[147a-148b, 2005]
Distancia. Las cosas se alejan. Ves aquí el humo del cigarrillo como algo distante. Ajeno. Cosas del otro, sólo prestadas. Mira el cenicero con sus colillas acumuladas. Su revuelo de objetos dispersos y milimétricos. Series, series y cadenas. Cadenas de cajas y de mesas. Cadenas de cenizas. Objetos en el aire como voces. Sonidos. El sonido de fondo, la música, el continuo, un run-run constante. Dando marcha a la cosa, la cosa que se mueve aquí. Tú con las cosas y su vaivén. La cosa es moverse con todo. Baile. Bailar bien. Unas gafas que se hacen parte de la piel, se clavan en el entrecejo y dejan pequeñas úlceras que se van secando con el tiempo. Ya saldrán otras. Las fotos guardadas en sus marcos sobre la mesa, jalones de vida: matrimonio con pelo abundante y cara seria y algo funeraria (no pienses mal: el sujeto siempre ha puesto cierta cara funeraria para todo, es su cara de circunstancias. ¿Se la enseñaron o ya la tenía?) Las fotos de los hijos, los sobrinos, sus bautizos, sus comuniones, la foto escolar de grupo, la foto de los hijos pequeños en un campo de Soria. El tablero de ajedrez incorporado a la mesa, un tablero cuyas fichas o piezas son estas fotos que están jugando su partida en el tiempo y aquí aparecen congeladas como las risas de los chavales en la foto del grupo escolar: ese instante colgado, cortado por la cuchilla del instante. Nada más que el instante siempre, inevitablemente algo ridículo. Distancia siempre. Las cosas están aquí y me acompañan, tranquilas ellas y amables.
Esta tarde de junio y sol de bochorno. Sudo. La piel se nota, se siente como picores. Tela de la camisa rascando cuerpo tenso y molesto. Canción en la radio. "Take down" o algo así. Abájate o ábate. Tira para abajo. Desde abajo puedes empezar como siempre. Siempre desde el suelo. ¿Qué hay "nel mezzo della vita", qué "ritrovai"? La selva oscura siempre. Ah. Los solicitadores de claridades. ¿Dónde están esas claridades? Siempre el turbión incesante. Vaivén.
Intersecciones de dentro con las supuestas cosas de fuera. Quieren meterse dentro. Están en su derecho. Están para eso. Y tú empeñado en volver a sacarlas. Este monólogo infinito que te posee. Aceptar. ¿Por qué no? ¿Para qué empeñarse en el engaño? Aceptar lo inaceptable. Darle la bienvenida. Y después, ¿qué?
CORPORIS OFFICIUMST QUONIAM PREMERE OMNIA DEORSUM
Lucrecio, De Rerum Natura, I, 362
["ya que empujar toda cosa hacia abajo es cargo del cuerpo" Garcia Calvo, trans.]
Consulta de Lucrecio, al que aprovecho para mancharlo escandalosamente con un gran chorro de tinta como un familiar del Santo Oficio frente a un texto "damnatus". 27-06 junio. Fin de curso. Verano. ¿Buen augurio?
Este tipo de sucesos sirven para marcar, dejando a un lado su notoria torpeza, digo que sirven para destacar el exceso de amor al libro como objeto físico, sobre todo cuando es un libro bien hecho, atractivo, como este texto bilingüe del De Rerum Natura lucreciano en la elegante versión rítmica (casi cantabile) de Agustín García Calvo. Ahora está sellado por una ostentosa marca negra de tinta en su ángulo inferior y otra tira de tinta negra recorre el canto de sus páginas: buen método para "humillar" los excesivos aprecios físicos. [...]
Mi malestar ahora por el libro de Lucrecio manchado de tinta. El "horror" sentido al ver la laguna de tinta sobre la encuadernación derramándose como un incendio sobre el canto de las páginas y abarcándolo todo. Un segundo de espanto frente a la liviandad, la estupidez de lo inevitable, de la ruina. Se siente el desastre (incluso en estas medidas mínimas) como una inevitabilidad que se desencadena sin remedio frente a las infinitas posibilidades de no haber sido. Pues es. Resulta. Está. Se está haciendo. La tienes delante. Es. Es inevitable. Es perfecta en su horror desgraciado. Esa mancha negra que avanza imperturbable sobre la tela verde. El negro comiéndose al verde. Este negro perfecciona el lugar al que está destinado. El otro negro "mancha", desbarata, corrompe, irrumpe sin derecho, arrastra a su vórtice de inanidad. Despega de la belleza y su condenación contamina. La sensación de que todo estuviera condenado previamente y tan solo unos pequeños, aislados, escondidos, intactos, tuvieran la prerrogativa de salvarse, siempre amenazada por la espada justiciera de la trivialidad que los arrastra "ya que empujar toda cosa hacia abajo es algo del cuerpo" me avisaba el propio Lucrecio antes de que la desgracia sucediera, sí.
Corporis officiumst quoniam premere omnia deorsum
Hacia abajo, hacia lo negro,
desde lo negro que atrae,
el borde cortante en su límite,
el perfil justo sobre el blanco,
el perfil que apaga la verde frescura
de la tela y condena con su mancha.
Sí. Esta consulta se comprueba en la realidad. Las cosas se encadenan a veces con tiento, con delicadeza; este tipo de pequeños avatares, igual que los grandes. De eso habla Duncan, Robert. Como esto, todo. Hace falta cierta ruptura no premeditada, natural. Tampoco es necesario empeñarse en ensuciar, como le reprochaba Williams a HD. "Cuando escribes, ¿tienes limpio el escritorio, los papeles, las plumas...?" Y el otro decía que sí, por supuesto. Ella se ríe. Él se molesta porque ella prefiera lo desordenado y algo sucio, pues le sirve para desinhibirse, para despreocuparse del escribir. Bueno. Es posible. Es un manierismo como otro cualquiera. Si a ella eso le servía, pues está bien. Ponerse a favor. Sobre todo cuando no hay jerarquías fijas, inamovibles, todo puede tener cierta importancia. Y a su vez ninguna. [...]
¿Escribo ahora esto porque me ha pasado lo de la tinta? Pues no. Lo escribo porque sí. Pero el hecho de que me haya pasado "eso", ese pequeño incidente (nombre eufemístico de los bombardeos nocturnos en el Londres de 1942), ese detalle de la tinta caída sobre la preciosa (ahora) encuadernación verde de mi Lucrecio me ha puesto a pensar y escribir sobre incidentes, casualidades, sucesos imprevistos en lo no imprevisto de cada día, que hacen su falta a veces. Nos recuerdan nuestra natural torpeza. Esa torpeza tan útil en ocasiones para reconocerse (hay un "Accidente" que da cuenta de algo de eso).
Te voy a regalar un Pilot.
ResponderEliminarY de paso un post sobre el Kempis.
Nos pasa lo mismo tu con la tinta tienes esperanza.
Yo con el fuego está claro que estoy condenada.
Al tiempo...
jojojojo
Pos unas comas por ahí...en la mente, porfa.
ResponderEliminarUffff