jueves, 24 de julio de 2008

"Dixit insipiens in corde suo..."

El señor Javier Marías nos ilustra (le oigo por la radio, en alguna entrevista o promoción) sobre lo que debemos entender por "necio" para evitar caer en esa actitud, especialmente peligrosa en la sociedad actual. Lo hace a la manera de Unamuno cuando le explicaba al dictador, don Miguel Primo de Rivera, en los sabrosos comentarios de su libro De Fuerteventura a París (París, 1925, p. 13), lo que significa la palabra "tonto" ["tonto quiere decir tonto o sea defectivo de entendimiento(...)Tonto quiere decir que aunque de joven se hubiese dedicado al estudio, en vez de correrla como un señorito frívolo, nunca habría llegado a saber nada bien"]. Unamuno tiene gracia; el señor Marías no pretende tenerla, va en serio y hace un diagnóstico del mal de necedad en la sociedad española contemporánea, pues la define como "la ignorancia voluntaria". "Ya no se trata de que la gente no sepa, es algo mucho peor: ahora hay mucha gente que se jacta de ello". Y tiene razón porque está mal jactarse de esas nuestras ignorancias que, en principio, son infinitas y deberían dolernos infinitamente. Es verdad.
El problema está, sin embargo, y a mi manera de ver, en lo antipático de esa postura pontificante y acusadora. Yo, por ejemplo, no sé muchas cosas, innumerables, mi ignorancia se derrama incontenible en cuanto abro la boca, y me duele, sí, me duele mi ignorancia...pero reconozco que, llegado a una cierta altura de la vida, es algo que ya tiene mal remedio. ¿Qué más quisiera yo que saber griego antiguo como para leer a Platón y a Sófocles igual o casi igual que leo el periódico? O saber Física teórica y Matemáticas y Alemán y Chino y Ruso, por lo menos. O, como mínimo, lógica de predicados y filosofía de la ciencia, que tanta falta me hacen (o que yo creo que me la hacen...). No. Debo renunciar y resignarme a mis saberes escasos y mal seguros y, eso sí, ni conformarme con ellos, sin embargo, ni dejar de educarlos en la medida de mis mermadas posibilidades y de mis gustos. Qué se le va a hacer.

Ahora, lo que ya no aguanto nada bien es la actitud contraria, la de los ilustrados pedagógicos (la que viene desde Ortega, en quien quizá era más explicable), la de los que predican ilustración y moral ilustrada y pontifican al respecto. No. Ya lo siento. Reconozco mi ignorancia, y en alguna medida también mi consciente frivolidad, pero por favor, que no me vengan predicando como fray gerundios. Que es un vicio español muy feo. Que lo reserven para sus alumnos, si no saben hacer algo mejor que eso para enseñarles, o, si es que no tienen alumnos a mano, que dejen el púlpito y escriban buena literatura o buena filosofía, si tal es su oficio, sin más requilorios.

(En fin, que despertarse con el señor Marías llamándole a uno "necio" en la misma oreja es un terrible despertar).

miércoles, 23 de julio de 2008

Lecturas de verano (revuelto de), 1.


Ojeo los dos tomos de la Obra poética de Aníbal Núñez (Salamanca 1944-1987) del que no había leído nada hasta ahora, y me llaman la atención sus primeros libros, desde las Fábulas domésticas hasta Taller del hechicero,  Alzado de la ruina o Estampas de Ultramar, sus libros de los 70. Con Cuarzo parece entrar por ese túnel de Mallarmé que nunca me ha hecho especial gracia en cultivadores españoles (Sánchez Robayna, etc.). Leerlo despacio. ¿De qué murió "repentinamente" en 1987? Tanteo por la internet y sólo saco ese adverbio.

Leyendo al desgaire se me aparece este


OH, NÁYADE, NEREIDA, NINFA, SIRENA, TÍA

Oh, náyade, nereida, ninfa, sirena, tía
buena reproducida
todo color tamaño
casi natural muslos
apetitosos anunciando
un producto, pongamos,
anticongelante, verbi gratia
gratia plena de ganas de comerte
poseerte en pleno escaparate

lo malo es que sabemos que nuestro atrevimiento
lo pagaría el seguro
y mucho peor saber que nuestro muerdo
no iba a encontrar una manzana viva
sino más bien sabor de cartonpiedra
y una falsa apariencia de relieve carnal
en la litografía
y acabamos comprando cualquier cosa
en desagravio, buenas tardes,
por nuestros malos pensamientos.

Fábulas domésticas, 1972

Consigo (agotadísima y también para el mismo paquete de cumpleaños que el anterior) la recopilación de Luis Feria, Obra poética y cuentos, prólogo de José Carlos Mainer y edición de José Eduardo Pinto, editorial Pre-textos, Madrid, 2000. El canario Luis Feria Hardison, Santa Cruz de Tenerife (1927-1998), es un poeta de la generación del 50-60 que, como Núñez en los 70, gozó de muy escaso reconocimiento en vida. El elegante volumen, coeditado por Pre-textos y el Gobierno de Canarias, recoge el conjunto de su producción en verso y prosa poética, desde los iniciales premios Adonais de 1961 (Conciencia, Madid, 1962) y Boscán del 1964 (Fábulas de Octubre, Barcelona, 1965) en su etapa madrileña, hasta la fase final, tras largo silencio y el regreso a Tenerife: la sarcástica y epigramática vena de libros como Calendas, 1981, Clepsidra, 1983... Cuchillo casi flor, 1989, Casa común, 1991, Arras, 1996 o las dos supremas evocaciones en prosa poética de infancia y adolescencia: Dinde (1983, 1993) y Más que el mar, 1986. La edición añade seis cuentos (¡ese increíble "Pupupidú"!) y una sección de inéditos.
Valga, como muestra, esto:

EL SILENCIO

Qué vivo está el silencio de las cosas.
Y es porque hablan, dicen
su amor a su manera cada una.
La piedra cuando calla está diciendo
la canción de la tierra que le brota
desde la entraña sorda donde quedó encerrada.
Devana su palabra la hoja de noviembre,
mínima flauta al viento trashumante.
La chispa que da al aire el leño rojo
dice que es ella la que va a la muerte
mejor que la que deja crepitando en la hoguera.
Y el silencio que nieva blandamente en los hombros
nos devuelve a un recuerdo que en la noche dormía.
Conciencia, 1962.
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Otras dos muestras:

una de Aníbal Núñez


ADVENIMIENTO

¡Cómo ha venido esta mañana
la luz! Menudo alarde: las montañas...
las hay azules, verdes, trasparentes
(¡pero qué trasparencia!)

¿De dónde habrá salido esta imposible
nitidez de horizontes y de frisos
(nada estorba el perfil de las arpías)
y ese violeta de los encinares?

Las cúpulas no brillan como siempre;
no sé si más: entre las torres
pasa un torrente rosa de luz fresca,
río en el que -seguro- me he bañado
alguna vez los ojos, ya hace muchos
años...
Y esa manera que las nubes
tienen hoy de juntarse... No sé; algo
va a ocurrir. ¿A qué santo
esta luz excesiva, trigo limpio,
para una ciudad que se merienda
todo lo que la echen?

