Chinche de agua
Quienes conocen la verdad lo llaman daimon y saben que está fuera de ellos.
-Plutarco
Admitimos que el chinche barquero
según sube corriente arriba, deja una sombra,
de cinco lunares, en el fondo soleado,
una sombra ribeteada de colores, como desprendida
limpiamente de un prisma. Así labra,
contra corriente, un reguero solitario.
El chinche barquero, de frente, corriente arriba,
en su elemento, ha de ceder, para después correr
el riesgo, y atravesar en un arrebato
el caudal de la corriente adversa, directo como lluvia.
O corretear por entre el barro. No le
duele haberse visto arrastrado entretanto
ni nota un lugar al que haber de dirigirse:
éxito, placer, el chalé bajo los robles,
bollos de crema cada tarde para el té.
Ni tampoco el barquero se interesa
por la historia como caudal de fusilería; no son pies
como los arrancados por las minas; ni un reguero
de ingenio acompaña a sus empeños, pues
carece de profesión con la que poder engañarse.
Y justo entonces -imaginad esta postal,
y dando la vuelta a la esquina del viejo café
una figura con sombrero de paja: vigorosa se distiende
la figura, hora de comer
que absorbe a Alejandría, y quizá cerca
se arrastre torpe Cavafis bajo el sombrero,
entre océano y desierto, envuelto en sus ropas,
se vadea por entre la temperatura, como la de entonces,
mediodía ácido, estival jornada en Alejandría,
Y así las gotas de sudor le bajan por la espalda.
Y Lehnert, el fotógrafo, viajó también,
de Bohemia a Sfax, y se detuvo en Constantina,
exploró los souks, retrató el norte del Sahara,
capturaba largas sombras de camello sobre la arena,
perfiles guerreros, tatuajes de filigrana
en barbillas y pómulos de las chicas del burdel,
para terminar en Egipto veinte años después,
y no saber nunca quién fue, en realidad, quién,
escogido entre fantasmas griegos y carne
adolescente, el mito que él soñó tocar,
y ahora trotaba, demacrado, desde la sombra,
El Marino, real, siempre vigilante.
De Of The Mortal Fire (2003)
Quienes conocen la verdad lo llaman daimon y saben que está fuera de ellos.
-Plutarco
Admitimos que el chinche barquero
según sube corriente arriba, deja una sombra,
de cinco lunares, en el fondo soleado,
una sombra ribeteada de colores, como desprendida
limpiamente de un prisma. Así labra,
contra corriente, un reguero solitario.
El chinche barquero, de frente, corriente arriba,
en su elemento, ha de ceder, para después correr
el riesgo, y atravesar en un arrebato
el caudal de la corriente adversa, directo como lluvia.
O corretear por entre el barro. No le
duele haberse visto arrastrado entretanto
ni nota un lugar al que haber de dirigirse:
éxito, placer, el chalé bajo los robles,
bollos de crema cada tarde para el té.
Ni tampoco el barquero se interesa
por la historia como caudal de fusilería; no son pies
como los arrancados por las minas; ni un reguero
de ingenio acompaña a sus empeños, pues
carece de profesión con la que poder engañarse.
Y justo entonces -imaginad esta postal,
y dando la vuelta a la esquina del viejo café
una figura con sombrero de paja: vigorosa se distiende
la figura, hora de comer
que absorbe a Alejandría, y quizá cerca
se arrastre torpe Cavafis bajo el sombrero,
entre océano y desierto, envuelto en sus ropas,
se vadea por entre la temperatura, como la de entonces,
mediodía ácido, estival jornada en Alejandría,
Y así las gotas de sudor le bajan por la espalda.
Y Lehnert, el fotógrafo, viajó también,
de Bohemia a Sfax, y se detuvo en Constantina,
exploró los souks, retrató el norte del Sahara,
capturaba largas sombras de camello sobre la arena,
perfiles guerreros, tatuajes de filigrana
en barbillas y pómulos de las chicas del burdel,
para terminar en Egipto veinte años después,
y no saber nunca quién fue, en realidad, quién,
escogido entre fantasmas griegos y carne
adolescente, el mito que él soñó tocar,
y ahora trotaba, demacrado, desde la sombra,
El Marino, real, siempre vigilante.
