It is a mistake to suppose, with some philosophers of aesthetics, that art and poetry aim to deal with the general and the abstract. This misconception has been foisted upon us by mediaeval logic. Art and poetry deal with the concrete of nature, not with separate ‘particulars,’ for such rows do not exist.’ (Ernest Fenollosa, "The Written Chinese Character as a Medium for Poetry", edición de Ezra Pound)(1)
...del laberinto o del viaje o la jornada. Que una imagen se sitúe como un motivo de arranque de una serie de situaciones o avatares o aventuras a la manera de los jalones en un trayecto o de las casillas de un juego de la Oca, que sea el cabo inicial de un hilo de Ariadna que rastrea al Minotauro, es un rasgo repetido de la aventura antigua, de la obra poética moderna, del poema épico. En unos casos son imágenes direccionales, fórmulas metafóricas de la señal que enfocan una ruta. El bosque en la Commedia, la "selva oscura...aspra e forte" es el lugar de la pérdida que por eso abre un camino nuevo, arranque del viaje dantesco por los reinos del mundo de los muertos; Verne en el Viaje al Centro de la Tierra nos invita a seguir el itinerario del criptrograma, la llave de la entrada ("Desciende por el cráter de Jokull..".etc.); Alicia, tras toparse con "un conejo de ojos rosados" que apresurado se introduce por una madriguera, sin pensárselo más le sigue y se arroja al pozo. También hay otra clase de "puertas": en el pasado siglo XX algunas aventuras estéticas arrancaban de una imagen, de una escena, una visión, dentro de esa misma escena, de algo especialmente intenso o bello que abría la percepción hacia un ángulo no previsto de la experiencia, es decir, hacia su ángulo más real: Ezra Pound contempla en 1911 unos rostros iluminados en la oscuridad de un túnel del Metro parisino de la Place de la Concorde, cuando se disponía a salir, y esa imagen intrigante se elabora, se proyecta contra otra aparentemente muy lejana y, yuxtapuesta como su equivalente poético o metáfora, se convierte en el emblema del Imaginismo:
EN UNA ESTACIÓN DEL METRO
La aparición de esos rostros entre la multitud:
Pétalos en una húmeda rama negra.(2)
Una imagen que parece tener, además, algo del criptograma de Saknussemm en el viaje de Verne. Leída estéticamente es metáfora de rostros bellos (rostros=pétalos) y ahí parece quedar todo. La brevedad del haiku, el contraste chocante de lo moderno artificial, mecánico y ciudadano (Metro y rostros bellos) con los pétalos. La imagen original concreta y objetiva sin más, sin interpretación, sin decoración, el "detalle contemporáneo", al proyectarse sobre la imaginación visual del lector, se funde (y esa sería la proposición poética imaginista) con otra, inesperada, natural, obligando al lector a reinventar lo percibido en la primera fase o lectura. La imagen inicial se renueva, se recrea. Y en esta segunda fase o relectura las interpretaciones posibles se multiplican: ¿qué evoca ahora la escena? Contraste luz-oscuridad-belleza. Salida a la luz, belleza momentáneamente iluminada ("aparición") por el sol que nos invita a una alegoría casi infinita: Orfeo vería así a Eurídice en el momento de la separación, así veríamos a Perséfone volver el rostro a la llamada de su madre, ya dispuesta a dejar el reino de Hades. Tinieblas, contraluz, belleza.
Se me ocurrió hace un tiempo sentir el paralelo entre esta escena, como figura del "descubrimiento de lo inusitado" y su poema, y otra escena y su evocación en la prosa, su largo rastro, en la obra de uno de los grandes iniciadores de la modernidad literaria europea, Ramón Gómez de la Serna, quien quizá poco antes de la citada salida poundiana del Metro, y en 1909, se pierde cierta noche por los barrios bajos parisinos para contemplar el espectáculo de bailes de teatro callejero, las desgarradas y eróticas pantomimas de Colette-Willy y La Polaire evocadas en su libro Tapices (1912):
"La calle era sórdida, había en ella una carnicería de carne de caballo, con las tres cabezas hípicas de metal sobredorado en el frontis, que son el distintivo de estas tiendas...(...) El teatro tenía luz, luz sucia de teatro de arrabal con malos sudores y malos pensamientos. Esa luz que se entinta irremisiblemente en casi todos los rostros, porque son esa clase de rostros que no cogen la luz...(...) Y aparecía ella. La misma Colette Willy. (...) Se volvía a su rostro después de la danza y se veían ya más acostumbrados a su sombra, ya más dentro de su artificio, su rostro agudo, aristado hasta la fealdad, esa fealdad que se besa con la belleza(...). Sus ojos no eran esos ojos de actriz, que recogen la luz de las candilejas, y que recogen el tratro entero, sino ojos ajenos al espectáculo, con una cerrazón negra en la pupila, esa pupila que como no puede ser pintada sufre el efecto de lividez con que daña la luz de las baterías...Apagaban todo el resto de luz, y su negro era un negro violento, un negro irresistible que desviaba la mirada...
