Leo estos días El Mito de Sísifo (uno más de esos deberes largamente postergados: más vale tarde etc.):
«Se trata solamente de ser fiel a la regla de combate. Este pensamiento puede bastar para alimentar a un hombre: ha sostenido y sostiene a civilizaciones enteras. No se niega la guerra. Hay que morir o vivir de ella. Lo mismo sucede con lo absurdo: se trata de respirar con él, de reconocer sus lecciones y de volver a encontrar su carne. (...) Todos tratan de imitar, repetir y recrear su propia realidad. Terminamos siempre por tener el rostro de nuestras verdades. Para un hombre apartado de lo eterno la existencia entera no es sino una imitación desmesurada bajo la máscara de lo absurdo. La creación es la gran imitación.
(...)
«La creación es la más eficaz de todas las escuelas de la paciencia y de la lucidez. Es también el testimonio trastornador de la única dignidad del hombre; la rebelión tenaz contra su condición, la perseverancia en un esfuerzo considerado estéril. Exige un esfuerzo cotidiano, el dominio de sí mismo, la apreciación exacta de los límites de lo verdadero, la mesura y la fuerza. Constituye una ascesis. Todo eso "para nada", para repetir y patalear. Pero quizá la gran obra tiene menos importancia en sí misma que en la prueba que exige a un hombre y la ocasión que le proporciona de vencer a sus fantasmas y de acercarse un poco más a su realidad desnuda».
Albert Camus, El Mito de Sísifo, trad. de Luis Echávarri [algo envarada] en Obras I, Alianza tres, Madrid, 1996, págs. 299-300 y 319.
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«La creación es la más eficaz de todas las escuelas de la paciencia y de la lucidez. Es también el testimonio trastornador de la única dignidad del hombre; la rebelión tenaz contra su condición, la perseverancia en un esfuerzo considerado estéril. Exige un esfuerzo cotidiano, el dominio de sí mismo, la apreciación exacta de los límites de lo verdadero, la mesura y la fuerza. Constituye una ascesis. Todo eso "para nada", para repetir y patalear. Pero quizá la gran obra tiene menos importancia en sí misma que en la prueba que exige a un hombre y la ocasión que le proporciona de vencer a sus fantasmas y de acercarse un poco más a su realidad desnuda».
Albert Camus, El Mito de Sísifo, trad. de Luis Echávarri [algo envarada] en Obras I, Alianza tres, Madrid, 1996, págs. 299-300 y 319.
Mire que era guapete Camus ¿eh?
ResponderEliminarSí, señor. Y cómo sabe meterte la aguja de hacer punto hasta el hígado, el gitano de él. A pesar de la traducción correosa parecía tenerlo aquí al lado.
ResponderEliminar(oiga que le acabo de poner una cosa púrpura a su lophorina: un caso de idealismo escolar).
Abrazos.