lunes, 26 de octubre de 2009

Árboles de bronce, pájaros



Visita de Liutprando de Cremona a la Corte de Nicéforo Focas (968) 
             


Los títulos más altos y las posiciones más humildes, cuya devoción aplicaban al Ser Supremo, se prostituyeron por la adulación y el miedo hacia criaturas de la misma naturaleza que nosotros. Diocleciano había tomado de la servidumbre persa el sistema de adoración de postrarse en el suelo y besar los pies al emperador, sistema que continuó y se agravó hasta el final de la monarquía griega. Excepto los domingos, en que se dejaba de lado por motivos religiosos, se exigía aquella inclinación humillante a cuantos asomaban a la presencia real, desde príncipes revestidos de diadema y púrpura; embajadores que representaban a sus soberanos independientes, a los califas de Asia, Egipto o España, a los reyes de Francia y de Italia, y a los emperadores latinos de la antigua Roma. Liutprando, obispo de Cremona, durante sus negociaciones afirmó el espíritu libre de un franco y la dignidad de su señor Otón, pero su sinceridad no puede ocultar la humillación de su primera audiencia. Al acercarse al trono, los pájaros del árbol de oro prorrumpieron en gorjeos, acompañados con el rugido de los dos leones también de oro. Liutprando y sus dos compañeros debieron saludar, postrarse en el suelo y tocarlo hasta tres veces con la frente. Se levantó, pero en aquel breve intermedio, el trono se había alzado[, por medio de un artilugio,] desde el pavimento hasta el techo, apareció la figura imperial en nuevas y suntuosas vestimentas, y la entrevista terminó con majestuoso silencio. En su franca y curiosa narración, el obispo de Cremona relató el ceremonial de la corte bizantina que se practica todavía en la Sublime Puerta y que mantenían en el último siglo los duques de Rusia y de Moscovia.

Edward Gibbon, Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano, trad. Mor de Fuentes, actualizada por Luis Alberto Romero, tomo IV, Turner, Madrid, p. 26.
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The most lofty titles, and the most humble postures, which devotion has applied to the Supreme Being, have been prostituted by flattery and fear to creatures of the same nature with ourselves. The mode of adoration, of falling prostrate on the ground; and kissing the feet of the emperor, was borrowed by Diocletian from Persian servitude; but it was continued and aggravated till the last age of the Greek monarchy. Excepting only on Sundays, when it was waved, from a motive of religious pride, this humiliating reverence was exacted from all who entered the royal presence, from the princes invested with the diadem and purple, and from the ambassadors who represented their independent sovereigns, the caliphs of Asia, Egypt, or Spain, the kings of France and Italy, and the Latin emperors of ancient Rome. In his transactions of business, Liutprand, bishop of Cremona, asserted the free spirit of a Frank and the dignity of his master Otho. Yet his sincerity cannot disguise the abasement of his first audience. When he approached the throne, the birds of the golden tree began ro warble their notes, which were accompanied by the roarings of the two lions of gold. With his two companions, Liutprand was compelled to bow and to fall prostrate; and thrice he touched the ground with his forehead. He arose, but in the short interval, the throne had been hoisted by an engine from the floor to the cieling, the Imperial figure appeared in new and more gorgeous apparel, and the interview was concluded in haughty and majestic silence. In this honest and curious narrative, the bishop of Cremona represents the eremonies of the Byzantine court, which are still practised in the sublime Porte, and which were preserved in the last age by the dukes of Muscovy or Russia.

Edward Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire, vol. III, Penguin Classics, Londres, 1994, Ch. LIII, p. 397-398.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias, Javier. Es muy bonito este texto. Eso es marketing de los buenos y no lo de ahora ¿Se sabe si los gorjeos procedían de algún ingenio parecido a esos pajaritos que tenían los órganos barrocos?

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  2. Artilugio ingenioso sí que tendría que ser. Seguramente del estilo que dices.¿Alcanzarían niveles de relojería musical?, ¿autómatas? Cuesta creerlo, aunque se debió perder mucha mecánica antigua en los siglos oscuros y es posible que los bizantinos conservaran más de lo que se cree.

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Cariñosas las observaciones