domingo, 16 de noviembre de 2008

Fundamentos


I

El crítico reseña un libro de poesía. Le afea el uso de alguna palabra y le reprocha su anti-intelectualismo y su misoginia(1). Respecto al primero de los reproches apostilla: "Eso es algo que marca demasiado desventajosamente a una persona". (2) Quizá, en vez de persona, debió precisar "a un poeta". Y en ese mismo instante se le habrían levantado de sus tumbas cientos, miles de poetas muertos al grito unánime de "¡Presente!". "Pero eso no me afecta, claro, ni toca en nada a la categoría", replicaría el crítico con toda la razón de su parte. Cabría pensar, se me ocurre, que el mentado Ted Hughes (como otros muchos practicantes del arte, y, sin que haga falta llegar a tanto, como muchas otras personas) se viera precisado a servirse de sus facultades intelectuales de una manera poco atenida a los hábitos clasificatorios del reseñador; incluso es posible que usara tales facultades -si suponemos que alguna vez las tuviera a la mano- de un modo pecaminosamente poco intelectual, poco serio, vamos, (desde la perspectiva del reseñador siempre), y hasta se podría pensar que, en efecto, y desechadas cualesquiera otras posibilidades, era anti-intelectual y ya nada remediaba esa filiación voluntariosa. Pero justo en ese momento nos detenemos para suponernos en el error, si es que no ha sido ése el caso desde un principio (es decir, que el reseñador ya habrá pensado esto seguramente, que no se le habrá pasado por alto): ¿Cabría suponer que el tal poeta u otro cualquiera de ese tenor o parecido, si lo hubiera, se proponga fines para los cuales la actitud intelectual -es decir, la buena actitud- no fuera la imprescindible? ¿Cabría pensar que se proponga, por ejemplo, algún tipo de fines exclusivamente poéticos, o mejor, poéticos pero de una naturaleza -¿será, seguirá siendo entonces "poesía" lo que fabrica?- tales que lo "intelectual" o bien quede tristemente arrinconado en la sombría esquina del cuarto o resulte suspendido "a divinis", es decir, momentáneamente "neutralizado" y que fueran, por ejemplo, otras las posiciones de saber (o que no haya posiciones de saber) las que tomen el timón y se encarguen de culminar la travesía? ¿Tiene alguna obligación moral o de algún otro tipo -si es que desechamos ya la puramente poética o literaria-, algún deber ese tal poeta cuando ejerce - pero ¿ejerce todo el rato o en lapsos de poeticismo?-, tiene, digo, obligaciones laborales -no como persona civil o ciudadano, sino en el ejercicio libre de su actividad, como individuo sin título tan siquiera de ejerciente-, es decir, tiene que cumplir deberes que impliquen la condición ineludible del intelectualismo? Pero pongamos que se le reconocieran excepciones de fin de semana o lapsos de asueto intercalares, licencia de estudios o, si hay suerte, un año sabático completo...y en ese último caso, ¿podrían dejarle pastar tranquilo y libre en el anti-intelectualismo si es que, y sólo si es que, después, y ya entrado en razón, vuelve al redil?

II

El profesor pone una nota al pie(3) de su "tractatus" y dice: "yo soy objetivo". (La naturaleza de la materia "tractada" es del género de la de la literatura). Me pregunto: ¿Dice "objetivo" del mismo modo que el otro dice: "yo soy ateo militante" o hay que suponer que nos anuncia unos principios metodológicos perfectamente garantizados?