Alternantemente se volvía a ver lo que su rostro tenía de cerámico, y era cerámica de máscara japonesa. Sus cejas, como dos culebras venenosas, coleaban hacia la sien y se engarabitaban encabritadas como enseñándose la lengua bífida -hacia lo alto de la frente; sus ojos cerámicos eran una rasgadura, un horizonte de sus ojos verdaderos, que por lo prolongados que eran, por cómo se tendían, salían como muy fuera del óvalo restante; la nariz era cerámica, sin línea, resultaba más que nada compuesta por los ojos y la boca... ¡Oh, la boca! Parecía pintada por el revés, en su entraña y como si hubiera mascado flores de azafrán, o hubiera echado un mordente en un sorbo de sangre, los dientes, las encías, el paladar y hasta las anginas estaban coloradas de un rojo febril y áspero... Un rojo alegre como el azul de un buen día..." Etc., etc. [En realidad el libro entero es traducción de lo contemplado aquella noche](3).
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(1) en Imagining Language, An Anthology, edited by Jay Rasula and Steve McCafferey, MIT Press, 1998, p. 515.Léase aquí. Ver también el interesante comentario de George Kennedy sobre el ensayo de Fenollosa o el más reciente de Philip Kubersky.
(2)
IN A STATION OF THE METRO
The apparition of these faces in the crowd:
Petals on a wet, black, bough.
Ezra Pound, "Lustra" (1916) en Personae, New Directions, Nueva York,1990, p. 111. Para una interpretación clásica ver Hugh Kenner, The Pound Era, Faber & Faber, Londres, 1975, pp. 184-188. También puede leerse aquí.
(3) Ramón Gómez de la Serna, "Revelación" del libro "Tapices" (1912), en Prometeo I. Escritos de juventud (1905-1913), Círculo de lectores-Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1996, págs. 771,774-775 y ss.
A mí esos versos de Pound me producen desasosiego (puede que el estado griposo que estoy abandonando influya en esa sensación corporal): esa rama húmeda y negra que es la multitud me recuerda a la multitud que me palasta en el metro a la hora punta, a la multitud que informe avanza. Y sí, cuando en medio de esa multitud distingo los rasgos concretos de algo que puedo concretar como un rostro, una persona, unos ojos inteligentes que buscan el aire, la luz parece llegar, y la paz tiene una oportunidad. Aunque últimamente, y aprovechando el verano, me he ido fijando en los pies: los pies en el metro: pies con uñas pintadas, en sandalias, en zapatos de tacón, en deportivas. Pies sucios del polvo de la obra. Pies diferentes. Creo que los pies asustan menos que la "wet, black, bough" (húmeda rama negra). Y que en verano la multitud disminuye, también.
ResponderEliminarEsa es la disposición. Y si los pies son de los buenos, o sea femeninos, entonces seguramente que se trataba de Artemisa o de alguna de sus muchachas (no sé ahora, lo tendría que mirar, la que, en concreto, está asignada al Metro; pero alguna debe de haber, no van a dejarnos suelta y sin ninfa una institución como esa...digo yo.)
ResponderEliminarSi hay que hacer una propuesta, ¿qué te parece Perséfone?, que para eso se pasa parte de su vida encerrada en las tinieblas del Hades.
ResponderEliminarDice Francisco Rico que el desconocimiento de la tradición hizo a España campeona de realismo en la novela. http://www.elpais.com/articulo/cultura/Espana/invento/realismo/elpepucul/20080926elpepicul_2/Tes
Me chirría el planteamiento, y eso que a Rico le tengo querencia.
Ya menciono a Perséfone en la entrada porque es una constante en la obra de Pound y en los "Cantos" y además la aduce Kenner en su lectura del "in a Station" en la página a que remito en nota.
ResponderEliminarNo me entusiasma demasiado el señor Rico. Leí con gusto "El pequeño mundo del hombre" allá por el 74, y nada más; y porque me interesaba el neoplatonismo renacentista y algunas cosas de que trata en ese libro.
Supongo que los manuales que me tocó leer (o subrayar más bien) marcaron ese respeto hacia su persona.
ResponderEliminarDespués, le he visto más en la prensa que en libros. Los caminos no coincidieron, pero aun así me sorprendió lo del realismo español, que si se llega a enterar Gorordo en su época de alcalde lo baja con él en elefante por la Gran Vía.