jueves, 12 de marzo de 2015

Lobañas

Las Lobañas. Ciento y Muertos.


Internet no identifica ninguna localidad como Las Lobañas. Tampoco hay reseñado ningún título Ciento y Muertos. Parece que se trataba de una novela inédita de Pérez Galdós, quizá una primera versión de El Terror de 1824 o más probablemente una prolongación de ésta y previa a Un voluntario realista.

Debería transcurrir en una región poco transitada de Extremadura, conocida como Las Lobañas. El pueblo existe porque lo visité y, aunque venido a menos, todavía contaba con algunos vecinos: una señora bastante grande salió a un balcón que le quedaba pequeño a saludarme y a inquirir sobre mi presencia mientras deambulaba por sus calles. El pueblo parecía orgulloso de haber protagonizado un episodio galdosiano un tanto sangriento y hasta disponía de una versión de sí mismo en miniatura: en un prado aledaño, y a modo de belén navideño, habían construido una aldea diminuta de unas veinte casas dispuestas en círculo irregular, pero cuidadas en la exactitud realista de la reproducción. Visité también la aldea en miniatura y comprobé su deterioro, fruto de la desatención y el abandono desidioso. La novela galdosiana estuvo en mi poder, en un ejemplar mal impreso y con medio volumen sin imprimir (así se podían tomar apuntes, pensé), algo borroso y feo de tipografía (parecía mezclar diferentes tipos, como si les hubieran faltado en la linotipia) y carecía de cubierta. Me paseé por el pueblo con el tomo en las manos para identificar los lugares de la acción.


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Juan de Zabaleta en El día de fiesta por la mañana[1654], en el capítulo sobre «El Pretendiente», observa: «La Gentilidad, entre otras maneras de sacrificios, tenía una, que era la más copiosa: esta era llevar animales de ciento en ciento, todos de una especie, que matassen al pie del Ara». La cita se usa para ilustrar la voz «ciento» en el Diccionario de Autoridades, tomo 2º, 1729, pág. 346.


El pueblo en miniatura
(Erigido en homenaje a los mártires del absolutismo, hacia 1834, y sufragado por suscripción popular entre los lugareños, su autor fue un belenista napolitano: Fabrini, de paso por la región).


Las casas del pueblo diminuto son blancas, pero sus ventanas resultan oscurecidas o como quemados sus marcos hasta la pared que las rodea que, de blanca de cal, pasa a gris o negruzca. Todo ello se ha realizado con suma destreza en el arte belenista a fin de que el efecto de pueblo quemado no desdiga de un cierto tono general bucólico.
Se disponen sobre la ladera de un montecillo o, mejor, una pequeña serranía, pues que se prolonga en altura en toda la extensión del caserío hasta cerrar el círculo o, quizá mejor, óvalo si queremos ser fieles al recuerdo del monumento. El centro o plaza del pueblo lo ocupa un terreno vacío de tierra húmeda.
Hay algunas casas de un tamaño respetable (dentro de su pequeñez) y otras más menudas, pero todas ellas tienen en común ese rasgo desastrado y ruinoso, como el de algún tipo de ruina que no obedeciera a los naturales efectos del mordisco del tiempo (demoledor en el país) sino a cierta violencia demencial e incendiaria. 


Declaraciones de D. José Manuel del Regato, al exministro Calomarde en Tolosa de Francia (de un Memorial más extenso, adjunto de una carta fechada el 3 de mayo de 1840 en Jaro, Hoylo, isla de Panay, Filipinas).

«Como habrá sabido vuecencia por las noticias de Carnerero, mi conocimiento de los hechos de Extremadura es baldón que me acongoja hasta en este rincón tan alejado de la Patria donde sufro las penalidades imaginables con que me castiga este gobierno. Todo sea por Dios y el Rey. (Se me ha concedido al fin una pensión pequeña que al menos suaviza mis estrecheces -Dios sea loado).
Fui yo el que puse en movimiento la máquina secreta de su interés tras recibir, por mediación de Carnerero, el billete de Su Majestad y del que le di noticia así como de su ejecución: recordará lo que ya le dije en la cena de embajadores en aquel breve momento de comunicación que tuvimos: «Lo de Extremadura ya está hecho a satisfacción».
Avisé a los agentes del Conde de España por entonces en Madrid y supe después que el Conde se lo había tomado a pechos y era cumplidor como vuecencia ya sabe. Con ayuda de Carnerero hicimos llegar órdenes confidenciales a Jerez para que se encargara a una compañía de escopeteros (guardias) a que acudieran a un lugar cercano, donde esperarían la llegada de los miembros de la partida de El Moreno, un gitano catalán muy de la confianza del Conde. Los gitanos no fueron notados por estar muy bien disimulados bajo un traje talar que en Solsona les había provisto dél un chantre que recibía órdenes del Obispo, ya informado de la necesidad por -según dicen, esto yo no lo sé cierto- una sociedad de netos o quizá una cofradía a la que le dicen «el Ángel Exterminador».
Todo lo que resta ya vuecencia lo sabe. Se hizo escarmiento, por la Gloria de Dios y el Rey.» 


Lo de Riego

«El pueblo contaba con varios notorios masones que a su vez eran propietarios benévolos de sus tierras y miembros destacados de la benemérita Real Sociedad Extremeña de Amigos del País. Las tropas de Riego, no tan bien recibidas en los pueblos de Andalucía como habían supuesto tras el pronunciamiento, fueron, sin embargo, acogidas con entusiasmo en Lobañas, alojadas en las casas labriegas y mantenidas todo el tiempo que necesitaron «a pan y manteles». Esta fue la causa directa de la matanza vengativa ordenada por el Rey Fernando.»

[Traducción de un comentario en hoja volandera entre las páginas de unas memorias de don Blas Ostolaza, a propósito de una frase en las mismas: «…y Dios con mano certera los castigó» junto a un resumen de los sucesos de Lobañas. Papeles españoles de Joshua Huntington en La Biblioteca del Congreso de Washington. Se transcribe el texto original de la nota manuscrita].  


The village had a number of well-known masons who happened to be both benevolent estate owners and outstanding members of the distinguished «Real Sociedad Extremeña de Amigos del País» (Extremaduran Royal Society of Friends of the Country). Riego's troops, not so welcomed in Andalusian villages as they expected after the uprising, were enthusiastically accepted in Lobañas, housed and pampered in farmhouses all the time they needed, or «a pan y manteles» as they say. This was the direct cause of the vindictive carnage ordered by King Ferdinand.