lunes, 31 de julio de 2006
"Der Blinde Junge" de Mina Loy, retocado
Der Blinde Junge
La hembra Bellona
parió
su lechigada ciega
Kriegsopfer
sobre los pavimentos de Viena.
Centelleante precipitado
el día espectral
involucra
al obstáculo invidente
este lento rostro ciego
empuja
su virginal nadería
contra la luz
Pura involuntariedad eremítica
del sensorio centrípeto
Sobre el carnoso reloj del ego
el vibrante índice tendonal no se mueve
pues el negro relámpago desacralizó
el altar retiniano
Vacuo y extinto
este planeta del alma
se empeña desde la garganta ansiosa
en un estático vuelo revirante
Una melocotonal jeta juvenil
saca la napia al sol
ahogada en pasmado instinto.
¡Escuchad!
Iluminati de la tierra colorida
cómo esta "cosa" insulsa
sopla condenación y noche concusiva
en la armónica.
(1922)
_________________
En busca de mayor literalidad llego a esto.
domingo, 30 de julio de 2006
Americana 4. Robert Duncan
A MENUDO SE ME HA PERMITIDO REGRESAR A UN PRADO
como si fuera un lugar inventado por la mente
que no es mío, pero es un lugar fabricado,
que es mío, tan cerca está del corazón,
hierba eterna plegada en todo pensamiento
así que hay una sala dentro
que es un lugar fabricado, creado por la luz
de donde sombras que son formas descienden.
De donde desciende cuanta arquitectura soy
digo, sí, que son reflejos del Primer Amado
y sus flores son llamas encendidas a la Dama.
Ella es La Reina Bajo La Colina
y son sus huestes agitación de palabras dentro de palabras
que es un campo plegado.
Es sólo sueño de la hierba que el viento mueve
hacia el este frente a la fuente del sol
una hora antes de que el sol se ponga
y su secreto lo vemos en un juego de niños,
el de correr al corro de las rosas contadas.
A menudo se me ha permitido regresar a un prado
como si fuera una propiedad natural de la mente
a la que ciertos límites sostienen frente al caos,
es este un lugar de primaria licencia,
permanente augurio de cuanto es.
Robert Duncan, The Opening of the Field (Grove Press, 1960), New Directions, Nueva York, 1973, p. 7.
___________________
OFTEN I AM PERMITTED TO RETURN TO A MEADOW
as if it were a scene made-up by the mind, /that is not mine, but is a made place,//that is mine, it is so near to the heart,/ an eternal pasture folded in all thought /so that there is a hall therein//that is a made place, created by light/ wherefrom the shadows that are forms fall.// Wherefrom fall all architectures I am/I say are likenesses of the First Beloved/whose flowers are flames lit to the Lady.// She it is Queen Under The Hill/whose hosts are a disturbance of words within words/ that is a field folded.//It is only a dream of the grass blowing/ east against the source of the sun/in an hour before the sun's going down/ whose secret we see in a children's game of ring a round of roses told.//Often I am permitted to return to a meadow/ as if it were a given property of the mind that certain bounds hold against chaos,//that is a place of first permission, everlasting omen of what is.
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Robert Duncan nacido en Oakland, California en 1919. Tras la muerte de su madre al nacer, fue dado en adopción. Estudios en Berkeley en 1936 que abandona en 1938.Vive la bohemia neoyorquina de Greenwich Village (Anais Nin, Henry Miller, Hans Hoffman, etc.). Admite su homosexualidad al ser alistado en 1943 y es declarado inútil. La publicación de su ensayo «El homosexual en sociedad» en 1944 provoca un escándalo y el ostracismo de algunos medios literarios (An African Elegy, aceptada por John Crowe Ransom para la Kenyon Review, es por ese motivo retirada). Regresa a San Francisco en 1945, retoma estudios de literatura medieval (con Kantorowick) en Berkeley y participa muy activamente en la formación del grupo conocido después como «San Francisco Renaissance» (Kenneth Rexroth, Jack Spicer, Robin Blaser, etc.). En 1956 da cursos en Black Mountain College y conoce a Charles Olson, Robert Creeley y Denise Levertov. Inicia una relación estable con el pintor Jess Collins. Sus obras más destacadas se empiezan a publicar en los 60: The Opening of the Field (1960), Roots and Branches (1964) y Bending the Bow (1968). Milita activamente contra la guerra de Vietnam. Deja de publicar libros durante los 70, limitándose a cortas ediciones de plaquettes de su obra en curso y una serie de ensayos en revistas que formarán el extenso HD book en homenaje a la poeta Hilda Doolittle, con la que mantuvo una relación poética cuasi filial. Sus dos libros últimos, Ground Work I. Before the War y Ground Work II. In the Dark, aparecen en 1984 y 1988. Muere en febrero de 1988.
Americana 3. Michael Palmer
Canción del hombre rotundo
Para Sara cuando sea mayor.El hombre rotundo y de ojos tristes aplastaba puros como si
estuviera vivo.Tréboles
a la izquierda del manzano, campanillas púrpura a la derecha
y una colina cubierta de hierba detrás.
Estoy triste hoy dijo el hombre de ojos tristes
pues he encerrado mi cabeza en una caja japonesa
y he perdido la llave.
Estoy triste me dijo
pues hay tréboles junto al manzano
y campanillas púrpura que no puedo ver,
¿las mirarías tú por mí
preguntó, y me dices lo que encuentres?
No puedo repliqué
pues mis ojos están dulzones y oscuros
de leer tanto rato a la luz de la vela.
Dime entonces lo que has leído
dijo el hombre rotundo de ojos tristes.
No puedo repliqué
pues mi memoria está cansada y oscura
de mirar cosas que no se pueden ver
con ninguna clase de luz
y he encerrado mi cabeza en una caja japonesa
y tirado la llave.
Así que yo soy tú y tú eres yo
dijo el hombre de ojos tristes como si estuviera vivo.
Te escribiré allí donde debiera estar
entre los tréboles y las campanillas púrpura
y el manzano y la colina
y aplastaremos puros de la mañana a la noche
como si estuviéramos vivos.
Michael Palmer, Notes for Echo Lake, North Point Press, San Francisco, 1981, pp. 30-31.
____________
Song of the Round Man
for Sarah when she's older
The round and sad-eyed man puffed cigars as if /he were alive. Gillyflowers/to the left of the apple, purple bells to the right// and a grass-covered hill behind./I am sad today said the sad-eyed man/for I have locked my head in a Japanese box// and lost the key./I am sad today he told me/for there are gillyflowers by the apple/ and purple bells I cannot see./Will you look at them for me/he asked, and tell me what you find?// I cannot I replied/for my eyes have grown sugary and dim/ from reading too long by candlelight. //Tell me what you've read then/said the round and sad-eyed man./ I cannot I replied/for my memory has grown tired and dim/ from looking at things that can't be seen/ by any kind of light//and I've locked my head in a Japanese box /and thrown away the key./Then I am you and you are me //said the sad-eyed man as if alive./ I'll write you in where I should be/between the gillyflowers and the purple bells //and the apple and the hill/and we'll puff cigars from noon till night /as if we were alive.
______________
Nacido en Nueva York en 1943. Estudios en Harvard. Conoce a Clark Coolidge. Se traslada a San Francisco en 1969. Amistad con los poetas de la escuela de "Black Mountain" y el grupo de "San Francisco Renaissance" como Charles Olson, Philip Whalen, Denise Levertov, Robert Duncan y Robert Creeley, de quienes en diversa medida recibe formación e influencia. Su poética está centrada en el lenguaje (próxima, en ese sentido, a los "language poets") aunque alejada de ortodoxias y siempre inclinada a la experimentación. Principales libros: Plan of the City of O (1971), Blake's Newton,1972; The Circular Gates, 1974; Without Music, 1977; Notes for Echo Lake, 1981; First Figure, 1984; Sun, 1988; At Passages,1996; The Lion Bridge: Selected Poems 1972-1995, 1998; The Promises of Glass, 2000; Codes Appearing: Poems 1979-1988, 2001; Company of Moths,2005. Ha traducido poesía brasileña, rusa y francesa.
miércoles, 26 de julio de 2006
Americana 2. Mina Loy
París, h. 1923. Jean Heap, Mina Loy y Ezra Pound
Der Blinde Junge (1)
La hembra Bellona
parió
su lechigada ciega
Kriegsopfer (2)
sobre los pavimentos de Viena.