Ha ocurrido
algo: quizá ya empiece
el sol a acicalarse para la clara fiesta
que algunos de nosotros esperamos.

Definición de savia [1974], 1991.

y otra de Feria

AGOSTO

Como una ronca ráfaga de azafrán y luciérnagas
era la vida. A1 fondo, las guitarras
espesaban la tarde, y en las sombras
abrían caminos por los que iba el sueño
sin querer llegar nunca...

Se adentraba la sangre por densos corredores,
una ardiente marea devoraba el contorno,
y los frutos vecinos, ya entera luz, ardían.
Amapolas salvajes derretían su lacre
al sol, sobre fosforescentes tierras sin dueño,
y un silencio colgado cegaba el horizonte.

Al fondo de los pozos el calor destellaba
como una piel de toro tatuada de tréboles.
Una mano posaba su pulpa bermellón
por los turbios refugios donde el amor hervía
mientras la luz de pólvora fermentaba en las costas.

Amar era partir el mar con una espada,
sentirlo de repente golpeando la boca
mientras iba la vida recorriendo sembrados
y a más amor en vuelo más violencia crecía.

Fábulas de Octubre, 1965


(y no puedo evitar acercaros el arranque de "Pupupidú")

Mazorral de las Moreras, 1 Dic. 1958
MADRE Galvana, mater amantísima que de un dulce mirar sois alabada, mamma ecuménica: ya sabes cuánto quisiera ser quiromántica, más alta que la luna, partera, lagartona, cantautora o toplessa; algo sonado. Pero qué le voy a hacer: con estas carnes aflanadas, estos ojines y estas greñas de bruja estropaja, ni soñando. Veremos después de la operación cicerón. Cosas más raras se han visto.
De momento voy saliendo adelante con cuatro cucas mal traídas para jabón de olor, pilules orientales, algún disco de Juana Reina y para de contar. Ya sé que Raquel saca mucho más que yo con su tienda de ultramarinos, pero es que cada una es cada una, y a ella siempre le tiró lo basto y lo de una vez, y a mí lo pichurri y lo filtiré. Aunque nunca hables de eso, yo sé que somos de distinto padre (anda y que no te iba a ti el fleje), y eso se nota cantidad. El suyo, marrullero, esquinado y muy hijo de la gran puta, con perdón, y el mío caballero, tronado, tiquismiquis y fogalero; vamos, un bataclán. Mami querida, compréndelo: detesto el alioli, la pescadilla en rosca y las alpargatas: una nació para lo machucambo. Trabajar en un taller de confecciones no es que sea muy alto, pero vienen y van, charlan, te enteras, alterno, voy conociendo mundo, y habla que te habla de los tés oclock, la Margarita de Inglaterra que se los zumba de tres en tres, y las fiestas fetenes, acabo por creerme que soy la que no soy; tú ya me entiendes. (...)

Tres Cuentos, 1994.

Espero que los amigos Alfonso y César (a quienes llegó el bonito tomo naranja del mismo envite localizador que a mí el mío) lo disfruten tanto como yo.

lunes, 9 de junio de 2008

Paseos. 2.

Aprovechando la vacación del Día de La Rioja, doy un paseo mañanero. Hace buen tiempo. Yo llamo "buen tiempo" no al día soleado (que casi nunca me gusta) sino al día luminoso entreverado de nubes blancas, a la clase de día que hace después de una noche de tormenta, por ejemplo; un día fresco y nítido. Ese día era el de esta mañana. Bajo, como casi siempre que doy estas caminatas, por el Riojaforum, en cuyos aledaños pulula desde hará unos días un ostentoso olor a heces perrunas (civilización y barbarie se dan la mano) en el descampado aledaño que, además de cascotes, acumula esa clase de desechos en abundancia y a los que, por intensa huella en la memoria, asocio con antiguas salidas a la caza de lagartijas (de la que en algún lugar de este blog se habla) y me pasa que, por ello tan solo, semejante olor pareciera verse perdonado de su evidente repugnancia. El Ebro baja raudo este mes y cumplido de caudal. Hubo días de crecida en que tomaba un aire de impetuosa torrentera y el salto de agua próximo al puente de piedra burbujeaba como un pequeño Niágara local.
La gente discurre por el paseo de la orilla y se dicen sus cosas, sus palabrejas pegadizas: "Te da un pampurri y ¿cómo llamas al ciento doce?" entona uno que va en chandal reglamentario con su amigo al lado y pasa a otros temas y dice: "Si me quisiera no me hubiera hecho lo que me ha hecho" (yo, en cambio, hubiera usado "habría" en la apódosis, pienso al escucharle). Se me acercan otra vez: "...Últimamente, lleva unos años..." que supongo tiene de sujeto al mismo referente del sujeto de la anterior.
Una pareja cruza junto al arco del puente donde se instalan los pescadores. En la orilla un pescador tiene a sus pies, en el agua, un barbo liberado y boqueante, agonizando a lo que se ve, pero el pescador se agacha y le da un papirotazo milagroso: el pez espabila y se hunde en el agua cenagosa. "A mí que no se vistiera el alcalde me parece bien". Le doy vueltas a la frase de la chica de la pareja que todavía está cruzando a mi espalda y me supongo que no se tratará de una declaración de entusiasmo nudista en la persona de la máxima autoridad municipal sino que el término "vistiera" (que creo haber oído bien) alude al empleo posible de un atuendo o "casual dress" no precisamente ceremonioso en alguno de los actos conmemorativos del día de hoy.
Me paro a contemplar otra vez la faena piscatoria del sujeto con las dos cañas en la orilla de la junquera bajo el puente de piedra. No le pican ya; aunque a veces se hunde el corcho naranja (¡qué bonito corcho en dos secciones; antes no se veían esas filigranas!) no le entran. Bueno, habrá que volver.
Voy hacia arriba otra vez, por la parte trasera del Hospital, de regreso porque se hace tarde. Son calles que no había paseado antes. Me gusta el barrio. Esas casas viejas de la posguerra, con balconcillos saledizos, se mezclan con otras más modernas, algo más feas, pero todas las calles de esta zona próxima al río tienen un aire agradable de vida de barrio que me gusta mucho. El otro día presencié una chuletada en plena calle, en una placita interior de un grupo de casas: los vecinos en torno a la brasas churruscantes, el olor, entre pan y pan las chuletillas, y trasegando porrones y botas de vino. Qué delicia y qué envidia. Por aquí se aglomeran los comercios, las pequeñas tiendas y los locales de todo tipo: servicios técnicos, talleres, lonjas y locales abandonados o cerrados, chamizos. "Peña de los Brincos", y al lado "Confitería La Exquisita"; ésta ultima abandonada. Me fijo mientras un subsahariano se mete en el portal y me mira sospechoso porque tomo nota de los nombres. Otra pareja de amigos pasa a mi lado, uno de ellos tiene aire de operado de laringe y hace señales mudas a su compañía (acompañante) de algo como la conveniencia de ametrallar las ventanas de la casa de enfrente. ¿Reproduce una escena guerrera o dibuja en el aire una figuración de sus deseos íntimos? Sigo hasta el final de la calle y paso el "Colegio Nacional de Gonzalo de Berceo" (como ostenta en una cartela el frontispicio grabado con caligrafía escolar. ¿Se referirá con ese "de" a que Gonzalo de Berceo estudió allí o fue su director en tiempos o algo así?). Parsimonia andantesca de un anciano. Abundan los ancianos paseando en el trayecto de esta mañana. Algunos, cansados, se sientan. Hay que agradecerle al ayuntamiento la abundante presencia de bancos en las aceras. Es un detalle. Uno, muy rubio, casi albino de tez (que yo suelo atribuir, sin mayor prueba, al celtismo de la región), quiere toser y hace esfuerzos y le sale una especie de silbido metálico que me deja helado y que atribuyo a un pulmón artificial o de titanio o yo qué sé de qué...Paso a la otra acera y unas niñas salen del comercio de chucherías y dice la una: "...Es que echaban programas que a mí me gustan..."
Descubro entonces que me acerco a casa. Buen paseo.

