Aprovechando la vacación del Día de La Rioja, doy un paseo mañanero. Hace buen tiempo. Yo llamo "buen tiempo" no al día soleado (que casi nunca me gusta) sino al día luminoso entreverado de nubes blancas, a la clase de día que hace después de una noche de tormenta, por ejemplo; un día fresco y nítido. Ese día era el de esta mañana. Bajo, como casi siempre que doy estas caminatas, por el Riojaforum, en cuyos aledaños pulula desde hará unos días un ostentoso olor a heces perrunas (civilización y barbarie se dan la mano) en el descampado aledaño que, además de cascotes, acumula esa clase de desechos en abundancia y a los que, por intensa huella en la memoria, asocio con antiguas salidas a la caza de lagartijas (de la que en algún lugar de este blog se habla) y me pasa que, por ello tan solo, semejante olor pareciera verse perdonado de su evidente repugnancia. El Ebro baja raudo este mes y cumplido de caudal. Hubo días de crecida en que tomaba un aire de impetuosa torrentera y el salto de agua próximo al puente de piedra burbujeaba como un pequeño Niágara local.
La gente discurre por el paseo de la orilla y se dicen sus cosas, sus palabrejas pegadizas: "Te da un pampurri y ¿cómo llamas al ciento doce?" entona uno que va en chandal reglamentario con su amigo al lado y pasa a otros temas y dice: "Si me quisiera no me hubiera hecho lo que me ha hecho" (yo, en cambio, hubiera usado "habría" en la apódosis, pienso al escucharle). Se me acercan otra vez: "...Últimamente, lleva unos años..." que supongo tiene de sujeto al mismo referente del sujeto de la anterior.
Una pareja cruza junto al arco del puente donde se instalan los pescadores. En la orilla un pescador tiene a sus pies, en el agua, un barbo liberado y boqueante, agonizando a lo que se ve, pero el pescador se agacha y le da un papirotazo milagroso: el pez espabila y se hunde en el agua cenagosa. "A mí que no se vistiera el alcalde me parece bien". Le doy vueltas a la frase de la chica de la pareja que todavía está cruzando a mi espalda y me supongo que no se tratará de una declaración de entusiasmo nudista en la persona de la máxima autoridad municipal sino que el término "vistiera" (que creo haber oído bien) alude al empleo posible de un atuendo o "casual dress" no precisamente ceremonioso en alguno de los actos conmemorativos del día de hoy.
Me paro a contemplar otra vez la faena piscatoria del sujeto con las dos cañas en la orilla de la junquera bajo el puente de piedra. No le pican ya; aunque a veces se hunde el corcho naranja (¡qué bonito corcho en dos secciones; antes no se veían esas filigranas!) no le entran. Bueno, habrá que volver.
Voy hacia arriba otra vez, por la parte trasera del Hospital, de regreso porque se hace tarde. Son calles que no había paseado antes. Me gusta el barrio. Esas casas viejas de la posguerra, con balconcillos saledizos, se mezclan con otras más modernas, algo más feas, pero todas las calles de esta zona próxima al río tienen un aire agradable de vida de barrio que me gusta mucho. El otro día presencié una chuletada en plena calle, en una placita interior de un grupo de casas: los vecinos en torno a la brasas churruscantes, el olor, entre pan y pan las chuletillas, y trasegando porrones y botas de vino. Qué delicia y qué envidia. Por aquí se aglomeran los comercios, las pequeñas tiendas y los locales de todo tipo: servicios técnicos, talleres, lonjas y locales abandonados o cerrados, chamizos. "Peña de los Brincos", y al lado "Confitería La Exquisita"; ésta ultima abandonada. Me fijo mientras un subsahariano se mete en el portal y me mira sospechoso porque tomo nota de los nombres. Otra pareja de amigos pasa a mi lado, uno de ellos tiene aire de operado de laringe y hace señales mudas a su compañía (acompañante) de algo como la conveniencia de ametrallar las ventanas de la casa de enfrente. ¿Reproduce una escena guerrera o dibuja en el aire una figuración de sus deseos íntimos? Sigo hasta el final de la calle y paso el "Colegio Nacional de Gonzalo de Berceo" (como ostenta en una cartela el frontispicio grabado con caligrafía escolar. ¿Se referirá con ese "de" a que Gonzalo de Berceo estudió allí o fue su director en tiempos o algo así?). Parsimonia andantesca de un anciano. Abundan los ancianos paseando en el trayecto de esta mañana. Algunos, cansados, se sientan. Hay que agradecerle al ayuntamiento la abundante presencia de bancos en las aceras. Es un detalle. Uno, muy rubio, casi albino de tez (que yo suelo atribuir, sin mayor prueba, al celtismo de la región), quiere toser y hace esfuerzos y le sale una especie de silbido metálico que me deja helado y que atribuyo a un pulmón artificial o de titanio o yo qué sé de qué...Paso a la otra acera y unas niñas salen del comercio de chucherías y dice la una: "...Es que echaban programas que a mí me gustan..."
