martes, 13 de mayo de 2008

Aposiopesis

...o reticencia. Silencio tenso. "Y aquel día ya no seguimos leyendo más" (Quel giorno più non vi leggemmo avante) y los puntos suspensivos adecuados. Como si fuera ahora mismo cuando suena otra vez (ya sabéis; me puede) el caballero Glück y su alter-ego Orfeo (véase) y entonces me acuerdo, sí, que es que me acuerdo (¿verdad? Esto sí es una enfermedad de las buenas) y Orfeo me lleva, me arrastra de la voz de la Baker (Janet) con su puro ciel, che caro sol, che nuova luce y entonces (ya está otra santa vez, otra, como en el mismo Salón Rojo de música del Santa Cruz, sí, como allí otra vez) y entonces sí que uno se engancha a su propio ójema de primera, no al de imitación, al bueno-bueno (sí, que va uno y se enchufa en directo al puñetero Cuerpo Primordial -¿pasa algo?-, al mismo y jodido augoeidés, dicho quede) y, claro, entonces se cuelga, ay, se queda como aquellas otras veces, con esa misma cara de tránsito, un momento solo, una cara como de annnng... un rato, un siglo.
Y vuelvo otra vez (y ya no hay tiempo) a cuando leía en el estudio de pintura de casa, octubre 72, ayer, ahora, El Quijote como obra de arte del lenguaje, sí, el de Helmut Hatzfeld, sí, por una vez va y resulta que es un arrastrado libro de estilística, de filología, y que puede, en las debidas circunstancias de fiebre y gripe y mezclado con el olor inolvidable del aguarrás, puede eso, diventare delicioso, puro placer mental y casi físico (ah, la fiebre) y veo aquel tomo del Quevedo, el de Planeta, gastadísimo y su rombo dorado del lomo prácticamente borrado de tamaña soba. Ese mismo año (Valladolid alejándose) convaleciendo de algún catarro gigante, de alguna gripe, tirado en la cama del estudio, recuperándome ¿de qué? ¿de Valladolid? y volviendo a la vida (¿a la verdadera? ¿o a alguna otra? quién sabe) y aquí abajo mismo tengo el libro (lo había olvidado y me ha venido a ver), me apoyo en él, todo raspado el pobre de marcas de lápiz y rotulador rojo, destrozado, masacrado y leído de veras, sorbido como sólo entonces...

Che mai dell'Erebo...
Out of Phlegethon...

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Para los conceptos griegos transliterados se puede consultar con provecho (a falta de la edición de Dodds, Elementatio Theologica, Oxford, 1933) Proclo, Elementos de Teología, traducción de Francisco Samaranch, Aguilar, Buenos Aires, 1975, §§ 184-211 (sobre todo § 209). También la nota 48 a X, 13, pp. 128-129 de Hermès Trismegiste. I. Poimandrès. Traités II-XII, en Corpus Hermeticum. Tome I, Texte établi par A.D. Nock et traduit par A.J. Festugière, Belles Lettres, Paris, 1972. Explicaciones en interesante contexto aviceniano se hallan en Henry Corbin, Cuerpo Espiritual y Tierra Celeste. Del Irán mazdeísta al Irán Chiíta, Ediciones Siruela, págs. 116-120.

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Cariñosas las observaciones