En esta sección de bienvenidas a libros que llegan de lejos, nos toca esta noche saludar a Ron Padgett (Tulsa, Oklahoma, 1942), miembro de la 2ª generación de la Escuela de Nueva York (Kenneth Koch y Ted Berrigan le son especialmente cercanos).
Traduzco uno de los primeros poemas que me llama la atención al abrir la breve antología a que me refiero (New and Selected poems, David Godine, Boston, 1995; y cuya portada -sobre un gouache de Joe Brainard- reproduzco).
Traduzco uno de los primeros poemas que me llama la atención al abrir la breve antología a que me refiero (New and Selected poems, David Godine, Boston, 1995; y cuya portada -sobre un gouache de Joe Brainard- reproduzco).
Hablando con Vladimir Mayakovsky
Vale, lo admito:
Fue sólo un sueño que tuve la noche pasada.
Pateaba un sendero embarrado,
uno más en la fila de los sin techo,
en los oscuros andurriales de Nueva York,
el crepúsculo sucio y derrengado,
el futuro sin esperanza
mientras seguíamos andando
con andrajos gastados de proletario.
A mi izquierda iba Mayakovsky, con la cabeza rapada,
y junto a él su amigo
con la barba gris y gorra oscura.
"Admitirás" -estaba diciendo
Mayakovsky-, "que éste es un bonito modo
de escribir un poema".
"Sí" -dije-, "el momentum
aguanta mientras caminemos,
el paisaje desolado se cuela en cada palabra,
y eres libre de decir lo que te parezca".
"Eso es porque estamos dentro del poema"
-dijo-, "no fuera". Charcas
de agua aceitosa brillaban pálidas bajo las nubes rasas.
"Por eso mis poemas eran tan grandes:
cabe más dentro".
La dura línea de su mandíbula se dobló
y los hombres se dispersaron. Seguí
a su amigo por detrás de un muro
para escuchar la marcha del poema
en la conferencia que el amigo daba sobre historia,
pero no, el verdadero poema había terminado.
Me volví al sitio
donde el poema había terminado.
Vladimir había dejado el poema.
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Talking to Vladimir Mayakovsky
All right, I admit it:
It was just a dream I had last night.
I was trudging along a muddy path
in a column of downcast men
on the blackened outskirts of New York,
the twilight dingy and ruined,
the future without hope
as we marched along
in our soiled, proletariat rags.
To my left was Mayakovsky, head shaved,
and next to him his friend
with gray beard and dark cap.
You've got to admit," Mayakovsky
was saying, "that this is a pretty good
way to write a poem."
"Yes," I said, "the momentum
is sustained by our walking forward,
the desolate landscape seeps into every word,
and you're free to say anything you want."
"That's because we're inside the poem,"
he said, "not outside." Puddles
of oily water gleamed dully beneath the low clouds.
"That's why my poems were so big:
there's more room inside."
The hard line of his jaw flexed and
the men dispersed. I followed
his friend behind a wall
to hear the poem go on
in the lecture the friend was giving on history,
but no, the real poem had finished.
I went back to the spot
where the poem had finished.
Vladimir had left the poem.
(New and Selected poems, p. 4)
Verdaderamente original el poema, especie de matrioskha, un todo contenido y continente, dura realidad, alumbrada por la fantástica luz de la evocación poética.
ResponderEliminarDe alguna manera, también el lector, como el autor, desdoblado, se siente, nos sentimos, a nuestra vez, "dentro" y "fuera" del poema.
Un saludo cordial