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(1) Eso sí que está feo, aunque también es verdad que antiguamente y Quevedo incluso...En fin.
(2) Desechemos la interpretación eufemística de "anti-intelectualismo" como una variante cruda de términos como "memo, idiota, etc." aunque pudiera entenderse implícita como uno de sus variados consiguientes. En tal caso este comentario sobraba.
(3) En relación con ostentaciones de ese tipo, léanse páginas discretas como la siguiente:
"(...)Parece ser el dilema de la filología que sólo si se sumerge en ella es capaz de comprender la obra de arte como obra de arte y que, por lo tanto, precisamente en interés de su cientificidad, es decir, de la adecuación a su objeto, tiene que renunciar a criterios que ha tomado de otras ciencias(...)
La demostración que cree trabajar sólo con hechos fracasa porque no ha reflexionado lo suficiente sobre sus supuestos gnoseológicos, y no ha reflexionado lo suficiente sobre ellos porque confía ciegamente en los hechos. (...)
Cabría preguntarse si en la filología es posible separar estrictamente el material objetivo de la interpretación subjetiva, desde el momento en que la utilización del material es ya una interpretación. Entre demostración y conocimiento hay, para la comprensión filológica de textos, una conexión totalmente diferente a la que en un momento se postuló desde las ciencias naturales.(...)
La demostración filológica depende, pues, de la comprensión de una manera totalmente diferente de, por ejemplo, la matemática. En aquélla no tiene que comprenderse sólo la demostración, sino que el carácter de demostración de lo fáctico debe ser previamente descubierto por la interpretación, mientras que, en sentido inverso, lo fáctico señala el camino a la interpretación. Esta interdependencia de demostración y conocimiento es una de las formas en las que se muestra el círculo hermenéutico. Quien no quiere aceptar que un hecho sólo es capaz de demostrar la corrección de una interpretación en la medida en que él mismo ya está interpretado, falsea el círculo de la comprensión en beneficio del ideal imaginario de una recta que iría directamente de lo fáctico al conocimiento. Puesto que en la filología esta recta no existe, los hechos deberían valorarse como indicaciones más que como demostraciones. Con ello no se habla en favor de resignación ninguna ni mucho menos se abre la puerta a una arbitrariedad acientífica. Hay arbitrariedad, por el contrario, cuando, a causa de un ideal de ciencia tomado de otras disciplinas, se atribuye a los hechos una fuerza demostrativa objetiva que no les es propia en este ámbito.(...)
En la evidencia ni se desoye el lenguaje de los hechos ni se falsea su comprensión cosificándolo, sino que se lo percibe en su carácter subjetivamente condicionado y subjetivamente mediado en el conocimiento, es decir, se lo percibe en su verdadera objetividad.(...)
El pasaje paralelo, al igual que cualquier otra prueba, tiene que mostrar antes su carácter de prueba. Pero esto ocurre en la interpretación. Aunque los pasajes paralelos puedan ser muy valiosos para ésta, la interpretación no puede apoyarse en ellos como si se tratara de una prueba independiente, ya que de ella obtienen su fuerza demostrativa. Esta interdependencia es uno de los hechos fundamentales del conocimiento filológico, y no debe ser ignorado por ningún ideal científico.
La filología debe cuidarse de transformar su objeto de acuerdo con pretendidos criterios de cientificidad, pues precisamente de este modo deja de ser ciencia.(...)"

Peter Szondi, Estudios sobre Hölderlin, Ensayos/Destino, Barcelona, 1992, pags. 28-37 y en general todo el ensayo "Acerca del conocimiento filológico" y los comentarios de texto que le sirven de ejemplos.

12 comentarios:

  1. Bueno, yo quiero ver esa crítica y al criticado.
    Si puede ser, claro

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  2. Pues no. Prefiero que se quede así. Como "el crítico" en abstracto. La observación es lo bastante corriente como para ser atribuida a cualquier crítico y dirigida a cualquier otro que no fuera Hughes y que participase de alguna de sus cualidades "anti-intelectualistas" (se podría decir de Yeats, de Pound, en muchos aspectos, de Robert Duncan, y más antiguos, de Blake, y antes, de muchos otros poetas, visionarios o no. Estimo en muchos aspectos al que lo ha dicho y no me apetece señalarlo. Lo mismo pasa con el profesor del II. A ese último, en cambio, no lo estimo en absoluto y tampoco le dirijo el dedo porque lo compartirían cien mil idénticos.

