«...The stone is alive in my hand...» E.P., Cantos, VI |
...por ejemplo, al pedernal de color gris oscuro y aceitoso o al negro, y no tanto al sílex, que es un pedernal de segunda. Ha habido veces en que, sospechando impropiedad o exceso subjetivista, les he preguntado a las geólogas amigas (Inés, maja, que ya no te veo), y no me aceptan la distinción que hago aquí entre pedernal y sílex, porque la consideran, supongo, «acientífica» y muy caprichosa: ellos y ellas los emplean como términos prácticamente sinónimos. Miro en el diccionario inglés y me encuentro con que dos de sus palabras, chert y flint, ostentan características respectivas de lo que, tan solo armado de intuición y tacto, yo siempre he llamado sílex y pedernal. Vaya usted a saber quién lleve razón. Pero así está la cosa. Bien, y se preguntará alguien, «¿pero esto a qué viene?» Pues no viene a nada. ¿O es que algo tiene que venir a algo? «Pues sí», se me dirá. «Pues aquí no», le contestaré y se acabará la discusión. Y ¿cómo aparece la cosa? Yo mismo, quizá el más interesado en el problema, no lo sé muy bien. Supongo que empezó hace ya mucho, en la infancia (donde suelen aparecer las cosas interesantes), y que una vez puestos a la faena, y en este blog, di cuenta de él en una entrada que aprovechaba cierto viejo relato-reportaje traspapelado (¿o que fue publicado antes? Ya no lo sé). Allí se hablaba del origen del interés por pedernales y otras piedras o «minerales», y que era algo que acababa por concretarse en el pedernal y sus circunstancias. Verdad es que el coleccionismo de minerales no dejaba de ser una inclinación habitual y perfectamente natural en una cierta época de la vida (los bellos cuarzos polares, las maclas de pirita, alguna blenda ferrífera sobre cuarzo formando cuevas de colores, las cuevas de las joyas, aquellas que aparecían en Viaje al centro de la tierra de Verne o Las Minas del Rey Salomón de Ridder Haggard, para citar los ejemplos sobresalientes y sus películas, claro), pero allí, en aquel relato, lo que se intentaba explicar era ese carácter monográfico del pedernal como la «piedra en sí». Su absolutismo. Y eso era y es ya lo inexplicable. Sólo recuerdo haber sugerido alguna de las sensaciones que me trasladaba (y eso sólo cuando era pedernal verdadero) como un algo intermedio entre lo animalescamente dormido y lo céreo, lo óseo y lo pétreo inerte. Esa cosa.
Otra distinta es que se haya utilizado como una imagen en este blog: en alguna rara entrada meditativa, y también que se me hubiera aparecido en algún poema americano que he traducido (juro que ni lo busqué: me salió el verso en aquel poema de Berrigan y entonces lo vi, y caí en la cuenta después de haberlo escogido).
Pero de qué sea realmente imagen la piedra es algo mucho más oscuro,y sobre lo cual disienten los filósofos, tal y como dice el dicho, más aún incluso que las olas de la mar.
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Nota a la foto. Los viejos trillos (como algunos, que ya inútiles, decoraban a manera de mesas rústicas, los tránsitos de cierto castillo o casa rural de que se habló en algún momento) usaban como ingrediente mascador pedacitos de pedernal iguales a los pequeños que se dejan ver en la foto (el grande es un pedazo de sílex, cariñoso regalo de mi gran amiga, compañera y geóloga, Inés Moreno).
Ya lo habrás mirado pero es que a veces el RAE es poesía pura
ResponderEliminarPedernal.
(Formado sobre el lat. petrĭnus).
1. m. Variedad de cuarzo, que se compone de sílice con muy pequeñas cantidades de agua y alúmina. Es compacto, de fractura concoidea, translúcido en los bordes, lustroso como la cera y por lo general de color gris amarillento más o menos oscuro. Da chispas herido por el eslabón.
2. m. Suma dureza en cualquier cosa.
"Da chispas herido por el eslabón" es estupendo, ¡qué bonito!!
Y el sílex nos dice que es pedernal... En francés solo existe sílex...
Y esto que cuentas me recuerda que en el pueblo en el que iba a veranear de pequeña, un tío nuestro tuvo la santa paciencia de apañar y remontarnos un trillo de los de piedrecicas y con el macho (casi caballo tan majo que era) nos tuvo dos días trillando y aventando con la aventadora cascarria. Hay que decir que él ya hacía tiempo que no lo hacía así, pero todo para divertir a las "urbanitas" que no habían visto una vaca en su vida. Aún recuerdo al tío Manuel "zagalaaaa, que te sales de la parva". Bonito recuerdo, sí.
