Leo en el blog de Jonathan Mayhew sobre el poeta José Angel Valente lo que traduzco a continuación:
Valente está muy, muy intensamente identificado con el estudio de la mística española, en especial con Miguel de Molinos y San Juan de la Cruz. Una vez sabido lo cual, he esperado a que todas sus implicaciones se hicieran evidentes. La obra crítica de Valente tiende a reflejar sus propias posiciones, así pues estamos ante un problema o una serie de problemas que no han sido resueltos del todo en ese aspecto. ¿Qué significa para un intelectual básicamente laico hallarse hasta tal punto imbuido de la mística? Dicho de otro modo, no hay en la escritura de Valente nada que una persona más o menos secular deba rechazar: todo está conformado ad hoc. Quien lea ni siquiera percibirá el estatus confesional del autor. Desde luego, nos pondremos del lado del místico, de Molinos, frente a la Inquisición que lo sentenció y condenó a prisión, del lado de la heterodoxia ante la ortodoxia, pero probablemente el lector haría lo mismo tanto si él o ella es agnóstico o católico creyente -o creyente en otro credo cualquiera, es lo mismo. Así que Valente juega en los dos bandos. Aparece como intelectual secularizado moderno y como el campeón del misticismo.
Pues ¡qué habilidad la de Valente para darnos el timo! «Vamos a ver cómo les engaño yo a estos pardillos -se diría- y me hago pasar, me disfrazo de "moderno" y, de repente, cuando estén más distraídos, saco mi truco, zas, el trampantojo del conejo místico y ahí que se quedan todos con él sin enterarse casi, los pobres de ellos. Impecables y perfectos ateos o agnósticos laicos y, mira tú por dónde, he conseguido que se lo traguen todo entero, "el gazapo" de Molinos, o ya de paso el de San Juan de la Cruz, y éste sin cruel inquisición ni nada en lo que apoyarse». Son las famosas habilidades de saber nadar y guardar la ropa. Pero qué vulgar y bajo has caído, Valente. ¡Qué impresentable tu jugada! Doble juego. Me supongo que un doble juego similar habrán ofrecido todos aquellos poetas o escritores (¿por qué casi siempre será más bien lo primero?) que, sosteniendo en su obra una concepción del mundo, llamémosla, «espiritualista», hayan tenido la osadía, a la vez, de escribir ensayo o cualquier otra forma pareja de escritura teórica para explicar esos u otros asuntos cualesquiera. Todos ellos, y su misma «authorial voice» con ellos, se habrán visto manchados, polucionados, por la enfermedad, por el «contagio». Llámense William Butler Yeats, Ezra Pound, H.D., Robert Duncan, por citar tan solo algunos de los autores «damnati» o condenados y condenables de leso laicismo en el pasado siglo XX, culminación hasta el momento de nuestra intelectualmente salvífica modernidad. Léase, para el caso Pound, por ejemplo, el ilustrativo y «escandalizado» libro de Leon Surette, The Birth of Modernism: Ezra Pound, T.S. Eliot, W.B. Yeats and the occult, McGill-Queens University Press, 1993 o el de Peter O'Leary, Gnostic Contagion. Robert Duncan and the poetry of illness, Wesleyan University Press, 2002, entre muchos otros.
No. No son laicos. Son creyentes en alguna «fe perdida». Y en el caso de Valente, quizá tan solo católico sin fe o deseando recuperarla, como Unamuno, al menos en su poesía. ¿Y eso invalida su discurso, es decir, que si se refiere a Miguel de Molinos porque como poeta le importa mucho aquello que pueda aprender de la experiencia mística molinista, sí, de lo que la Guía Espiritual le pueda decir a él como poeta, en esas condiciones, ya no podría hablar del asunto intelectual «Miguel de Molinos» como hecho histórico o cultural, por ejemplo? ¿No será que por el hecho de ser creyente en alguna fe al tal sujeto lo consideramos ya y por definición incapaz de discurso racional atendible? ¿No puede hablar de nada que no sea de esa su misma fe, quizá limitándose, en todo caso, a pedir perdón por sostenerla? ¿Debe mantener perpetuamente enarbolado un cartel, a manera de cinturón sanitario, que indique su condición, no vaya a ser que el lector (que, por defecto, ha de ser «laico» y «agnóstico», como todo el mundo) se lleve a engaño, se pudiera sentir «timado», respecto al tipo de verdades que se le quieren enseñar, para las que no valen ya los mismos argumentos o razones de que se sirven los demás si tales ideas o argumentos están proferidos por una boca previamente «maculata», digamos, sucia de espíritus y que, por tanto, «recontextualiza» o sencillamente ensucia a su vez dichos argumentos? Sí, porque la boca de Valente quería ensuciarse, y mucho, de espíritu, sin más, o de Espíritu, si se prefiere; como poeta quería eso, porque básicamente sentía que le hacía falta. Y esa fue su opción. Y si algo hizo con esa opción fue manifestarla bastante bien a las claras. O, al menos, a mí me lo ha parecido así siempre. Y, en esas condiciones, ¿resulta que ya no podría, a la vez, y sin tener que hacer una declaración «aduanera» previa, hablar como los demás y de lo mismo que los demás hablan y en los mismos planos que ellos si es que sus capacidades probadas así se lo permiten? ¿O si lo hace, debería ser tachado de impostor también como Molinos?