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  3. En fin, en general, y no sé si se nota, lo que de verdad me molestan son los clichés, sean del género que sean (tanto si son de los "buenos" como de los otros y hay algo en los buenos que, cómo decirlo, por serlo precisamente, no sé, parece que rebotaran más). Si hay algo que me moleste más todavía que un "anti" es un "pro". Casi instintivamente reacciono en contra (lo que quizá también sea un cliché). Ay. Nadie se libra. Nadie tire la primera piedra ni diga de esta agua no beberé, etc.

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  4. Es que como indica bien, esto de la cosa literaria, es complicada. Yo por eso prefiero dar clases de español que de filosofía que es por donde empecé...

    Nunca he entendido las posiciones extremas, si estudias un autor que te gusta de objetivo, cero. Si no te gusta tres cuartos de lo mismo, y si ni lo uno ni lo otro, para que te vas a molestar en escribir durante dos o tres años de tu vida sobre un menda (o una) que no te dice nada.

    Vale, demostremos que sabe escribir, que utiliza el lenguaje y sus recursos de manera magistral, pero eso no influye en un lector... Cuando lees algo hay un aspecto llamésmolo "resonancia" que no se puede eludir.

    Y mas aún en poesía. Yo reconozco que hay muchos autores a los que no soy sensible, quizá porque mi propia naturaleza es púdica, por mi tipo de educación y con ellos tengo la sensación de observar por el ojo de una cerradura algo tan personal, que no me está dirigida (si lo ha publicado será para ser leído, pero no, no puedo). Me parece violento. Y no me gusta...

    Y en cuanto a los clichés en cosa filológica, ayayayay... Pero es que si no dices lo que está de acuerdo con el pensamiento imperante, mal lo tiene uno.

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  5. Vale, porque en realidad lo mío era puro cotilleo.
    Y estoy de acuerdo con lo que planteas; sin embargo, hay una tendencia a caer en ese tipo de crítica, una especie de ley de la gravedad que sustenta a cierto tipo de intelectuales o profesores o gramáticos, una fuerza que les lleva más allá (o más acá) del razonamiento medido para convertirse en clase norma y estilo.
    Los clichés son su arma, empero, como tú mejor que yo sabrás, porque intuyo que los tienes más cerca. Y los clichés son lo que les sirve a la vez para clasificar el mundo y así sentirse seguros creyendo que lo entienden y así lo dominan.
    O tal vez ya esté divagando.
    Un abrazo

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  6. Algo de eso, Spanique y Koldo. Qué difícil esto de dedicarse a una profesión que incluye (aunque cada vez menos) la materia de tu disfrute, de tu vicio, de tu placer, de tu afición (o como quieras llamarlo) y no acabar odiándola. Que difícil, al menos en mi caso. Hace un rato iba por la calle pensando en eso de que hablas precisamente: lo único que me importa es mi "vicio" como lector, mantenerlo a salvo. Sólo eso. Ni tan siquiera defenderlo, como indirectamente pretendía hacer arriba de "aquellos que saben" ("color chi sanno") como decía Dante. Que los señores Fortes y García Montero, que el crítico I y el profe II pontifiquen a su sabor en sus blogs y tractatus, que ninguneen o santifiquen o perdonen la vida a todo El Parnaso Universal y que, gracias a ello, sean reconocidos como grandes canonizadores, como los verdaderos salvadores del arte y de las letras. Y que se lo crean. Y que disfruten de sus justicieros méritos incontestables. Cómo me admira la seguridad con que pontifican verdades como puños picassianos, incontestables, deslumbrantes, bloques de mármol del "quién es quién", del necesario poner a las cosas en su sitio, en eso de la verdad y la justicia. Bueno, ¿y qué me importa a mí, como lector, que tengan o no tengan la razón, que le enseña a mi placer de lector de Lorca saber o dejar de saber que era "fascista" o "adventista del séptimo día" o "adorador del perpetuo socorro"? ¿Qué me tiene que importar? ¿En que lupanar de la imbecilidad tendría que ponerme a hozar como un gorrino para que la ciencia verdadera que me proporcionan esos señores u otros parecidos -imaginémosla ciencia de la de verdad, de la buena, de la mejor que tengan en el mercado- en qué medida debería suponerse que tendría que modificar, que "corregir" el placer de mi lectura? No entiendo. Yo es que quiero dejar a salvo lo que me importa. A salvo de contagio. En fin, como en todo, hay gente que dice cosas de algún interés (al menos para mí). Y son muy pocos (supongo que para mi desgracia de ignorante y por mi culpa).
    Abrazos a los dos.

