En cierta ocasión hablé de los cines y la relación que, en los primeros años sesenta, mantuvo el responsable de estas entradas con el séptimo arte en su versión tolerada y bilbaína (me entero de que hubo hasta 35 salas en la villa por aquel entonces o un poco después, algunas dotadas de pantallas más que modestas: acuérdense los habituales del ramo de algunas notables pantallas como las de los cines Olimpia, Astoria y Capitol o Buenos Aires, por ejemplo). Pero por una casualidad del tipo de las que propicia benemérita esta red pude saber en un foro el otro día que alguien había compartido conmigo cierto gusto por un cine concreto y que, como consecuencia, coincidíamos y así se lo dije.
No era un cine ostentoso; al contrario: era de los más pequeños que recuerdo haber frecuentado entonces. Se me hacía especialmente atractiva su baratura en relación con el programa doble que ofrecía en sesión continua, y además de la propina de un par al menos de episodios de unos 15 minutos cada uno de la serie televisiva de producción británica Ivanhoe con Roger Moore en el papel protagonista y otro actor con aspecto de bruto en el de su escudero de confianza. El vestuario y elementos de atrezzo del film parecían haber sido extraídos directamente de alguno de los cómics de temática medieval más frecuentados, como los del Príncipe valiente o el Guerrero del Antifaz, etc., y ese detalle importante realzaba el efecto de un aperitivo siempre bienvenido y exclusivo de aquel cine antes de su película principal. Ningún otro cine, ni tan siquiera los escolares, ofrecían algo así. No me solía quedar a las dos películas; escogía de las dos una, la que me interesaba, pero lo que nunca me perdía era la serie aquella de Ivanhoe que abría el programa, así que veía los episodios de Roger Moore y su escudero, me iba temporalmente del cine a dar una vuelta o, si quedaba algún dinero, a gastarlo en la pastelería aledaña al cine y volvía a entrar cuando el acomodador me informaba que ya había acabado la primera película o lo comprobaba yo mismo arreglándomelas para atisbar a través de aquel ojo de buey de la puerta giratoria de entrada a la sala. A veces entraba y salía del cine un par de veces o tres cada tarde y sin problemas y con perfecta indiferencia de la cobradora y los acomodadores (me supongo que se fijarían en mí o les enseñaba la entrada o ambas cosas).
¡Qué arte el de Roger Moore o Ivanhoe (aquel aire que se daba haciendo tremolar las plumas de su yelmo) para enfrentar tan alegre, tan ufano siempre, los peligros o combatir a los villanos o desbaratar a los felones que habían secuestrado a la chica! El escudero bruto del puñalito tenía un aspecto de boxeador bregado pero cumplía con su papel decentemente y se reía mucho al final de todos los episodios. Siempre terminaba por entablarse una pelea decisiva entre los caballeros y los escuderos de ambos bandos (los buenos y los villanos secuestradores), pelea en la que los combatientes aceleraban el ardor de sus espadas y se metían una buena tunda de mandobles a una velocidad que duplicaba la normal del resto del episodio.
NB
Esta mañana localizo un vídeo de la sintonía de la serie. Se lo comunico alborozado a mi compañero y paisano Ignacio (natural de Sanse pero recriado en la villa). Coincidimos en el aprecio de la voz infantil anunciadora de la presencia del héroe y su gran poder evocador.
Qué curiosos estos creadores de sintonías de series, que lo mismo les daba que la serie fuese medieval, que de vaqueros, que de cortadores de troncos canadienses.
ResponderEliminarSí. Pero como se conoce que había quedado grabado el rastro de la sintonía en algún recóndito lugar de la memoria, en cuanto la puse en la sala, junto con mi compañero Ignacio, paisano y profe de física, va y me dice:«Javier, has puesto cara de que te hubiese dado alguna electrocución...», y le digo:«Pues sí, algo así me ha debido de dar...»
ResponderEliminarhttp://www.publico.es/culturas/361231/y-alex-de-la-iglesia-cogio-su-fusil
ResponderEliminarNi un comentario malo de la gente...
Ya quiesierna los políticos profesionales llegar a este grado de consenso y unanimidad
Un abrazo a todos
A eso se le llamaba el Broadway cinematográfico vizcaíno.
ResponderEliminarUna servidora era usuaria de todos ellos. En el Trueba, por cierto, se estrenaban las pelis de ninios en las matinales del domingo.
Qué tiempos.
Oye, que pinta que tiene el Santo, cosa más aceitosa.
Muy bien A. ayer. Menudo aguante con la bruja. aj todo, aj y aj.
Beso
Sí, queridas Spanique y Miranda. El discurso me lo leyó por teléfono el domingo por la mañana. Nos entretuvimos discutiendo los valores semánticos de la palabra «crisis» en griego hasta llegar a ese «punto de no retorno» que yo le sugería a partir del sentido médico, en vez del de «cambio» que había escogido él como la solución más didáctica. Por lo demás, tan solo pude decirle lo que me parecía, y que ya es evidente ahora para todos, es decir, que el discurso era perfecto, impecable, y que no veía la manera de retocárselo ni en una coma... Por otra parte, también sabemos ahora, ¿verdad?, que por mucho apoyo que tenga y que siga teniendo entre la gente y en la red, y a pesar de ese mismo apoyo, los «malditos», los solapados de siempre (y que muy probablemente no tengan mucho que ver directamente con ninguno de los aparentes protagonistas) se la guardarán, se agazaparán, como suelen, y se la guardarán, siempre a la espera de la ocasión propicia para morder...pero con eso, me supongo,estoy seguro porque lo discutimos en varias ocasiones,ya contaba él desde un principio, desde mucho antes incluso de presentar la candidatura a la Academia, como si este mismo «ballet» que, en su primera parte concluyó ayer, ya lo hubiera previsto hace mucho.
ResponderEliminarAl Trueba fuimos, Miranda, en una memorable expedición familiar, todos, la camada en pleno, al estreno de Mary Poppins, con mi padre, como antes lo habíamos hecho en ese mismo y delicioso Trueba para ver Una Noche en la Óperade los Marx. Las dos inolvidables. Grabadas en bronce.
Grandísimo beso a las dos.
Javi