Centelleante precipitado
el día espectral
involucra
al obstáculo invidente
este lento rostro ciego
empuja
su virginal nadería
contra la luz
Pura involuntariedad eremítica
del sensorio centrípeto
Sobre el carnoso reloj del ego
el vibrante índice tendonal no se mueve
pues el negro relámpago desacralizó
el altar retiniano
Vacuo y extinto
este planeta del alma
se empeña desde la garganta anhelante
en un estático vuelo aupante
Una melocotonal jeta juvenil
narizotea al sol
borracha de lerdificante instinto.
¡Escuchad!
Iluminati de la tierra colorida
cómo esta "cosa" inexpresivizada
sopla condenación y noche concusiva
en la armónica.
[1922]
__________
(1) Alemán: 'El joven ciego'.
(2) Alemán: 'Víctima de guerra'.
______________
Der Blinde Junge
The dam Bellona / littered /her eyeless offspring /Kriegsopfer /upon the pavements of Vienna // Sparkling precipitate the spectral day /involves /the visionless obstacle // this slow blind face /pushing /its virginal nonentity /against the light // Pure purposeless eremite /of centripetal sentience // Upon the carnose horologe of the ego / the vibrant tendon index moves not // since the black lightening desecrated / the retinal altar // Void and extinct / this planet of the soul strains from the craving throat / in static flight upslanting / A downy youth's snout/ nozzling the sun /drowned in dumfounded instinct // Listen! / illuminati of the coloured earth / How this expressionless "thing" / blows out damnation and concussive dark // Upon a mouth-organ.
Mina Loy, The Lost Lunar Baedecker, Selected and edited by Roger L. Canover, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 1997, págs. 83-84.
Nacida en Londres en 1882, de padre judío húngaro emigrado (Bernard Löwy) y madre inglesa. Estudia pintura en Munich y Londres (1899-1902). Viaja a París. Se casa con Stephen Haweis en 1903. Frecuenta el ambiente artístico parisino: Gertrude Stein, Picasso, Apollinaire...En 1905 nace su hija Oda, muerta al año siguiente. Se traslada a Florencia en 1906. Tiene dos hijos más: Joella en 1907 and Giles en 1908. Separación del matrimonio. Además de pintar empieza a escribir. Participa en el naciente futurismo italiano. Amante de Marinetti y, más tarde, de Papini. Sus primeros poemas aparecen en pequeñas revistas norteamericanas de vanguardia como Trend de Carl Van Vechten, Others y Camera Work de Stieglitz. Viaje a Nueva York en 1916. Gran impacto de su personalidad artística y su belleza en el ambiente bohemio de Greenwich Village (es la "diosa" de la Fiesta Pagana en el Webster Hall el 25 de mayo de 1917). Obtiene el divorcio de Haweis en 1917. Conoce al boxeador aficionado y poeta predadaísta Arthur Cravan (sobrino de Oscar Wilde) con quien se casa en México en 1918. Cravan desaparece en el mar en noviembre. Regresa a Londres, donde nace Fabienne, hija de su breve matrimonio con Cravan (1919). Florencia, 1920-1922, al cuidado de sus hijos y sus relaciones artísticas y literarias. En 1923 se instala en París y monta un negocio de diseño de lámparas con el apoyo financiero de Peggy Gugenheim. En la efímera Contact Press de Robert MacAlmon, se publica su único libro autónomo, Lunar Baedecker, 1923 (la mayor parte de su obra se editó dispersa en pequeñas revistas de vanguardia). En París retoma sus amistades de 1905: Gertrude Stein, Djuna Barnes, etc. Es agente, con su yerno Julien Levy, en París, de galerías de arte neoyorquinas. Deja de publicar en los años 30. En 1936 se traslada definitivamente a los Estados Unidos. Vive primero con su hija Fabienne en Manhattan y, tras el matromonio de esta, en el Bowery, en condiciones de relativa pobreza. Retoma su actividad artística: ensamblajes y "ready made" o construcciones a partir de deshechos recogidos en las calles. A los 71 años se traslada a vivir a Colorado con sus hijas. Muere en Aspen (Colorado) en 1966, a los 84 años.
martes, 25 de julio de 2006
Americana 1. George Oppen
De Ser Numeroso (1968)
26
Llevan lo genuino
a conclusión
en el suicidio.
Queremos defender
la limitación
y no sabemos cómo.
Estúpido decir simplemente
que los poetas no vivieran sus vidas
entre poetas,
han perdido el sentido metafísico
del futuro, se consideran
el final de una cadena
de vidas, vidas singulares
y sabemos que las vidas
son singulares
y no podemos defender
la metafísica
en que se apoyan
los límites
de nuestras distancias.
Queremos decir
“sentido común”
y no podemos. Permanecemos en
esa negación
de la muerte que pavimentó las ciudades,
pavimentó las ciudades
generación tras
generación y el pavimento
apesta como los corredores
de la policía.
(...)
El poder de la mente, el
poder y peso
de la mente que
no basta, no es nada
y no hace nada
contra el mundo natural,
Behemoth, ballena blanca, bestia
dirán y menos que bestia,
la roca fatal
que es el mundo―
Oh si las calles
parecen tan brillantes,
un pliegue dentro de otro pliegue
de residencia...
O mirar a través del agua
claras las piedras
de la playa
a través del agua, correr
desde la orilla, más claras
que nunca.
_______________
26
They carry nativeness/ To a conclusion/In suicide.//We want to defend/ Limitation/And do not know how. //Stupid to say merely/That poets should not lead their lives/ Among poets,//They have lost the metaphysical sense /Of the future, they feel themselves/ The end of a chain//Of lives, single lives/ And we know that lives /Are single//And cannot defend /The metaphysic /On which rest //The boundaries /Of our distances. /We want to say//'Common sense'/And cannot. We stand on// That denial/Of death that paved the cities, /Paved the cities//Generation/For generation and the pavement /Is filthy as the corridors/Of the police.//(...)
The power of the mind, the /Power and weight/Of the mind which/Is not enough, it is nothing/ And does nothing.//Against the natural world, /Behemoth, white whale, beast /They will say and less than beast,/ The fatal rock// Which is the world-//O if the streets/Seem bright enough, /Fold within fold /Of residence ...// Or see thru water/ Clearly the pebbles /Of the beach/Thru the water, flowing/ From the ripple, clear /As ever they have been//
________________
De Of Being Numerous, George Oppen, Collected poems, New Directions, New York, 1975, pp. 165-167.
George Oppen nace en New Rochelle, NuevaYork, en 1908. Infancia marcada por el suicidio de su madre en 1918. Traslado de la familia a San Francisco. Sucesivamente expulsado de la Warren Military Academy (por sus borracheras) y de la Universidad de Oregon (por conducta irregular y escandalosa). Abandona los estudios y vive "on the road" una temporada (algo poco frecuente en los años 20) hasta que conoce a Mary Colby con quien se casa.
Participa, a principios de los 30, en las actividades editoriales del movimiento "Objetivista" con Louis Zukofsky, Charles Reznikoff y Karl Rakosi. Funda y dirige To Publishers y The Objectivist Press (editadas en Francia). Publica su primer libro, Discrete Series (1934), y recibe el espaldarazo de Pound. En 1935 se afilia al Partido Comunista y abandona durante 25 años la escritura poética (para no mezclarla con su activismo político).
Servicio en combate durante la Segunda Guerra Mundial en Francia. Herido y condecorado. Regresa.Vigilado por el FBI, a causa de sus actividades para el Partido, y bajo la amenaza del Macartismo se exilia en México entre 1950 y 1960, donde trabaja como ebanista en un negocio de muebles. Regresa. En 1969 gana el Pulitzer de poesía por Of Being Numerous (1968) y el National Award por Collected poems (1975). Muere en 1984.
