Para acabar con la serie de las «albas», una clásica que sirva de contraste a aquellas otras modernas que os puse en las entradas de Juan Ramón, Eigner y Sobin.
En el lugar menos pensado y mientras, para preparar una charla, indagaba el origen del título de un poema de Blas de Otero («No espantéis al ruiseñor») en uno de sus libros más cargados hacia lo social y misionero: En Castellano (1959), pues me encuentro esta mañana con una bellísima alba de Lope de Vega que os traslado:
Si os partiéredes al alba,
En el lugar menos pensado y mientras, para preparar una charla, indagaba el origen del título de un poema de Blas de Otero («No espantéis al ruiseñor») en uno de sus libros más cargados hacia lo social y misionero: En Castellano (1959), pues me encuentro esta mañana con una bellísima alba de Lope de Vega que os traslado:
Si os partiéredes al alba,
quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.
Si os levantáis de mañana
de los brazos que os desean,
porque en los brazos no os vean
de alguna envidia liviana,
pisad con planta de lana,
quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.
Anota Antonio Carreño en Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, Crítica, Barcelona, 1998, p. 813, que es de donde la tomo:
«De la comedia El ruiseñor de Sevilla. Parte XVII (Madrid, 1621), aunque escrita entre 1604 y 1609. Esta canción de alba (albada) describe bellamente la separación de los amantes al amanecer. El motivo del alba que con su llegada aparta a los amantes es recurrente, y está presente en un gran número de obras de teatro».
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(Y más moderno, también)
Ese tipo de situaciones me evoca siempre un perentorio recurso al sacrificado servicio público de taxis (a esas horas no te creas que eran tan fáciles de pillar...).
no espantéis al ruiseñor.
Si os levantáis de mañana
de los brazos que os desean,
porque en los brazos no os vean
de alguna envidia liviana,
pisad con planta de lana,
quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.
Anota Antonio Carreño en Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, Crítica, Barcelona, 1998, p. 813, que es de donde la tomo:
«De la comedia El ruiseñor de Sevilla. Parte XVII (Madrid, 1621), aunque escrita entre 1604 y 1609. Esta canción de alba (albada) describe bellamente la separación de los amantes al amanecer. El motivo del alba que con su llegada aparta a los amantes es recurrente, y está presente en un gran número de obras de teatro».
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(Y más moderno, también)
Ese tipo de situaciones me evoca siempre un perentorio recurso al sacrificado servicio público de taxis (a esas horas no te creas que eran tan fáciles de pillar...).
Claro que también es un «alba», aunque algo distinta, esta:
Indemne
Una vez más, amanece.
Pasó la guerra, pasó la enfermedad, el hambre, pasó la mano
por el muslo de Antonia y lo encontró semejante al alba,
jugoso como el alba,
abierto como el alba,
suave como el alba.
Una vez más, amanece.
Cayeron ciudades, cayeron B-12, zares, ciclistas
y la rueda quedó girando como la luna,
plateada como la luna,
redonda como la luna,
hollada como la luna.
Una vez más, amanece.
Sucedieron naufragios, sucedieron problemas, muertes, sucedieron los nietos,
y la humanidad siguió impasible refugiada bajo el alba,
invulnerable como el alba,
pálida como el alba,
indemne como el alba.
Una vez más, amanece.
Blas de Otero, Hojas de Madrid con La galerna, 2010, pág. 67.
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Re: la charla.
No sé muy bien lo que dije. «Contaste chismes». Pues, igual; me salieron solos: «no quieres decir esto: pues ya lo estás diciendo». Llevé una gigantesca carpeta de apuntes que casi ni acerté a consultar. Leí poemas (dicen que bien), comenté poemas. Proyecté alguna foto (la de la playa con la familia de don Armando y Mademoiselle; la de la verja del Espolón de soldado en el 38 con Bilbao Arístegui). Enarbolé originales y ni los enseñé, los agité solo como abanicos. Fui calurosa y vergonzosamente aplaudido. No tuve tiempo de nada.