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  7. Creo entender ahora por donde vas.
    Pero en realidad no tiene nada que ver.
    Menos mal que además de inteligente eres así de chocholo, si no me daría palo quererte tanto.

    Beso.

    M.

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  8. Como decíamos de pequeños en el cole (¿te acuerdas?): "Pues yo a ti, el doble". Y después venían el triple y el cuádruple, etc.

    Fuerte abrazo
    Javi

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  9. Oiga, Javier, que vengo a criticarle la forma que tiene Ted Hughes de coger el Dry Martini. Que se le va a calentar. Con todo lo demás estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo conmigo mismo en que no tengo claro nada. En realidad no tengo muy claro cómo un crítico debe enfrentarse a la obra de un autor en este siglo en el que vivimos donde prima lo de lo políticamente correcto. Si el autor no es políticamente correcto, dirá que peca de esto y de aquello; si es muy políticamente correcto, dirá que le falta brío; si es muy políticamente incorrecto, dirá que tiene la intención de provocar ¿qué medidas usar? ¿y si no hiciera ningún juicio? Mire, yo ando con la idea de que cuando maqueto un libro debo hacer los imposibles para que no se vea la mano del que maqueta; prefiero que peque de soso antes que rebozar el trabajo del que escribe, rebozarlo y rebozarlo para que parezca otra cosa (pero eso es cosa difícil, porque siempre se escapa un juicio por aquí y por allí o el editor te pide que le ajustes la sisa, que le alargues un poco el tiro, todo eso). Mi trabajo debería ser así ¿no cree que igual el trabajo de un reseñador debería ir por ahí? Tal tal, nació, escribió y murió. Punto pelota. ¿No cree que el puntopelotismo nos libraría a algunos lectores de esos juicios subjetivos que nos llevan a pensar que tal es mejor pero, que tal es peor pero, que este autor conviene y este otro no? Acabo de leer la entrada de Ted Hughes en la wikipedia y la conclusión que debería sacar es que se pegó buena parte de su vida haciendo imposibles para que todas sus mujeres se suicidaran. ¿Cómo lo ve?
    Un abrazo gordo. Es un placer leerle, siempre.

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  10. Vengo a meter baza, porque lo que dice Harry es muy interesante, perooooo, yo creo que es culpa de todos y de cada uno. Quiero decir, que si en general no sé es capaz de gritar alto y fuerte, "soy fan de Marcial Lafuente Estefanía o de Corín Telllado", (se calla uno mismo) y que el que lo escucha no se crea obligado a decir 'pues vaya p... mrd" (lo hacen callar) entramos en el terreno de juzgar al otro y en definitiva de falta de respeto. No se deben confundir los términos: "juzgar, criticar o evaluar", que a veces tienen fronteras difusas para algunos. En este tipo de "justas", hay otras cosas que entran en juego, nociones "extraliterarias" como bien se ve en el caso que se cita anteriormente. La crítica es sólo una excusa, o un medio, para exponer ambición, rivalidades, envidias, descalificaciones... La vida misma... Pero que un día se deje esto de lado es utopía, no tengo mucha confianza en la grandeza de alma de los humanos.

