[Mientras leía iba apuntando en el cuaderno de Debe y Haber algunos pasajes que me llamaban la atención. A la izquierda retrato de Schwartz, el modelo de Humboldt]
«A mí quienes me atraían eran esos tipos presuntuosos y estridentes. Me daban algo que buscaba. Tal vez, en parte era un fenómeno de la sociedad capitalista moderna con su compromiso de ofrecer libertad personal a todos, dispuesta a comprender, y hasta a subvencionar, a los enemigos mortales de la clase dirigente, como afirma Schumpeter; una sociedad comprensiva con el sufrimiento real o fingido, dispuesta a asumir las deformaciones y las cargas de las personalidades peculiares. Cierto era que la gente creía que le confería cierta distinción moral mostrarse paciente con los delincuentes y los psicópatas. ¡Comprender! Nos encanta comprender, ser compasivos. Y ahí estaba yo. Y por lo que respectaba a las masas, millones de personas que habían nacido pobres tenían ahora casas, electrodomésticos y otros aparatos y comodidades, y sobrellevaban como podían las turbulencias sociales escondidas, aferrándose a sus bienes materiales. Tenían el corazón lleno de ira, pero soportaban el caos y no organizaban tumultos por las calles. Aceptaban todos los abusos esperando con tenacidad a que pasasen.
«A mí quienes me atraían eran esos tipos presuntuosos y estridentes. Me daban algo que buscaba. Tal vez, en parte era un fenómeno de la sociedad capitalista moderna con su compromiso de ofrecer libertad personal a todos, dispuesta a comprender, y hasta a subvencionar, a los enemigos mortales de la clase dirigente, como afirma Schumpeter; una sociedad comprensiva con el sufrimiento real o fingido, dispuesta a asumir las deformaciones y las cargas de las personalidades peculiares. Cierto era que la gente creía que le confería cierta distinción moral mostrarse paciente con los delincuentes y los psicópatas. ¡Comprender! Nos encanta comprender, ser compasivos. Y ahí estaba yo. Y por lo que respectaba a las masas, millones de personas que habían nacido pobres tenían ahora casas, electrodomésticos y otros aparatos y comodidades, y sobrellevaban como podían las turbulencias sociales escondidas, aferrándose a sus bienes materiales. Tenían el corazón lleno de ira, pero soportaban el caos y no organizaban tumultos por las calles. Aceptaban todos los abusos esperando con tenacidad a que pasasen.
Humboldt, p. 231.
«Las cosas más importantes, las cosas más necesarias para la vida, se han contraído, se han retirado. La gente se muere literalmente de eso, pierde toda vida personal, y el ser interior de millones, muchos millones de personas ha desaparecido. Es comprensible que en muchas zonas del mundo no haya esperanza a causa del hambre o las dictaduras policiales, pero, aquí, en el mundo libre, ¿qué excusa tenemos?
Bajo la presión de los problemas públicos, la esfera de lo íntimo, de lo personal, cede, se está entregando. Admito que esta esfera se está volviendo tan repulsiva que nos alegramos de librarnos de ella. Pero aceptamos sin más los males que se le atribuyen y hemos llenado nuestras vidas con las denominadas «cuestiones públicas». ¿Y qué escuchamos cuando se habla de estas cuestiones? Las ideas fracasadas de tres siglos. Así que en cualquier caso el fin del individuo, al que todos parecen despreciar y detestar, supondría que nuestra distracción exterior, nuestras superbombas, sean algo superfluo, innecesario. Me refiero a que si lo único que existe son mentes estúpidas y cuerpos descerebrados, no habrá nada serio que aniquilar. En los puestos más altos del gobierno hace décadas que no se ve a ningún ser humano, en ningún país del mundo. La humanidad debe recuperar su capacidad imaginativa, recuperar un pensamiento vivo y un ser real, rechazar de una vez estos insultos al alma y hacerlo pronto. Porque si no...