Descubro entonces que me acerco a casa. Buen paseo.
La gente discurre por el paseo de la orilla y se dicen sus cosas, sus palabrejas pegadizas: "Te da un pampurri y ¿cómo llamas al ciento doce?" entona uno que va en chandal reglamentario con su amigo al lado y pasa a otros temas y dice: "Si me quisiera no me hubiera hecho lo que me ha hecho" (yo, en cambio, hubiera usado "habría" en la apódosis, pienso al escucharle). Se me acercan otra vez: "...Últimamente, lleva unos años..." que supongo tiene de sujeto al mismo referente del sujeto de la anterior.
Una pareja cruza junto al arco del puente donde se instalan los pescadores. En la orilla un pescador tiene a sus pies, en el agua, un barbo liberado y boqueante, agonizando a lo que se ve, pero el pescador se agacha y le da un papirotazo milagroso: el pez espabila y se hunde en el agua cenagosa. "A mí que no se vistiera el alcalde me parece bien". Le doy vueltas a la frase de la chica de la pareja que todavía está cruzando a mi espalda y me supongo que no se tratará de una declaración de entusiasmo nudista en la persona de la máxima autoridad municipal sino que el término "vistiera" (que creo haber oído bien) alude al empleo posible de un atuendo o "casual dress" no precisamente ceremonioso en alguno de los actos conmemorativos del día de hoy.
Me paro a contemplar otra vez la faena piscatoria del sujeto con las dos cañas en la orilla de la junquera bajo el puente de piedra. No le pican ya; aunque a veces se hunde el corcho naranja (¡qué bonito corcho en dos secciones; antes no se veían esas filigranas!) no le entran. Bueno, habrá que volver.
Voy hacia arriba otra vez, por la parte trasera del Hospital, de regreso porque se hace tarde. Son calles que no había paseado antes. Me gusta el barrio. Esas casas viejas de la posguerra, con balconcillos saledizos, se mezclan con otras más modernas, algo más feas, pero todas las calles de esta zona próxima al río tienen un aire agradable de vida de barrio que me gusta mucho. El otro día presencié una chuletada en plena calle, en una placita interior de un grupo de casas: los vecinos en torno a la brasas churruscantes, el olor, entre pan y pan las chuletillas, y trasegando porrones y botas de vino. Qué delicia y qué envidia. Por aquí se aglomeran los comercios, las pequeñas tiendas y los locales de todo tipo: servicios técnicos, talleres, lonjas y locales abandonados o cerrados, chamizos. "Peña de los Brincos", y al lado "Confitería La Exquisita"; ésta ultima abandonada. Me fijo mientras un subsahariano se mete en el portal y me mira sospechoso porque tomo nota de los nombres. Otra pareja de amigos pasa a mi lado, uno de ellos tiene aire de operado de laringe y hace señales mudas a su compañía (acompañante) de algo como la conveniencia de ametrallar las ventanas de la casa de enfrente. ¿Reproduce una escena guerrera o dibuja en el aire una figuración de sus deseos íntimos? Sigo hasta el final de la calle y paso el "Colegio Nacional de Gonzalo de Berceo" (como ostenta en una cartela el frontispicio grabado con caligrafía escolar. ¿Se referirá con ese "de" a que Gonzalo de Berceo estudió allí o fue su director en tiempos o algo así?). Parsimonia andantesca de un anciano. Abundan los ancianos paseando en el trayecto de esta mañana. Algunos, cansados, se sientan. Hay que agradecerle al ayuntamiento la abundante presencia de bancos en las aceras. Es un detalle. Uno, muy rubio, casi albino de tez (que yo suelo atribuir, sin mayor prueba, al celtismo de la región), quiere toser y hace esfuerzos y le sale una especie de silbido metálico que me deja helado y que atribuyo a un pulmón artificial o de titanio o yo qué sé de qué...Paso a la otra acera y unas niñas salen del comercio de chucherías y dice la una: "...Es que echaban programas que a mí me gustan..."
Descubro entonces que me acerco a casa. Buen paseo.
¿No hay más dias de vacación? Los esperamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
http://www.youtube.com/watch?v=TSwy34Rpt9I
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