La arena, lentejas húmedas frescas rodando entre los pies, junto a los dedos. El agua, labios desgarrados tapizando el suelo de espuma blanca, sol caliente, los granos suaves o las piedras, algunas desgastadas en el suelo; vamos lentamente entrando en el agua, en las tiendas árabes bien dispuestas contra el viento que tensa los anclajes; las nubes de los días azules de salitre y olor de pájaros chillando; salimos de la casilla blanca: tú, con sandalias. Agotar, por qué no agotar la sensación de bebida fresca natural en la garganta. ¿Por qué esta espera ansiosa de llegar si la playa, la arena tan desierta en los pies, nos acoge siempre? Volver a la casilla, escondernos entre sábanas: no dejarnos ver silenciosos, ocultos, clandestinos...
Hola, Javi. Yo he caminado una vez por la playa de Berria, no hace demasiado tiempo. Me gustó mucho a pesar de la cercanía del penal. Veo que tú también la conoces o, más bien, deduzco por el texto maravilloso que acompaña a la fotografía que la conociste hace tiempo. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Jesús. Hace ya tanto tiempo de aquello...Estaba en un examen y me puse a borronear una hoja sobrante con la historia. Se la enseñé a una compañera, que directamente eliminó el relato («corta aquí») y dejé solo ese arranque...
ResponderEliminarAbrazos.