Para que de una buena vez lo sepas: seamos poco más que entes humanos; seamos cotidianos: ya es bastante. Lo otro resultaría petulante, pretencioso y fuera de tono cuando se lo saca a pasear todos los días para ver nada más que el tiempo que hace, el color de las aguas del río Ebro o de otro cualquiera que pasara por aquí al lado mismo. Vas con tus zapatillas de deporte. No tienes que dar cuenta a nadie de esto. No sigues un programa serio: sólo paseas por un parque por temas de salud. Nada tiene que ver con trascendencias.
viernes, 19 de marzo de 2010
martes, 16 de marzo de 2010
Mozos de Villamelendro
Gracias a unos magníficos amigos de la Valdavia (Aitor, Isidro, Vanessa) la foto aquella que puse el pasado septiembre, de entre las del archivo de mi padre y de mi abuelo, ha sido identificada. Aitor (pisoraca) me traslada el trabajo de reconstrucción del grupo retratado que Eduardo Cófreces, un amigo de mi padre de la infancia en sus años de Onteruela, realiza a partir de recuerdos que remontan al año 1931. Ved la secuencia de personas identificadas en los comentarios finales de "pisoraca" a la entrada Mozos de Villasila que aquí retomo:
«Isidro Herrero con la ayuda de su hija Vanessa Herrero, han preguntado a Eduardo Cófreces acerca de la foto, y el resultado ha sido el siguiente. Han elaborado una lista numerada con cada uno de las personas que aparecen en la foto (me gustaría mandarte un archivo con la correspondencia entre los números y la imagen), cuyo resultado es:
1: Gabriel Tejedor
2: Manuel Rodríguez
3: Rufino Báscones
4: Donato Guadiana
5: Mariano López
6: ?
7: ?
8: Narciso Espinosa
9: Florentino Merino
10: Constantino Espinosa
11: Daniel Tejedor
12: ?
13: ?
14: Julián Báscones
15: ?
16: Mario Báscones
17: Paco Tejedor
18: ?
19: Esteban Báscones
20: Don Teodoro Fraile
21: ?
22: ?
23: ?
24: Manuel Espinosa
25: Fidel Castrillo
26: Constantino Cabezón
27: ?
28: Miguel Espinosa
29: Evilasio Merino
30: ?
31: ?
La foto creo que está sacada a la entrada de Villamelendro , el 31 de Marzo de 1931: ese día llegaba Don Teodoro(el cura) para hacer la Semana Santa el 1 de Abril, que era Jueves Santo.
En el año 31 se proclamó la República y quitaron la paga a los curas y Villamelendro se comprometió a pagarle y por esa razón tuvimos Cura durante años.»
«Eduardo Cófreces ~Nacido en Villamelendro~
Toda esta información con los nombres la he conseguido por mi tío Eduardo Cófreces. ISIDRO.»
Entonces me acuerdo de la última vez que estuve en Onteruela:
«El sitio incluía, cuando pude visitarlo de niño y poco antes de su venta, un arroyo donde mi padre y un servidor, con la ayuda de unos magros reteles y sirviéndonos como cebo de unos pedazos de arenque en salazón que nos regalaron en Saldaña aquella misma mañana, disfrutamos una buena e inesperada redada de cangrejos. Tantos cangrejos acudieron al reclamo aquella tarde de agosto, en la poza en que se había convertido el arroyo, que se nos hizo de noche y llegamos a las tantas de vuelta al pueblo, después de pisotear casi todos los pedruscos del páramo por aquellos caminos de mulas. Al día siguiente los cangrejos, huidos del saco donde los trasladábamos poblaban el suelo del dormitorio. Son cosas que no se olvidan.»
«Isidro Herrero con la ayuda de su hija Vanessa Herrero, han preguntado a Eduardo Cófreces acerca de la foto, y el resultado ha sido el siguiente. Han elaborado una lista numerada con cada uno de las personas que aparecen en la foto (me gustaría mandarte un archivo con la correspondencia entre los números y la imagen), cuyo resultado es:
1: Gabriel Tejedor
2: Manuel Rodríguez
3: Rufino Báscones
4: Donato Guadiana
5: Mariano López
6: ?
7: ?
8: Narciso Espinosa
9: Florentino Merino
10: Constantino Espinosa
11: Daniel Tejedor
12: ?
13: ?
14: Julián Báscones
15: ?
16: Mario Báscones
17: Paco Tejedor
18: ?
19: Esteban Báscones
20: Don Teodoro Fraile
21: ?
22: ?
23: ?
24: Manuel Espinosa
25: Fidel Castrillo
26: Constantino Cabezón
27: ?
