lunes, 9 de abril de 2007

Paisaje inesperado


























En la reciente edición de la Poesía Completa de Juan Ramón Jiménez[1], leo, del libro Melancolía, 1912, en la sección "En tren", el poema XIV que transcribo

XIV

UN indolente hastío de pálidas nostalgias
hacía blando y lánguido mi corazón sangriento...
era como una rosa que se fuera mustiando,
de no sé qué septiembres, en el cansado pecho...

Las torres imprevistas de tranquilas ciudades
surgían
, sobre rocas, en un llano, entre huertos,

y prados malvas, con idílicos rebaños,
nos daban, al pasar, su suave sentimiento...

Una nota de pájaro que no se oiría más...
un enredo de sol entre verdores frescos...
y horizontes azules, y horizontes violetas,
que tendrían detrás el amor y el misterio...

Toda la tarde de primavera caía
en el anhelo estéril de los pobres recuerdos,
como una promesa que no se iba a cumplir
o como la verdad imposible de un cuento...

Después de leído, y habiéndoseme producido ya el efecto de la lectura (que repetí varias veces para confirmar y desechar espejismos), se me ocurrió (manías algo vergonzosas de maestrillo) hacer con él un pequeño concurso o prueba: dárselo a los alumnos y pedirles que escogieran el verso que más les gustara de ese poema. Y así comprobar coincidencias o divergencias, hacer un mapa de inclinaciones, etc. Pero como gozo de asueto estos días, y no tengo alumnos a mano, y para cuando los tenga, ya se me habrá pasado la gana...[2] pues pasé a otra cosa. Por ejemplo a leer la paráfrasis o comento que en el volumen se añade a todos y cada uno de los poemas que se editan (y que son todos los de los libros íntegros que el poeta publicó en vida) y por tanto también a éste, obra del Sr. Javier Blasco, responsable además de la edición general y la coordinación de colaboradores. En ella se parafrasea el contenido del poema, contrastándose unas partes con otras desde la retórica a la distribución estrófica y así se alcanzan interesantes conclusiones (que no detallo pues no tengo el libro ante los ojos). Bueno. No me sirvió para nada, aunque supongo que será cierto lo que dice el Sr. Blasco. Pero ni lo compruebo.
Yo había leído el poema y (como me sucede con una gran cantidad de material juanrramoniano) tuve que aguantar los 16 versos para quedarme con uno. Ese uno merecía la pena, y merecía el esfuerzo de haberlo esperado y pasar, en cambio, por encima de los otros 15; de leer el poema entero, desechar 15 versos y quedarse con uno, sí, con el señalado.

Las torres imprevistas de tranquilas ciudades
¿Por qué? ¿Por qué ese verso se me pega de esa manera? ¿Por qué una vez leído no me lo puedo quitar de encima? ¿Qué es? No es nada más que una imagen. Vuelvo por enésima vez a leer el poema y vuelve de nuevo la experiencia del "palabreo", de nociones archisabidas, de caramelos de fresa rancia recalentados y chorreantes, pringosos, que hacen imposible ni tan siquiera el intento de elaborar el posible sentido del discurso que literalmente resbala y tan sólo tropieza en esa imagen: torres...ciudades.
¿Qué ha pasado? Y entonces hago ese otro esfuerzo consciente y secundario de explicación: me empeño y veo una bimembración de paralelismo invertido en los dos términos del sintagma versal que dispone enfrentados esos adjetivos especificativos que concentran una experiencia visual íntegra. ¿Será ese el misterio, la habilidad de la "dispositio" de dos adjetivos de valor antitético y su capacidad (potenciada de antítesis) para unificar la imagen, y así otorgarle una nitidez quizá producto ilusorio de una armonía en los polos visuales a partir de la tensión creada en su centro conceptual y verbal gracias al doblete sintáctico (¿quiasmo o así?)?. No sé. Intento ir hacia atrás, trato de entender por qué se me ha clavado esa imagen. ¿Qué objetos mentales tengo a mano, originados en mis lecturas, que pudieran pegarse con especial facilidad a esa imagen y que quizá, por gozar de algún realce que en mí ya está preformado, le otorgasen un prestigio añadido, gratuito, una prestancia, que, en cambio, pudiera no afectar de la misma manera a algún lector otro y cualquiera, teóricamente inmune a la tal intensificación?

Lo primero fue la pintura recordada, la de una ciudad italiana del Qattrocento, la figura de la ciudad, la figura ideal (casas, murallas, torres) que se repite en multitud de pinturas (tablas, frescos) de los siglos XIII al XV, ya se trate de Pavia, Siena, San Gimignano, Montemassi, etc.[3] Pero creo que no importa el camino privado para que el verso destacado brille. Su sencillez, su simple nombrar le otorgan un privilegio, por contraste, con relación al convencionalismo del resto, lo elevan; vemos elevarse esas torres "imprevistas" en la realidad del paisaje igual que en el poema.[4].

Y, claro, también me acuerdo de aquello de:

"la luz como tras una puesta de sol,
y junto a sus fuentes, los héroes,
Segismundo y Malatesta Novello,
los fundadores, la mirada fija en los cerros de sus ciudades." [5] (el subrayado es mío).

________________
[1] Juan Ramón Jiménez, Obra Poética, Biblioteca de Literatura Universal, edición de Javier Blasco y Teresa Gómez Trueba, Espasa Calpe, Madrid, 2005, Vol. I, tomo 1, p. 1159.
[2]. ...y, además, ahora caigo en el detalle de que, en lo que afecta a nuestro distrito universitario no "entran" en la Prueba de Selectividad poesías ni similares como posible materia objeto de examen más allá de los saberes teóricos o informativos, es decir, nunca nada que implique un contacto directo (quizá peligroso).... Así pues, entonces, mucho menos, me dije.
[3] En mi caso el libro del que se toma la reproducción copiada en segundo lugar es: Daniel Waley, Las ciudades-república italianas, Biblioteca para el Hombre Actual, Guadarrama, Madrid, 1969, pp. 168-169 y portada, es decir, el fresco de la Sala del Mappamondo del Palazzo Publico de Siena, obra de Simone Martini (1328) que retrata a Guidoriccio da Fogliano, jefe sienés en la campaña por la reconquista de Montemassi y Sassoforte del poder de Castruccio Castracane. Sólo en segundo lugar he pensado en España, primero en ciudades castellanas como Zamora (torre de la catedral) o Ávila o Madrigal, y en último lugar andaluzas (torres de Córdoba o Jerez) o, claro, el pueblo o ciudad cualesquiera que surge con sus torres por una esquina de los temblorosos y polvorientos cristales de una ventanilla de vagón (1ª clase, si la hubiera) de los ferrocarriles andaluces de hacia 1910.
[4] Frente al carácter tan abstracto como convencional del resto del poema parece chocante que sea precisamente una simple imagen (una transcripción de realidad) lo que se alce, se "arranque" del discurso trillado y sabido (presabido) y brille sola, exenta. Al menos esa es mi experiencia lectora. ¿O será precisamente el que aparezca en medio de esa pasta blanda y sentimental lo que la carga y la predispone a estallar con semejante eficacia?.

[5] Ezra Pound, Cantos, XVI:
"(...)the light as after a sun-set,
and by their fountains, the heroes,
Sigismundo and Malatesta Novello,
and founders, gazing at the mounts of their cities." [Ezra Pound, The Cantos, XVI, Faber & Faber, Londres, 1975, p. 69].

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