miércoles, 23 de mayo de 2007

David Shapiro

Newark, New Jersey, 1947. Como el anterior pertenece al grupo neoyorquino en su segunda generación. Publicó su primer libro (January, 1965) a los 18 años. Kenneth Koch, Frank O'Hara y Ashbery son sus mentores iniciales (es autor del primer estudio monográfico sobre Ashbery). Profesor de historia del arte en la William Paterson University y crítico de pintura (es autor de estudios sobre Jasper Johns y el expresionismo abstracto).

Escojo un poema de su antología New & Selected Poems(1965-2006), The Overlook Press, NY, 2007, p. 40-41


Para la Princesa Hello

Puentes que, un tanto por motivo de ausencia,
como los circos, han cambiado de lugar,
y la madera pudre en razón de la circunstancia
y, así lo creo, por motivo de su compromiso
con la luz, y algo semejante a la luz,
cuyo voltaje acabará por agostarse,
estos puentes que llegan como todos los puentes
para cambiar y ser repintados.

La piedra llora cuando mide un vacío,
la madera piensa en el siglo pasado.
Ambas se odian por costumbre
y no alcanzan a contener su montañosa
dualidad, como pavo con dos plumas
arrastradas por el viento, cuando se vuelven
plumas de nada sin esfuerzo:
tal el cambio definido por un pavo.

Los puentes viejos se debilitan con caricias,
descubren la constante en un círculo
que rodea cuarenta y siete figuras planas
inventadas en puertos extranjeros;
¡el mentiroso y su mentira
se apoderan de la ciudad mezcla de razas!
Y estos puentes llegan como todos los puentes
para cambiar y ser repintados.

Es dulce seguir el rastro de un puente
y enfadarse sin saber por qué
cuál de los arquitectos tendrá éxito
en abovedado, distinción y enlucido.
¡Cuántas sesiones de nueve comités
ocupadas en los puentes de la ciudad!
Que cada uno ha sido repintado.

Los de piedra al igual que los de madera prometen
elevados sobre nosotros, separar
al estudiante empedernido de los suspiros
de la joven, con la boca abierta:
cada uno conserva la ventaja
de fuerzas que esquivan cuanto se te ocurra decir
en cada uno de tus falsos lenguajes:
a su tiempo será repintado.


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Debo agradecer a Jonathan Mayhew (poeta, hispanista, experto en jazz y buen conocedor de poesía española y norteamericana) que me llamara la atención desde su blog "Bemsha Swing" sobre estos tres poetas neoyorquinos (de Joseph Ceravolo sólo tengo lo que he ido picando en Internet: ya os pondré algo en cuanto me llegue la selección que he encargado).
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For the Princess Hello

Bridges that, a little because of absence,
Have like circuses changed their sites,
And the wood rots due to circumstance,
And, I believe, because of their engagement
To light, and something like light,
Whose voltage will run dry,
These bridges come like all bridges
To change and be re-painted.

Stone cries when it spans a void,
Wood thinks about the last century
Both hate each other by custom
And can't contain their mountainous
Duality, like a turkey with two feathers
Pushed by the wind, turning
Into feathers of nothing without sweat:
A turkey's definition of change.

The old bridges faint under caresses,
Discovering the constant in a circle
Around forty-seven plane figures
Which they invented in foreign ports;
The liar and his lie
Win over a racially mixed city!
And these bridges come like all bridges
To change and be re-painted.

It's sweet to follow the trace of a bridge
And get angry without knowing why
Which one of the architects will succeed
In vaulting, character, and facing.
All the days of nine committees
Have been concerned with city bridges!
Now you will see the proof
That each has been re-painted.

Both stone and wooden bridges promise
Elevated above us, to separate
The hardened student from the breaths
Of a young girl, mouth open:
Each conserves the advantage
Of forces despite everything you say
In each of your false languages:
In its turn will be re-painted.

domingo, 20 de mayo de 2007

Ron Padgett

En esta sección de bienvenidas a libros que llegan de lejos, nos toca esta noche saludar a Ron Padgett (Tulsa, Oklahoma, 1942), miembro de la 2ª generación de la Escuela de Nueva York (Kenneth Koch y Ted Berrigan le son especialmente cercanos).

Traduzco uno de los primeros poemas que me llama la atención al abrir la breve antología a que me refiero (New and Selected poems, David Godine, Boston, 1995; y cuya portada -sobre un gouache de Joe Brainard- reproduzco).


