martes, 17 de noviembre de 2015

Llamada

Una llamada. Esa mano que se alza, que pide algo, que se niega a querer lo sabido, lo consabido, ingenuamente llama o pide. No sabe lo que pide, pues sólo cuando pedimos de verdad sabemos lo que pedimos. Queremos más, algo más de lo que aparentemente queremos. Queremos algo y algo más a la vez. Sabemos que hay un querer posible y no somos capaces de alcanzar el deseo de lo no sabido que supera ese querer porque antes de él ya carecemos del saber que nos permitiría quererlo. Luego sólo podemos querer de un modo limitado. Sin embargo, siempre queda la oscura nostalgia de ese algo más que, en realidad, es lo que queremos, y lo queremos mucho más y con una desesperación siempre oculta a nosotros mismos; más de lo que se supone que pedimos y parece que anhelaríamos. 
Buscamos lo que no está, lo que no sabemos y nos espera. Queremos ese más de la vida que no está ni la esperamos, pero, inconscientes quizá, lo queremos; sin saber lo que deseamos, pedimos tan solo lo que está a nuestro alcance, pero siempre hay algo que nos espera y que no sabemos qué sea ni dónde esté. ¿Qué somos que no sabemos que somos? ¿Dónde estamos cuando pedimos ese algo más que no está? Buscamos como desesperados eso que se nombra con las palabras insuficientes «felicidad», «verdad», «amor». Lo pedimos, lo rastreamos en rostros, en ideas o en acciones, y siempre se queda fuera. 
Es inútil buscar fantasmas. Lo que está aquí no nos basta y es lo único que tenemos. Quedamos siempre defraudados con ese arrojar de los brazos hacia un ansia más allá de lo ansiado. Vemos lo que hay. Lo constatamos. Porque, hasta ese momento, la suma de lo que ha ido habiendo es lo que somos. Los instantes vividos. Los instantes desesperadamente exprimidos. Cuando fueron, fueron sentidos en su tránsito, atravesados de intensidades inventadas, casi fabricadas exprofeso. ¿Qué es lo que, de todo ello, fue algo nuestro? 
Y seguimos deseando y podríamos haber sustituido esos momentos vividos por otros cualesquiera tan nuestros y vividos como aquellos. Siempre falta algo. Y esa falta anula todo cuanto de real, de vivido, hubiera podido haber a nuestro lado. Y seguimos pidiendo, deseando, lo que no está. Lo que desde lejos nos llama.

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