Cuando dices no, consagras la santidad negativa: el admirable momento crítico. Sigues vivo y no te sometes a lo falso. Pero si sólo niegas, empujas sin querer a favor de la muerte. Mientras matas lo falso vas adquiriendo algo de esa misma muerte que combates. Te quedas con las carcasas.
Parece que falte lo esencial: anuncias, por ausencia (lo que sí no es la inversión de lo que no; ojalá lo fuera), una vida auténtica que vendrá, por liberación de obstáculos, y tan solo la prometes. Invéntatela rápido para que esa muerte perfecta (justa y benéfica) que en esos momentos te posee no acabe secándote por dentro. Invéntate ya esa vida que implicas tener a mano por contraste (y te creo, aunque la que demuestres tener bien afilada sea la pura negación). Úsala, úsala como trampolín para afirmar, para querer (lo que amas es tu herencia verdadera), o resígnate a seguir muriendo con esa impecable integridad, con toda la razón y la lucidez de tu lado, con las manos vacías.
Parece que falte lo esencial: anuncias, por ausencia (lo que sí no es la inversión de lo que no; ojalá lo fuera), una vida auténtica que vendrá, por liberación de obstáculos, y tan solo la prometes. Invéntatela rápido para que esa muerte perfecta (justa y benéfica) que en esos momentos te posee no acabe secándote por dentro. Invéntate ya esa vida que implicas tener a mano por contraste (y te creo, aunque la que demuestres tener bien afilada sea la pura negación). Úsala, úsala como trampolín para afirmar, para querer (lo que amas es tu herencia verdadera), o resígnate a seguir muriendo con esa impecable integridad, con toda la razón y la lucidez de tu lado, con las manos vacías.
Qué bonito. Bueno, no sólo bonito :-)
ResponderEliminarMe la quedo, no sé para cuando.
Gracias, Delia, amiga.
ResponderEliminarTe echaba de menos.