficiente. Ni serio. Ni bueno. Ni bello porque serio, congruente y así bueno. Nada que prescinda ni necesite de cosa alguna ajena a ello mismo. Nada que prescinda de algo como tú porque te admite sin necesidad ninguna. Nada que no sea la presencia de lo que está siendo ahora contigo y vive en ti si es que tú lo estás viviendo.