miércoles, 26 de marzo de 2008

Veneno (y otras farmacias)


Cuando se dispone a emitir una maldad, la anuncia. Suele decir antes "qué raro" y después de ese toque de atención llega la flecha envenenada. Parece que se tratara, en ocasiones, de una forma intelectual del clasismo, una rabia blanda y desganada de gran señor venido a menos (que hubiese recorrido todos los negociados -españoles- en solicitud de alguna difícil probanza de hidalguía o de nobleza -algún vizcondado gallego en la raya de Portugal- y, pese a la insistencia, se la hubieran denegado sistemáticamente como al héroe del Proceso o al del Castillo). Y entonces cualquiera diría que le rechinaran los dientes mientras mastica algún autor, alguna piltrafa de respetable compañero escritor escasamente dotado ante sus ojos. Cómo recuerda a su tan admirado Quevedo, pero sin su pasión y con toda su bilis bien aprendida. No se limita a negar sin más. Se divierte y casi siempre tiñe el menosprecio de una imperceptible capa de repugnancia hacia lo inapropiado, lo molesto de la existencia de semejante detalle, lo grosero del figurón representado por el tal en cierta buena sociedad imaginable para gentes muy educadas. Una torpeza vulgar y bastante sucia ("¡qué bruto!"). ¿Compensó estos excesos con su irónica inclinación hacia la canalla porteña como una aristocrática manía o leve perversión discreta? No lo sé.
Tampoco consigo que la admiración hacia su ingenio satírico (impagable la serie de estampas de doña Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich, que, si no la supiéramos real, la pensaríamos ideación monstruosa de su tan odiado Rabelais o del híbrido Bustos Domecq) contrarreste el hartazgo acumulativo (en 1600 páginas) de tanta mala baba.

Y, sin embargo, sigue siendo Borges.

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Adolfo Bioy Casares, Borges, Edición al cuidado de Daniel Martino, Barcelona, Destino, 2006 [1663 págs.].

Destaco las reseñas:
http://www.lanacion.com.ar/Archivo/nota.asp?nota_id=842807
Por Edgardo Cozarinsky
Que juzga la maledicencia borgiana como atractiva forma de espontaneidad saludablemente ajena a lo "políticamente correcto".
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http://tls.timesonline.co.uk/article/0,,25336-2646781,00.html
Reseña de David Gallaher, a quien pertenece la frase:

"Fortunately, Borges’s great works rise way above the tetchiness of their author. But no great insights into them will be found in Adolfo Bioy Casares’s Borges."
Tetchiness o Lo Picajoso. Buena gente, el señor Gallaher. Moderado en los términos.
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A Juan Villoro, que resume bien el libro en
http://www.letraslibres.com/index.php?art=12207

"“Borges come en casa”, la frase resume los encuentros entre el autor de Ficciones y su testigo impar, quince años menor que él.
Tres o cuatro noches por semana cenan juntos, a veces en compañía de Peyrou, casi siempre solos o ante la sombra marginal de Silvina Ocampo, mujer de Bioy. Borges se interesa mucho más en todo que su amigo; habla pestes de los comunistas, los peronistas, los españoles (llega a concebir el chiste de que encontró a un “español antropomorfo”), arremete contra las vanguardias y toda forma de la novedad (del arte abstracto a la música de Piazzola), y distingue las rigurosas y austeras minucias en que descansa la literatura: la acentuación, la lógica del argumento, la indeleble fuerza del adjetivo. Después de cenar, Borges y Bioy trabajan. Una amistad fundada en el oficio. Borges está perdiendo la vista y necesita una mirada externa; Bioy es un tímido consumado y sólo en ese trato puede demorar el diálogo.
Con frecuencia, el anfitrión sucumbe al cansancio y dormita ante el interlocutor que pasa de un tema a otro para alargar la reunión. Finalmente, Bioy lleva a Borges a su casa y conduce como un sonámbulo. De regreso, se desploma en su cama con la ilusión de que el encuentro se repita. La rutina, estimulante y agotadora, organiza dos vidas del todo distintas."
(...),
parece gustarle la salsa picante:
"Un signo saludable del diario es que dificulta la beatificación borgesiana: dos irresponsables hablan mal de todo mundo con espléndido sentido del humor".
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Fogel en su blog
http://www.elboomeran.com/blog-post/5/2102/jean-francois-fogel/borges-bioy-boswell/
considera que:
"Los dos argentinos tienen una maldad insuperable cuando se trata de hablar de otros escritores, con clara ventaja para Borges en el arte del desprecio."