Libros publicados: Discrete Series (1934), The Materials (1962), This in Which (1965), Of Being Numerous (1968), Seascape: Needle's Eye (1972) Collected Poems (1975) y Primitive (1978).
lunes, 24 de julio de 2006
Se cuenta...
(página 3a del nuevo cuaderno. ¿Cuál? Son dos y los dos demasiado grandes para acabarlos alguna vez).
Alguna manera de trabajo. Como moverse entre piedras, retirar ladrillos, un modo de dureza, de rugosidad que te permita sentir las cosas rozándote, entorpeciéndote el andar, y, si empujas, notas el esfuerzo y notas el cambio. Las manos rojas, sudado, no ves nada más que lo que tienes delante y tú mismo estás donde está tu esfuerzo. No somos quizá mucho más. La presencia del empuje ejercida sobre los obstáculos y la necesidad y el placer de retirarlos dejando el sitio que ocupamos. Eso somos. El sitio que ocupamos. Que nos ocupa y nos preocupa.
Torpemente avanzar como si tuvieras que reconocer algún verbo árabe: 'contar', "hakà", "yahaka". Pero si dices "yahukaya" entonces no te encuentras en lo que buscaste. Pierdes 'contaría", 'contaríamos'. ¿Quién cuenta? ¿De qué contar estamos hablando? Perder la tarde buscando un verbo árabe en gramáticas incomprensibles, en diccionarios imposibles. "Hakà", "yahukaliya". Como si fuera sumerio. Afición por los imposibles. Aprender árabe. O inglés, alemán. Todo lo que te está negado. Podrías aprender un poco mejor tu propio idioma. Al menos jugar con él un poco más ligeramente. Esta pesadez. Estamos ante la página con la misma pluma rugosa de siempre, intentando dejar un rastro de leves ocurrencias que desaparecen de inmediato. Desaparece todo. Tú mismo ya posiblemente desaparecido.
Pero vuelves a las andadas. Dejarte llevar por el papel, pedir algún imposible, tentar esquinas. Olvidarte de toda razón. Despedirte de todo, sólo por estar aquí, por quedarte, y no llegar a parte alguna. Por no salir, por no dejarlo. Una y otra vez, siempre tanteando. El pintor llega y trabaja en la cocina (a una vecina: "ya estoy hasta aquí" y me señalo la frente, haciendo visera con la mano: "sí, pero ya verás lo bonita que va a quedar"). Pinta el techo de la cocina. La cocina parecía interminable. Como el corredor, todo parte del mismo viaje. Esta vida que se te da como el absurdo de las realidades cotidianas. Y volver a empezar siempre por el mismo vacío, preguntando: ¿cómo se dice en árabe, "hakà", "hukiya", "yakuliya", o es "yahakuliya" o "yahakaliya"? Seguramente ninguno y todos. Qué más da.
Puedes traducir la primera palabra de tu edición árabe popular impresa en Beirut (¡pobre Beirut!). ¿Será la edición expurgada de los jesuitas o la versión vulgata de Bulaq? No lo sé. Empieza, como todo, por un "se cuenta". Se dice. Alguien dice que algo se cuenta en alguna parte. Se cuenta la misma historia, la del pescador y el efrit o la de la niña franca Nur (¿o era Nur y la niña franca? No lo miro) o Rúnika, otra niña franca también. Nur y su amigo Zumurrud (No. Era Zumurrud y su amigo Alischar. Es igual). El de la sonrisa de gloria. ¿Cómo será el cuento en el árabe de mi edición beirutí? ¿Será como la que leí hace tanto en la versión Mardrus-Blasco Ibañez? Las niñas francas tenían siempre una "historia" delicada y rubia y el príncipe Zumurrud, disfrazado de pordiosero, accedía misteriosamente a la cámara de palacio y apartaba el mosquitero (¡qué feo eso del "mosquitero"). El mosquitero de gasa que nebuliza a la franca heroica bajo su baldaquino en esa misma nube. Y su "historia", mientras tanto, a la espera de la mano de nieve que sepa tañerla.
Historias que se cuentan. "Hakà", "hukiya".
jueves, 20 de julio de 2006
Cocina en obras
La cocina interminable. La cocina eterna. Primero fue la cueva, el antro oscuro, lo negro infernal, el negro de polvo y detritus, pavorosa gruta que producía la psicológica sensación de que esa cotidianeidad que es una cocina, ese lugar donde uno suele recalar por una cosa u otra multitud de veces al día (¿Cuántas a la hora? ¿Hay alguna hora libre de paseo, por breve que sea, a la cocina, al frigorífico? Pocas), bueno, pues que ese lugar de los lugares, la cocina, había desaparecido, literalmente se lo había tragado la tierra; porque sólo eso, tierra, ladrillos desvencijados, cemento al aire en las paredes, negrura, sólo eso era: cueva.
¿Y dónde comíamos y, como se suele decir, "hacíamos la vida"? Pues en la otra punta de la casa. Mo refiero a que la casa (desaparecida, a efectos prácticos y a todos los demás efectos teóricos, o sea, a cualquier efecto, la cocina) se había estirado como una goma, como un chicle chupado. Ahora había dos extremos, dos mangos de una cuerda que se tensa, dos polos, norte y sur o como quiera llamárselos, pero lejanísimos. Esto conviene explicarlo.
No es que mi piso tenga grandes dimensiones (aunque las últimas medidas que se barajan en la política inmobiliaria lo vuelven discreto) y que por tanto pudiera suponérsele dotado de dos extremos hábiles para disputar una etapa de la Vuelta o del Tour, no. Es un piso normal con su pequeño patio comunitario que, por habitar en un 1º como hacemos, usufructuamos en formato de terraza ajardinada. Ante la circunstancia sobrevenida de las obras de la cocina, la tal terraza-patio nos ha salvado del "desahucio" forzoso pues ha venido a cumplir la función de cocina improvisada. La construcción hace un tiempo en ella de una pequeña pérgola de madera protejida por su toldo de plástico (una de esas prefrabricadas, y a la que alguien exageradamente denomina "pagoda", como si constituyese algún lujo oriental sibarítico) nos salvó de tener que cocinar a la intemperie, ayudados en la faena por una cocinilla moderna de las de inducción, convenientemente energetizada gracias a un largo cable extensible que acompañaba a este ordenador que os habla en el enchufe. Cocinábamos en la terraza y comíamos (¿por qué no en la terraza también? pensaría cualquiera. Pues no) en la otra punta de la casa, aprovechando que ese extremo también había sido remodelado a partir de un balcón previo que cerramos y escayolamos y asalonamos hasta convertirlo en salita de lectura adjunta a salón y dormitorio, derivando a ella estanterías sobrantes y dando alojamiento a libros que ya sobresaturaban mi cuarto de trabajo, todo ello en torno a una mesa ajedrezada (sí, la misma de "La mancha" de abajo) convertida en nueva mesa de prandio.
El resultado de la combinación era agradable, tras de tener la comida hecha y servida y la mesa puesta y en orden de revista, es decir, en el momento de ponerse a comer. Antes de eso, en cambio, era, no diré que desagradable, sino sólo un poco "ajetreada". La elaboración del menú diario, cocinado en la terraza y al aire libre (casi un pic-nic en teoría), implicaba viajes sin número a todo lo largo del interminable pasillo (que, cuando los viajes de ida y vuelta eran más de tres, ya aumentaba de tamaño) a los lugares de la casa que hubieran realojado el conjunto del "ménage" desplazado en razón de las obras en curso, y el que la memoria no se hubiera renovado ni refrescado, y la distancia y la combinación de los objetos y las cebollas necesarios para la tarea culinaria en elaboración, multiplicaban por infinito los viajes, tal como si de un Grey Hound de los grandes pasillos europeos se tratase, en sus idas y venidas y sus traidas y llevadas del correo de un cartero del zar, es decir, servidor.
