El ánfora funesta del divino tesoro
que ha de hacer por la vida la tortura interior;
la conciencia espantable de nuestro humano cieno
y el horror de sentirse pasajero, el horror
de ir a tientas, en intermitentes espantos,
hacia lo inevitable desconocido, y la
pesadilla brutal de este dormir de llantos
¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará!
que ha de hacer por la vida la tortura interior;
la conciencia espantable de nuestro humano cieno
y el horror de sentirse pasajero, el horror
de ir a tientas, en intermitentes espantos,
hacia lo inevitable desconocido, y la
pesadilla brutal de este dormir de llantos
¡de la cual no hay más que Ella que nos despertará!
Rubén Darío, "Nocturno" de Cantos de Vida y Esperanza (1905)
La frase completa es: "...un laberinto tridimensional que recorremos haciendo estaciones horrorizadas". La tomo de un precioso artículo ("Divagación otoñal") , como muchos de los suyos, del blog de Félix de Azúa correspondiente al día de hoy. Al leer la frase me viene inmediatamente a la memoria el verso "de ir a tientas, en intermitentes espantos" que inicia la segunda de las estrofas que cito del "Nocturno". Magníficas estrofas. Un Rubén en lo mejor de su momento baudelairiano. Hay versos de Baudelaire, arranques de poema, sobre todo ("Voici venir le temps où vibrant sur sa tige,"etc.), para los que no encuentro paralelo en ninguna literatura. En fin, gustos. Pero, al menos por una vez, hay también en Rubén versos parangonables a los de Baudelaire en similar tono y música. Me refiero, sobre todo, a la transición de la primera estrofa a la segunda y a los tres primeros versos de esta última: el sonido del primer verso, el segundo y la transición, los encabalgamientos, las repeticiones encadenadas..., quizá no tanto el marco, algo teatral (decorativismo modernista) con la inevitable ánfora y sus volutas y esa "Ella" que tanto redondea.
Rubén Darío fue un monstruo de la poesía y me permitió compensar con un notable alto, otras bajas notas y poder aprobar el curso. Solo por eso ya le tengo simpatía, aún cuando comprendo que la parafernalia modernista, como bien apuntas, resulta hoy bastante empalagosa.
ResponderEliminarNo recordaba este poema y sin haber leído el nombre del autor me pareció de un poeta más actual.
Rubén Darío, como todo precursor, con ese polimorfismo compositor, ese ensayar en tantas direcciones, ha dejado destellos de lo que después han constituido corrientes y estilos en las generaciones siguientes.
Yo creo que le debo (y a veces le padezco) mi oido musical para el ritmo poético. Digo que le padezco porque la poesía moderna tiene un ritmo mucho menos determinado y bastante diferente al de la poesía rimada clásica y a los que hemos bebido glotónamente de estas fuentes nos cuesta despegarnos.
Mi primera lectura de Baudelaire fueron las Flores del mal y fue en francés con lo cual continué enganchado a la musicalidad de versos como ese alejandrino que citas, tan semejantes en fondo y forma a los vibrantes de Rubén.
Por ahí debo de tener un poema que titulé "La barca de oro" inspirada en ese estilo (aunque ahora al reciordarlo ya me parece que está mucho mejor perdido).
Estaba leyendo y entro en la trastienda y me encuentro aquí al manolotel comentando eso y todo encaja.
ResponderEliminarDarío, Baudelaire.
Mon enfant, ma soeur, Songe à la douceur D'aller là-bas vivre ensemble! Aimer à loisir, Aimer et mourir Au pays qui te ressemble!
Mon enfant, ma soeur...
Queridos los dos.
Beso.
M.