"And you I find sympatisch, a good townee,
Neither a preacher, ninny, bore, nor Brownie".
W.H. Auden, Letter to Lord Byron, part III.
Neither a preacher, ninny, bore, nor Brownie".
W.H. Auden, Letter to Lord Byron, part III.
Parece un lenguaje de la simpatía, pero detrás está el lenguaje de la vida dando fuelle, así, sencillamente, sin más, presente, inventándose a sí mismo cada segundo, repentizándose. No depende de las palabras, del contenido, de lo que digan. El contenido de lo que dicen las palabras es independiente de esa corriente tumultuosa, reverberante, que las hace brillar cuando están tomadas, arrastradas, rasgadas por eso que llamo "simpatía" y es algo más (¿qué es?), y si lo llamo "vida" habría que precisarlo como una gana permanente de seguir estando vivo y de querer estarlo más a cada instante. En las palabras. Se nota en cómo se dicen las cosas. No, no es brillo, ¿qué es?, ¿cuál es su rasgo dintintivo? ¿El modo de saltar de una frase a otra? ¿Cierto toque manierista que deforma expresiones o giros o palabras, la manera de llevarlas, traerlas o dejarlas salir de la cocina en que parecen estar escritas y tostadas? ¿En qué, en dónde notas tú esa "vida"? ¿Cómo un escrito cualquiera, una carta, uno de estos posts, puede identificarse como "vivo" más que otro cualquiera? No lo sé. Cuento una sensación. No pretendo inventarme una categoría estilística que se pudiera incorporar a un catálogo después de adjudicados los correspondientes rasgos dintintivos y manufacturar así alguna tontería académica más (dele un nombre griego, por favor). No. Sólo hablo de una sensación que tengo al leer ciertas cosas y no la tengo en otras. Por ejemplo, en las mías no la tengo. Hablo, pues, de una admiración envidiosa. En cualquier caso, hay algo, un nervio, y detrás del nervio, una risa presentida que casi duele, una rabia vital que estuviera inventándose a sí misma cada segundo. Si dijera que a veces casi se oye el aliento, la potencia de pulmones, en cualquier detalle... me dirán que exagero, que me lo invento. Bueno, pues vale. ¿En dónde, en qué lo notas? Pues en los quiebros de una frase a otra, en errores de teclado, en transiciones, en lo que no se dice. Un ansia. Ansia a punto de estallar como un abrazo a las cosas, al aire, a la presencia intuida, en el saludo, en la adivinación del otro, en nada en concreto, una gana de abrazarlo todo por encima del sentido y la razón. Vida.
Sópla!
ResponderEliminarQué bien descrito.
Beso.
M.
Pues para ti.
ResponderEliminarPues yo sí que noto ese nervio cuando te leo. Recuerdo que Orson Welles no soportaba (ni quería) ver sus películas, porque entonces sentía la necesidad de rehacer la mayoría de sus tomas y secuencias. Imagino que no hubiéramos llegado a ver ninguna acabada.
ResponderEliminarMe quedo con: “¿En dónde, en qué lo notas? Pues en los quiebros de una frase a otra, en errores de teclado, en transiciones, en lo que no se dice. Un ansia. Ansia a punto de estallar como un abrazo a las cosas, al aire, a la presencia intuida, en el saludo, en la adivinación del otro, en nada en concreto, una gana de abrazarlo todo por encima del sentido y la razón. Vida. “
Me recuerda mucho a Octavio Paz, en concreto a sus reflexiones en torno al origen y naturaleza de la poesía: la voluntad, la reflexión y la memoria no juegan el papel decisivo en la creación poética, más bien éste lo lleva a cabo un ‘otro’, una especie de ‘otredad’ inconsciente, singularísima, que actúa con leyes propias, ajenas a las de la consciencia, y acaba configurando el sentido de la obra, imprimiendo ese nervio vital en ella, más allá del que puedan expresar las palabras o pueda descubrir la consciencia.
Bueno, te dejo con estas pequeñas reflexiones. Sólo desearte un feliz año nuevo,
Un abrazo,
David