Y mientras tanto, ¿cómo se cocinaba la cocina? Pues muy despacio. De manera que el tal aire deportivo, el tono de "boy-scouts" y la actitud sumamente excursionista de los primeros días e incluso primera semana, se iban insensiblemente deterioriorando, según pasaba el tiempo y los días y las semanas y la obra seguía como siempre: cemento, ladrillos, ruido de sierras eléctricas, cortes de luz, caidas del ordenador, conexiones de internet espachurradas, fritas, accidentes, minucias, cotidianidad de unas obras de cocina en un verano moderno de la España del segundo milenio. ¿De qué te quejas? Con lo bonita que va a quedar. "Tened en cuenta que la vuestra es una cocina muy grande (pocas he visto yo tan grandes) y eso alarga las obras" (y la factura, pensaba yo). "Un poco de paciencia. Que la semana próxima..." Que la semana próxima, ¿qué?
Pasaron las semanas y pasó el mes. Y un día, señalado con bola blanca, pudimos por fin inaugurar la cocina como un nuevo ámbito pisable. No. No estaba terminada. No. "Pero qué prisa tienes..." "No. Yo lo decía porque llevamos un mes de obras y esto no tiene cara de acabar: falta la escayola, y pintar y el carpintero se ha cargado la pieza de la mepamsa y habrá que pedir otra ("Adónde? ¿A Alemania?") y el electricista tiene que poner las luces y...
Hoy me siento en la mesa (que tendrán que cambiar porque el cristal tiene una raya que nadie vio, pero resultó que estaba) y miro alrededor y echo de menos la cocina vieja y el fregadero pequeño (el fregadero nuevo es una piscina) y la mesa de formica y las sillas algo desvencijadas. Tenían un algo, no sé qué, o yo les tenía algo. Un cariño raro. Y ahora todo esto tan nuevo da un poco de frío (el calor que soportamos me hace pensar en el sentido figurado de la palabra). No sé. Tanto ajetreo y todo para esto. Una cocina nueva. Y ahora no encuentro nada.
¿Y dónde comíamos y, como se suele decir, "hacíamos la vida"? Pues en la otra punta de la casa. Mo refiero a que la casa (desaparecida, a efectos prácticos y a todos los demás efectos teóricos, o sea, a cualquier efecto, la cocina) se había estirado como una goma, como un chicle chupado. Ahora había dos extremos, dos mangos de una cuerda que se tensa, dos polos, norte y sur o como quiera llamárselos, pero lejanísimos. Esto conviene explicarlo.
No es que mi piso tenga grandes dimensiones (aunque las últimas medidas que se barajan en la política inmobiliaria lo vuelven discreto) y que por tanto pudiera suponérsele dotado de dos extremos hábiles para disputar una etapa de la Vuelta o del Tour, no. Es un piso normal con su pequeño patio comunitario que, por habitar en un 1º como hacemos, usufructuamos en formato de terraza ajardinada. Ante la circunstancia sobrevenida de las obras de la cocina, la tal terraza-patio nos ha salvado del "desahucio" forzoso pues ha venido a cumplir la función de cocina improvisada. La construcción hace un tiempo en ella de una pequeña pérgola de madera protejida por su toldo de plástico (una de esas prefrabricadas, y a la que alguien exageradamente denomina "pagoda", como si constituyese algún lujo oriental sibarítico) nos salvó de tener que cocinar a la intemperie, ayudados en la faena por una cocinilla moderna de las de inducción, convenientemente energetizada gracias a un largo cable extensible que acompañaba a este ordenador que os habla en el enchufe. Cocinábamos en la terraza y comíamos (¿por qué no en la terraza también? pensaría cualquiera. Pues no) en la otra punta de la casa, aprovechando que ese extremo también había sido remodelado a partir de un balcón previo que cerramos y escayolamos y asalonamos hasta convertirlo en salita de lectura adjunta a salón y dormitorio, derivando a ella estanterías sobrantes y dando alojamiento a libros que ya sobresaturaban mi cuarto de trabajo, todo ello en torno a una mesa ajedrezada (sí, la misma de "La mancha" de abajo) convertida en nueva mesa de prandio.
El resultado de la combinación era agradable, tras de tener la comida hecha y servida y la mesa puesta y en orden de revista, es decir, en el momento de ponerse a comer. Antes de eso, en cambio, era, no diré que desagradable, sino sólo un poco "ajetreada". La elaboración del menú diario, cocinado en la terraza y al aire libre (casi un pic-nic en teoría), implicaba viajes sin número a todo lo largo del interminable pasillo (que, cuando los viajes de ida y vuelta eran más de tres, ya aumentaba de tamaño) a los lugares de la casa que hubieran realojado el conjunto del "ménage" desplazado en razón de las obras en curso, y el que la memoria no se hubiera renovado ni refrescado, y la distancia y la combinación de los objetos y las cebollas necesarios para la tarea culinaria en elaboración, multiplicaban por infinito los viajes, tal como si de un Grey Hound de los grandes pasillos europeos se tratase, en sus idas y venidas y sus traidas y llevadas del correo de un cartero del zar, es decir, servidor.
Y mientras tanto, ¿cómo se cocinaba la cocina? Pues muy despacio. De manera que el tal aire deportivo, el tono de "boy-scouts" y la actitud sumamente excursionista de los primeros días e incluso primera semana, se iban insensiblemente deterioriorando, según pasaba el tiempo y los días y las semanas y la obra seguía como siempre: cemento, ladrillos, ruido de sierras eléctricas, cortes de luz, caidas del ordenador, conexiones de internet espachurradas, fritas, accidentes, minucias, cotidianidad de unas obras de cocina en un verano moderno de la España del segundo milenio. ¿De qué te quejas? Con lo bonita que va a quedar. "Tened en cuenta que la vuestra es una cocina muy grande (pocas he visto yo tan grandes) y eso alarga las obras" (y la factura, pensaba yo). "Un poco de paciencia. Que la semana próxima..." Que la semana próxima, ¿qué?
Pasaron las semanas y pasó el mes. Y un día, señalado con bola blanca, pudimos por fin inaugurar la cocina como un nuevo ámbito pisable. No. No estaba terminada. No. "Pero qué prisa tienes..." "No. Yo lo decía porque llevamos un mes de obras y esto no tiene cara de acabar: falta la escayola, y pintar y el carpintero se ha cargado la pieza de la mepamsa y habrá que pedir otra ("Adónde? ¿A Alemania?") y el electricista tiene que poner las luces y...
Hoy me siento en la mesa (que tendrán que cambiar porque el cristal tiene una raya que nadie vio, pero resultó que estaba) y miro alrededor y echo de menos la cocina vieja y el fregadero pequeño (el fregadero nuevo es una piscina) y la mesa de formica y las sillas algo desvencijadas. Tenían un algo, no sé qué, o yo les tenía algo. Un cariño raro. Y ahora todo esto tan nuevo da un poco de frío (el calor que soportamos me hace pensar en el sentido figurado de la palabra). No sé. Tanto ajetreo y todo para esto. Una cocina nueva. Y ahora no encuentro nada.
martes, 18 de julio de 2006
Diario de lecturas 4. Erdera
Deniz, logoteta
CATASTROFISMO
Sobre los oros de nuestra medianoche
caerán del cielo las medias negras de un billón de amazonas,
las vendas de una orquesta berliocesca de momias enlutadas.
Espesarán primero el agua de las fuentes,
nos sepultarán luego hasta el quinto apellido
-y con éste ya nadie reconoce ya a nadie.
Durante el resto de la noche,
la masa sedosa, nuestra agonía adentro,
sorberá a la superficie hasta la última gota del alcantarillado.
Quienes viajen por el costillar del monte en sombra
verán que el esplendor de la ciudad
fluctúa, vibra, duda entre aletazos negros, se extingue.
(Un minuto después subirá al aire
nuestro clamor más que opaco.)
Hallarán bajo el día una órbita fétida y pardusca
como cráter bajado de un planeta de estiércol.
Pasa Rúnika al alba, camino a las canteras,
a escoger mármoles para la obra maestra.
Saluda al pasar, fingiendo ser de campo.
Huele a niña nutrida de estrellas de mar crudas.
De Gerardo Deniz, "Grosso Modo" (1988) en Erdera, FCE, 2005, p. 271.