    Cuando un trabajo está bien hecho (¿qué es "bien hecho"??), en general no se tiene que justificar como se ha realizado. Convence o no convence, hay parámetros mensurables y otros que hoy por hoy no sabemos medir. No se puede confundir el hecho de utilizar una metodología "robada" a los científicos en un trabajo X, para asimilarlo seguidamente a un trabajo o experiencia puramente científicos. No, es falso. Además me parece "megaparadójico" querer hallar la singularidad y la originalidad amparándose en métodos que son paradigma de normalización y de regla "standard". Me explico, dice el crítico "He encontrado en este autor algo que nadie antes había visto, una interpretación superoriginal" Respuesta : "Te vas del bolo, qué habías fumado, eso te lo inventas" "Muy divertido, me encanta la ciencia ficción"
    Crítico "Nooo, ha utilizado todos los métodos científicos de los que disponía y he sido muy objetivo"
    (Como en el libro de Torrente Ballester en el que uno de los profesores afirma que Napoleón no ha existido nunca")

    Me estoy "esbarrando".... Pero espero que vean por donde voy
    ;-)))

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  11. Pos sii, ya sabía yo que verías por "ande" iba a pesar del revoltijo que me suele salir ;-)))

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  12. Pues igual tiene usted razón. Que en vez de un dry martini cualquier malpensado se imaginaría otro "ozjeto". Leo poca crítica, pero la que leo y me gusta (claro, ahí está el problema: mi arbitraria opción de lector que pretende que la crítica, la filosofía, la historia, la antropología, las religiones, toda materia legible -antes de cualquier otra cosa- empiecen por "gustarle" porque lo que los sabios cuenten le importe y le sirva para hacer algo con ello, algo en su cabeza, algo un poco diferente a darle toda la razón,por ejemplo, y concluir "qué santa razón tiene, qué documentado está, pero qué modélico ese razonamiento tan impecable, qué bien llevado todo") quiero que sea algo de otro tenor, otra canción, algo que se te meta dentro de los lóbulos y te los trabaje y se quede ahí porque se te ha transformado en otra cosa, se te incorpora, se hace tuyo. Porque, si no, ¿de qué me sirve darle toda esa razón mundial, qué saco yo de ahí cuando los parabienes a la impecabilidad canónica ya lo han condecorado oportunamente? Más bien me sirve de poco. Me quedo, en todo caso, muy bien "enseñado", pero poco más. Y quiero más, bastante más, porque eso no es nada. A veces encuentro una crítica que no juzga porque empieza por meterse dentro de lo que debiera juzgar (y que ya ha juzgado, claro, positivamente, y no hace falta hablar de "sí" o "no", "bueno ni "malo". El juicio está hecho y es positivo o ni es positivo ni deja de serlo, secillamente importa; porque de lo que no, de eso no se habla, ni se menciona, porque no existe) y, una vez metido, recrea, reconstruye, reinventa, añade, dice algo más, o sea, da, da algo más de lo que le han dado, lo devuelve con intereses como pensamiento, como instigación, lo "hace nuevo". Y ésa es la crítica que a mí me importa y yo no sé si eso es crítica o qué es, porque eso es precisamente lo que busco por todas partes y en cualquier género de arte, de pensamiento de creencia, de invención. Ese algo más.

    La tragedia de Sylvia y Assia (la de la segunda tendría sus motivos propios pero, además, se incorpora" como culpa la de la primera) parece consecuencia de una cadena de errores, ingenuidades, incompatibilidades e irresponsabilidades en sus protagonistas, claro que una vez desechadas las fáciles versiones de la víctima sacrificial y el monstruoso Barba Azul.
    A mí me interesa sobre todo (y mucho antes de cualquier juicio estético) la figura del poeta como buscador permanentemente insatisfecho en el laberinto. Y ésa la cumple Hughes.

    (Acabo de leerte, Spanique; no sé si algo de lo que digo te responde).

    Retoco un paréntesis. Qué maniático.

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Cariñosas las observaciones