"Colapso en la tiniebla". Stasis in darkness. Ecstasy. Éxtasis. Salirse de sí. O estar tan metida en sí que colapsa. Quietud. Estancamiento. Stagnation. Qué más quisiera ella que salir. Salir al día. Saludar a la concurrencia. Hacer interesante vida social. Participar. Dar y recibir. Aportar algo positivo a la comunidad. Criticar. Deslindar posturas. Usar la razón común para colocarse en algún sitio. Abandonar la tierra de nadie. La tiniebla. In darkness.
Cosa mala el solipsismo, ¿verdad, tú? Recluirse en el paisaje del cuadro, en el bosque, en lo oscuro. Abandonar la vía recta y meterse en el bosque para no salir. No ha hecho los deberes. No se ha enfrentado a sí misma. No ha puesto las cosas en claro. No ha sopesado los pros y los contras. No se ha pesado y ha tomado debida nota de los resultados. Sigue así, ahí, quieta, en el bosque de siempre. El viejo bosque. Hipnotizada.
No se da cuenta de que está en la civilización. Y que debe, debe incorporarse. Decir que sí, que la razón, que la apuesta, que la solución está a nuestro alcance. Que estamos para eso. Echa tu dado al tapete. Échate a la corriente, al ruedo, a la vida. Zambúllete. La vida es esto. Lo que pasa. Donde compran y venden. ¿Cuál es tu compra o cuál es tu venta? ¿A qué juegas? Di tu juego. Así funciona por aquí.
Sí, pero... En principio y para empezar a hablar, antes de aceptar la discusión...¡Cuánto le molestan las recetas! ¡Qué repugnancia profunda le produce la postura didáctica de los que se sienten llamados a presentar el decálogo, las tablas de la ley, lo que sí y lo que no, lo clásico y lo romántico, la razón y las tinieblas, Oriente y Occidente, la vida real y el solipsismo mórbido, la línea clara y el pez volador remando hasta la luna cárdena (algún Klee inventado).
Siempre bien dispuesto (por sinceramente convencido) a darles la razón, a decir que sí, que sí, amigos, que estáis en la verdad, que tenéis la verdadera verdad, la única, que está en vuestras manos, tenéis la ciencia y el recto sentido, la paz perpetua y universal, el esta-vez-seguro-que-sí mejor de los mundos posibles en la mano. Lo tenéis. Es vuestro. Lo ha sido siempre (desde los griegos). Y por eso mismo, porque estáis en lo que no se deja, en la tierra, con los pies bien clavados, con el mundo justo, racional y democrático a vuestro lado. Porque es así, porque es como no puede dejar de ser, por eso, no deis tanto con el mamporro, no os sintáis tan llamados, tan obligados (imperativo categórico) a conducir a los demás hacia la buena senda. No deis tantos consejos.
Dejad que los perdidos encuentren la salida de su bosque o se pierdan a fondo y bien dentro de él a su gusto. Dejad a los gustadores de la pérdida que se agoten en su propio laberinto. No ayudéis tanto, amigos enciclopedistas.
Es muy probable que tengamos enemigos comunes. Y quizá sea sobre todo a ellos a los que lanzáis vuestros virotes con mayor fuerza. Esos mismos que si tuvieran la oportunidad nos meterían a todos en el mismo saco (a los perdidos por deporte y a los profesionales de la claridad) y nos arrojarían juntos al río, al mismo pozo. Sí. Pero, mientras tanto, dejad que la propia oscuridad nos sumerja a algunos para siempre o nos sirva de torpe guía en el camino. No nos queráis meter en el partido de la verdad a empujones. Ni siquiera sería favorable a vuestra causa.
En aquellos salones, a luz de las mismas velas, harían demostración de sus habilidades Mr. Franklin y el signore Cagliostro, a la vez. Y no se llevarían del todo mal. Esa cortesía mental.
Cosa mala el solipsismo, ¿verdad, tú? Recluirse en el paisaje del cuadro, en el bosque, en lo oscuro. Abandonar la vía recta y meterse en el bosque para no salir. No ha hecho los deberes. No se ha enfrentado a sí misma. No ha puesto las cosas en claro. No ha sopesado los pros y los contras. No se ha pesado y ha tomado debida nota de los resultados. Sigue así, ahí, quieta, en el bosque de siempre. El viejo bosque. Hipnotizada.
No se da cuenta de que está en la civilización. Y que debe, debe incorporarse. Decir que sí, que la razón, que la apuesta, que la solución está a nuestro alcance. Que estamos para eso. Echa tu dado al tapete. Échate a la corriente, al ruedo, a la vida. Zambúllete. La vida es esto. Lo que pasa. Donde compran y venden. ¿Cuál es tu compra o cuál es tu venta? ¿A qué juegas? Di tu juego. Así funciona por aquí.
Sí, pero... En principio y para empezar a hablar, antes de aceptar la discusión...¡Cuánto le molestan las recetas! ¡Qué repugnancia profunda le produce la postura didáctica de los que se sienten llamados a presentar el decálogo, las tablas de la ley, lo que sí y lo que no, lo clásico y lo romántico, la razón y las tinieblas, Oriente y Occidente, la vida real y el solipsismo mórbido, la línea clara y el pez volador remando hasta la luna cárdena (algún Klee inventado).
Siempre bien dispuesto (por sinceramente convencido) a darles la razón, a decir que sí, que sí, amigos, que estáis en la verdad, que tenéis la verdadera verdad, la única, que está en vuestras manos, tenéis la ciencia y el recto sentido, la paz perpetua y universal, el esta-vez-seguro-que-sí mejor de los mundos posibles en la mano. Lo tenéis. Es vuestro. Lo ha sido siempre (desde los griegos). Y por eso mismo, porque estáis en lo que no se deja, en la tierra, con los pies bien clavados, con el mundo justo, racional y democrático a vuestro lado. Porque es así, porque es como no puede dejar de ser, por eso, no deis tanto con el mamporro, no os sintáis tan llamados, tan obligados (imperativo categórico) a conducir a los demás hacia la buena senda. No deis tantos consejos.
Dejad que los perdidos encuentren la salida de su bosque o se pierdan a fondo y bien dentro de él a su gusto. Dejad a los gustadores de la pérdida que se agoten en su propio laberinto. No ayudéis tanto, amigos enciclopedistas.
Es muy probable que tengamos enemigos comunes. Y quizá sea sobre todo a ellos a los que lanzáis vuestros virotes con mayor fuerza. Esos mismos que si tuvieran la oportunidad nos meterían a todos en el mismo saco (a los perdidos por deporte y a los profesionales de la claridad) y nos arrojarían juntos al río, al mismo pozo. Sí. Pero, mientras tanto, dejad que la propia oscuridad nos sumerja a algunos para siempre o nos sirva de torpe guía en el camino. No nos queráis meter en el partido de la verdad a empujones. Ni siquiera sería favorable a vuestra causa.
En aquellos salones, a luz de las mismas velas, harían demostración de sus habilidades Mr. Franklin y el signore Cagliostro, a la vez. Y no se llevarían del todo mal. Esa cortesía mental.