Fin de semana largo en compañía de Gerardo Deniz. Qué menos. Y los que vendrán. Escojo un poema al descuido, por poner algo y porque no puedo poner tanto como quisiera. Son 700 páginas de poemas las que integran la recopilación de su poesía hasta la fecha: Erdera. No encuentro en internet (no sé de periódicos o revistas) otro acuse de recibo que el de Tedi López Mills en "Letras Libres" a la que masculinizo en mi breve de agradecimiento ("Tedi" en España, creía yo -como en "Tedi Bautista"- era masculino o similar; quizá en México lo es menos. Que me disculpe(1). Así y todo, sigo agradeciéndole la reseña).
"Rúnika" es una suerte de Musa omnipresente en la obra de Deniz desde Picos Pardos (la nórdica niña que grita sus runas o "futhark") entre otras apariciones tan bienvenidas de un mujerío cuanto más salvaje y espatarrado mejor. Mejor celebración del "Eros" pocas he visto en lo último de la literatura hasta dar con este Erdera. Bastante desesperación se masca en este libro, pero toda con vida, siempre viva, siempre hay un "¡Viva!" ostentatorio hasta en el Infierno (o, mejor, dice, en el Purgatorio: no seamos vanidosos).
No entiendo la mitad de lo que leo y no me importa. Lo que no entiendo me lo invento y casi es mejor o igual de bueno entonces. Eso es el milagro. ¿Eso es la pedantería? Pues entonces disfruto con ella y me divierto y sufro y me atonitizo y ya casi escribo como Deniz. Así que bien. Como te estarás figurando, me entusiasmo. Sí. Me desencuaderno este fin de semana, y eso me compensa de amigos sosos que dicen que vienen pero medio vienen y al final, no. Con su pan se lo merienden. Aquí lo importante es que Juan Almela se transforma en Gerardo Deniz, se emputece, se metamorfoniza, se logotetiza (¿es un logoteta? se pregunta(2). Claro que sí, le digo yo desde aquí. No lo dudes, eres un logo soberano de tu logofijo y tu logogrifo, de la química de todos los "logos" bailables y además eres uno de los grandes tetólogos hispánicos (¡y somos legión!), un cunnicultural impávido. Eres logoteta también porque como "auditor" y también "oyente" pones el oído como pocos ("de oído" dijo Olson), el oído por bajo del suelo tremedalizante. Y encima de todo eso, y además, y por si fuera poco, eres el auténtico ministro del secreto(3) de la poesía, el jefe oculto de los verdaderos funcionarios del arte; sí, señor, "logoteta" con su par en todos los sentidos).
¿Por qué me acuerdo ahora de Louis Zukofsky (otro gran "logoteta" judío americano, aunque ahí más "logo" que "teta", más "fijo" que "grifo") y de Edward Dorn y su "Gunslinger", el pistolero del desierto de Arizona y su caballo heideggeriano? Y me figuro que si se casaran los dos y hablaran español el hijo ¿se parecería a este Erdera?
_______________
(1) Reitero mis disculpas a la doctora López Mills, provisto ya de alguna (bien que tardía) información.
Cf. http://www.literaturfestival.com/bios1_3_6_454.html
(2) G.D., Erdera, FCE, México, 2005, p. 354. "Vermicida igual a be": "(...)Amenazador, sacándose/ de la nariz un poco de cerebro:/-Entonces no eres logoteta./Callé, otorgando./Tiró la esférula."
(3)Constantin Porphyrogénète, Le Livre des Cérémonies, I, "Commentaire", Les Belles Lettres, Paris 1967(2). pp. 34-35. De la descripción de los cuatro posibles cargos administrativos que en la corte bizantina llevaban título de "logoteta" escojo el de "logoteta del dromo", una especie de vicepresidente del gobierno que fuera, a la vez, ministro de las administraciones públicas o del "secreto" (un Alfonso Guerra o señora de la Vega, etc.). Pondría la mano en el fuego por que Deniz hubiese leido al Porfirogéneta.
miércoles, 12 de julio de 2006
Raro
[h. 2003]
Lo que sí resulta incómodo y antipático en cualquier convivencia es la imposibilidad de obtener respuesta. Puedes vivir con gente buena, amable, educada, comprensiva. Ese tipo de gente que no provoca conflicto o lo rehuye. A la vez que evitan el choque, el enfrentamiento, responden a cualquier observación, a cualquier detalle que provenga de la personalidad real que tienen delante, de la expresión de su humor personal, con la incomprensión más neta y sonriente. Presentan su sonrisa comprensiva y cortés a manera de muro. Y callan. O hacen la observación obtusa y el guiño de quien no entiende, de quien no quiere entender, no sabe el sentido o el sinsentido, no participa y se va. Y se van.
Sonríen y se van rápidamente, incómodos en realidad de no entender ni querer hacerlo ni comprender por qué tendrían que entender nada. Provocan la más aguda sensación de aislamiento, de perfecta soledad en el otro. A veces la incomprensión se manifiesta en extrañeza: esa manera de gesticular como apartando de la cara la mosca molesta, la lata que da el niño mimoso de turno a la madre muy ocupada con la bolsa de la compra o los paquetes que le pide un poco menos de murga. El latoso que dice algo que molesta porque dice lo incongruente, y lo incongruente es lo que "no me casa con nada", "no tengo nada a lo que atarlo", "no sé qué hacer con ello", "no tengo las instrucciones", en definitiva "no sé nada de eso ni falta que me hace" y hay que resolver el momento penoso, salir de él, pasar a otra cosa, a algo útil, algo con sentido, alguna ocupación práctica, porque esto que dices es uno de esos absurdos que no le interesan a nadie, una pérdida de tiempo que sólo tolero como se tolera una rareza, un grano.
De ese momento de incomprensión aguda, de aislamiento absoluto, de sentirse fuera, apartado, echado, alejado, proviene el peor de los odios. Porque se produce entonces en el sujeto en cuestión una sospecha de pavorosa estupidez. Eres entonces el perfecto idiota entre gentes razonables, el "gracioso" que sobra. Y el odio hacia ti mismo, combinado con la sensación de ridículo, el odio a la pérdida de tiempo, de afecto, a la pérdida de esa parte de alma puesta en el buen humor y la naturalidad que se confía. Comprendes que este tipo de intercambio sólo es posible en medio de una confianza entregada que ahora se traiciona, de la que brutalmente se burla la incomprensión (por muy inocente que sea). El rechazo inocente (el rechazo tonto lo es en modo supremo) es el rechazo más radical.
He notado precisamente en la llamada "gente virtuosa" ese grado absoluto de incomprensión y de rechazo de lo vitalmente inasimilable, de las manifestaciones de lo distinto. La virtuosidad, amparada en la impoluta plancha de acero moral que la preserva, muestra confianzuda repulsión hacia cualquier cosa que disuene, que suene "distinta". La gente bienpensante tradicional (y la no tradicional, en este sentido, casi es peor) se manifiesta sobre todo rechazando.
El rechazo incomprensivo de lo no asimilable (la completa ausencia de curiosidad que solapa muchas veces un pavor sagrado al menor cuestionamiento de sí) es uno de esos rasgos que tan profundamente antipáticos te resultan en la gente modélica y convencida de sus principios, la gente como es debido. Entonces, del repugnado se apodera una ingobernable e infinita conciencia de distancia. Una conciencia de distancia que lo separa absolutamente.
De tal manera que, viéndose en esa situación, el repugnado piensa a veces que si por un momento, si pudiera invertir al menos, por algún peculiar procedimiento "magnético" (y aquí pide ayuda a la ciencia eléctrica), tal negatividad moral hasta dar, tan solo por un rato y en cierto sentido figurado y laxo, con todo aquello que lograra oponerse con la máxima eficacia de una polaridad inductante a ese tal rechazo compungido y virtuoso y molesto ante lo diferente, entonces quizá aún habría alguna esperanza, por mínima que fuera, para la simpatía humana.