«Las cosas más importantes, las cosas más necesarias para la vida, se han contraído, se han retirado. La gente se muere literalmente de eso, pierde toda vida personal, y el ser interior de millones, muchos millones de personas ha desaparecido. Es comprensible que en muchas zonas del mundo no haya esperanza a causa del hambre o las dictaduras policiales, pero, aquí, en el mundo libre, ¿qué excusa tenemos?
Bajo la presión de los problemas públicos, la esfera de lo íntimo, de lo personal, cede, se está entregando. Admito que esta esfera se está volviendo tan repulsiva que nos alegramos de librarnos de ella. Pero aceptamos sin más los males que se le atribuyen y hemos llenado nuestras vidas con las denominadas «cuestiones públicas». ¿Y qué escuchamos cuando se habla de estas cuestiones? Las ideas fracasadas de tres siglos. Así que en cualquier caso el fin del individuo, al que todos parecen despreciar y detestar, supondría que nuestra distracción exterior, nuestras superbombas, sean algo superfluo, innecesario. Me refiero a que si lo único que existe son mentes estúpidas y cuerpos descerebrados, no habrá nada serio que aniquilar. En los puestos más altos del gobierno hace décadas que no se ve a ningún ser humano, en ningún país del mundo. La humanidad debe recuperar su capacidad imaginativa, recuperar un pensamiento vivo y un ser real, rechazar de una vez estos insultos al alma y hacerlo pronto. Porque si no...
Humboldt, p. 338.
«Si hay alguna misión histórica que debamos cumplir, ésa es romper con las falsas categorías. Abandonar al personaje.
«Si hay alguna misión histórica que debamos cumplir, ésa es romper con las falsas categorías. Abandonar al personaje.
Humboldt, p. 526.
«Cuanto más se resistía uno a la extrañeza de la vida, más se le echaba encima, cuanto más se oponía la mente a la sensación de extrañeza, más distorsiones producía.
«Cuanto más se resistía uno a la extrañeza de la vida, más se le echaba encima, cuanto más se oponía la mente a la sensación de extrañeza, más distorsiones producía.
Humboldt, p. 570.
[Diálogo Cantabile-Citrine]
«-Volvamos a París (....)
-Pero yo no quiero ir. Ni siquiera tendría que estar aquí ahora. Después de comer me siento en mi habitación.
-¿Para qué? ¿Te sientas sin hacer nada?
-Me siento y me retiro a mi interior.
-Algo muy egoísta.
-Por el contrario, intento ver y oír el mundo exterior sin interferencias de mi interior, como un recipiente vacío y completamente silencioso.
[Diálogo Cantabile-Citrine]
«-Volvamos a París (....)
-Pero yo no quiero ir. Ni siquiera tendría que estar aquí ahora. Después de comer me siento en mi habitación.
-¿Para qué? ¿Te sientas sin hacer nada?
-Me siento y me retiro a mi interior.
-Algo muy egoísta.
-Por el contrario, intento ver y oír el mundo exterior sin interferencias de mi interior, como un recipiente vacío y completamente silencioso.
Humboldt, p. 592.
«En América existe, oculta, enterrada, la poesía más extraordinaria e inaudita, pero ni uno solo de los métodos convencionales conocidos por la cultura puede sacarla a la luz. Y eso es aplicable ahora al mundo entero. La angustia es demasiado profunda, el desorden demasiado caótico para las iniciativas artísticas emprendidas al viejo estilo.»
«En América existe, oculta, enterrada, la poesía más extraordinaria e inaudita, pero ni uno solo de los métodos convencionales conocidos por la cultura puede sacarla a la luz. Y eso es aplicable ahora al mundo entero. La angustia es demasiado profunda, el desorden demasiado caótico para las iniciativas artísticas emprendidas al viejo estilo.»
Humboldt, p. 616.
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Cariñosas las observaciones