viernes, 6 de junio de 2008

Caballo


Al caballo que espera.

Para una fotografía de caballo mirando.


¡Vamos a alimentar a ese caballo con un ramo de alfalfa!
Con un ramo de avena madruguemos para cantar al alba la canción prometida, la esperanza de que vuelva a salir el sol de nuevo, que tan vieja costumbre no se pierda, que el día empuje al día, consecuente, y entre todos aupemos el fenómeno: vamos a alimentar al sol que nace, a la vaca que ríe, vamos todos en unión, defendiendo esa bandera, a alimentarnos juntos para siempre.

¡Vamos a alimentar a ese caballo con un ramo de alfalfa!
Porque pide y pide algo y no se cansa: démosle su ración a ese caballo tan serio que tenemos siempre al lado, que no nos abandone el pobre nunca, el caballo apaleado de las granjas que madrugan a ver si sale el día: vamos a alimentar, todos, sí, todos, con un ramo de alfalfa al miserable y serio caballo que nos mira.
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Gracias, Harry, por el detalle.
Esta nota, como se indica, aprovecha un despertar tempranero.

lunes, 2 de junio de 2008

Otro ángulo (más viejo)

[de un cuaderno de los 90, hacia abril del 93, aprox.]


[...]¿Qué es lo difícil? No se trata de la complejidad tan solo: esa forma de lo difícil aburrida, integrada por interminables suposiciones concatenadas a la manera de la caja china, es en realidad trivial. La dificultad interesante sería, más bien, aquella que rompe con las suposiciones convencionales, que ofrece diferentes caras, ángulos, posibilidades todas ellas válidas pero insuficientes cada una de por sí -independiente de las demás- de ser el único instrumento de comprensión. La multilateralidad (mehrseitig) es el carácter fecundo de la dificultad y, en ese sentido, todo participa de la dificultad. No suele haber lo fácil en el sentido de lo reducible a fórmula única. La suspensión de lo definitivo es el punto de partida para acceder a cualquier comprensión, pero no por escepticismo ni prudencia sino por un modo diverso de comprensión. Un modo distinto de acercamiento a las cosas. Si admitimos que las cosas son potencialmente incomprensibles, opacas, y que tan solo se nos ofrecen vislumbres y que las vislumbres son indicios de posibilidades de significación iremos explorando cada una de tales rutas y así construiremos los diferentes itinerarios de acercamiento, la red de los accesos, no para perdernos sin más en el laberinto sino para "fijar" el mapa siempre provisional del encuentro. ¿Existe una ley en la diversidad de los encuentros? Probablemente exista, pero modificada no solo por los datos diversos sino en su misma formulación y reglas por la propia situación creada y su grado de inverosimilitud real, su desajuste con lo esperado. Es el desajuste el criterio de su formulación reglada. La regla depende de lo nuevo, no de lo sabido, de su regularidad. Tendemos a construir reglas sobre regularidades y establecemos excepciones. Lo nuevo se define por su irregularidad y ése debería ser el fiel de su sentido. Punto de apoyo de la búsqueda: la explicación inestable de los desvíos. El camino nuevo de la anomalía. El desequilibrio. [...]

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La distancia me vuelve ese fragmento extraño y familiar a la vez. A mí tampoco me gusta el tono. Son cosas muy sabidas que uno se recuerda y que pueden aportar contexto a lo dicho estos días. Recuerdo que entonces tenía muy reciente la lectura de Proceso y realidad de A.N. Whitehead. Y quizá se note. Lo copio porque, al leerlo esta tarde, se me pega a los ángulos de ayer domingo.

domingo, 1 de junio de 2008

Ángulos on the road


O un punto de vista, un simple vector para empezar, para llevar adelante lo que en el momento tengas a mano. Un ángulo. La postura de arranque. Como punto de partida, al menos. Lo segundo, quizá, la red de posibilidades, las rutas, es decir, la estrella y el bus: 1. El modelo de estrella conectado radialmente -como decía esta mañana el comentarista de informática por la radio- para el empuje inicial -cuantos más componentes estén bailando a la vez la danza común, tanto mejor, a la manera del juglar trasechador o del volatinero (pues éste último, cuando la cosa falla, cae él mismo y con él cae todo su equipo, y no tan solo las bolas o las espadas que bailan sobre su cabeza, que también). Pero igual mejora en 2., o el modelo bus, que debería integrar a la estrella en una cadena ferroviaria sin fin, en una serie de estaciones o de jalones conectados hasta su conclusión (y eventual descarte) o su nuevo comienzo (in my end is my beginning) de otra serie más (y otra y otra) por nueva recomposición de elementos. Exclusas enchufadas las unas a las otras como la escalera en el aire del trapecista (pero no el simple rosario que vuelve a empezar sino las etapas consecutivas de un camino). Interesante el que, a su vez, 1 y 2 no sean tan sólo fases (que lo son) sino partes ellos también del mismo todo: Estrella y bus fundidos, una sola danza en "movimiento continuo".
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Fuentes:
Radio 5 Todo Noticias (serie de cuñas sobre informática, no recuerdo a cargo de quién).
Ramón Menéndez Pidal, Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas, Instituto de Estudios políticos, Madrid, 1957, pág. 21, sección sobre el "juglar de cuchillos; trasechador" e ilustración.
Franz Kafka, Obras Completas II. Diarios. Carta al padre, Galaxia Gutenberg, Círculo de lectores, Barcelona, 2000, p. 44 ("sin duda hay individuos capaces de hacerlo, por ejemplo esos equilibristas japoneses que trepan por una escalera que no está posada en el suelo, sino en las plantas de los pies alzadas de otro acróbata que está medio tumbado en el suelo, etc." y dibujo del autor). Me entero por casualidad en el Diccionario de Carlos Seco que a ese acróbata particular se le llama antipodista.

(Para la imagen inicial del ángulo): Sin duda que se debe al triángulo perfecto de este sábado pasado, un delicado isósceles alpino que define la fachada trasera de la "country house" de mi amigo Pedro (el de Seguro azar), contemplada desde su magnífico horno para asar chuletillas al sarmiento y mientras desempeñábamos (ellos más que yo) la tarea delicada de invocar al fuego. Que acudió por fin. La posterior degustación fue regada por finos caldos y exigió la horizontal de quien suscribe. Gracias, Pedro, por tan delicioso sábado. Para ti este "ángulo".