De Of The Mortal Fire (2003)
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Water Insect
Those who have the right view call it daimon and know it is outside them.
-Plutarch
Admittedly the water boatman,
On his way upstream, sheds a shadow,
Cinque-spotted, on the sunny bottom,
A shadow fringed with colours, as if spilt
Briskly from a prism. So he ploughs,
Adverse to the stream, a lonely furrow.
The water boatman, head-on, up the stream,
His element, has to concede, then taking
A chance, full stretch he slashes through
The counterpushing surge, right as rain.
He feels no water, does not see his pretty
Stygian shadow figured on the rock or sand.
Or flit across the mud. He does not
Ache to have been so driven back awhile
Or sense a place he should be heading for:
Success, pleasure, the cottage under oaks,
Cream puffs every afternoon for tea.
Nor does a water boatman heed
History in a stream of bullets; no feet
Are torn away by mines; no shredded
Wits result from his pursuit, for he
Has no profession to mistake himself in.
And even then-imagine this picture postcard,
And coming round a corner by the old café
A figure in a straw hat: sinew stretches
The figure out, a lunch hour
Engulfing Alexandria, and there perhaps
Groggily beneath the hat Cavafy strolls,
Between ocean and desert, folded in his clothes,
Wading through the temperature, as then it was,
Acid noon, a summer day in Alexandria,
For beads of sweat roll down his back.
And Lehnert, the photographer, travelled too,
Out of Bohemia to Sfax, delayed in Constantine,
Explored the souks, portrayed the North Sahara,
Snapping long camel shadows on the sand,
Warrior profiles, filigree tattoos
On chins and cheeks of the bordello girls,
To end in Egypt after twenty years,
And never knew just who it was, just who
Selected from Greek ghosts and adolescent
Flesh he dreamed of touching quite a myth
And trotted now, haggard, from the shadow,
The Mariner, actual, ever on the look-out.
From “Of the Mortal Fire”, Collected Poems, Carcanet, pp. 567-569
Me adelanto a la posible objeción del entomólogo chinchorrero a la primera fotografía que hace de ilustración al arranque del poema. Sí, es verdad, no se trata realmente de una foto del chinche barquero, es decir de la Corixida punctata sino, más bien, de una Notonectida glauca o garapito, es decir, de un miembro de la familia de los Nadadores de espalda. Pero no había en toda la red foto alguna utilizable de una Corixida con sombra. Ese es el motivo de la mentirosa identificación fotográfica, una exigencia del guión. Mis disculpas a los entomólogos que hayan caído en la cuenta.
ResponderEliminarNo deja sombra en estas fotos, pero mire qué hermoso este Corixa punctata, que da gusto verlo de bonito que es:
ResponderEliminarhttp://www.biopix.dk/Species.asp?Language=es&Searchtext=Corixa%20punctata&Category=Insekter
Viéndolo así, en movimiento, se comprende por qué se apellida barquero.
Le estaba esperando, don Harry. Dudé entre alguna de esas Corixae y una preciosa y dorada Sigara striata que también se las traía y todo en la misma y maravillosa página Biopix. ¿Cómo harán esas fotos? ¿Con qué equipos? Ayer aproveché mi paseo saludable matutino para recorrer las orillas del Ebro y del Iregua cercanas a mi barrio; llevaba la máquina y pude tirar algunas panorámicas de las orillas; pero no me decidí a meterme en las pozas, como hacía de pequeño cuando ejercía de "coleccionista de urodelos",ranas, zampaburus (renacuajos) y la fauna accesible de las charcas orilleras en general. Aparte, claro, de que no disponía del potente objetivo zoom-macro ajustado al propósito. O porque, por alguna fatal desgracia, ya no somos exactamente los mismos.
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