Sonríen y se van rápidamente, incómodos en realidad de no entender ni querer hacerlo ni comprender por qué tendrían que entender nada. Provocan la más aguda sensación de aislamiento, de perfecta soledad en el otro. A veces la incomprensión se manifiesta en extrañeza: esa manera de gesticular como apartando de la cara la mosca molesta, la lata que da el niño mimoso de turno a la madre muy ocupada con la bolsa de la compra o los paquetes que le pide un poco menos de murga. El latoso que dice algo que molesta porque dice lo incongruente, y lo incongruente es lo que "no me casa con nada", "no tengo nada a lo que atarlo", "no sé qué hacer con ello", "no tengo las instrucciones", en definitiva "no sé nada de eso ni falta que me hace" y hay que resolver el momento penoso, salir de él, pasar a otra cosa, a algo útil, algo con sentido, alguna ocupación práctica, porque esto que dices es uno de esos absurdos que no le interesan a nadie, una pérdida de tiempo que sólo tolero como se tolera una rareza, un grano.
De ese momento de incomprensión aguda, de aislamiento absoluto, de sentirse fuera, apartado, echado, alejado, proviene el peor de los odios. Porque se produce entonces en el sujeto en cuestión una sospecha de pavorosa estupidez. Eres entonces el perfecto idiota entre gentes razonables, el "gracioso" que sobra. Y el odio hacia ti mismo, combinado con la sensación de ridículo, el odio a la pérdida de tiempo, de afecto, a la pérdida de esa parte de alma puesta en el buen humor y la naturalidad que se confía. Comprendes que este tipo de intercambio sólo es posible en medio de una confianza entregada que ahora se traiciona, de la que brutalmente se burla la incomprensión (por muy inocente que sea). El rechazo inocente (el rechazo tonto lo es en modo supremo) es el rechazo más radical.
He notado precisamente en la llamada "gente virtuosa" ese grado absoluto de incomprensión y de rechazo de lo vitalmente inasimilable, de las manifestaciones de lo distinto. La virtuosidad, amparada en la impoluta plancha de acero moral que la preserva, muestra confianzuda repulsión hacia cualquier cosa que disuene, que suene "distinta". La gente bienpensante tradicional (y la no tradicional, en este sentido, casi es peor) se manifiesta sobre todo rechazando.
El rechazo incomprensivo de lo no asimilable (la completa ausencia de curiosidad que solapa muchas veces un pavor sagrado al menor cuestionamiento de sí) es uno de esos rasgos que tan profundamente antipáticos te resultan en la gente modélica y convencida de sus principios, la gente como es debido. Entonces, del repugnado se apodera una ingobernable e infinita conciencia de distancia. Una conciencia de distancia que lo separa absolutamente.
De tal manera que, viéndose en esa situación, el repugnado piensa a veces que si por un momento, si pudiera invertir al menos, por algún peculiar procedimiento "magnético" (y aquí pide ayuda a la ciencia eléctrica), tal negatividad moral hasta dar, tan solo por un rato y en cierto sentido figurado y laxo, con todo aquello que lograra oponerse con la máxima eficacia de una polaridad inductante a ese tal rechazo compungido y virtuoso y molesto ante lo diferente, entonces quizá aún habría alguna esperanza, por mínima que fuera, para la simpatía humana.
domingo, 9 de julio de 2006
La mancha
[147a-148b, 2005]
Distancia. Las cosas se alejan. Ves aquí el humo del cigarrillo como algo distante. Ajeno. Cosas del otro, sólo prestadas. Mira el cenicero con sus colillas acumuladas. Su revuelo de objetos dispersos y milimétricos. Series, series y cadenas. Cadenas de cajas y de mesas. Cadenas de cenizas. Objetos en el aire como voces. Sonidos. El sonido de fondo, la música, el continuo, un run-run constante. Dando marcha a la cosa, la cosa que se mueve aquí. Tú con las cosas y su vaivén. La cosa es moverse con todo. Baile. Bailar bien. Unas gafas que se hacen parte de la piel, se clavan en el entrecejo y dejan pequeñas úlceras que se van secando con el tiempo. Ya saldrán otras. Las fotos guardadas en sus marcos sobre la mesa, jalones de vida: matrimonio con pelo abundante y cara seria y algo funeraria (no pienses mal: el sujeto siempre ha puesto cierta cara funeraria para todo, es su cara de circunstancias. ¿Se la enseñaron o ya la tenía?) Las fotos de los hijos, los sobrinos, sus bautizos, sus comuniones, la foto escolar de grupo, la foto de los hijos pequeños en un campo de Soria. El tablero de ajedrez incorporado a la mesa, un tablero cuyas fichas o piezas son estas fotos que están jugando su partida en el tiempo y aquí aparecen congeladas como las risas de los chavales en la foto del grupo escolar: ese instante colgado, cortado por la cuchilla del instante. Nada más que el instante siempre, inevitablemente algo ridículo. Distancia siempre. Las cosas están aquí y me acompañan, tranquilas ellas y amables.
Esta tarde de junio y sol de bochorno. Sudo. La piel se nota, se siente como picores. Tela de la camisa rascando cuerpo tenso y molesto. Canción en la radio. "Take down" o algo así. Abájate o ábate. Tira para abajo. Desde abajo puedes empezar como siempre. Siempre desde el suelo. ¿Qué hay "nel mezzo della vita", qué "ritrovai"? La selva oscura siempre. Ah. Los solicitadores de claridades. ¿Dónde están esas claridades? Siempre el turbión incesante. Vaivén.
Intersecciones de dentro con las supuestas cosas de fuera. Quieren meterse dentro. Están en su derecho. Están para eso. Y tú empeñado en volver a sacarlas. Este monólogo infinito que te posee. Aceptar. ¿Por qué no? ¿Para qué empeñarse en el engaño? Aceptar lo inaceptable. Darle la bienvenida. Y después, ¿qué?
CORPORIS OFFICIUMST QUONIAM PREMERE OMNIA DEORSUM
Lucrecio, De Rerum Natura, I, 362
["ya que empujar toda cosa hacia abajo es cargo del cuerpo" Garcia Calvo, trans.]
Consulta de Lucrecio, al que aprovecho para mancharlo escandalosamente con un gran chorro de tinta como un familiar del Santo Oficio frente a un texto "damnatus". 27-06 junio. Fin de curso. Verano. ¿Buen augurio?
Este tipo de sucesos sirven para marcar, dejando a un lado su notoria torpeza, digo que sirven para destacar el exceso de amor al libro como objeto físico, sobre todo cuando es un libro bien hecho, atractivo, como este texto bilingüe del De Rerum Natura lucreciano en la elegante versión rítmica (casi cantabile) de Agustín García Calvo. Ahora está sellado por una ostentosa marca negra de tinta en su ángulo inferior y otra tira de tinta negra recorre el canto de sus páginas: buen método para "humillar" los excesivos aprecios físicos. [...]
Mi malestar ahora por el libro de Lucrecio manchado de tinta. El "horror" sentido al ver la laguna de tinta sobre la encuadernación derramándose como un incendio sobre el canto de las páginas y abarcándolo todo. Un segundo de espanto frente a la liviandad, la estupidez de lo inevitable, de la ruina. Se siente el desastre (incluso en estas medidas mínimas) como una inevitabilidad que se desencadena sin remedio frente a las infinitas posibilidades de no haber sido. Pues es. Resulta. Está. Se está haciendo. La tienes delante. Es. Es inevitable. Es perfecta en su horror desgraciado. Esa mancha negra que avanza imperturbable sobre la tela verde. El negro comiéndose al verde. Este negro perfecciona el lugar al que está destinado. El otro negro "mancha", desbarata, corrompe, irrumpe sin derecho, arrastra a su vórtice de inanidad. Despega de la belleza y su condenación contamina. La sensación de que todo estuviera condenado previamente y tan solo unos pequeños, aislados, escondidos, intactos, tuvieran la prerrogativa de salvarse, siempre amenazada por la espada justiciera de la trivialidad que los arrastra "ya que empujar toda cosa hacia abajo es algo del cuerpo" me avisaba el propio Lucrecio antes de que la desgracia sucediera, sí.
Corporis officiumst quoniam premere omnia deorsum
Hacia abajo, hacia lo negro,
desde lo negro que atrae,
el borde cortante en su límite,
el perfil justo sobre el blanco,
el perfil que apaga la verde frescura
de la tela y condena con su mancha.