Ahora (30/06/2012) lo encuentro magníficamente resumido aquí:
Su vida era como un ejercicio de equilibristas japoneses, que trepan por una escalera que no está posada en el suelo, sino en las plantas de los pies alzadas de un compañero que está tumbado, y que no se apoya en la pared sino que sólo se alza derecha en el aire. ¿Qué podía hacer entonces sino imitar a esos equilibristas de la nada, que siguen siendo el símbolo más fiel de su arte? ¿Y subir también él sobre la escalera sin raíces? Así aprendió poco a poco sus ejercicios. Andaba por encima de la viga que lo conducía sobre el abismo del agua sin tener ninguna viga debajo de sus pies. No veía más que su propia imagen reflejada en el agua, y esta proyección se convertía en el suelo en el que se movía. Su ego irreal era a veces tan fuerte que se parecía a uno de los cinco continentes conocidos, y le permitía mantener unido al mundo bajo sus pies. Caminaba y caminaba, y sus brazos en alto hacían las veces del balancín del equilibrista.

Pietro Citati, Kafka, Acantilado, Barcelona, 2012, p. 21.

sábado, 24 de mayo de 2008

Camillo Sbarbaro, " Yo te espero al volver..."

Lo había leído en la antología italiana de Crespo. Volví a leerlo, tiempo después, y entonces retoqué esa versión (Crespo fue magnífico traductor de Dante, de Pessoa, etc. y gran poeta él mismo): "ardite" no me sonaba natural y lo sustituí por un más accesible "pimiento". Pasó un tiempo y una vez más (y ésta en público) lo leí en un acto escolar de lecturas que pretendía animar a los alumnos hacia un cierto contagio del gusto de leer poesía. Para entonces ya había pedido toda su obra accesible en italiano... pero en ese momento estaba agotada. Debió de ser antes del verano del año pasado, poco antes de junio de 2007, precisamente cuando Garzanti reimprimía la edición del 85 de Scheiwiller.
El otro día, en clase, leí los diez poemas de la selección de Crespo a una alumna que se mostró inusitadamente interesada ("Siga. Siga. ¿Tiene más de ésos...?") y, claro, aquella misma tarde, volvía a pedir el original vía internet y en esta ocasión ya hubo suerte.


YO TE ESPERO AL VOLVER DE CADA ESQUINA

Yo te espero al volver de cada esquina,
Perdición. En los ojos voy buscándote
de todas las que pasan...
Me paro en las barracas de las ferias
a ver a la mujer de la serpiente,
a la chica que vuela...

¡Oh el deleite de dar todo por nada,
de que importe un pimiento
esta vida que es todo nuestro haber!

La que ha sido de todos, la de risa
fácil que no comprende, aquella que
con un meneo de hombros y caderas
dentro todo mi mundo me disuelva,
la que es más despreciable porque ignora
su poder,
pido que en mi camino se atraviese.

Lo mismo que un mendigo que, llegado
a la orilla del río, carcajeándose
la única moneda que posee
arroja, yo por ella arrojaría,
riéndome, mi vida.

(De En voz muy baja [1914].Versión de Ángel Crespo)

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Io t'aspetto allo svolto d'ogni via, 
Perdizione, ti cerco dentro gli occhi
d'ogni donna che passa... 
Sosto dai baracconi nelle fiere
a guardare la donna del serpente, 
la fanciulla che vola... 

Oh la gioia di dar tutto per nulla! 
di tenere in conto d'una paglia 
questa vita che é il solo nostro bene! 

Quella che tutti ebbero, che ride 
facile, e nos capisce, quella che
con un crollar di spalle e un muover d'anca
 

dentro tutto il mio mondo mi dissolva, 
quella più disprezzabile che ignora
la sua potenza,
io prego che la strada m'attraversi. 

Io come il mendicante che venuto
sulla sponda del fiume, sghignazzando
 

l'unico soldo che possiede getta, 
per lei la vita getterei ridendo.

Pianissimo [1914].


CAMILLO SBARBARO 

Nació en Santa Margherita Ligure en 1888. Vivió casi siempre en la Liguria, donde trabajó primero en la industria siderúrgica y, luego, enseñando griego y latín y recogiendo musgos y líquenes, género este último del que llegó a ser un especialista de fama mundial y del que descubrió ciento veintisiete especies. Colaboró en La Voce y en Lacerba pero no frecuentó los ambientes literarios. En 1951 se fue a vivir, en compañía de su hermana, a Spotorno, donde murió en 1967.
Su poesía en verso se encuentra en el volumen inicial Resine (1911), en las tres ediciones de Pianissimo, aparecidas en 1914, 1954 y 1960, y en Rimanenze (1955). Su aún poco estudiada poesía en prosa fue apareciendo en una serie de opúsculos entre los que se cuentan Trucioli (1920), Liquidazione (1928), Scampoli (1960), Gocce (1963), Contagocce (1965) y Cartoline in franchigia (1966). Abundantísima y de una extraordinaria calidad es su serie de traducciones de Pitágoras, los trágicos griegos, las obras latinas de Giovanni Pascoli y muchos de los principales novelistas franceses de los siglos XIX y XX (Barbey d'Aurevilly, Balzac, Flaubert, Julien Green, Huysmans, Martin du Gard, Maupassant, Montherlant, Stendhal, Villiers de L'Isle-Adam, Zola y algunos más). [Nota de Angel Crespo, Poetas... pág. 97].

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Angel Crespo, Poetas italianos contemporáneos, Círculo de Lectores, Barcelona, 1994, pág. 104.
Camillo Sbarbaro, L'opera in versi e in prosa, a cura di Gina Langorio e Vanni Scheiwiller, Garzanti, Milano, 1985...2007(3), p. 52. En la edición de Pianissimo de 1960 se retocan las estrofas tercera y cuarta: "Quella che tutti ebbero, che ride/facile, che d'un muovere dell'anca/dentro..." y "Io come il mendicante che a dispregio/l'unico soldo...getterei; per meno" p. 80.
Leo en el blog de Enrique Baltanás unas versiones de las notas más aforísticas de los Fuochi fatui (1956). Cf. Camillo Sbarbaro, L'opera..., pp. 417-532.

jueves, 22 de mayo de 2008

De bronce

Sicut aquae tremulum labris ubi lumen aënis
sole repercusum aut radiantis imagine lunae
Aeneidos, VIII, 22-23


El vaso de agua roza unos labios encendidos y entre la lluvia nos ilumina con su sed: bebemos para apagar un ansia de aire, el deseo, el hueco cada vez más hondo, y el vaso de agua que bebemos no se consume, cae al pozo otra vez, y el aire que nos ahoga pide más sed, más aire, más agua. El aire que bebemos y el que nos falta, el agua en el vaso que nos ahoga, pide más hondo, más dentro échalo hasta que ya nos apague y se gaste; y llueve, otra vez llueve, se oye en los cristales como el freírse en la sartén del agua y sus chispas en el aceite. Quiero vivir de un aire que no arda en los labios, beber de un simple vaso de agua clara.

