A veces la música te saca del sitio. Ese sitio de lo cotidiano, de las cosas feas de toda la vida. Te saca un poco, sólo un rato. Bueno, no hace falta mucho más.
No soy ningún melómano. Tenía una colección algo roñosa de vinilos que desenterré estas navidades porque los Magos me echaron un tocadiscos de plato y de vez en vez (cuando no se molesta a los hijos estudiosos) pongo alguno de los viejos microsurcos para convocar voces y melodías que entonces me acompañaban, que tuvieron conmigo esos sus momentos (1) y ahora, esta tarde precisamente, se me ocurre pedirle, una vez más, a Janet Baker, en figura de Orfeo, que, sin alejarse del necesario coro de furias, me cante su canto, me desgrane al oído las rodantes palabras italianas y antiguas:
[En 33:33]
Chi mai dell'Erebo
Fra le caligini,
Sull'orme d'Ercole
E di Piritoo,
Conduce il piè ?
(...)
D'orror l'ingombrino
Le fiere Eumenidi,
E lo spaventino
Gli urli di Cerbero
Se un Dio non è!
Orfeo las trata de larve y ombre sdegnose y les pide que, al menos,
Vi, renda almen pietose
Il mio barbaro dolor!
y similares cosas poco optimistas, a lo que las furias, compadecidas, le dicen
Misero giovane!
Che vuoi, che mediti?
Altro non abita
Che lutto e gemito
In queste orribili
Soglie funeste.
Pero él, nada, tercamente en sus trece, va y responde
Mille pene, ombre sdegnose,
Come voi sopporto anch'io;
L'inferno mio ho con me,
Lo sento in mezzo al mio cor.
Precioso pasaje musical del Atto II del Orfeo ed Euridice de Christoph Willibald Glück, interpretado por Janet Baker(mezzo-soprano), Elisabeth Gale (soprano), Elisabeth Speiser (soprano), con el Glyndebourne Chorus y la London Philarmonic Orchestra bajo la dirección de Raymond Leppard en una grabación de 3 discos de Erato (750423), Editions Costallat, Paris, 1983.
Lo discreto sería haber colocado aquí abajo el mp3 correspondiente. Pero soy torpe en esos menesteres y seguramente carezco del utillaje imprescindible. Ya lo siento.
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(1). El Joven Borges de "la nadería de la personalidad", en Inquisiciones, 1925, p. 103: “Tampoco soy las audiciones que escucho pues en tal caso debería borrarme el silencio y pasaría de sonido en sonido, sin memoria del anterior” o “basta caminar algún trecho por la implacable rigidez que los espejos del pasado nos abren, para sentirnos forasteros y azorarnos cándidamente de nuestras jornadas antiguas”, p. 96 de J. L. B., Inquisiciones, Alianza, Madrid, 1998.
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Cariñosas las observaciones