Hablando con Vladimir Mayakovsky

Vale, lo admito:
Fue sólo un sueño que tuve la noche pasada.
Pateaba un sendero embarrado,
uno más en la fila de los sin techo,
en los oscuros andurriales de Nueva York,
el crepúsculo sucio y derrengado,
el futuro sin esperanza
mientras seguíamos andando
con andrajos gastados de proletario.
A mi izquierda iba Mayakovsky, con la cabeza rapada,
y junto a él su amigo
con la barba gris y gorra oscura.
"Admitirás" -estaba diciendo
Mayakovsky-, "que éste es un bonito modo
de escribir un poema".
"Sí" -dije-, "el momentum
aguanta mientras caminemos,
el paisaje desolado se cuela en cada palabra,
y eres libre de decir lo que te parezca".
"Eso es porque estamos dentro del poema"
-dijo-, "no fuera". Charcas
de agua aceitosa brillaban pálidas bajo las nubes rasas.
"Por eso mis poemas eran tan grandes:
cabe más dentro".
La dura línea de su mandíbula se dobló
y los hombres se dispersaron. Seguí
a su amigo por detrás de un muro
para escuchar la marcha del poema
en la conferencia que el amigo daba sobre historia,
pero no, el verdadero poema había terminado.
Me volví al sitio
donde el poema había terminado.
Vladimir había dejado el poema.

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Talking to Vladimir Mayakovsky

All right, I admit it:
It was just a dream I had last night.
I was trudging along a muddy path
in a column of downcast men
on the blackened outskirts of New York,
the twilight dingy and ruined,
the future without hope
as we marched along
in our soiled, proletariat rags.
To my left was Mayakovsky, head shaved,
and next to him his friend
with gray beard and dark cap.
You've got to admit," Mayakovsky
was saying, "that this is a pretty good
way to write a poem."
"Yes," I said, "the momentum
is sustained by our walking forward,
the desolate landscape seeps into every word,
and you're free to say anything you want."
"That's because we're inside the poem,"
he said, "not outside." Puddles
of oily water gleamed dully beneath the low clouds.
"That's why my poems were so big:
there's more room inside."
The hard line of his jaw flexed and
the men dispersed. I followed
his friend behind a wall
to hear the poem go on
in the lecture the friend was giving on history,
but no, the real poem had finished.
I went back to the spot
where the poem had finished.
Vladimir had left the poem.

(New and Selected poems, p. 4)

domingo, 6 de mayo de 2007

Tiempo de cuneta

Yo, en cambio, no conduzco. Él sí lo hace, y debe de hacerlo muy bien, pues parece que le gusta. Y a ella. Siento envidia de la gente que conduce y disfruta de ese arte. Que vive los viajes, que siente la emoción física del paisaje móvil, del deslizamiento de árboles, tierras, trigos por la línea de fuga de la ventana.
A veces mira los restos de una estación abandonada. Esa es, para mí, una emoción de trenes, de viajes en tren y paradas lentas en apeaderos abandonados, derruidos, desolados (pasé no hace mucho por aquel de Soria -¿el de Cabrejas?- donde filmaron la escena del regreso a Varikino del Dr. Zhivago). La ruina reciente, tan habitual en la novela española del franquismo tardío (tiempos congelados). ¿Por qué ese angustioso anhelo de atarse al anzuelo del tiempo? ¿Por qué esa gana de fijarlo, de fotografiarlo, de patentizar su condición inestable y pasajera, de "patetizarla" así, por implicación?

Un pájaro suspendido, casi quieto, sobre algún árbol escuálido en cualquier carretera perdida.

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Don Pedro Romero es el autor de esa fotografía del apeadero de Cabrejas. Fue realizada el año 2003 como se indica en la web soriana de donde, agradecido, la tomo.

El lector alerta ya habrá detectado la contradicción: digo sentir la emoción del apeadero abandonado desde el tren y enseño una foto del de Cabrejas y le hago objeto reciente de la tal experiencia. "¡Mentira!" se dirá el lector avisado, y con razón, pues la línea Burgos-Calatayud, con parada en Cabrejas y San Leonardo, entre otras localidades, hace ya mucho tiempo que dejó de dar servicio (antes incluso de que se ofreciera como marco incomparable para la mencionada escena de la cinta de David Lean). Luego, si la contemplé hace poco sería desde un automóvil, en figura de paquete, y mientras se me trasladaba a la aldea cercana de Herreros, en una de cuyas casas rurales pasé la nochebuena última.