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El sábado pasado puse algo que no era exactamente eso, pero se le parecía bastante. Después fui a un concierto (atendía aficiones ajenas pero próximas; la cosa es que fui). Andrei Gavrielov debió ejercer su virtuosismo a conciencia, y el programa (Chopin, sonata 2, op. 35; Rachmaninov, Preludios 12, 6, 5 y Prokofiev Sonata 8) lo favorecía según un amigo experto ("Es un monstruo, aunque siempre buscan el repertorio efectista"). A mí me pareció que aporreaba en exceso, pero yo no sé nada de pianistas. Mientras tanto, situado en las alturas proscénicas de una localidad de preferencia del Riojaforum, a unos cuantos o bastantes metros del patio de butacas, como subido en algún globo y ante una minimalista tira de acero frente al vacío y contemplando muy a lo lejos al pianista en miniatura, sentí vértigo, un vértigo enloquecedor que me pedía volar sin alas por aquel gigantesco cubo de aire ocupado en aquel momento por las notas rusas. En vez de eso, me limité a consumir una cerveza carísima en el entreacto y resistí hasta el final. Vuelto a casa retiré el texto (quizá por el vértigo) que ahora repongo. Entre que lo quitaba y lo ponía, lo copié en un cuaderno donde había recogido un pasaje de Virgilio que habla de que la incertidumbre de Eneas se parece a "como cuando, en un vaso de bronce, la superficie iluminada del agua removida refleja el sol o la imagen de la luna radiante y esos reflejos recorren toda la estancia y hieren los altos artesonados del techo" (versión de Vicente López Soto).
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Nota a la nota:
Pues sí, ahora caigo. Que la imagen de Virgilio me llamara la atención no es tan casual. Véase la entrada Luces de hará un par de años.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Fronteras

Pero independientemente de lo que se recuerde, es decir, de lo que uno mismo sea para sí mismo (el material disponible, el dinero de bolsillo), hay necesidades especiales que a algunos les empujan a un cierto hacer que se parece a "llevar algo hacia adelante". Ese algo nunca se sabe a ciencia cierta muy bien qué es lo que sea, ni en qué consista, cómo se coma (y ésa es su garantía de legitimidad y su peligro). No tiene nombre; llamarlo literatura o, mejor, poesía, no tiene para el arriero de la faena demasiado sentido, y saberlo podría actuar más bien quizá de obstáculo. Vista la situación desde fuera, uno bien puede ser lector, aficionado a la literatura y la poesía, especialista (¡qué espanto!) o incluso profesor (¡horror de sólo pensarlo!). No. Desde dentro nunca se ve nada fijo. Y parece que ese mismo no ver nada concreto, quieto, ningún hilo, ninguna cerca o límite sino vagas posiciones o postes siempre móviles, algo que podría configurarse cada segundo posible de un modo distinto porque todas las posiciones se están modificando constantemente (malo si las aceptas como quietas o fijas), es lo esencial. Y sólo funciona cuando el panorama se aproxima a esa constante modificación de las fronteras y los límites.
Tensar esos límites, usarse en el instante, ver qué sucede con lo que está pasando, adónde va, qué es lo que puedo usar como lo que sé cuando no sé nada como si realmente no se pudiera saber nada en absoluto. Ese modo por el que querer salir del propio laberinto penetrando en otro mayor pudiera resultar que fuera la única salsa de la vida. Eso creo. Así es que entonces una figura neoplatónica del alma (su vehículo, el ójema) encontrada en los personales rebusques literarios (los trasfondos gnósticos de alguna poesía moderna) y reastreada como objeto en sí, como una pista autónoma, se puede recuperar en cualquier situación o momento, como por ejemplo en un instante de mal humor durante una clase, evocado y arrepentido; se puede recordar a través de la música o de un libro enganchado a un mes de octubre del 72.
Lo único que haces, en definitiva, es lo único que puedes (lo único que debes): buscar algún camino por entre el oscuro barullo invisible (sound and fury) de la selva cotidiana. Sin reglas ni normas. No veo otra vía practicable con un algún sentido a estas horas.
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[Se me invita sibilinamente en un comentario (o yo me invito) a compararme. Ahí va]

¿UNA POETICA PARA LOS NO INVITADOS?
Dar nombre y dar valor es para nosotros dar realidad a lo que ya la tiene sin necesidad de nosotros. Nuestra presencia es gratuita ante la naturaleza: la de invitados desagradables. Aprendamos a reconocer la gratuidad de esta nuestra presencia en torno a las cosas. Aprendamos a ser un objeto menos discordante con el paisaje, disolvámonos en él, seamos el paisaje.
La poesía, esa orla, el vicio, la manía recalcitrante y sin sentido, podría ser el medio (ni mejor ni peor que otro) para tal tarea.
Es decir, hablo de poesía (¿se me entiende?), hablo exclusivamente del árbol y la piedra que nunca alcanzaré, del árbol y la piedra que persigo desde siempre, tan inasequibles al nombre como a la mano. Hablo por hablar. Sabios hay que te sabrán decir por qué estas cosas de las que intento dar explicaciones han ido adquiriendo esta forma pública y no menos pudibunda. No interesa.
Sí, en cambio, la gratuidad y el sin sentido de este tipo de entretenimientos; los momentos en que la palabra que de nada vale, se mueve sola, quiere y no quiere ser la cosa, deja estar su regreso en una intermitencia de estar y no estar, la inminencia de lo no sabido, el momento del juego. Sólo hablo de esos segundo en los que todo está allí y ni siquiera la conciencia de que esté es suficiente, sino que algo debe buscar a algo con la necesidad de una caída por la ventana. Eso nunca lo pagará el poema, pues nadie habla realmente de lo que no sabe. ¿Qué hacer, entonces? Me apetecería poder llegar a no saberlo nunca. ¡Hay tanta gente que sabe, tanta gente que sabe tanto, tanta gente que sabe qué hacer! Tanta, que casi pudiera parecer un lujo delicioso proponerse obstinadamente no saber nada hasta adquirir casi, casi, estado beatífico. Compañero que esto lees, propala la nueva por calles y plazas.
Pero conviene que aquí se hable de algo, de poética, por ejemplo, y así el oyente y posible lector sepa a qué atenerse, quién habla, de qué habla, por qué habla. Conviene que les -diga las normas, los principios, qué quiero, qué me pasa. Todo ello sería muy interesante si lo supiera, pero no lo sé, y además se me ha olvidado. ¿Una temblorosa inconsciencia entonces la figura? Tampoco es eso.
Como tampoco la máscara pedida y gustosamente ofrecida, las bambalinas y hasta las butacas gratuitas a satisfacción del mayor número posible de peticionarios, del número menor de los suscritos o su parentela hembra. Seamos respetuosos con la liturgia.
Conviene que de algo se hable. De la fotografía en que un infante obnubilado mira fijo al cristal de su ventana. De un retrato rasgado. Del ojo que miraba a través del largo tubo, de la larga caña que busca al ojo por el largo tubo. De la diminuta colina en llamas. De hedor de la fábrica de colas junto al río.
De un repetido ruido de ascensores y teléfonos. Del delicioso frío del filo del cristal sobre el labio. De plazas con un sólo árbol en el centro. Del olor del silex raspado. Del monigote que sostiene ufano su pedernal como un trofeo.
De ascensores, más ascensores. Del óculo vano en la fachada de la catedral al doblar la esquina de la calleja. De la zangarilleja y sus párpados. Del pavimento azul que sostiene al banco público y al rojo insecto amoroso sobre la madera verde. De la calle maldecida y única.
Del pavimento rojo y azul ajedrezado con cánticos y desfiles. De largo pasillo, largo tránsito, en el piso último y prohibido, abarrotado de ropas apiladas y muebles polvorientos. De la campanada en el patio de las basuras. De la libélula sobre la piedra. Del ojo en el aire. De lámparas. De alfombras y manteles quemados. De Tannhäuser desde el coro. De poética. [Logroño, 1986]