Te comento con un poema de Valente (y te doy la razón, la mía):
ResponderEliminar"BORRARSE.
Sólo en la ausencia de todo signo
se posa el dios."
Gracias por la traducción y el comentario.
ResponderEliminarNo fue mi intención criticar a Valente, que obviamente es "santo de mi devoción," sino más bien entender de lo que se trata. Evidentemente, se propone una teología del deus absconditus, el dios ausentado. No hay duda. Uno de los atractivos de esa teología es que sigue siendo una teología, pero sin serlo del todo. Para mí, por lo menos, sigue siendo una cuestión abierta--y bastante sugerente al considerar la relación de Valente con el pensamiento católico de Lezama Lima, Zambrano, etc...
Un abrazo,
Jonathan
Gracias, Jonathan, por tu comprensión. En cierta manera aíslo tu entrada y me refiero a
ResponderEliminaruna parte que considero hostil a Valente como intelectual. En la segunda parte hacías ver que Claudio Rodríguez podría ser un reflejo "práctico" de la poética de Valente.
A mí también me gusta Claudio Rodríguez. Pero quería defender la poética de Valente, aunque sólo fuera por lo que tiene de arriesgada y, en esa medida, de "impresentable" intelectualmente hablando. En cuanto a su poesía me gusta el primer Valente...y el último ("Fragmentos..."). Precisamente el Valente intermedio, el que corresponde a la poética en cuestión, me interesa menos. En fin...
Un abrazo
A mi me gusta la palabra "descreído".. Cuando tengo que traducirla al francés solo me sale lo de "mécréant" que claro, no es lo mismo. No leo ensayos sobre autores NUNCA... -Confieso que alguno me ha tocado de manera rpofesional, pero no por gusto. Mejor dirigirse a Dios que a sus santos (si me pasan la frasecita ;DDD)
ResponderEliminarMISTICISMO LAICO: Santa Teresa decía que los místicos cristianos se imaginaban su camino hacia el éxtasis o experiencia de trascendencia como una escalera al cielo que debería remontarse paso a paso. Esta escala de la perfección, tenía tres estados principales; el primero se llamaba la vida purgativa, el segundo la vida iluminativa y el tercero la vida unitiva, que representaba el estado de la perfecta contemplación. La vida purgativa necesita lógicamente una autodisciplina o ascetismo, ya que requiere del aislamiento de las cosas de este mundo para interiorizarse y auscultarse, haciendo un examen de conciencia identificando nuestros defectos o rasgos negativos que son la causa de nuestros pecados, para extinguirlos practicando las virtudes opuestas a nuestros defectos, hasta lograr el perfil de humanidad perfecta. Al inició de nuestro conocimiento interior, a medida que profundizamos en la oscuridad de los laberintos de la mente, psíquicamente experimentamos vivencias perturbadoras que nos obligan a asirnos fuertemente de la mano de Cristo siguiendo su vida ejemplo y enseñanzas para encontrar la salida. Hay ocasiones en que en nuestra vida cotidiana emerge inesperadamente el fenómeno espiritual de la transformación humana que provoca la extinción del ego viejo o muerte mística, mediante un doloroso proceso psíquico que nos lleva a deambular por la noche oscura donde no paramos de sufrir hasta eliminar todo apego, mordaza, dualismo, que nos impedían liberarnos de los viejos parámetros, creencias o dogmas equivocados que condicionaban nuestra vieja forma de ser. Provocando comportamientos superficiales o automatismos que nos impulsaban sin darnos cuenta al distorsionar la realidad que percibíamos. Impidiendo al ego nuevo renacer de sus cenizas, para dejar de sufrir creciendo espiritualmente hasta alcanzar la quietud de la mente en las turbulencias de la vida o paz interior antesala de la iluminación. Vida iluminativa necesaria para sanar las heridas profundas que emergen a nuestra conciencia, experimentando psíquicamente las vivencias traumáticas que nos acontecieron para poder afrontarlas al conocer la respuesta de la sabiduría interna a nuestros cuestionamientos y problemáticas intensas que nos hacen sufrir. La vida unitiva o éxtasis místico, no sólo es la meta, sino el fruto sagrado de la disciplina remota necesaria para inducir el éxtasis místico, donde a través de nuestro espíritu experimentamos la común unión de todos los seres y todas las cosas existentes en el universo existencial, manifestado e in-manifestado. Intimidad abismal profunda que nos revela el contenido de los arcanos que dan respuesta a nuestros interrogantes existenciales, de la cual emergemos transformados con los rasgos de una personalidad empática integralmente relacionada con nuestro entorno existencial que nos impulsa a servir a los demás al experimentar en carne propia el dolor ajeno sin que podamos evitarlo. http://www.scribd.com/doc/148809387/CRISTIANISMO-RELIGION-LAICA
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