Que la "aparición" de aquel rostro afilado, japonés y cerámico en el teatro de pantomimas de la noche parisina de 1909 fue algo más que "experiencia estética" lo sugiere un párrafo que Ramón escribe en los capítulos últimos de su Automoribundia, treinta años después de la anécdota propiciadora:
"Hace muchos años, en plena adolescencia, me enamoré de Colette-Willy. La vi trabajar en París, en un teatrito de barrio, escandalosa y seductora...Le escribí una carta, proponiéndole el matrimonio, y aún no me ha contestado. Esta es mi única aventura frustrada."(1)
párrafo intrigante, sobre todo por lo aislado de la declaración: en el capítulo de esas memorias correspondiente al viaje de 1909 ni se menciona a Colette ni la noche del encuentro.
En el folleto Les feux de la Rampe, Musée Colette avril - novembre 2008, p.5, se describe un espectáculo
["Le 1er novembre 1907, l’Apollo présente la reprise d’une pantomime créée le 16 mai au Casino de Paris avec la belle Imperia, La Chair. Cette fois Colette tient le premier rôle, elle est Yulka, la belle infidèle qui trompe son amant, un contrebandier nommé Hokartz (Georges Wague), avec un jeune sous-officier, Yorki (Christine Kerf). Lors d’une visite de ce dernier, Hokartz surgit à l’improviste, assomme son rival et le jette à la porte. Une violente dispute éclate alors entre les deux amants. Dans la bagarre, « le vêtement de Yulka se déchire, laissant apparaître «La Chair» dont [Hokartz] est sauvagement épris ». La jeune femme s’enferme dans sa chambre. En proie au plus grand désespoir, Hokartz se donne la mort. La scène est fameuse qui nous montre Colette dévoilant un sein. La légende de la danseuse nue était née et le succès du mimodrame assuré. Entre 1907 et 1911, on ne comptera pas moins de trois cents représentations dans toute la France."]
que parece coincidir con lo descrito en Tapices. Si es así, la fotografía siguiente forma parte del escándalo:
(1) Ramón Gómez de la Serna, Automoribundia, Guadarrama, Madrid, 2ª ed. 1974, pág. 622.
La revista Prometeo (1908-1912) publicó varias traducciones de textos de Colette desde 1910. La biografía que le dedica en los Retratos Contemporáneos de 1941 (Retratos Completos, Aguilar, Madrid, 1961, págs. 567-583) no es ni remotamente una biografía; en todo caso, una estampa concentrada en los años de juventud del personaje y en la noche en cuestión ("Entonces la vi yo. No olvidaré aquella noche de peregrinación a una Meca oscura"), para cuya ilustración copia varios pasajes del libro Tapices, entre ellos los citados en la entrada anterior. Parece interesarle escasamente que Colette fuera una notable escritora francesa: en la evocación, su obra literaria resulta arrinconada por su juvenil figura de divette.
Colette-Willy (1873-1954). Automoribundia se publica por primera vez en Buenos Aires en 1948. En 1909 Ramón era un pleno "adolescente" de 21 años.
La revista Prometeo (1908-1912) publicó varias traducciones de textos de Colette desde 1910. La biografía que le dedica en los Retratos Contemporáneos de 1941 (Retratos Completos, Aguilar, Madrid, 1961, págs. 567-583) no es ni remotamente una biografía; en todo caso, una estampa concentrada en los años de juventud del personaje y en la noche en cuestión ("Entonces la vi yo. No olvidaré aquella noche de peregrinación a una Meca oscura"), para cuya ilustración copia varios pasajes del libro Tapices, entre ellos los citados en la entrada anterior. Parece interesarle escasamente que Colette fuera una notable escritora francesa: en la evocación, su obra literaria resulta arrinconada por su juvenil figura de divette.
Colette-Willy (1873-1954). Automoribundia se publica por primera vez en Buenos Aires en 1948. En 1909 Ramón era un pleno "adolescente" de 21 años.
Ya podía enamorarse Ramón de Colette, oiga, que era bien atractiva.
ResponderEliminarLo era, sí. ¿Y quizá sería por algo de eso, es decir, por barruntarse qué sé yo qué de "misterioso", por lo que Carmen de Burgos, su amante (era "adolescente" pero ya tenía amante estable), se apareció sin avisar por París para hacerle compañía y "cuidarlo" una temporada? La intuición femenina.
ResponderEliminarYa pero es que a don Ramón igual le pasaba lo que a mí (salvando las distancias de fémina heterosexual que soy) pues a pesar de que me gustan los escritos de Colette, creo que admiro mas el mito, lo que representa, las numerosas facetas de su vida, mas romanesca que su propia obra,su época, no sé ... si... todo todo.