martes, 13 de mayo de 2008

Aposiopesis

...o reticencia. Silencio tenso. "Y aquel día ya no seguimos leyendo más" (Quel giorno più non vi leggemmo avante) y los puntos suspensivos adecuados. Como si fuera ahora mismo cuando suena otra vez (ya sabéis; me puede) el caballero Glück y su alter-ego Orfeo (véase) y entonces me acuerdo, sí, que es que me acuerdo (¿verdad? Esto sí es una enfermedad de las buenas) y Orfeo me lleva, me arrastra de la voz de la Baker (Janet) con su puro ciel, che caro sol, che nuova luce y entonces (ya está otra santa vez, otra, como en el mismo Salón Rojo de música del Santa Cruz, sí, como allí otra vez) y entonces sí que uno se engancha a su propio ójema de primera, no al de imitación, al bueno-bueno (sí, que va uno y se enchufa en directo al puñetero Cuerpo Primordial -¿pasa algo?-, al mismo y jodido augoeidés, dicho quede) y, claro, entonces se cuelga, ay, se queda como aquellas otras veces, con esa misma cara de tránsito, un momento solo, una cara como de annnng... un rato, un siglo.
Y vuelvo otra vez (y ya no hay tiempo) a cuando leía en el estudio de pintura de casa, octubre 72, ayer, ahora, El Quijote como obra de arte del lenguaje, sí, el de Helmut Hatzfeld, sí, por una vez va y resulta que es un arrastrado libro de estilística, de filología, y que puede, en las debidas circunstancias de fiebre y gripe y mezclado con el olor inolvidable del aguarrás, puede eso, diventare delicioso, puro placer mental y casi físico (ah, la fiebre) y veo aquel tomo del Quevedo, el de Planeta, gastadísimo y su rombo dorado del lomo prácticamente borrado de tamaña soba. Ese mismo año (Valladolid alejándose) convaleciendo de algún catarro gigante, de alguna gripe, tirado en la cama del estudio, recuperándome ¿de qué? ¿de Valladolid? y volviendo a la vida (¿a la verdadera? ¿o a alguna otra? quién sabe) y aquí abajo mismo tengo el libro (lo había olvidado y me ha venido a ver), me apoyo en él, todo raspado el pobre de marcas de lápiz y rotulador rojo, destrozado, masacrado y leído de veras, sorbido como sólo entonces...

Che mai dell'Erebo...
Out of Phlegethon...

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Para los conceptos griegos transliterados se puede consultar con provecho (a falta de la edición de Dodds, Elementatio Theologica, Oxford, 1933) Proclo, Elementos de Teología, traducción de Francisco Samaranch, Aguilar, Buenos Aires, 1975, §§ 184-211 (sobre todo § 209). También la nota 48 a X, 13, pp. 128-129 de Hermès Trismegiste. I. Poimandrès. Traités II-XII, en Corpus Hermeticum. Tome I, Texte établi par A.D. Nock et traduit par A.J. Festugière, Belles Lettres, Paris, 1972. Explicaciones en interesante contexto aviceniano se hallan en Henry Corbin, Cuerpo Espiritual y Tierra Celeste. Del Irán mazdeísta al Irán Chiíta, Ediciones Siruela, págs. 116-120.

domingo, 11 de mayo de 2008

Apostilla sobre paréntesis...





...(o interpolaciones griegas).

[Comentario sobre el particular a la entrada "Voces", desplazado aquí porque, si no, quizá no lo leyera nadie y tampoco vamos a ser tan puristas]

Seguramente debería pedir disculpas por mi empleo de los paréntesis. Cuando el artificio inútil es la premeditada intercalación de dificultades, en este caso para con el sufrido lector, exige el tipo de correctivo de quien nos está metiendo un dedo en el ojo entre sonrisas, y como norma de buena educación haría bien en suprimirlas. Y si tal hiciera, haría lo correcto. Pero a mí me parece que el blog no debiera hacer lo correcto, lo bonito, lo resultón o lo informativo. Escribo para unos cuantos amigos que me conocen, o ésa es la ilusión que me hago, y para otros pocos que no me conocen de nada pero que se interesan, y si existe ese milagro se constituyen ya entonces por ello en los hermanos de sangre del blog. A esos dos grupos me dirijo. Quizá sean tres o cuatro personas. Los demás son libres de proyectar en sus blogs el despliegue de corrección que su libertad les pida, y podrán ser discretos, ingeniosos, simpáticos y mundiales. Bienvenidos sean todos. De lo que yo puedo hablar es tan solo de mi caso. Y en mi caso más bien de lo que sencillamente se trata es de que me sale esa escritura parentética, que me sale así al ponerme a escribir, que escribo así cuando improviso. Y no hay en ello gana alguna de fastidiar a nadie. Pongamos el caso inverso, el del texto impecable, y desparentetizado, el fruto del concienzudo trabajo de producir un efecto "agradable", pues en ese caso, y desde el punto de vista desde el que se escribe este blog mío, no creo que hubiera nada peor, nada peor que eso de escribir con las ganas de...lo que fuera. Este blog no pretende tener ganas de nada en especial. Sale como sale, y así sale, el pobre. Alguien diría: "claro, como todos, pero los hay que no se ponen bordes con los paréntesis". Bien. Pues de todo tendrá que haber en la bodega de internet.

Cariñosos saludos, pues, al público lector desprejuiciado respecto de paréntesis y otras peculiaridades.

Pero si me pongo a pensar el porqué de semejante "vicio", cuando, por ejemplo, escribo:

"Alguien preguntó (pero ¿es que no se puede preguntar, es que la pregunta -seña de libertad- va a estar prohibida?) mal"

pues ya sé que cometo una incomodidad flagrante en el empleo del paréntesis para quien sólo desee una cómoda lectura, y yo, desde ahora mismo, le pido perdón por ello y, en ese caso, le agradecería que dejara de leerme en este preciso instante, que dejara de leer ese texto, éste y todos los demás que no sean éste. Cuando escribo así, y si es que me puedo ver a mí mismo, lo hago porque recuerdo la pregunta de que se trataba y, a la vez, también la intervención de otro sujeto escandalizado, es decir, otra voz, que coincide con lo que encierra el paréntesis, una voz algo bobamente escandalizada por la explosión operística de la que se hablaba en la entrada y que se yuxtapone a la del hablante, al que se retorna para contemplar el efecto negativo ralentizado que la tal pregunta hizo en su momento, o sea: "mal", un tanto tensada en esa cola del pan de las preguntas "utilitarias".