En realidad deben de ser sinónimos o términos de idéntico significado pero diferente nivel de uso. Yo me los he acomodado para distinguir el pedernal, llamémoslo, "no aceitoso" o de lustre más basto al que bautizo como sílex (y ¿por qué no "pedernal"? Pues porque no, porque le ha tocado) del otro, del bueno y "grasiento" y negruzco-gris o gris veteado, al que le digo pedernal. Y para mi uso privado me vale.
ResponderEliminarLo del trillo... no lo pude evitar.
...Quiero decir que, para esto no valen ayudas, sean las que provengan del ensayo literario: La piedra y el centro de Valente; los clásicos análisis de la filosofía de la naturaleza romántica como los de Béguin en El alma romántica y el sueño y esos extraordinarios geólogos metafísicos como Steffens y Werner y su "pendant" hermeneuta, el gran Troxler, que están alojados en sus páginas, o los similares análisis de Marcel Brion, a propósito del Ofterdingen de Novalis o en el Gordon Pym de Poe. No, no sirven. No me sirve mi admirado Cirlot en su Diccionario de Símbolos, o los de Chevalier, Manfred Lurker, Beigbeder, etc.; no sirve haberse estudiado con detalle en sus ramificaciones el cap.6 sobre las piedras sagradas del Tratado de Historia de las religiones de Eliade o cómo aparezca el asunto en Jung, en sus estudios de Alquimia o como símbolo de transformación. No. No sirve la ciencia ni la psicología, ni la simbología ni las diacronías comparativas de Panofsky. Nada de eso funciona. Al final sólo tienes delante de las narices un pedazo de pedernal como supongo los cromañones tuvieron delante el betilo en la Odisea del Espacio.
ResponderEliminarComo muestra del género "piedra" no sé si podría valer el siguiente ejemplo:
ResponderEliminarFAIM
Si j’ai du goût, ce n’est guère
Que pour la terre et les pierres.
Je déjeune toujours d’air,
De roc, de charbons, de fer.
Mes faims, tournez. Paissez, faims,
Le pré des sons.
Attirez le gai venin
Des liserons.
Mangez les cailloux qu’on brise,
Les vieilles pierres d’églises ;
Les galets des vieux déluges,
Pains semés dans les vallées grises.
Arthur Rimbaud, Une saison en enfer, Alchimie du verbe,1873
(intento torpemente una versión prosaica)
HAMBRE
Me apetecen sólo
la tierra y las piedras.
Siempre desayuno aire,
roca, carbón y hierro.
Volved, hambres, regresad. Hambres, pasad
el prado de los sonidos.
Atraed el veneno alegre
de la correhuela.
Comed los guijarros rotos,
las viejas piedras de iglesia;
las guijas de viejos diluvios,
panes sembrados en valles grises.
Borges en "Las fuentes"(Atlas,1984) cita elogiosamente dos versos de su maestro Lugones:
ResponderEliminarYo, que soy montañés, sé lo que vale/ la amistad de la piedra para el alma
del poema "Los Andes", una de sus Odas Seculares(1910). Dejando aparte el que dude de que Lugones pueda "llamarse montañés", el motivo de su elogio es que éste "declara la amistad entre el hombre y la piedra". Bien, pero, nos podríamos preguntar por las razones que se supone debiera ofrecernos de la tal "amistad", pues para nuestro tema sería bastante útil. Pues nada, un chasco: los versos restantes sólo nos dicen que
la virtud en los montes se humaniza
al entrar ambos elementos en contacto. Ya. Vaya. ¿Y por qué? Misterio.
Pues porque quizá asocia virtud con rigor, y en los montes no le quede mas remedio que "adaptarse" a lo hay y a lo que viene al día a día. No sé.
ResponderEliminarSí, seguramente será algo de eso. Al leer el elogio de Borges, antes de localizar el pasaje entero en mi Lugones, me había hecho la ilusión de alguna otra cosa:
ResponderEliminarLlevadles a los niños que los vean.
Haced que se ennoblezcan de montañas.
Yo, que soy montañés, sé lo que vale
La amistad de la piedra para el alma.
La virtud en los montes se humaniza,
Cual toma buen olor la yerba amarga,
Y la pálida fuerza de los mármoles
Por los cascos de hielo anticipada
Abre en la libertad de su belleza
Ojos mejores para ver la patria.
Es una retórica de la dureza, de la austeridad de la vida, mezclada con una cierta vaga belleza adusta, espartana. Lo que Borges elogiaba un afortunado ajuste verbal, y nada más.
Leo esta mañana unas preciosas piedras en el César Vallejo de Los Heraldos Negros y Trilce. Búsquelas el interesado, que tampoco es cosa de dar la lata con el tema.
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