28: Miguel Espinosa
29: Evilasio Merino
30: ?
31: ?
La foto creo que está sacada a la entrada de Villamelendro , el 31 de Marzo de 1931: ese día llegaba Don Teodoro(el cura) para hacer la Semana Santa el 1 de Abril, que era Jueves Santo.
En el año 31 se proclamó la República y quitaron la paga a los curas y Villamelendro se comprometió a pagarle y por esa razón tuvimos Cura durante años.»
«Eduardo Cófreces ~Nacido en Villamelendro~
Toda esta información con los nombres la he conseguido por mi tío Eduardo Cófreces. ISIDRO.»
Entonces me acuerdo de la última vez que estuve en Onteruela:
«El sitio incluía, cuando pude visitarlo de niño y poco antes de su venta, un arroyo donde mi padre y un servidor, con la ayuda de unos magros reteles y sirviéndonos como cebo de unos pedazos de arenque en salazón que nos regalaron en Saldaña aquella misma mañana, disfrutamos una buena e inesperada redada de cangrejos. Tantos cangrejos acudieron al reclamo aquella tarde de agosto, en la poza en que se había convertido el arroyo, que se nos hizo de noche y llegamos a las tantas de vuelta al pueblo, después de pisotear casi todos los pedruscos del páramo por aquellos caminos de mulas. Al día siguiente los cangrejos, huidos del saco donde los trasladábamos poblaban el suelo del dormitorio. Son cosas que no se olvidan.»
Otra vez, gracias, amigos.
sábado, 13 de marzo de 2010
Notas...
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Insistir en la posibilidad, a pesar de que todo sugiere que no existe posibilidad ninguna. Empeñarse inútilmente en una empresa condenada. Todos los indicios dicen que es gasto perdido. Y a pesar de todo seguir. Sí. Una y otra vez. Por la pura obcecación. Empeño en el mismo hecho de empeñarse. Insistir en nada, en el vacío. Y seguir ahí. Una vez y otra. Sin señales de haber dado en algo, de estar en un lugar que lleva a otro, tras de alguna pista, sin huellas, sin olfato ni rastro ni mínima brizna que confirme que se ha visto la posibilidad de que en algún momento pudo haber habido una muestra, al menos publicitaria, de la presencia de una instalación expendedora del producto que vas tan perdidamente buscando.
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El tema, amigo, es que hay una sola cosa; una, que no depende de miradas, de gusto o de rigores, hay un solo frío, un solo filo de navaja: el que nos separa, el mismo que nos une. Tan alejados estamos en un horizonte que todo lo desfigura, ecos de una cámara de distorsiones como pegadas, casi parientes, en una historia de miedos y odios y petulancias y vagas tribus de lobos que se devoran, porque el odio es la sabia que nos consuela, que nos levanta de la muerte, de la tierra. ¿Hay respuesta? Hay preguntas que se alzan hacia otras preguntas, ansias de poder, deseo.
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La dureza de estar aquí frente a lo inmóvil. Lo que siempre está. Una roca que se instala en el primer sitio que encuentra para no moverse más ya nunca, que está ahí delante, que sientes quieta, inmensamente ajena y quieta, pero que de alguna manera te corresponde, es la tuya. ¿Por qué no soslayarla, mirar a otro lado, darle la vuelta, pasar de largo y ocuparte de otra cosa? No. Esa piedra que ha ido creciendo con el tiempo como un cáncer te corresponde, es de tu responsabilidad. Tienes con ella algún contrato. En realidad, ya sabes que se trata de un invento, una fabricación, o artilugio que has montado para -piensas a veces- para ocuparte, para preocuparte de algo, elaborar la necesidad de tener algún problema o dificultad añadido a los habituales --como si no te bastara con ellos; pero no, porque todos los conflictos o insatisfacciones habituales también están en ella, como si se los tragara, y a la vez no son ella. Sencillamente ella los absorbe en sí, se los come indiferente y tranquila y ahí sigue quieta, interrogativa y quieta, ¿esperando alguna atención, alguna respuesta? ¿Qué se te ha perdido con ella? Te lo sueles preguntar porque en realidad te es perfectamente ajena: ni te pertenece ni te interesa. Sencillamente la tienes ahí delante siempre como una molestia que formase parte necesaria del paisaje, del decorado necesario y no fuese posible retirarla. No la llamemos piedra porque no se trata más que de una metáfora falsa e insultante para ese género de objetos que forman la consistencia de que está hecho el suelo, tan arquitectónica, sencilla y disponible. No, no la llames piedra porque entonces se instala rudamente delante y no habrá manera de quitársela de encima. Es una molestia y una necesidad. Tiene algo pedernalicio...