Sí. Esta consulta se comprueba en la realidad. Las cosas se encadenan a veces con tiento, con delicadeza; este tipo de pequeños avatares, igual que los grandes. De eso habla Duncan, Robert. Como esto, todo. Hace falta cierta ruptura no premeditada, natural. Tampoco es necesario empeñarse en ensuciar, como le reprochaba Williams a HD. "Cuando escribes, ¿tienes limpio el escritorio, los papeles, las plumas...?" Y el otro decía que sí, por supuesto. Ella se ríe. Él se molesta porque ella prefiera lo desordenado y algo sucio, pues le sirve para desinhibirse, para despreocuparse del escribir. Bueno. Es posible. Es un manierismo como otro cualquiera. Si a ella eso le servía, pues está bien. Ponerse a favor. Sobre todo cuando no hay jerarquías fijas, inamovibles, todo puede tener cierta importancia. Y a su vez ninguna. [...]
¿Escribo ahora esto porque me ha pasado lo de la tinta? Pues no. Lo escribo porque sí. Pero el hecho de que me haya pasado "eso", ese pequeño incidente (nombre eufemístico de los bombardeos nocturnos en el Londres de 1942), ese detalle de la tinta caída sobre la preciosa (ahora) encuadernación verde de mi Lucrecio me ha puesto a pensar y escribir sobre incidentes, casualidades, sucesos imprevistos en lo no imprevisto de cada día, que hacen su falta a veces. Nos recuerdan nuestra natural torpeza. Esa torpeza tan útil en ocasiones para reconocerse (hay un "Accidente" que da cuenta de algo de eso).
sábado, 8 de julio de 2006
Diario de lecturas 3. Personas y lugares
Jorge Santayana (1863-1952) y Ezra Pound (1885-1972)
(En pags. 152b-153b del cuaderno grueso de espiral, el de "churritos", que le digo)
Segunda lectura de Persons and Places de George Santayana, esta vez como Personas y lugares en la versión de Trotta (G.S., Personas y lugares. Fragmentos de autobiografía, Trad. de Pedro García Martín, Trotta, Madrid, 2002), por cierto bastante desmañada y en ocasiones (abundantes) decididamente torpe. La había leído hace años, con esfuerzo, en San Leonardo (Soria), en una fotocopia que hice de los tres tomos de la edición Scribner: G. S., Persons and Places (1944, 1945, 1953), Charles Scribner's sons, Nueva York,1963, que me prestó Ricardo Alonso Maturana quien, a su vez, los tomó prestados de la Biblioteca "Loyola" de Deusto junto con la agotadísima versión de Losada de Proceso y Realidad de Whitehead. Gracias le sean dadas desde aquí.
Creo que fue mi primera lectura de un texto literario extenso en inglés. La recuerdo como un placer, verdadera delicia. De algunos pasajes que me atraían había traducido fragmentos, escritos a lápiz en las caras en blanco de la fotocopia. Ahora, delante de esta versión de Trotta, considero una pena que hayan "devuelto" a España de esta manera el magnífico libro de Santayana. Como español, merecía un trato mejor. Aprovechando aquella lectura creo ahora que debí haberla llevado hasta la traducción, pero estaba demasiado entretenido por mi versión y desentrañe de los Cantos de Pound (amigo de Santayana desde los años 30).
Las memorias de Santayana fueron el descubrimiento de aquel verano. Elegante prosista inglés en ese género que mezcla reflexión y relato autobiográfico. Es lástima que la calidad y precisión de su estilo se pierdan casi siempre en la versión española de Trotta. Al menos eso me ha permitido hacer una segunda lectura de "corrector" algo más incómoda pero también más rápida que la primera.
La precisión del lenguaje es esencial para conservar la atmósfera mental y la sensibilidad de un libro. Las vaguedades en las malas traducciones destruyen en muchos casos el "tono" de un pasaje, su suave ironía. Aplanan el texto, lo convierten en periodismo malo, la chapuza de un lenguaje para mascar.
Curioso personaje, Santayana. Su perpetua soledad contrasta en sus memorias con la presencia constante de los amigos. Son unas memorias formadas casi exclusivamente por retratos de amistades. Y sin embargo, es una persona esencial y casi naturalmente sola. Su desarraigo. ¿Es su desarraigo la explicación? Al menos sí que debió ser la raíz, el desencadenante. Pero da también la impresión (en la que él, complacido, insiste) de ser un exiliado permanente y sin remedio. Un hombre destinado al exilio. Sobre todo cuando presenta el ejemplo de su hermana Susana y su fracasada tentativa de "arraigo" como española en Ávila por medio de su matrimonio con aquel fantoche tan castizo que resulta ser don Celedonio Sastre (¡qué nombre!). El cariño de Santayana hacia Susana y el espectáculo de su sacrificio inútil parecen afianzarlo en la elección de la soledad como destino personal, como "condición". Se diría que acabara por verla como su genuina naturaleza.
Quizá Pound pudiera haber recibido el primer tomo (cuya publicación en 1944 también fue una aventura: el manuscrito, incompleto, tuvo que viajar oculto en valija diplomática vaticana en 1942 para sortear, desde Roma, las restricciones de comunicación con América) nada más aparecer, y tenido ocasión de leerlo en ese año angustioso de la caída del régimen, la efímera república social de Salò, el presentimiento del final, el viaje a pie de Rapallo al Tirol para ver por última vez a su hija, o quizá al menos haberlo leído antes de su detención en 1945. Ya preso en el DTC de Pisa y, a la espera de una posible orden de ejecución, se acuerda de su amigo Santayana:
Creo que fue mi primera lectura de un texto literario extenso en inglés. La recuerdo como un placer, verdadera delicia. De algunos pasajes que me atraían había traducido fragmentos, escritos a lápiz en las caras en blanco de la fotocopia. Ahora, delante de esta versión de Trotta, considero una pena que hayan "devuelto" a España de esta manera el magnífico libro de Santayana. Como español, merecía un trato mejor. Aprovechando aquella lectura creo ahora que debí haberla llevado hasta la traducción, pero estaba demasiado entretenido por mi versión y desentrañe de los Cantos de Pound (amigo de Santayana desde los años 30).
Las memorias de Santayana fueron el descubrimiento de aquel verano. Elegante prosista inglés en ese género que mezcla reflexión y relato autobiográfico. Es lástima que la calidad y precisión de su estilo se pierdan casi siempre en la versión española de Trotta. Al menos eso me ha permitido hacer una segunda lectura de "corrector" algo más incómoda pero también más rápida que la primera.
La precisión del lenguaje es esencial para conservar la atmósfera mental y la sensibilidad de un libro. Las vaguedades en las malas traducciones destruyen en muchos casos el "tono" de un pasaje, su suave ironía. Aplanan el texto, lo convierten en periodismo malo, la chapuza de un lenguaje para mascar.
Curioso personaje, Santayana. Su perpetua soledad contrasta en sus memorias con la presencia constante de los amigos. Son unas memorias formadas casi exclusivamente por retratos de amistades. Y sin embargo, es una persona esencial y casi naturalmente sola. Su desarraigo. ¿Es su desarraigo la explicación? Al menos sí que debió ser la raíz, el desencadenante. Pero da también la impresión (en la que él, complacido, insiste) de ser un exiliado permanente y sin remedio. Un hombre destinado al exilio. Sobre todo cuando presenta el ejemplo de su hermana Susana y su fracasada tentativa de "arraigo" como española en Ávila por medio de su matrimonio con aquel fantoche tan castizo que resulta ser don Celedonio Sastre (¡qué nombre!). El cariño de Santayana hacia Susana y el espectáculo de su sacrificio inútil parecen afianzarlo en la elección de la soledad como destino personal, como "condición". Se diría que acabara por verla como su genuina naturaleza.
Quizá Pound pudiera haber recibido el primer tomo (cuya publicación en 1944 también fue una aventura: el manuscrito, incompleto, tuvo que viajar oculto en valija diplomática vaticana en 1942 para sortear, desde Roma, las restricciones de comunicación con América) nada más aparecer, y tenido ocasión de leerlo en ese año angustioso de la caída del régimen, la efímera república social de Salò, el presentimiento del final, el viaje a pie de Rapallo al Tirol para ver por última vez a su hija, o quizá al menos haberlo leído antes de su detención en 1945. Ya preso en el DTC de Pisa y, a la espera de una posible orden de ejecución, se acuerda de su amigo Santayana:
Pound, Cantos LXXXI (518-519). La versión es mía.