En cualquier caso, y respecto a ese rasgo genérico de mi blog y, en su compañía, de todos los demás "rasgos" convenientemente odiosos, ya lo siento si es que resulta causa de molestia para con el bienestar del paciente lector. Por las razones antedichas y, sin ánimo "vicioso" previo alguno, se procurará racionarlo en la medida en que el tal racionamiento sea compatible con la debida espontaneidad, que no manía.

jueves, 8 de mayo de 2008

No

[cita sin autor en algún cuaderno]


Cuando dices no, consagras la santidad negativa: el admirable momento crítico. Sigues vivo y no te sometes a lo falso. Pero si sólo niegas, empujas sin querer a favor de la muerte. Mientras matas lo falso vas adquiriendo algo de esa misma muerte que combates. Te quedas con las carcasas.
Parece que falte lo esencial: anuncias, por ausencia (lo que sí no es la inversión de lo que no; ojalá lo fuera), una vida auténtica que vendrá, por liberación de obstáculos, y tan solo la prometes. Invéntatela rápido para que esa muerte perfecta (justa y benéfica) que en esos momentos te posee no acabe secándote por dentro. Invéntate ya esa vida que implicas tener a mano por contraste (y te creo, aunque la que demuestres tener bien afilada sea la pura negación). Úsala, úsala como trampolín para afirmar, para querer (lo que amas es tu herencia verdadera), o resígnate a seguir muriendo con esa impecable integridad, con toda la razón y la lucidez de tu lado, con las manos vacías.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Voces

Dietro i rossi vetri, voci rauche gridavano:
--Midolla e sangue per lunghe sorsate d'oblio!
Il prezzo è questo dei sogni più belli!--
Entrai allora coi miei Peccati nella bettola
della mia carne!...
Bettola araba? taverna indiana?... Chi sa?
Certo è che la foia affocava quell'antro
e il rimorso ne scrollava le mura!...

FT. Marinetti, Distruzione. Poema Futurista. 2

Esta mañana me escapé de mis casillas, me salí de las madres. Había enfocado el día con la mejor intención. La de aguantar el peso de la jornada más correosa de la semana: la del miércoles. Pasar por toda la serie de las horcas horarias sin hacer ruido, desapercibido, cataléptico, normal, "como lo de siempre". Pero debía tenerla jurada en alguna de las zonas; algún diabólico decano me había asignado la casilla mala y a la primera de cambio tropecé y caí. Alguien preguntó (pero ¿es que no se puede preguntar, es que la pregunta -seña de libertad- va a estar prohibida?) mal, la pregunta en mal momento salió desviada, peraltó y me crismó en la paciencia, me desencuadernó a resultas y las partes se me fueron solas por sus esquinas y un haz de luces rojas y latidos cerebelosos (bum, bum) aconteció y dije cosas, sí, las dije, alcé tonos, casi musiqué, me deslicé...

Deslizarse no está mal si la pista es la prevista. Pero yo me deslicé por un aire torvo y malsano, en el que la pasta blanda de las paredes hacía eco sordo, ensordecido, barato, enguatado, a cámara lenta chapoteando en el barro. Me oía desbarrar yo mismo como si estuviera desprendido y levitara. La pregunta tan solo había sido torpe y a trasmano. En otras épocas uno se podía sentir insultado por menos. Pero ahora ya no. No se lleva. Ahora suelen acorcharse muy oportunamente las entendederas para tales emisiones y longitudes de onda. No se oyen. Pero el ruido, la atención escasa... El texto lorquiano que se comentaba ya estaba preformado, precocinado y predigerido. Un sobreempuje, algo más allá de lo consabido (¡error!). ¿Por qué no? En medio de las reconvenciones dirigidas ya por hábito a un sector lateral, donde la pandilla de siempre trapicheaba noticias frescas de la víspera en poderoso bajo ostinato, y de los siempre vanos intentos por hacerse oír, tanteé una interpretación del fragmento (aquel de la madre de Adelaida y sus oscuros orígenes) que los apuntes al uso no recogían (era una posibilidad, una variación), pero entonces el puñetazo me alcanzó el mentón acústico con el pie cambiado; escuché algo sobre la utilidad de inventar explicaciones que a nadie interesan ni si al cuento que nos trae vienen o van ni a otro cuento cualesquiera... (¿Era ésa la pregunta? ¿La del a cuento de qué o para qué? ¿La pregunta utilitarista?).
No debí entender bien. Metí la marcha y dejé correr el vehículo (ὄχημα) con la velocidad famosa de Samotracia y...

¡Qué lento e inútil es todo eso de arrepentirse...!

jueves, 17 de abril de 2008

Tiernos y acorazados


Mencioné en alguna ocasión a ese insecto que ofrece un artístico aspecto de pluma india, el Pyrrhocoris Apterus, y que recuerdo haber contemplado emocionado, y como si lo viese por vez primera, en un banco del Parque de la Rosaleda de Valladolid allá por el invierno del 70. La fascinación por los insectos en conjunto es anterior (desde el entusiasmo con que recogía nidos de procesionaria del pino en el monte Arraiz y sufría durante un par de semanas de asueto escolar las consecuencias) y también ha sido comentada.
Ahora (anoche exactamente, en el entresueño) se me ocurría observar el detalle de los insectos como seres dotados de coraza, de exoesqueleto (que se dice con primor entomológico) perfectamente diseñado para la protección del conjunto de sus partes blandas (o tripas), una propiedad que contrasta con los mamíferos de nuestro estilo que poseemos unas partes blandas descaradamente desprotegidas en cuanto se nos quita el tabardo de encima.

No sé por qué se me vino entonces al entresueño citado la imagen de Darth Vader a modo de ejemplo. Cuando terminada la prolija pelea y ya en el suelo su hijo le libera del casco-prótesis, uno siente como si a un escarabajo lo despojaran de su brillante armadura. Gregor Samsa (como detalla Nabokov en su comentario y apoya con dibujos en los apuntes de clase para los cursos de Cornell sobre literatura europea) debía saberlo bien, pues sus dificultades para accionar y trasladarse desde la cama donde yace patas arriba recuerdan a las de un caballero cruzado en el fragor de la batalla que maniobrase bajo el caballo muerto tras de un asalto. Kafka era funcionario de una oficina estatal de accidentes de trabajo y ¿qué mejor que una armadura (meditas nocturno) natural y entomológica para proteger eficazmente al obrero de las peligrosas máquinas modernas tan inclinadas a rebanar dedos, y manos y brazos al menor descuido?