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Hay veces en que nos constituimos en molestos obstáculos en el cómodo discurrir de las gentes. La gente va tranquila por ahí y entonces estamos nosotros como postes en mal sitio. Es una sensación (¿cómo te diría?) de andar estorbando, de que te fueran a tropezar con alguna cadera contundente para descolocarte de ahí, porque no te han visto (no ven lo que está donde no tiene que estar, claro, y se chocan y ponen gesto de extrañeza: --«¿qué hace este torpe por ahí y por qué no se va ya?» o «Anda y vete de ahí de una santa vez» o, más lacónico y riojano: «¡Anda de ahí!», o incluso en la expresión concentrada «ándadiái» que es palabra creo que dotada de doble acento). A eso me refiero, a la cosa de no darse plena cuenta y ser el sobrón. Acongoja un tanto. Te deja descolocado. Sueles mirar en ese momento a la pared para ver los desconchones y de inmediato, y como por efecto de un resorte, te refieres a las habituales inclemencias del tiempo. Aprovechando el silencio que dejan tras de sí estas meditaciones, coges y te vas.
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El tema, amigo, es que hay una sola cosa; una, que no depende de miradas, de gusto o de rigores, hay un solo frío, un solo filo de navaja: el que nos separa, el mismo que nos une. Tan alejados estamos en un horizonte que todo lo desfigura, ecos de una cámara de distorsiones como pegadas, casi parientes, en una historia de miedos y odios y petulancias y vagas tribus de lobos que se devoran, porque el odio es la sabia que nos consuela, que nos levanta de la muerte, de la tierra. ¿Hay respuesta? Hay preguntas que se alzan hacia otras preguntas, ansias de poder, deseo.
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La dureza de estar aquí frente a lo inmóvil. Lo que siempre está. Una roca que se instala en el primer sitio que encuentra para no moverse más ya nunca, que está ahí delante, que sientes quieta, inmensamente ajena y quieta, pero que de alguna manera te corresponde, es la tuya. ¿Por qué no soslayarla, mirar a otro lado, darle la vuelta, pasar de largo y ocuparte de otra cosa? No. Esa piedra que ha ido creciendo con el tiempo como un cáncer te corresponde, es de tu responsabilidad. Tienes con ella algún contrato. En realidad, ya sabes que se trata de un invento, una fabricación, o artilugio que has montado para -piensas a veces- para ocuparte, para preocuparte de algo, elaborar la necesidad de tener algún problema o dificultad añadido a los habituales --como si no te bastara con ellos; pero no, porque todos los conflictos o insatisfacciones habituales también están en ella, como si se los tragara, y a la vez no son ella. Sencillamente ella los absorbe en sí, se los come indiferente y tranquila y ahí sigue quieta, interrogativa y quieta, ¿esperando alguna atención, alguna respuesta? ¿Qué se te ha perdido con ella? Te lo sueles preguntar porque en realidad te es perfectamente ajena: ni te pertenece ni te interesa. Sencillamente la tienes ahí delante siempre como una molestia que formase parte necesaria del paisaje, del decorado necesario y no fuese posible retirarla. No la llamemos piedra porque no se trata más que de una metáfora falsa e insultante para ese género de objetos que forman la consistencia de que está hecho el suelo, tan arquitectónica, sencilla y disponible. No, no la llames piedra porque entonces se instala rudamente delante y no habrá manera de quitársela de encima. Es una molestia y una necesidad. Tiene algo pedernalicio...
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Hay veces en que nos constituimos en molestos obstáculos en el cómodo discurrir de las gentes. La gente va tranquila por ahí y entonces estamos nosotros como postes en mal sitio. Es una sensación (¿cómo te diría?) de andar estorbando, de que te fueran a tropezar con alguna cadera contundente para descolocarte de ahí, porque no te han visto (no ven lo que está donde no tiene que estar, claro, y se chocan y ponen gesto de extrañeza: --«¿qué hace este torpe por ahí y por qué no se va ya?» o «Anda y vete de ahí de una santa vez» o, más lacónico y riojano: «¡Anda de ahí!», o incluso en la expresión concentrada «ándadiái» que es palabra creo que dotada de doble acento). A eso me refiero, a la cosa de no darse plena cuenta y ser el sobrón. Acongoja un tanto. Te deja descolocado. Sueles mirar en ese momento a la pared para ver los desconchones y de inmediato, y como por efecto de un resorte, te refieres a las habituales inclemencias del tiempo. Aprovechando el silencio que dejan tras de sí estas meditaciones, coges y te vas.
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