martes, 29 de abril de 2014

Camino nocturno


(de Onteruela a Saldaña, circa 1969)


Íbamos por el páramo pisando las grandes piedras descolocadas, grandes y chicas, como panes benditos maldecidos y profanados una y otra vez. Era de noche. Se nos había hecho la noche: piedras encontradizas y tropezonas, sobrevenidas en la espesura de la oscuridad.
Vimos a lo lejos una luz débil, parpadeante, un destello que se movía en semejante ruta del desvarío. Nos creíamos salvados al fin de aquel perderse uno entre los peligros de la tierra gótica, aquel campo tan infinito y tan de la noche.

2 comentarios:

Cariñosas las observaciones