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Vladimir Nabokov, Curso de literatura europea, Círculo de lectores, Barcelona, 1980, p. 342

domingo, 13 de abril de 2008

Un punto



En algún punto de llegada después de tanta pérdida de nortes, donde ya no haya salida verosímil ni seguridad alguna, sólo la tonta circunstancia de haberse ido metiendo uno mismo en el hoyo, sin ayuda, por cuenta propia.
Como no podría ser de otra manera, y la manera otra que pudiera ser no interesa demasiado, se constata tan solo un a modo de catálogo de diferencias: las que distinguen al punto o grieta en cuestión de los verdaderos lugares, esos que sí son topografiables y que suelen destacar por sus principios, poseer verdaderas posturas, localizables posiciones serias. Porque al punto este, que debiéramos denominar de pérdida, o de incertidumbre (y eso ya sería mucho decir) o vaya usted a saber de qué, a este punto que ni está en el mapa, que no es ni tan siquiera un lugar decente desde el que imponerse alguna tarea (por ejemplo, la de salir del hoyo donde se halla), sino que él mismo ni siquiera sabe lo que es y, por tanto, tampoco se le ocurre pensar en salir ni en entrar... pues, bien, a ese punto no hay por donde cogerlo y por ahí quizá se esconda su toque peculiar: el de no saber nunca a ciencia cierta...
Puestos a no saber, no sabe ni tan siquiera que sabe y tampoco sabe ni quiere saber eso que dicen que sabe. Es uno de esos puntos que no sabe y que no cree. No cree ni quiere creer en eso ni en lo de más allá. Y porque no quiere creer tampoco le suele hacer la más mínima gracia que su no creencia se entienda como un principio (de esos serios) y que se la desenrrollen en sus consecuencias, que le apliquen sus consiguientes, sus antecedentes, consecuentes y sus prosiguientes. No gusta de tantos entes. Porque entonces (eso cree) seguiría quieto en el mismo punto, en el sitio donde estaba, es decir, creyendo como antes y sacudiendo con algún mazo viejo de esos de creer. Ya no quiere mazos. Ni de los unos ni de los otros (de los contrarios), o de los otros de los otros, sus similares.
Considera que (puestos a creer, a tener algún criterio, principios, como esos de los que, en su lugar, grieta, resquebrajadura de la pared del pozo u hoyo, carece) lo mejor, si hubiera que acertar, sería equivocarse de medio a medio, pero procurando siempre que nuestro error fuera el apropiado, un error de los buenos, de esos que no se andan por las ramas (un auténtico error impresentable), el que nos corresponda y así podamos esperar que nos acompañe, que nos haga verdadera compañía, no como pasa con los de encargo o de segunda mano, que suelen ser tan poco fiables (pues que esos enseguida y a la vuelta de la esquina se te despiden sin más y entonces ya estás en lo cierto) sino algo así como una mancha indeleble de las de nacimiento, de esas que, cuando te preguntan qué te pasó ahí, mientras miras a ninguna parte, llamas “un antojo”.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Veneno (y otras farmacias)


Cuando se dispone a emitir una maldad, la anuncia. Suele decir antes "qué raro" y después de ese toque de atención llega la flecha envenenada. Parece que se tratara, en ocasiones, de una forma intelectual del clasismo, una rabia blanda y desganada de gran señor venido a menos (que hubiese recorrido todos los negociados -españoles- en solicitud de alguna difícil probanza de hidalguía o de nobleza -algún vizcondado gallego en la raya de Portugal- y, pese a la insistencia, se la hubieran denegado sistemáticamente como al héroe del Proceso o al del Castillo). Y entonces cualquiera diría que le rechinaran los dientes mientras mastica algún autor, alguna piltrafa de respetable compañero escritor escasamente dotado ante sus ojos. Cómo recuerda a su tan admirado Quevedo, pero sin su pasión y con toda su bilis bien aprendida. No se limita a negar sin más. Se divierte y casi siempre tiñe el menosprecio de una imperceptible capa de repugnancia hacia lo inapropiado, lo molesto de la existencia de semejante detalle, lo grosero del figurón representado por el tal en cierta buena sociedad imaginable para gentes muy educadas. Una torpeza vulgar y bastante sucia ("¡qué bruto!"). ¿Compensó estos excesos con su irónica inclinación hacia la canalla porteña como una aristocrática manía o leve perversión discreta? No lo sé.
Tampoco consigo que la admiración hacia su ingenio satírico (impagable la serie de estampas de doña Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich, que, si no la supiéramos real, la pensaríamos ideación monstruosa de su tan odiado Rabelais o del híbrido Bustos Domecq) contrarreste el hartazgo acumulativo (en 1600 páginas) de tanta mala baba.

Y, sin embargo, sigue siendo Borges.

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Adolfo Bioy Casares, Borges, Edición al cuidado de Daniel Martino, Barcelona, Destino, 2006 [1663 págs.].

Destaco las reseñas:
http://www.lanacion.com.ar/Archivo/nota.asp?nota_id=842807
Por Edgardo Cozarinsky
Que juzga la maledicencia borgiana como atractiva forma de espontaneidad saludablemente ajena a lo "políticamente correcto".
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http://tls.timesonline.co.uk/article/0,,25336-2646781,00.html
Reseña de David Gallaher, a quien pertenece la frase:

"Fortunately, Borges’s great works rise way above the tetchiness of their author. But no great insights into them will be found in Adolfo Bioy Casares’s Borges."
Tetchiness o Lo Picajoso. Buena gente, el señor Gallaher. Moderado en los términos.
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A Juan Villoro, que resume bien el libro en
http://www.letraslibres.com/index.php?art=12207

"“Borges come en casa”, la frase resume los encuentros entre el autor de Ficciones y su testigo impar, quince años menor que él.
Tres o cuatro noches por semana cenan juntos, a veces en compañía de Peyrou, casi siempre solos o ante la sombra marginal de Silvina Ocampo, mujer de Bioy. Borges se interesa mucho más en todo que su amigo; habla pestes de los comunistas, los peronistas, los españoles (llega a concebir el chiste de que encontró a un “español antropomorfo”), arremete contra las vanguardias y toda forma de la novedad (del arte abstracto a la música de Piazzola), y distingue las rigurosas y austeras minucias en que descansa la literatura: la acentuación, la lógica del argumento, la indeleble fuerza del adjetivo. Después de cenar, Borges y Bioy trabajan. Una amistad fundada en el oficio. Borges está perdiendo la vista y necesita una mirada externa; Bioy es un tímido consumado y sólo en ese trato puede demorar el diálogo.
Con frecuencia, el anfitrión sucumbe al cansancio y dormita ante el interlocutor que pasa de un tema a otro para alargar la reunión. Finalmente, Bioy lleva a Borges a su casa y conduce como un sonámbulo. De regreso, se desploma en su cama con la ilusión de que el encuentro se repita. La rutina, estimulante y agotadora, organiza dos vidas del todo distintas."
(...),
parece gustarle la salsa picante:
"Un signo saludable del diario es que dificulta la beatificación borgesiana: dos irresponsables hablan mal de todo mundo con espléndido sentido del humor".
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Fogel en su blog
http://www.elboomeran.com/blog-post/5/2102/jean-francois-fogel/borges-bioy-boswell/
considera que:
"Los dos argentinos tienen una maldad insuperable cuando se trata de hablar de otros escritores, con clara ventaja para Borges en el arte del desprecio."