[...]
Lo que importa es el nivel cultural
dale las gracias al Benin(1) por esta mesa excaja de embalaje
"no le digas a nadie que te la hice yo"
dijo una estupenda máscara como aquella de Frankfurt(2)
"Así no andarás más por el suelo"
Ligera como la rama de Kuanon(3)
Y al principio molesto por la chapucería
el diminuto embarcadero destartalado, pero luego vio las altas
ruedas de la calesa
y se reconcilió,
George Santayana al llegar al puerto de Boston
y mantuvo toda su vida ese ligero ceceo
del español
como una gracia casi imperceptible [...]
______________
(1). Un soldado negro del DTC.
(2).El museo de etnología africana de Frobenius.
(3).Bodhissatva de la misericordia.
[...]
Lo que importa es el nivel cultural
dale las gracias al Benin(1) por esta mesa excaja de embalaje
"no le digas a nadie que te la hice yo"
dijo una estupenda máscara como aquella de Frankfurt(2)
"Así no andarás más por el suelo"
Ligera como la rama de Kuanon(3)
Y al principio molesto por la chapucería
el diminuto embarcadero destartalado, pero luego vio las altas
ruedas de la calesa
y se reconcilió,
George Santayana al llegar al puerto de Boston
y mantuvo toda su vida ese ligero ceceo
del español
como una gracia casi imperceptible [...]
______________
(1). Un soldado negro del DTC.
(2).El museo de etnología africana de Frobenius.
(3).Bodhissatva de la misericordia.
Santayana, Personas y lugares, I
«El día de nuestra llegada hacía mucho calor, ese calor húmedo y sofocante del verano de Nueva Inglaterra; hubo naturalmente cierta confusión al desembarcar y todo parecía raro e inexplicable. Era un escenario desagradable. No veía muelles de piedra, que yo asociaba con los puertos, como en Bilbao, en Portugalete, y después a escala imponente en Liverpool. No había diques; sólo un embarcadero de madera elevado de forma precaria sobre limosos pilotes, bajo el que se movían las sucias aguas marinas; y sobre él una gran nave de madera, como un establo lleno de mercancías y cubierto de basuras. América no era rica todavía, sólo se estaba haciendo rica; la gente trabajaba febrilmente para obtener rápidos ingresos, y dejaban que el futuro se marcara a sí mismo. [...] Una vez en tierra firme, o más bien en los ásperos tablones del muelle de la Cunard, en lo que parecía la sala de equipaje de una gran estación, busqué con la mirada carruajes y caballos. Los carruajes -cualquier cosa con ruedas- habían sido mis juguetes preferidos. Los míos habían sido pequeños, para poderlos arrastrar una y otra vez alrededor de la mesa del comedor, tirados por una cuerda. Pero más emocionantes habían sido en Madrid los carruajes de verdad, tan elegantes y relucientes, con sus alegres ruedas rojas o amarillas, sus braceantes caballos, sus solemnes cochero y lacayo y las sonrientes damas en su interior. Pero ¿qué es lo que vi aquí? Quizá hubiera vehículos de varios tipos; pero justo delante de mí lo que llamó en primer lugar mi atención fue algo parecido a un gran cochecito de niño suspendido en el aire sobre cuatro enormes ruedas esqueléticas: Robert lo llamó un buggy. Las ruedas delanteras eran casi tan grandes como las traseras, con las llantas casi tocándose. Aquellas ruedas delanteras eran demasiado altas para colarse debajo de la carrocería; al girar, la cubierta más próxima tenía tendencia a rozar contra el lateral haciendo un ruido siniestro y desagradable, por lo que a un buggy le resultaba imposible dar una brusca media vuelta; este carruaje extremadamente pequeño no podía hacer más que un amplio giro, y corría el peligro de volcar a cada esquina. Así, por casualidad, en el primer momento de poner el pie en el Nuevo Mundo, captaron mi atención símbolos de la ingeniosidad y la precipitación yanqui que no pude entender en absoluto pero que instintivamente me gustaban y me disgustaban. Me fascinaba el juego de aquellas ruedas esqueléticas, cruzándose como abanicos giratorios en el aire, y me daba asco un sucio y desvencijado malecón como aquél para una gran línea de vapores. Ahora pienso que ambas cosas expresaban la misma mentalidad. El malecón servía para su inmediato propósito, pues allí estábamos desembarcando de manera segura en él; no había requerido ninguna gran inversión de capital; y ¡qué importaba que fuera feo y no pudiera durar mucho? Podría durar lo suficiente para compensar a la compañía y facilitarle la construcción de uno mejor. En cuanto al buggy, su mínimo peso economizaba fuerza y hacía posible la velocidad en caminos arenosos y mal cuidados. El modesto agricultor podía cumplir con él sus misiones, y el aficionado a las carreras podía correr en él con su rápido par de caballos. No importa si al final resultaba como una especie experimental y demasiado ambiciosa de insecto, que desarrolla un órgano extraordinario que asegura una ventaja inmediata, pero que conduce a peligros fatales. La ingeniosidad abstracta es un deporte que conlleva su propia recompensa. El gusto por ella señala la independencia de una mente sagaz sin carga alguna de tradiciones demasiado inflexibles, si exceptuamos precisamente esta tradición de libertad experimental, de hacer y perder dinero, de hacer cosas para tirarlas y de estar contentos más que avergonzados de tener siempre que empezar de nuevo.»
(George Santayana, Personas y lugares, trad. P. G. García Martín, ed. Trotta, Madrid, 2003, p. 164-165).
viernes, 7 de julio de 2006
Diario de lecturas 2
Bernard Berenson (1865-1959)
Leo Sunset and Twilight de Berenson, el diario de sus últimos años en la villa "I Tatti", rodeado de sus libros, sus cuadros, los amigos que venían a verlo y pasaban unos días con él y su conversación, o paseando solo por sus jardines. La gente le iba a visitar porque en sus últimos años no salía de su "villa".Viudo hacía mucho, tenía a su "amiga" Nicky Mariano para cuidarlo amorosa, devotamente. Páginas certeras, a veces desoladoras, siempre agudas. ¿Qué edad tenía al escribirlas? Condena del siglo XX. A veces curiosidades y aprecios por lo contemporáneo (pocas). Me acuerdo cuando leo estos diarios de Berenson de algunos artículos de Azúa sobre arte moderno. I Tatti se le acabó convirtiendo en un sarcófago para un muerto viviente con la cabeza despierta, una pirámide egipcia en la que la momia era él. Pero ¡qué sarcófago!
Leer, por ejemplo,
"4 de abril [1951]. I Tatti.
¿Qué soy en realidad? ¿Quién soy? Desde que tengo recuerdo me he empeñado en ser alguien, algo, vagamente lo que soy ahora. He sido una permanente consciencia del empeño en ser consecuente con algo, y un constante autorreproche cuando caía en falta o me deslizaba hacia la animalidad o cualquier tipo de conducta que no se ajustara al modelo. Así que lo que soy, en realidad, ¿es ese mismo animal? Lo que debiera haber sido, librado a mí mismo.
Pero ¿qué yo era el mío? El príncipe heredero de un ghetto lituano del neolítico. Y mira ahora. ¡Qué impensable es todo! ¡Qué imposible regresar a cualquier fase de nuestro pasado y decir: esto, esto es lo que soy. Como mucho puedo creer que siempre tuve cierta tendencia a reaccionar ante las cosas del mismo modo, o más bien en el mismo lugar."
Traduzco de Bernard Berenson, Sunset and Twilight. From the Diaries of 1947-1958, Hartcourt, Brace & World, Nueva York, 1963, p. 219.
_________________________
Sobre Berenson en Internet
Buena nota biográfica en inglés
http://www.dictionaryofarthistorians.org/berensonb.htm
En español sólo encuentro breves y ridículas notas como
http://www.dimelo.com/nek01/GS/personajes/BernardBerenson/default.asp
La página de la villa "I Tatti" (por supuesto, en inglés) en
http://www.hup.harvard.edu/itatti/villa_berenson.html
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