ResponderEliminarSí, el personaje "real" es la suma de la divette, la mujer, la escritora, en sus complejas facetas y etapas vitales. Pero a lo que yo me refiero es a que las apreciaciones ["Escribe páginas finas, en un francés extrasutil"] que Ramón hace sobre su obra literaria en la estampa "Colette" (1941) no pasan de lo elogioso convencional, mientras que lo que patentemente domina en su dibujo del perfil de la biografiada y la razón de la misma biografía es la noche aquella de 1909 [" Me acuerdo de la carátula de su expresión como si la estuviese viendo"], su obsesión por el impacto que le produjo el espectáculo "La Chair", es decir, aquello que le llevó a escribir el libro "Tapices" de 1912 y varias piezas escénicas breves, aquella imagen única, poderosa, inagotable.
ResponderEliminarEl problema de lo que dices es que no sé como tomármelo (hablando de don Ramón claro está, no de tí jeje}
ResponderEliminar¿Es que el impacto del encuentro (de lejos) con Colette le marcó tanto que no distingue mas allá de sus narices??? ¿Qué le importa un pimiento que Colette escriba (y además bien)?? ¿Qué en este principio de siglo un caballero español considera el hecho de que una mujer escriba como un pasatiempo sin mérito (algo así como el niño que toca el piano para el cumpleaños de papá)? ¿Qué el deseo sexual lo consume y cuando se piensa con la parte central del cuerpo la cabeza no funciona??? Pues eso, ¿qué se puede pensar???
Habría que contestarte que sí a todo. Y añadir algún pequeño matiz justificatorio del horrendo pecado de “machismo” con que amenazas condenarle (y hasta “condenarme” en caso de que...).
ResponderEliminarParece que Ramón sería capaz (por el testimonio de la virtualidad estética de su obra) de distinguir un poco más allá del posible “calentón” adjudicable a sus órganos sensibles, y no sólo porque en la biografía le dedique un par de párrafos a los títulos principales de la autora; caracterice su talento literario como una difícil conjunción de sensualidad e inteligencia y lo elogie en otro párrafo o dos; sino también porque, como escritor, jerarquiza sus distinciones y, de entre ellas, escoge una y a ésa le otorga un valor absoluto: ésa es su opción y en la biografía “Colette”, al presentarnos a su personaje, nos habla, ante todo, de sí mismo y no tanto entonces ya de la biografiada (por eso decía yo que en ese caso ya no hace “biografía” sino “estampa” personal). Al leer eso del valor absoluto que Ramón adjudica a la experiencia de esa noche podemos pensar en algún tipo de despreciable consagración testicular; y quizá ése no fuera un diagnóstico de gran poder explicativo si es que queremos tirar de él para justificar los “motivos” de obras como “Tapices” y demás. Esa distinción cabría pensar que depende, más bien, de la potencia imaginativa de Ramón, la misma que le permite elaborar una cierta experiencia personal y proyectarla literariamente en función de su calidad estética. Y a ella subordina todo lo demás. Creo que, como escritor, está en su derecho. Y eso es lo que a mí me intriga (y como mi tema, en principio, era Ramón y no Colette, me ocupo de intrigarme por lo que hace él con esa “imagen”). Ese poder de subyugación sensual, estética y emocional ejercido por el espectáculo de Colette en 1909 -quien, aparte de esa dedicación profesional como “divette”, ejerció con gran talento la literatura-, sobre el joven escritor vanguardista en ciernes Gómez de la Serna, quien (además de cumplir como espectador y cliente) no se limita a sentirla sin más sino que la elabora de tal manera que determine su técnica literaria y le proporcione un ángulo de intensificación de la imagen ya desde entonces incorporado a su obra (y de ahí mi comparación, no sé si exagerada, con el imaginismo de Pound).
Chapeau!!! No adjudiques el calificativo machista a la cosa, no merece la pena, sacar una anécdota de un contexto histórico o social en que "la cosa era así" pues no es muy .... necesario. Sobre todo si lo unimos en que en mucho casos de "admiración literaria" (no porque admire al escritor@ sino porque lo hace por medio de la cosa escrita) la historia se repite día a día : contarse a través del ser amado/ admirado es describirse "soy así porque me gusta esto" y mas aún "si un ser excepcional de este tipo pudiera fijarse en mí, eso me hace ser igualmente.... alguien excepcional" O así lo interpreto yo. Y me gusta. No encuentro nada mas tedioso, que el escritor que "desenrolla" su cultura en cualquier novelita diciendo "estaba yo leyendo las obras completas de Freud cuando de repente llamó mi vecina a la puerta" ARGFFHHH que se me atraganta. Los buenos lo hacen con mucho tino y se ganan la complicidad del lector que "sabe adivinar"
ResponderEliminarDisculpa entonces. Te malentendí. A primeras horas de un miércoles, en mi local de trabajo, con una compañera al lado adoctrinándome sobre los problemas de la enseñanza... En fin.
ResponderEliminarEn general no aguanto demasiado bien al feminismo militante cuando se siente agraviado y empieza a reprochar atentados a la igualdad o similares.
Tengo mis limitaciones y ésa es una de ellas. En cuanto barrunto el "movimiento" ya es que se me dispara la intolerancia. Claro, a veces me equivoco.
Un abrazo.
Qué va, no hay nada que disculpar. Quizá tendría que aclarar que en general lo mío es la misantropía que es palabra de género..... femenino
ResponderEliminarUn gran abrazo. Ya somos dos.
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